Una Profecía

Algo me estrujaba la garganta en mis sueños, por lo que al parecer balbuceaba.

—Mila…, Mila, querida, despierta —alguien estaba susurrándome.

Era la voz de la abuela dándome una leve sacudida en el hombro, y poco a poco fui despertando, ella había descorrido las cortinas blancas, el sol comenzaba a alzarse por las colinas, la abuela se encontraba sentada a un lado de la cama, en mi mesita de noche yacía otra bandeja con un vaso de agua, una taza de té humeante y medicamentos que debía de tomar.

Iuggh.

—Buenos días —saludé incorporándome.

—Oh, buenos días, no quería despertarte, pero debes tomar los medicamentos que dijo Mabel, ella se acaba de ir y Josh se está dando un baño, le expliqué que por hoy no podrás ir a la librería con él.

—No —la interrumpí—. Yo le prometí que iríamos, yo jamás le he fallado.

—Lo sé, lo sé —dijo ofreciéndome las pastillas blancas y horrorosas, las puse en mi boca y luego las deglutí con un estremecimiento.

Agradecí tomando el vaso y sorbiendo toda el agua.

— ¿Pero cómo podrás ir? Tu pierna está tan lastimada que ni siquiera puedes moverla —preguntó viéndome con lastima y yo jamás he soportado que me vieran de ese modo.

—No me subestimes.

—Es la verdad, querida. Anda, una herida como esa tiene que ser cuidada para que cicatrice.

—No te preocupes abuela, solo es una herida con puntos, puedo moverla, te lo aseguro. Y las cicatrices aparecerán cuando les plazca —argumenté moviéndolo, me sorprendió y me dio miedo al mismo tiempo.

Me dedicó una sonrisa, de esas que te dicen que tus palabras no son del todo real.

Solo esperé a que ella cerrara la puerta y ver la herida. Me bajé los pantaloncillos, me quité el vendaje y sorprendente… no había ni una sola marca. Nada, solo piel blanca. Había desaparecido, pero ¿Cómo era esto posible? No había respuesta a tal sanación, no había visto nada igual, las heridas tardan en sanarse. ¿Estaba volviéndome loca o paranoica? Ambas cosas. Cuando tenía cuatro años una vez me caí en la gravilla raspándome las rodillas, tardó una semana en quedar como nueva y esto… ¿Cómo diablos una herida desaparece de la noche a la mañana?

La bomba nuclear había estallado en mi interior. Repasé todas las posibilidades, pero lo único que se me venía a mi jodido cerebro era magia… no existe la magia, solo en los libros.

Antes de que perdiera la cabeza me puse a dibujar al monstruo que me había atacado antes de que Greg pasase a por mí. Estaba sentada en la mecedora de papá frente a la ventana cuando llegó Josh, fuimos a la librería, tenía que fingir que me dolía la pierna y a veces se me olvidaba. Era pésima mintiendo, pero tenía que hacerlo. En el autobús nos topamos con unas cuantas personas que sabían de lo que me había sucedido y me veían de esa manera que no me gustaba. Cuando regresamos a casa, mi hermano estaba emocionado por empezar a leer, recordé que yo le leía cuando él aun no sabía y justo cuando entrabamos a casa, Greg llegó.

Era una tarde soleada y fresca, las tardes como esta me encantaba.

—Nos vemos luego, dile a la abuela que me voy a casa del tío Cedric.

Dicho esto a mi hermano me metí al auto de Aaron; una Chevy Bell Air color café, mientras la abuela estuviera en casa no me preocupaba por él.

—Hola.

Él respondió con lo mismo con un choque de puños.

— ¿Cómo va tu herida? —Me preguntó, él llevaba una camiseta negra de The Doors, y los tenis que ambos teníamos en el momento, estaba escuchando música en el estéreo; The Smiths. There Is a Light That Never Goes Out era mi canción preferida.

—De maravilla y es por eso que me urge ver al tío Cedric.

— ¿Tan sobrenatural crees que es? —Inquirió poniendo el auto en marcha.

—No lo creo, puedo afirmarlo, Greg. La herida no está.

— ¿Qué? —Preguntó sorprendido sin dejar de ver el camino—. Entonces, ¿eso quiere decir que pudiste ver lo que era, lo que te atacó?

—No se lo dije a nadie porque no me creerían, pero eran algo que jamás he visto.

— ¿Un babuino? ¿Un león con melena como la de Medusa? —Quiso bromear.

—No. Esto es serio, Greg. Era algo horrible, un monstruo con esas combinaciones.

—Ok. Eso ya sobrepasó mi nivel. ¿En serio? ¿Cómo era?

—Horribles, algo de lo que ningún libro mencione, película o algo parecido se atreviera a contar, pero no solo eso, fui salvada por un chico que nadie podía ver…

Esta vez me miró con el entrecejo fruncido

—Pero… ¿en serio? Es que todo eso, no puede ser real, Mel.

—Pues lo es, yo tampoco quería reconocerlo. ¿Cómo quieres que te lo diga? Mírame y date cuenta de que no tengo los rasguños en mi rostro. ¡Y la herida que suturó mamá tampoco está! —Exclamé removiéndome del asiento.

Nos quedamos en silencio mientras él conducía, dejamos su casa atrás y nos adentramos por un angosto camino de terracería, la casa del tío Cedric se encontraba escondida parcialmente, oculta tras los frondosos árboles; justo detrás de unos matorrales de bayas estaba una pequeña cabaña, era linda, con un jardín colorido y el césped recién podado. A veces daba la impresión de que ahí no vivía nadie, la casa estaba descuidada en la pintura. Pero las flores exóticas que tenía en el dintel de la ventana le daban vida y belleza al lugar.

Cuando el auto se detuvo mi mente me decía: « ¿Y si piensa que soy una loca o que quiero jugarle una broma?».

—Bien, hemos llegado —suspiró Greg.

Él bajó del auto y antes de subir los escalones del porche, gritó:

— ¡Tío Cedric!

Sabía que no quería entrar a casa del tío, aunque lo tuviese permitido, aun no entendía si era por miedo o porque odiaba encontrarlo en un estado de “trance”.

— ¡Shh! —Le callé cerrando la portezuela del auto.

Al ver el cielo, el viento correr, los árboles en todos lados, se sentía extraño estando en un hermoso lugar.

— ¿Qué? No pienses que abriré la puerta y entraré sin saber que nos podemos encontrar ahí dentro ¿o sí? —Reclamó.

Me acerqué a él y la puerta con aquel aro de quién sabe qué se abrió sonando como si fuera una de esas puertas viejas con las bisagras oxidadas que chirriaban en las películas de terror. Pero lo que salía no era un monstruo o un psicópata vestido de carnicero, se trataba solamente de Cedric, con indumentaria blanca, su cabello más claro de lo que recordaba y estaba descalzo, los dedos de sus pies estaban esqueléticos.

Él vivía solo, bueno. Tenía una cacatúa al que llamaba Frank, era el ave más parlante que había conocido hasta entonces.

—Hola —saludó con la misma voz de siempre, lenta y misteriosa.

—Amh, hola, tío Cedric… —comenzó Greg, estaba nervioso y no entendía porque si siempre llegábamos de visita, se frotaba el cuello, no sabía cómo explicar que exigíamos su ayuda como psíquico, profeta, vidente, brujo o lo que se hacía llamar en ese momento.

—Melinda Sommer, querida. Ya te esperaba —dirigió su mirada hacía mí, juntando sus manos como si le diera gusto verme, aunque su barba le cubría parte de sus labios se veía que en él se dibujaba una sonrisa—. Pasa y deja a éste sobrino mío fuera.

—Pero yo vine con ella.

Alzó la mano para callarlo.

—Dije que solo ella —hizo énfasis en la palabra “solo”.

Y entró de nuevo.

Me encogí de hombros disculpándome con Greg mientras él le hacía un gesto obsceno a su tío que estaba de espaldas y le dijo:

—No creas que no veo eso.

— ¿Qué cosa? —Dijo inocentemente sentándose en el capó del coche. De todos modos el no creía en charlatanerías, y no querría oír lo que su loco tío me dijera.

Lo seguí hasta la sala de estar, Frank estaba dentro de su enorme jaula, era de color blanco con manchas negras y un penacho amarillo, su pico era completamente negra al igual que su lengua con forma de maní. Era de gran tamaño, estaba columpiándose como si de un niño feliz se tratase y al verme dijo:

—Oh, veo una chica, veo una chica.

—Sí, es una chica Frank, ahora calla, tenemos cosas más importantes que hacer —le respondió él.

Y el ave parlante dejó de hablar. Yo solo me quedé viéndolo.

—Bien, querida, te escucho —dijo ofreciéndome una cómoda butaca mientras se sentaba en frente mío.

Su casa era espaciosa, llena de luz, color y me sentía en paz estando ahí, no tenía ningún electrodoméstico, pero algo debía de haber en la cocina o quizá no, en el ala Este había un piano, una flauta y un violín encima. Al lado contrario había varias estanterías repletas de libros extraños, viejos y gruesos, con encuadernados de piel: no eran de los libros actuales, él coleccionaba antigüedades.

Solo nos separaba una pequeña mesita con cuarzos, a decir verdad, en esa cabaña no había gran cosa, excepto, quizá al fondo de la sala, aunque no se nos permitía entrar ahí, estaba oscuro y salía humo con aroma dulzón. Él estaba esperando una respuesta.

Saqué la hoja de papel de mi chaqueta, mientras él me veía de hito en hito, se lo entregué y comencé a decir con voz trémula.

—Bueno, creo que supiste lo de…

—Un momento, habla con confianza querida—me incitó a hablar mejor.

—Me perdí en el bosque, me encontraron herida…

— ¿Solo eso? —Interrumpió otra vez.

Relaté lo que había visto de una manera casi desesperada, temía que lo dejara en segundo lugar en cuanto a la locura, pero lo que dijo después de oírme fue:

— ¿Viste a los ojos a Samael? —Preguntó observando mi dibujo y me miró por encima de él.

Me quedé sin palabras, ese monstruo tenía nombre.

—Pequeña, esto que dibujaste es nada más y nada menos que el sabueso del infierno o los guardianes del Infierno. Como lo quieras llamar será correcto —respondió entregándome la hoja de papel.

—Pero… ¿Cómo? ¿Qué demonios…?

— ¿Cómo es que salieron y te persiguieron?

Asentí. Pero había más que solo esas dos preguntas, un montón de cosas pasaron por mi mente.

Él se levantó de su mullido asiento y se dirigió hacia las estanterías de libros, buscaba y rebuscaba susurrando algo que no alcanzaba a oír, después de un buen rato un libro sobresalió entre todos los que habían en la parte de arriba, había salido solo y el tío Cedric lo tomó, por un momento casi soltaba un gritito, jamás lo había visto hacer cosa parecida cuando llegábamos Greg y yo, desde que lo conocí no hacía gran cosa más que hablar, ahora todo parecía muy distinto.

¿Todo el tiempo fue así y no me di cuenta? ¿Cómo podría ser eso? Siempre lo veía, lo visitábamos cuando papá estaba aún vivo y nunca lo vi actuar de tal forma, aunque él decía que era alguien especial no lo creía en esa magnitud ¿sabría hacer algo más magnifico que conjurar un libro que estaba a unos metros de él? No lo sabía.

—Bien, para que te convenzas de que no miento, te mostraré la imagen real del sabueso, tu dibujo está bien, pero no te describe lo que es. Aunque me pregunto si eso me llevará a saber algo…

Realmente en esos momentos no desconfiaba de él, estaba completamente sin funcionamiento cerebral, mi lógica se había aventado de un edificio al igual que el miedo y la confusión, no estaba llena de pánico como debía estarlo al haber visto como aquel libro grueso había salido por algún extraño conjuro.

Me dio el pesado libro en una página en especial, era la viva imagen de aquel monstruo, también había códices en otras lenguas con tinta negra en viejos pergaminos, donde quizás advertía o relataba la historia de aquella bestia.

Y por debajo había otro con letras nórdicas acompañado por un dibujo que parecía ser mi primer dibujo de un perro, solo que éste le salía algo por la boca. (Había escuchado ese nombre antes, Samael, no recordaba donde en aquel momento en que veía el libro) “el sabueso del infierno” de él leía así:

“El sabueso infernal es uno de los guardianes que Lucifer creó para resguardar la entrada al inframundo, a los muertos, a las almas y a los tesoros sobrenaturales.

Son los encargados de buscar las almas perdidas y su presencia augura muerte. Son invisibles como los fantasmas. Normalmente cuando se deja ver, aparece bajo la apariencia de un gran perro negro, algo esquelético y sangriento, de ojos rojos o amarillos.

Poseen una gran fuerza y velocidad que la de mil bestias juntas. Su olor es como la de un muerto, algunas creencias nórdicas dicen que si una persona lo ve como se ve en realidad, ésta morirá al instante ya que sus ojos rojos te queman por dentro por el fuego del infierno, elemento que ellos dominan.

Si una persona lo ve tres veces seguidas, ésta muere al instante. Para poder acabar con ellos no hay arma más poderosa que una Espada Sagrada, ya que con un arma mortal éste vuelve a la vida dos veces.

Cuando hube terminado de leer todo lo que decía, me preguntaba quién sabría tanto de ellos y la nota al final me resultaba realmente perturbador, además de que en las siguientes paginas hablaban de otros sabuesos infernales, como: el cerbero, ortro, dybbuk, fenrir y sus hijos Haiti y Sköll, Amarok el gran lobo, el cadejo, el grim y etc, después de hojear me alivié, pero a la vez me preguntaba ¿Por qué no morí cuando vi sus centelleantes ojos?

El libro era de lo más viejo que había visto y vaya que había visto varios en la biblioteca y en la iglesia, pero ninguno como esos, era más grande que una Biblia y más grande que un libro de texto de las academias.

—Y finalmente la muerte viene a por nuestras almas —recitó tío Cedric sumido en sus pensamientos.

—Había leído un libro y decían que tenían más apariencia de perros como unos Dodermann que monstruos.

— ¿Y tú creíste en eso?

—Algo, bueno es que, pensé que estas cosas solo... Bueno, eran rastreadores de almas o algo parecido. Ya no sé en qué creer. Todo se ha vuelto de cabeza. Todo está derrumbándose, Cedric.

—Solo has vuelto a la realidad —murmuró.

¿Podía confiar? ¿Tenía opción?

—Como lo has leído, ellos son rastreadores de almas y pueden convertirse en cualquier perro, por ejemplo. un San Bernardo. Linda, no creas todo lo que un libro te diga (a excepción de estos), claro. ¿Crees que ellos lo han visto realmente? —Negué con la cabeza—. Pues no, y tú sí, nada parece ser más horrible que lo verdaderamente horrible cuando descubres la realidad.

En parte no entendí lo que quiso decir con eso. Y odiaba que me llamara como mi padre solía hacerlo, era como una herida que se abría, jamás se cicatrizaría.

— ¿Y qué crees que querían de mí?

—Bien, muy buena pregunta, te alejaron de la ciudad ¿verdad? —Asentí—. Los pudiste ver como son realmente y como no suelen aparecerse, esto lleva a la conclusión de que…

—No estoy muerta, lo vi a los ojos —le interrumpí, quizás estaba lo suficientemente nerviosa como para haber dicho lo que pensaba.

Pero en cierta parte, no estaba muerta ¿Qué sería peor que la muerte?

—Tranquila, Linda. No es lo que quería decir.

— ¿Podrías no llamarme como mi padre lo hacía? —Dije en tono gélido.

—Tarde o temprano las cicatrices solo serán eso, cicatrices, marcas que ya no deben doler —alegó viéndome con esos ojos cafés y prosiguió—. Lo que iba a decir, antes de que me interrumpieras es, que significa que hay algo que quieren de ti o buscan algo que tú guardas, cosa que tengas en tus manos —con esa voz misteriosa.

—Eso no ayuda en nada.

—No siempre tendré respuestas, —separó los brazos y luego las juntó— es lo único que puedo decirte. Puedes conformarte o seguir buscando por tu cuenta en los jardines de tu memoria.

— ¿Qué podría ser? —Pregunté frunciendo el entrecejo, pensante—. Es que yo no tengo nada valioso.

—Tú lo tienes todo, Linda.

Me quedé sin habla. ¿En serio lo tenía todo? ¡Qué maravilla! Y yo que pensaba que me faltaba cordura, y gordura.

—Ah, este no tiene remedio. ¡Entra! —Llamó el tío a su sobrino que, al parecer estaba escuchando todo detrás de la puerta.

La puerta se abrió de golpe haciendo que cayera a bruces, se levantó diciendo:

—No estaba escuchando en la puerta.

—Si te creo —alardeó—. Ven, toma asiento, por favor.

Me pidió que relatara todo lo sucedido en aquella noche, comencé por la salida de la casa de Polly, a las ocho o más de la noche, había ido a la estación para tomar el autobús, justo después comencé a sentir que algo o alguien me observaba y para mi propia desgracia había dejado el móvil en casa. El autobús no llegaba y esa sensación me hizo dejar la estación y comenzar a caminar y finalmente terminé corriendo en la dirección equivocada, corriendo como si fuera el maratón del año, acabando en esa solitaria estación donde todo ocurrió; los monstruos, mi héroe gótico y como había acabado con uno de ellos y el otro por un misterioso rayo enviado quizá por un bondadoso Dios.

Greg estaba con una expresión de oír algo irreal, mientras que el tío Cedric sopesaba todo con éxtasis cuando daba los detalles y finalmente dijo con una voz profética:

—Te aguarda un futuro oscuro, lleno de penurias y lamentaciones, Melinda. Un gran secreto se revelará. Los días oscuros llegarán pronto.

No sabía cómo tomar eso, mi corazón dio un vuelco al oírlo, pero no dije nada más que quedarme callada.

—Tío, por favor —protestó mi amigo, no supe si fue por miedo o porque simplemente no quería creer en lo sobrenatural.

—A ti no te estoy hablando —le dijo.

—Pero… ¿Cómo es que…? Melinda ¿en serio vas a creerle?

—Greg, ahora no sé en qué creer. Antier todo estaba bien, ayer estaba herida y ahora estoy aquí, sin las heridas que se supone que no sanarían en semanas. ¡Yo sé lo que vi!

Pronto nos quedamos callados e hicimos como si esto no había sucedido, bebimos de las limonadas que Cedric nos ofreció y comimos sándwiches. No había otra cosa qué comentar, todo estaba dicho.

—Pero… ¿Y la herida, Cedric, como es que sanó así de rápido? —Mencioné.

—Ya no puedo decir más. Suficiente con lo que esos sabuesos y tú —señaló a Greg—. No mencionarás nada de esto.

— ¿Quién me va a creer, de todos modos?

Le guiñó un ojo.

Al despedirnos de él, me pidió; que cualquier cosa extraña que me sucediera se lo habría de decir y en voz baja me dijo:

—El desconocido que tú dijiste ver, es real.

Estaba segura de que era real, eso no me lo tenía que mencionar y si un día me lo llegaba a encontrar se las vería conmigo por hacerme quedar como una retrasada mental. Además, el tío Cedric había pasado de ser solo un simple tío a convertirse en la persona que debía confiar en esta nueva y extraña vida. No porque fuera un brujo, sino porque era la persona a la que debía recurrir después de lo que había dicho, tengo todo.

Me provocaba pavor al saber que podría suceder algo sobrenatural otra vez, y seguramente ya no saldría viva. Estaba segura de que si mamá se enterara de esto me pasaría el resto de mi vida encerrada como si fuera Rapunzel. De vuelta a casa hice todo lo que pude para no pensar es eso, pero siempre se me venía a la mente aun habláramos sobre el viaje a Ocean Shores que los amigos de Greg estaban planeando, ¡todo se había vuelto de cabeza!

—Bien. Todo esto fue… —comenzó para romper aquel incomodo silencio.

No quise hablar sobre el tema, me despedí de él y me fui a mi habitación.

Al meterme a la cama, se me vino a la mente aquel desconocido, quien se estaba convirtiendo en una pieza esencial para éste rompecabezas. « ¿Por qué solo yo lo vi?». En realidad pasaba muchas cosas en mi cabeza, pero lo que no podía olvidar eran aquellas palabras dichas por Cedric. Las palabras que se quedaron guardadas en mi memoria:

“Los Días Oscuros Llegarán Pronto”.

¿Cuáles días oscuros me aguardaba el futuro?

Y los días se convirtieron en semanas, la escuela me aguardaba y tenía que ponerme la máscara y la capa que cubriera mi corazón y ocultara mi alma. Nadie debía saber mi punto débil, mis miedos y mucho menos mis secretos.

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