LOS PRIMEROS CUENTOS DEL PEQUEÑO VIEJO

LUCÍA

Odio las mañanas. Holocausto en el que sueños mueren y la realidad acababa viva. Si es que a eso se le puede llamar vida…

Son las 7:57. En tres minutos el infeliz corbata cara y bolsillo pesado de mi jefe comenzará con sus rutinarios chistes. Siempre iguales, tan faltos de gracia como de trama. Sin embargo, la risa es obligada, porque claro, es el jefe.

Lo que faltaba. El elevador se queda detenido en el cuarto piso, a uno del quinto, donde me esperan las tareas que prometí acabar hace semanas. Mauricio no lo entenderá. Su espíritu de conspiración le hará creer que provoqué la falla para no cumplir con mis deberes. Que tarado. Si fuera capaz de algo así, desde hace tiempo lo hubiese intentado.

No voy solo. Una chica de sonri

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