Un amor de verano
Un amor de verano
Por: Jonathan Torres
Capitulo 1

No había nada que a Raúl le gustase más que el verano; las playas, el sol, las fiestas con los amigos... Sin embargo este año iba a ser totalmente diferente; Debía pasar esos tres meses en la ciudad natal de su madre, zenit, situado en Alaska.

El joven de apenas dieciséis años, cabello negro y mirada pícara se había estado documentado sobre aquel lugar que apenas sale en los mapas. Una ciudad entre las montañas, apenas comunicada por una pequeña carretera que cruzaba el bosque cercano, y el puerto por el otro, que al parecer no era más que una fruta natural gigantesca, donde los barcos pesqueros utilizan para amarrar y usarlo como camino hacia el pueblo, ya que conecta con una de las paredes montañosas a unos cien metros de él.

No había nada divertido allí, tan sólo un par de bares y un único supermercado, y varias veces por semana un mercadillo donde todo el mundo vendía sus manualidades, ropa e incluso verduras que por el clima era imposible obtener de otra forma.

En unas horas debían ir al aeropuerto, y llegar a aquel infierno donde su madre había nacido. Ni siquiera conocía a la familia que allí habitaban.

Se vistió sin ganas, una camiseta blanca con el logo de Marvel, su favorita  y unos vaqueros negros ajustados y bajó a la planta baja, donde su madre se encontraba ultimando los últimos detalles junto a su hermano pequeño, de apenas cinco años.

- Hola cariño, ¿ Ya está todo listo?- le preguntó ella sin volver la cabeza, mientras seguía rebuscando en unos cajones del mueble de la televisión.

- Mamá, ¿ No vas a cambiar de idea?

Sus palabras sonaban desesperadas, no quería dejar a sus amigos sólo para pasar frío en un pueblo alejado de todo.

Su madre, una mujer de casi cincuenta años, pelo muy canoso y arrugas que la hacían parecer de mayor edad, cerró el cajón y miró a Raúl mientras se sentaba en una silla apoyada contra la pared.

- Hijo, ya te dije que no hay discusión posible, nos vamos a marchar porque hace más de veinte años que no veo a mis hermanos, y ya perdí a mis padres por estar tán lejos y no pude siquiera asistir a su entierro. Entiende que es mi hogar, y al igual que tú quieres estar con tus amigos, cosa que haces todo el año, yo quiero disfrutar de mi familia... La poca que me queda.

-¿ Y que pasa con papá?, Al menos podrías avisarle que nos vamos...

Sus ojos se tornaron vidriosos tras aquellas palabras del joven.

- Tu padre hace diez años que se marchó.¿ Crees que justo ahora va a volver?. El tiene su vida, y aunque no sepamos nada de él desde que se marchó te aseguro que si quisiera podría haber venido alguna vez.

Para Ana, hablar de su ex marido no era fácil y menos delante de sus hijos. Se levantó y cogió al pequeño Carlos en brazos para evitar seguir con la conversación.

- Ve a por las maletas, nos vamos ya.

Raúl, sin mediar palabra  con su madre desde que entró al vehículo, se despedía de sus amigos vía WhatsApp mientras iban camino al aeropuerto.

No sería un viaje cómodo, deberían hacer escalas en varios países de entre seis a diez horas. El tiempo estimado de llegada total serían unos dos días y medio, ya que es una ciudad tan alejada de todo no pueden ir directamente por lo que su destino es otra ciudad a unos sesenta kilómetros, donde su hermana los recogería una vez llegasen.

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- Bienvenidos a Alaska. - Decía Ana a sus hijos mientras salían del aeropuerto, ya abrigados hasta las orejas.

Incluso con tanta ropa, el aire soplaba tan frío que para alguien como él, sería una causa probable para acabar muerto en varios segundos. 

Todo lo que se veía era nieve, árboles nevados, coches congelados... El blanco sin duda era el color predominante en aquellas tierras.

Para Raúl su real preocupación no era que estuviera nevado, o que hiciera mucho frío ahí, si no que debían viajar sesenta kilómetros más hacia e norte, tan cerca del polo que sin duda si escupiese en el suelo llegaría totalmente congelado.

- Debemos esperar junto a aquella parada de autobús. - Señalaba su madre mientras caminaban sobre aquel suelo nevado. - No estaremos tan mal, no es un lugar tan inhóspito como piensas, te aseguro que vas a tener días donde te sobre tanta ropa.

- ¿Bromeas? Estamos tán al norte que si seguimos un poco más estaríamos viajando hacia el sur.

La mujer río sutilmente. Por primera vez en muchos años la había visto reír.

- Si, te estoy tomando el pelo, hace frío, pero estamos preparados para ello, de verdad.

Tras unos minutos de espera, un coche rojo, parecida a una ranchera paró frente a ellos. De su interior bajó una mujer  de la edad de Ana y otra joven, hermosa. De dorados cabellos y ojos verdes. Una tez blanca la hacia ver como una preciosa muñeca de porcelana. Raúl se quedó mirándola en silencio, por alguna razón no pudo dejar de hacerlo.

La mujer habló, y lo trajo a la realidad.

- mi nombre es Martha, soy amiga de tu hermana.- Decía mientras daba dos besos a la madre de los chicos.

- ¿ Acaso pasó algo?- Preguntaba preocupada Ana mientras miraba hacia las dos chicas.

- Todo está bien, solo que su coche murió y nos pidió el favor. Por cierto ella es Yadira, mi hija.

La chica sonrió como saludo, y cuando las miradas de ambos se cruzaron, Raúl sentía como sus piernas tambaleaban. Jamás había tenido novia, aunque empezaba a tener interés, ninguna la atraía realmente y sin embargo aquella chica estaba haciendo que se sintiera extraño, pero para el no podía ser otra cosa que cansancio y frío.

Tras las presentaciones oportunas las dos mujeres se sentaron en la parte delantera, y detrás Yadira, Carlos y Raúl. Iba a ser un viaje de más de una hora, debido al estado del camino no se podía ir muy rápido.

- Bueno, pues si queréis podemos hablar de camino, para conocernos. - Decía Martha para romper el hielo.- Dime Raúl, ¿Tienes novia?

Tras esa pregunta, el chico miró de reojo a Yadira, pero ella siquiera movió una ceja. Estaba mirando a través de la ventanilla el hermoso paisaje de árboles que poco a poco iban apareciendo.

- No la tengo, y tampoco hay prisa.

- Haces bien, aún eres joven. - Está vez fue su madre quién hablo. - Por cierto, tienes una hija preciosa, seguro todo el pueblo va tras ella.

- No me interesa tener novio, disfruto de otras cosas más interesantes.

Su tono frío sorprendió a todos en el coche. Raúl no era muy perspicaz con esas cosas, pero tal vez había alguna razón para aquel tono. Tal vez una ex pareja problemática.

Tras aquello, ambas señoras hablaban de sus familias, lo que había cambiado el pueblo o simplemente de qué producto es mejor para lavar la ropa mientras cruzaban el helado bosque en dirección al infierno helado.

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