El mago más poderoso. La travesía del mago
El mago más poderoso. La travesía del mago
Por: Buho Bander
Capitulo I El inicio del viaje

En un lejano lugar, el cual ya no existe, llenos de árboles tan altos que era casi imposible treparlos, de un color verde muy lindo, intenso y vivo. Las raíces de los árboles eran muy grandes, servían principalmente de alimento, y eran realmente nutritivas, llenaban cada parte del suelo, y dificultaba el caminar, aunque era divertido andar por allí. Cerca de esta enramada selva, existía una gran nación de nombre Comsoal era bastamente grande y rica de todo lo que se necesitaba para vivir en paz y en armonía, esta nación era gobernado por el Rey. 

Vivían muy normalmente como en la época medieval que conocemos por los libros. Los caballeros usaban grandes armaduras, esbeltas que mostraban relucientemente y con gran entusiasmo, ser un caballero te daba estatus y poder, luego estaban los hombres de la corte, por su falta de valor en batallas, no se les consideraba como personas influyentes, los caballeros por el contrario, eran tan influyentes, que juntos podían retar al Rey, claro su influencia también venía del mismo Rey, y a pesar de todo el Rey era un buen hombre y un buen gobernante, con algunos detalles, pero bueno. Seguidos de los hombres de la corte estaban los comerciantes, personas con intereses propios que solo velaban por su dinero. Detrás estaban los cazadores quienes eran hombres y mujeres fuertes que lograban atrapar a un oso si se lo proponían, eran hombres y mujeres de fuertes convicciones, pero debido a que estaban constantemente en la selva, no eran muy tomados en cuenta, y a ellos realmente no les importaba mucho. Detrás de los cazadores estaban los pequeños artesanos, quienes estaban muy comprometidos con el desarrollo cultural de las personas, luego los educadores, y finalmente los campesinos, estas últimas personas humildes, a las cuales les gustaba estar en paz y en armonía. 

Pero la jerarquía real era la siguiente; el Rey quien gobernaba todo Comsoal, los magos estupendas personas, las más sabías de todo el mundo y seres que solo profesaban el bien, los magos que actuaban de mala manera eran llamados oculus, seguidos de los caballeros por sus hazañas en batalla, luego estaban los hombres de la corte, y finalmente el resto eran considerados el pueblo, a pesar de que los comerciantes tenían una vasta influencia en la corte por su dinero.

En un pequeño pueblo del reino ya olvidado, cuyo nombre era Ratark, vivía un joven chico, cuyo nombre era Naim, tenía un aspecto maduro, aunque era de muchas bromas, ninguna pesada, era de estatura promedio, de unos veintitantos años de edad, vivía solo, en este pueblo las personas se ayudaban unas a otras, no había líder, ni jefe, ni nada que se le pareciese, cada quien hacía lo que quería, mientras esto no perjudicase la vida de alguien más en este lugar se vivía muy feliz. Era una época antigua, tan antigua que aún no se había descubierto América, las personas vivían bajo la protección de ellos mismos, intercambiando la comida entre ellos sí, y ninguno de los caballeros del poblado era tan fuerte o valiente para ser el jefe del lugar, pero así estaban bien.

Este joven, Naim, el protagonista de nuestra historia, tenía un sueño muy peculiar, convertirse en un mago, para aquella época, ser mago era motivo de orgullo, y el hecho de que un mago saliera de aquel pueblo, era motivo de celebración para todos. Pero había un pequeño problema, para poder convertirse en mago, debía de viajar hasta la capital del reino, y convertirse en un discípulo del mago que estuviera allí, sirviendo a las órdenes del Rey por supuesto. Y Naim no quería servirle a un Rey, ya que simplemente no creía en los reyes, criándose en un pueblo donde no había leyes, pero que cada respetaba al otro, Naim creía en este tipo de forma de gobierno, para él no hacían falta reyes, ni gobernantes.

Pero el sueño era más fuerte que cualquier otra cosa, y fue así, cómo Naim decidió juntar las pocas cosas que tenía, entre ellas, una rudimentaria espada de madera, elaborada por él mismo, un par de calzados hechos de piel de conejo, elaborados por su madre en uno de sus cumpleaños, unas tres mudas de ropas, que tenía desde hace mucho tiempo, y que su madre le había dejado y que él mismo remendaba cuando crecía un poco.

Naim tenía unos diez años cuando su madre desapareció de forma misteriosa, y era muy extraño, ya que ella lo amaba muchísimo, cómo cualquier madre, amaba a su hijo, y Naim era hijo único, su padre murió en unas de las tantas batallas que tuvo que librar contra grandes osos, era un cazador. Naim nunca lo llego a conocer.

El joven Naim, recogió sus cosas, le dio su única herencia a sus vecinas, tres mujeres mayores, que solo comían huevos de gallina y bebían leche de vaca. Naim por ser joven, tenía muchos animales, unos tres cerditos, dos perros, un gatito muy pequeño, que no sabía nadie de dónde había llegado, unas enormes vacas que iban y venían a voluntad, pero era más lo que se quedaban, solo se iban una vez cada dos años, Naim las siguió una vez, pero cuando llegaron al bosque se le perdieron a este. También tenía unas seis ovejas, las cuales disfrutaban de la compañía de Naim y los cuentos que este les inventaba cada día, mientras las llevaba a pastar, y unos conejos, que habían nacido de una coneja que Naim había atrapado para comer. Esta era le herencia de Naim, la cuál les fue entregada a las tres señoras.

Naim tomó unas cuantas monedas de oro que le había dejado su madre, más su pequeña mochila de cuero con sus cosas dentro, se despidió de las personas de Ratark y emprendió su viaje a la capital, hacia Morg. 

En su camino, Naim debía de pasar por enormes bosques, un desierto y algunas montañas, para por fin llegar a un valle, dónde se encontraba el inicio de la capital.

Naim con una sonrisa en su rostro, de piel blanca, ojos color café claro, se veían muy lindos al sol, una sonrisa radiante y que nunca se borraba. Así Naim emprendió su viaje con miedo, con angustias, algunas preocupaciones, pero con mucha excitación de lo que el mundo le deparaba en dicho viaje.

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