Capítulo 2

Un año atrás.

Derek.

Mi móvil suena con una llamada de la mansión. Contesto, y lo primero que oigo es el llanto de mi princesa.

—Kelly —digo alterado —. ¿Por qué lloras, cariño?

Escucho sus sollozos.

—Es mamá, Derek. Está encerrada en el baño, y llora demasiado —grita hipeando —. Por favor, ven, tengo mucho miedo.

Salgo de la empresa como alma que lleva al diablo. Me subo a mi coche, y arranco a toda velocidad. A los quince minutos llego, estaciono mi auto y bajo sin importarme nada.

Al entrar a la habitación de  madre, me quedo en shock. Mi corazón empieza a retumbar con fuerzas.

Kelly...

Mi pequeña hermana está al lado de su cuerpo inerte, y llora a gritos.

No. No. No.

Me acerco cayendo de rodillas a su lado. Toco su pulso y al notar que ya no tiene vida, grito con todas mis fuerzas.

—¡¿Qué has hecho, mamá?! —Mi voz es frenética —. ¡¿Cómo pudiste ser capaz?!

—Mamá... —Kelly también está llorando.

Todo lo que hago es abrazar al cuerpo inerte de mi madre. Ella fue capaz de abandonarnos. Lo hizo por él. Todo esto lo hizo por él...

***

Ha pasado un año desde su muerte, y aún me cuesta superarlo. Kelly sufrió mucho, y yo también. Nos hizo falta todos los días, pero salimos adelante a pesar de todo. Mi pequeña hermana retomó sus clases de ballet, y yo trabajo sin parar en las empresas.

Es una buena forma para olvidar mis problemas.

La puerta de mi despacho se abre, y Ana entra con su coquetería habitual.

—Buenos días, señor Hall. Estos son los informes de hoy.

Ignoro su tono meloso.

—Déjalos sobre mi escritorio, quiero que anules todos mis compromisos —Replico serio—. Ahora retírate.

—Cómo usted diga, señor.

Sin más sale de mi despacho, contoneando su hermoso trasero. Si no fuera mi secretaria, tal vez la follaría. Ha trabajado conmigo durante mucho tiempo, y no quiero arruinarlo. Ana es muy eficiente e inteligente. Ella confesó que le gusto, pero le respondí que no estoy para enamoramientos. Mi vida se la dedico a mi hermanita, y al trabajo.

Alrededor de una hora después, estoy sosteniendo la mano de Kelly, y juntos caminamos por el cementerio.

—Hoy es un año de su muerte.

Su rostro adquiere un destello de tristeza, y asiente.

—La extraño mucho.

—Yo también la extraño, Kelly —respondo amargamente.

Kelly apenas es una jovencita de quince años. Es la luz de mis ojos, y pronto cumplirá los dieciséis. Sólo espero que ningún idiota se le acerque porque soy capaz de matarlo. Ella es todo lo que tengo. Aprieto su mano mientras nos acercamos a la tumba de mi madre. Duele estar aquí, pero a pesar de todo la sigo amando.

—Derek... —Kelly sacude mi mano —. Alguien dejó flores en la tumba de mamá, ¿quién será?

Mi ceño se frunce.

—Seguro una de sus amigas vino a visitarla.

Deseo llorar, y reprocharle a mi madre. Me contengo porque no quiero verme débil frente a Kelly. ¿Cómo pudo quitarse la vida?, ¿no pensó en nosotros? Fue un acto egoísta. Kelly todo lo que ha hecho fue llorarle. Entró en depresión, y tuve que enviarla con una psicóloga. Gracias al cielo, el ballet la ayuda bastante. Sé que mamá le dijo algo antes de suicidarse, pero mi pequeña hermana no ha querido decirme. Quisiera borrar ese momento de su mente, pero es imposible.

Toda la fortuna que tenemos, le pertenecía a mamá. Mi abuelo antes de morir, le heredó todo; hoteles, empresas. Mamá tenía mucho dinero. Era el cebo perfecto para muchos interesados.

Mi padre era uno.

—¿Ella nos quiso? —pregunta Kelly, y veo una lágrima resbalar por su mejilla.

—Por supuesto que sí, princesa. Nunca lo dudes.

Juntos miramos fijamente la tumba. No hay días que no eche de menos a mi madre. El único culpable de su muerte fue papá, pero ya nos veremos la cara.

—¿Entonces por qué se suicidó?

Alboroto su cabello, y respondo:

—Porque mamá es humana como todos. Cometió un error.

Amó con su vida a papá. Ese fue su gran error.

***

Hoy tengo ganas de salir, y olvidarme de todo. Dejo a Kelly en casa, y tras bañarme, subo a mi auto. Pongo la llamada de Javier en altavoz mientras conduzco.

—Dime que estás listo. Esto se está poniendo buenísimo.

Ruedo mis ojos fastidiado.

—Estoy cerca del local.

—Uff, hombre, hay unas mujeres...

Cuelgo antes de que pueda decir algo más. No estoy dispuesto a escuchar las tonterías de Javier.

Llego al club cerca de veinte minutos. Un enorme cartel ilumina su nombre "Diva". Nunca he venido a estos lugares. Estoy aquí sólo para no quedar mal con Javier, y para relajarme un rato. Una vez que pago, los guardias me dejan entrar.

—¡Por fin llegas! —espeta eufórico, y me da una palmada en la espalda.

—No grites.

Él sonríe, y empezamos a caminar hacia la pista de baile. La música electrónica está dejándome sordo, y aprieto mis dientes claramente molesto. Odio sitios como éste.

—¿Qué te parece el lugar?

—Vulgar —respondo, y Javier se ríe.

—Cambia esa cara, hombre. No te arrepentirás de venir aquí.

Ruedo los ojos posando la mirada en la tarima en la cual aparece un hombre moreno con un micrófono. La luz se enciende con bujías de colores y en ella se ve los tubos para strippers.

—¿Bailan mujeres en esa cosa? —pregunto con curiosidad.

Su sonrisa aumenta.

—Sí, así parece.

—¡DAMAS Y CABALLEROS SEAN BIENVENIDOS AL CLUB DE DIVA, CON USTEDES LA MEJOR BAILARINA DE STRIPER... ISABELLLA!

En la tarima aparece una chica muy linda. Mis ojos no se despegan de ella. Su trasero empieza a menearse de la manera más sensual, y muerdo mi labio sin poder evitarlo. Su largo cabello rubio cae como cascadas por su espalda, y veo a su mano acariciar su estómago plano. Todos los hombres aplauden como dementes, gritando palabras obscenas, pero ella sólo se limita bailar. ¿Acaso nunca han visto una mujer semidesnuda? ¡Idiotas! Bufo mirando a muchos locos pervertidos, actúan como perros en celo.

—Mierda, esa mujer es jodidamente linda —comenta Javier, y se centra en la chica.

Tiene razón. Ella se ve lindísima, provocativa, usa un sostén ajustado, mostrando su vientre plano y unos bikinis muy ajustados a su trasero, calza bota altas. Esta mujer se ve demasiado caliente, y de pronto las ganas de tenerla me abruman.

Dos hombres se unen a ella en el escenario, acariciando su cintura, y tocando su trasero. Ella se ve algo incómoda, como si no le gustara que la tocarán. ¿Por qué no le gustaría? De pronto sus ojos se encuentran con los míos, y trago saliva.

La rubia en ningún momento deja de mirarme mientras baila. En este momento me gustaría ser yo el bastardo afortunado que la tocara.

—Sé que te gusta —afirma Javier sonriente.

Me encojo de hombros.

—¿Para qué negarlo? Ella me ha puesto duro.

Su carcajada atrae la atención de muchas personas.

—Pues ve por ella, campeón.

Al acabar la música, la chica desaparece del escenario. Luego el tipo moreno toma el micrófono y grita con euforia que habrá noche de elección. Me pregunto qué mierda es eso.

—Quisiera conocerla —digo antes de que pueda detenerme.

—Es la primera vez que te veo muy entusiasmado.

Choco mis puños con él, y luego nos dirigimos a la barra para beber. En algún momento una pelirroja lo invita a bailar, y él acepta encantado.

—Amigo, iré a divertirme un rato.

Levanto mi copa en su dirección.

—No olvides usar condón.

Me guiña un ojo.

—Siempre —dice desapareciendo de mi campo de visión.

Alguien acaricia mis brazos, y veo a una morena sonriéndome.

—¿Qué tal si hacemos lo mismo?

Aparto sus garras de mis brazos.

—No estoy interesado.

Me mira con una sonrisita.

—¿Acaso te gustan los hombres?

Es mi turno de sonreír.

—Las mujeres me encantan, cariño, pero tú no.

Hago una mueca cuando noto cuerpos sudorosos, música ruidosa, y mujeres fáciles. Definitivamente éste lugar no es de mi agrado. Sé que Javier va a demorarse, así que decido irme. Una vez fuera, un par de gritos llama mi atención. Hay dos mujeres discutiendo en una esquina. Mi aliento se detiene cuando veo a la rubia de la tarima. Miro mi entorno, y me doy cuenta que me equivoqué de salida.

La rubia luce tan pequeña, y asustada. Me quedo quieto, escuchando la conversación. No parece la misma chica de hace minutos.

—Te dije que te acostaras con él, estúpida. Iba a darte mucho dinero.

—¿Por qué no te acuestas tú con él, y me dejas en paz? —pregunta la pequeña rubia.

La mujer adulta levanta una mano propinándole una bofetada.

—Maldita malagradecida —La pobre se queda quieta sin defenderse. Me gustaría defenderla, pero no es de mi incumbencia —. ¿Crees que nunca he estado con hombres?

—Yo elijo con quién estar, Rosalie. Ese viejo decrépito sólo me causa asco.

—¿Cómo demonios vas a pagarme la habitación, las ropas, y la comida que te ha dado? —replica la tal Rosalie —. ¿Cómo? Piénsalo muy bien, estúpida.

—Encontraré una forma, pero no acostándome con ese viejo.

La mujer asiente, y se dirige al local, pero luego regresa nuevamente, y dice:

—Dame las llaves y busca donde dormir. Si no me traes el dinero que he gastado en ti, te largas. ¿Entiendes, estúpida?

Sin decir nada más, entra al local hecha una furia. La chica se deja caer en la pared. Coloco sus manos en su rostro, y llora de la forma más lamentable. Tengo que admitir que me da mucha pena de esta manera. ¿Tiene que soportar eso para sobrevivir? Sin dudarlo, me acerco a ella en un intento de consolarla.

—Déjame ayudarte —susurro.

Ella levanta su rostro, y estoy sin aliento cuando veo sus ojos. Son tan increíblemente azules. Su piel es pálida a la luz de la luna, y su cabello brilla como el oro. Es preciosa.

—¿Cuánto me pagarás por una noche? —pregunta.

Parpadeo confundido.

—Yo... no me refería a sexo —aclaro —. Pero si quieres, puedo darte mucho dinero por una noche.

Una lágrima resbala por su mejilla, y asiente.

—¿Cuánto?

—¿Quinientos dólares te parece bien? Supongo que es suficiente para pagar esa habitación.

Se pone de pie rápidamente, y limpia sus lágrimas antes de suspirar.

—De acuerdo.

Sus ojos se abren ampliamente cuando la abrigo con mi chaqueta.

—No es necesario —musita nerviosa.

—Estás temblando de frío. No digas nada.

Luego entrelazo su pequeña mano con la mía, y nos dirigimos a mi auto. Le abro la puerta, pero ella no entra. Parece tensa, y nerviosa.

—¿Estás segura?

Ella asiente sin mirarme a los ojos. Definitivamente se nota tan inocente, pero es obvio que no lo es.

—Terminemos con esto de una vez.

Me siento mal por aprovecharme de su situación, pero no voy a mentir. Tengo ganas de devorarla ésta noche, y haré que sea inolvidable.

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