Capitulo 4 Varada

Elena no se preocupaba por esas pequeñas tonterías, el hombre que la quisiera de verdad tendría que demostrar su amor a los cuatro vientos. Pero antes de que todo eso ocurriera tenía que salir de Virginia a toda costa. Y ahora que no tendría guardias siguiéndola a todas partes, tal vez escapar sería una buena opción. Total era mayor de edad y responsable de sus actos.

Organizó muy bien su huida desde hace días, y como estaba esperando una verdadera excusa para irse ya que esta no se presentaba esa tarde era el momento indicado.  Su tío asistiría a una de sus reuniones con sus amigos políticos, la había invitado pero ella se negó alegando que no estaba interesada en escuchar temas aburridos de la política. El por su parte le afirmo que solo ella iría a compartir con los hijos de estos, ya conocía sus intenciones de casamentero. Así que termino por convencerlo de que fuera solo.

Cuando por fin oyó el coche marcharse de la casa, subió corriendo hasta su habitación recogiendo sus bolsos que había escondido debajo de la cama hace unos días. Saco sus ahorros debajo del colchón, tomó todas sus joyas y las guardo en su bolso de mano. Hace un par de días había llamado a una agencia que alquilaba cabañas en las afueras de Virginia. Quedaba como a siete horas de donde estaba, creía que eso era suficiente para iniciar y que el poder de su tío no llegaría hasta allá.

Tomó las llaves de su viejo coche esperando que su Nissan Sentra se portara a la altura, ya que no podía llevarse ninguno de los coches de la casa, eran muy llamativos. Entro en el garaje y allí estaba un poco empolvado pero sabía que estaba full de combustible, el mayordomo siempre hacía llamar al mecánico para que lo encendiera de vez en cuando y para que revisara el aceite u otras cosas… adoraba su coche, era un regalo de su padre. Pero su tío no la dejaba conducirlo decía que era un automóvil muy inseguro y obsoleto.

¡Pamplinas! le refutaba ella... siempre lo usaba cuando su padre vivía y nunca le fallo, metió rápidamente las maletas en el coche, abrió la puerta del garaje y salió muy despacio. Agradecida porque en la puerta nunca pusieron un portero como tal. La chica se encamino hasta el lugar donde había alquilado su nueva casita.

[…]

Mientras se comía una dona de chocolate muy distraído leyendo el expediente de su cliente escucho el ruido de un motor, levantó la vista de los papeles fijandose que de la casa del viejo ex-Alcalde salía un Nissan plateado y la persona que lo conducía era nada más y nada menos que la pelirroja (su cliente). En el informe decía que ella conducía otro coche, rápidamente encendió el suyo y salió detrás de ella.

—¿A dónde vas pelirroja? Se dijo mientras Introdujo el resto de la dona en su boca chupándose los dedos bañados de azúcar.

La siguió por un largo rato sin detenerse, llevaban como tres horas de manejo y ya estaba comenzándole  a dolerle el trasero.

—¡Estás muy lejos de casa niña! Seguía diciendo.

Subían por las montañas, Sam estaba comenzando a pensar que ese coche no aguantaría mucho más tiempo, y menos cuando se aproximaba una tormenta.  La carrera se pondría resbalosa, lo mejor era que la siguiera de cerca pero que no se diera cuenta... En esas montañas solo había pequeñas cabañas y cerros cubiertos por mucha nieve ¿que estaba buscando? Si lo veía por otro lado estaba en serio problemas, si alguien más la había seguido su vida correría peligro. Gracias adiós nunca salía desarmado, de hecho siempre metía algunas mudas de ropa en su coche y protección.

[…]

—¡Oh no! ¿Qué pasa bebé?, no me hagas esto ahora y menos con esta tormenta. Elena se quejó.

Su coche se había detenido en plena subida, ya no quería encender más. Estaba perdida ¿qué iba hacer ahora? La tormenta empezaba a ponerse peor, solo rogaba que no cambiara a nieve. Dentro del coche estaba haciendo frío, se caló un suéter de lana mientras pensaba como salir de allí, para empeorar la cosa decidió dejar su móvil en casa de su tío para que no la molestara, pensando que con la nota que le dejo era suficiente. Ahora se arrepentía de dejar su móvil en la casa...

¿Qué hace allí parada? ¿Espera a alguien? Se preguntaba Sam, llevaba media hora detenida. ¿Acaso no tenía frío? la lluvia había empeorado aún más. Se tendría que arriesgar y acercarse a ella, acelero su coche y paso lentamente a un lado del Nissan estacionándose frente del mismo. Se caló su chaqueta con capucha, quizás no diera buena impresión así, pero no pretendía mojarse. Bajó del coche hasta llegar hasta la altura de la ventanilla de ella y tocar levemente el cristal, la mujer lo miro de mala gana sin bajar el vidrio, él le sonrió tal vez le inspirara confianza.

—Hola señorita, ¿puedo ayudarla?

—No gracias, ¡todo está bien!

—¿Está segura? Me parece que su coche tiene problemas.

—¡Oh! No, todo está bien. Solo estoy esperando que la lluvia amine un poco para seguir mi camino.

Bueno, solo consiguió asustarla porque parecía nerviosa y no era de esperarse, un hombre solo al que casi no podía verle el rostro no era para confiarse.

—Señorita esta carretera no es muy segura para que este aquí estacionada. Hay muchos riesgos, y no todos se detendrán  para ayudarla de buena gana como yo. Será mejor que siga el camino al menos de manera lenta.

—La verdad es que mi coche se averió, pero ya alguien viene por mí no se preocupe.

—Muy bien, si usted insiste.

Dio la vuelta para acercarse a su automóvil cuando la escucho llamarlo. Siempre funcionaba esa táctica primero infundir miedo y luego esperar a que la víctima te busque. Sicológica inversa.

—Espera, ¡por favor no te vayas! nadie viene por mi... estoy aquí varada y has sido el único que ha pasado por aquí para auxiliarme.

—Muy bien, ¿hacia dónde te diriges?

—Pues tengo que llegar hasta una de las cabaña de esta montañas.

Ella aún seguía dentro del coche con la ventanilla un poco baja mientras él se mojaba bajo la intensa tormenta que le calaba los huesos. La cosa estaba siendo injusta.

—¿Cual cabaña? Pregunto un poco irritado.

—La número 15. ¡¿Qué cosa?! ¿por qué había rentado esa? ¡Cielos! Exclamo para si el detective.

—¿Por qué has rentado esa cabaña? Sabes que es la que está más alejada, quizás a unas tres horas de aquí.

—¿Tres horas? Pensé que estaba más cerca ¡oh cielos!

—Mire señorita estoy empapado, porque no sale del coche sube al mío lo conversamos y decidimos que hacer.

—¿A su coche? Pero si no lo conozco.

—¿Prefiere en su coche? ¿Averiado? Mire, yo voy a un cabaña muy cerca y la verdad es que no tengo tanto combustible para llegar a la última, lo lamento mucho.

—Y si voy con usted, ¿remolcaría mi coche?

Esa mujer estaba loca, no comprendía que estaba escaso de combustible cuando mucho lograría bajar hasta la civilización con lo que le quedaba

—¡Lo dudo mucho! O se viene conmigo o se tendrá que quedar aquí sola.

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