Capítulo 2

La luz brillante que provenía de mi ventana me hizo abrir los ojos de repente, no estaba contenta como normalmente cuando me despertaba, hoy estaba un poco triste ya que mi mejor amigo Dyl se fue ayer de vacaciones y me había dejado sola y sin nada que hacer. Pero eso no iba a estropearme el fin de semana, no iba a quedarme en casa sola llorando porque él no estuviera aquí, tenía más amigos, así que algún plan me saldría para no estar aburrida.

Después de un rato de estar tirada en la cama decido que ya es hora de levantarme y vestirme, de esa manera podré ir a dar una vuelta y a lo mejor con un poco de suerte me encuentro a alguien conocido.

Yo no soy como todas las chicas las cuales se tiran horas mirando el armario para ver que se ponen, a mí eso no me importa mucho. Abro mi armario y cojo lo primero que encuentro, que es un vestido de verano floreado que me viene por arriba de las rodillas junto con las converse blancas que tanto me gustan. Una vez cambiada me miro en el espejo y decido recogerme el cabello en un moño, ya que hace bastante calor y si me lo dejo suelto me va a molestar. Cuando estoy arreglada bajo a la cocina y me tomo un vaso de leche con galletas, ahora ya estoy lista para salir a la calle. 

Después de estar horas y horas paseando empiezo a notar como me pesan los pies, ya no aguanto más andando. Además, durante todo el recorrido no he encontrado a nadie conocido con el que poder hablar, así que ya me estoy empezando a aburrir. Antes de volver a casa decido ver el móvil por si alguna amiga me ha llamado, y estoy en lo cierto, tengo muchísimas llamadas perdidas de Amanda, una de mis mejores amigas. Al ver todas las llamadas que me ha dejado empiezo a preocuparme, así que decido que voy a llamarla para ver qué pasa.

—Hola Amanda.

—Al fin contestas chica perdida.

—¿Perdida? ¿Por qué dice eso? —pregunto confundida al no saber a qué se está refiriendo.

—Porque llevo horas llamándote, incluso he ido a tu casa a buscarte y tu madre me ha dicho que te habías ido a pasear tu sola.

—¡Ahhh! es eso —exclamo aliviada—, es que estaba aburrida porque Dyl se fue ayer de viaje así que he decidido ir a dar una vuelta. ¿Necesitabas algo?

—Vale, tranquila solo te llamaba para decirte que hoy por la noche las chicas y yo vamos a ir a una fiesta que hacen en las afueras, y  tienes que venir sí o sí,  no voy a aceptar un no por respuesta. 

—Sabes que siempre me apunto a todo, pero ¿de quién es la fiesta?

—La fiesta es del hermano de un amigo del novio de Carol — contesta un poco dudosa.

—O sea que no sabes de quien es ¿no? —digo entre risas mientras pienso que ella nunca cambiará.

—No, la verdad es que no —susurra —, pero da igual es una fiesta.

—Venga vale, iré.

—Bieeeeen, pero ponte guapa —me ordena emocionada

—Sabes que de eso no me preocupo.

—Bueno es verdad, no sé cómo lo haces, pero, aunque no te preocupes siempre vas guapa. Nos vemos luego chao.

—Hasta la noche, un beso.

Después de hablar por teléfono empieza hacerme ruido el estómago, así que miro la hora y veo que son las tres de la tarde, normal que mi amiga se preocupara tanto, he pasado toda la mañana fuera de casa y ni me he dado cuenta. Decido que ya es hora de irme a casa así que me levanto del banco en el que había decidido sentarme para hablar con Amanda y me voy corriendo a casa.

Durante toda la tarde no he hecho gran cosa, solo he mirado algunos capítulos de mi serie favorita hasta que he decidido que ya era hora de prepararme para ir a la fiesta, esta vez me tomaría más tiempo para arreglarme. Después de arreglarme me quedo pensando en lo que me había dicho Dyl la otra tarde, y caigo en la cuenta de que le prometí que iría a su casa todos los días a regar las plantas, así que cojo las llaves de su casa y me dirijo hacia allí, estaba convencida de que no tardaría mucho, ya que solo está a dos manzanas de mi casa.

Una vez llego a su casa subo al piso de arriba que es donde están las flores de su madre, cuando estoy regándolas escucho un ruido proveniente de la planta baja, el ruido es como cristales rompiendose, como si se te cayera un vaso de cristal al suelo y se rompiera en mil pedazos pequeños, pero mucho más fuerte. Nada más escucharlo me asusto y pego un grito, después de eso lo único que me acuerdo es oír unos pasos subir las escaleras y abrir la puerta donde yo estoy, me quedo paralizada cuando lo veo, no sabía que hacer ni que estaba pasando, hasta que de repente él me habla o más bien me grita.

 —Tú niña, ¿Quién mierda eres y qué haces aquí? —pregunta con la voz más grave y sensual que he oído en mi vida, pero al mismo tiempo la que más miedo me ha dado.

—No, no me hagas daño por favor. Te daré todo lo que quieras, pero no me hagas nada. —Eso es lo único que sale de mi boca.

—No te lo vuelvo a decir, ¿Quién eres tú y qué haces aquí? —grita el chico enfadado y con los puños apretados al lado de su trabajado cuerpo —. Mierda, esta casa debería de estar vacía —murmura más para sí mismo que para mí.

 —Yo emm... Me llamo Sam y esta es la casa de mi amigo —digo asustada y sin saber si echarme a llorar o salir corriendo.

 —Me da igual que sea la maldita casa de tu amigo, se supone que no tenía que haber nadie aquí. ¿Ahora que cojones hago? ¡Contéstame! —me ordena cogiéndome por la barbilla con sus dos fuertes manos.

—Por favor no me hagas nada, te lo suplico, llévatelo todo si quieres, pero no me toques. —Aprovecho que me está mirando y le doy una patada con todas las fuerzas que tengo en ese momento y me voy corriendo sin mirar atrás, esperando que no me siga.

—Maldita niñata, de esta no te salvas, más vale que tengas cuidado porque te encontraré y me vengaré. —Escucho que grita de la manera más terrorífica que he oído en mi vida.

Lo único que puedo hacer en estos momentos es correr como si mi vida dependiera de ello, ya que lo más probable es que sea así. Corro hasta llegar a mi casa y encerrarme allí, una vez dentro y después de tranquilizarme un poco decido llamar a mis amigas y a la policía para que vengan a buscarme y así poder saber qué es lo que realmente había pasado en casa de Dyl.

 

***HUGO***

Ese mismo sábado a las 5 de la tarde.

Cuando esa mañana me desperté a causa del ruidoso estruendo del maldito despertador, no me podía imaginar todo lo que me iba a traer ese maldito día. Estaba algo contento, cosa muy rara en mí ya que no suelo sonreír, pero ese día era diferente, iba a cometer el atraco del año, el atraco que haría que durante un tiempo no tuviera que preocuparme por nada. Iba a robar en la mansión que me dijo mi amigo Bryan, y lo mejor es que sería un trabajo fácil, ya que según lo que me explico Bryan, no habría nadie en casa, así que sería pan comido, entrar en la casa coger todo el dinero y las joyas que hubiera y largarme de allí sin dejar rastro. Todo perfecto, perfecto hasta que la niñata se entrometió y todo se estropeo. Todo lo que tenía planeado se había ido a la mierda y eso no se lo pensaba perdonar, iba a vengarme de ella, no podía entrometerse en mis planes e irse como si nada, conmigo no se mete nadie y ella no será a excepción. Se arrepentirá de haber estado en la casa en el momento equivocado.

Una hora antes del robo.

Solo quedaba 1 hora para entrar en la casa que me había dicho mi amigo, la verdad es que no estaba nervioso, había hecho eso muchas veces y además esta vez sería más fácil ya que no tendría que encontrarme con nadie, porque según me había dicho la casa estaría vacía y eso me facilitara mucho las cosas.

De camino a la casa, como todos los atracos que he hecho, planifico lo que voy a hacer, primero que nada, vigilare que no haya nadie por la calle, después dejare mi coche negro un poco alejado para que nadie sospeche. El coche no es ni muy glamuroso ni muy antiguo, es un coche normal para que pueda pasar desapercibido y que nadie se dé cuenta de que algo raro está pasando. Después de aparcar mí coche cogeré una piedra que llevo en la mochila y romperé la ventana, después de eso buscare la caja fuerte, que como todos los ricos seguro que está detrás de un cuadro que está en la habitación de la planta de arriba, la abriré con mi aparato especial y me largare de allí sin que nadie se dé cuenta. Para cuando los dueños se enteren ya será demasiado tarde, yo estaré lejos y no me encontraran.

Cuando vi la casa vigilé que nadie estaba merodeando por el alrededor, al ver que no había nadie rompí cuidadosamente la ventana, pero cuando lo hice escuche un grito escandaloso que venía de la planta de arriba. Eso no podía ser posible, no podía estar pasándome eso a mí, Bryan me había prometido que no había nadie, pero se equivocaba, en la casa había alguien y ahora todo se había complicado, tenía que ir a ver quién era y hacer que mantuviera su boquita cerrada. 

Subí corriendo a la planta de arriba y me encontré con una niñata que no tendría ni 20 años, tenía miedo, lo sabía porque se había quedado estática, ni se movía ni me miraba, la niña estaba aterrada y eso me gustaba. Me gustaba que tuviera miedo porque en ese momento supe que yo tenía el control y que podría hacerla callar, o eso es lo que pensaba. Decidí ser yo el que hablara ya que ella no creo que tuviera las fuerzas suficientes para decir una sola palabra.

—Tu niña, ¿Quién mierda eres y que haces aquí? —pregunto con la voz más cortante que he usado en mi vida, estaba enfadado y todo era por su culpa, me lo había complicado todo.

—No, no me hagas daño por favor. Te daré todo lo que quieras, pero no me hagas nada. —Fue lo único que salió de sus miedosos labios, ahí definitivamente fue cuando note que le daba miedo.

—No te lo vuelvo a decir, ¿Quién eres tú y que haces aquí? —le grito enfadado notando como mis manos se estaban convirtiendo en dos puños muy apretados, estaba enfadado y eso ella lo notaba.

—Yo emm ...Me llamo Sam y esta es la casa de mi amigo —susurra asustada y a punto de llorar.

—Me da igual que sea la maldita casa de tu amigo, se supone que no tenía que haber nadie aquí. ¿Ahora que cojones hago? ¡Contéstame! —le ordeno cogiendo su barbilla duramente con mis manos y levantándole la cara para que me mirara.

—Por favor no me hagas nada, te lo suplico, llévatelo todo si quieres, pero no me toques. —Cuando le levante la cara y me dijo esas palabras me quede estático, ahora era yo el que no podía moverme, me quede hipnotizado con sus grandes y preciosos ojos azules, tenía una mirada tan inocente y asustadiza que por un momento me quede sin aire. En ese momento me vinieron recuerdos de mi infancia, de cuando yo aún era feliz. Esos ojos me hacían que me sintiera vivo como nunca lo había estado y eso me daba miedo, me daba tanto miedo que con solo una mirada me sintiera así, que no supe que hacer, estaba perdido, ella iba a ser mi perdición. Pero de repente todo lo bien que me estaba sintiendo se estropeo, la niñata me pego una patada donde más me podía doler y se fue corriendo, aprovechando que me había tirado al suelo. 

—Maldita niñata, de esta no te salvas, más vale que tengas cuidado porque te encontrare y me vengare —le grite con todo el odio que nunca había sentido, esto no se iba a quedar así, me iba a vengar de ella, la niñata deseara no haberme conocido, me da igual acabar en la cárcel, pero esa no se librara de mí, la encontraré y le hare la vida imposible.

Las 5:15 del sábado

Bueno, eso es todo lo que paso, ahora me estoy dirigiendo a casa de mi amigo Bryan. Después del intento de robo, digo intento porque por culpa de la niñata no pude robar nada, salí a buscarla para ver si la encontraba, pero la muy maldita sabe esconderse, pero como he dicho antes, a mí no se me escapa nadie, por mucho que se esconda la encontraré. 

Al llegar a casa de Bryan le cuento todo lo que ha pasado, él no se puede creer nada de lo que le estoy contando, y es normal, ya que cuando a veces me ha pasado algo por el estilo yo siempre he acabado saliéndome con la mía, pero esta vez era diferente y era todo por culpa de la niñata. 

—Pero tío, si a ti eso te pasa a menudo, digo lo de encontrarte con alguien dentro de una casa, pero tú siempre te defiendes, ¿Qué te ha pasado esta vez? —pregunta dice Bryan desconcertado.

—¡NI SE TE OCURRA VOLVERME A DECIRME ESO! —grite enfadado—. Ya te lo he dicho, ha sido culpa de la niñata y esto no se quedará así, tú me ayudaras a vengarme.

Por supuesto que no iba a admitir nunca que parte de la culpa de que saliera todo mal era mía, por culpa de haberme quedado como un idiota mirando sus malditos ojos. Nadie nunca se enteraría de eso, porque un error como ese no lo volvería a cometer y mucho menos con ella, porque dentro de poco la niñita será historia.

 

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