Capítulo 4

A la mañana siguiente, Hanna pagó el vestido y los zapatos para la fiesta, costaban una fortuna, se gastó casi la mitad se sus ahorros, pero el objetivo, bien valía la pena, además por ser empleada del corporativo, le aplicaron un descuento.

—¿Ya lista para la fiesta del año? Veo que ya adquiriste el mejor vestido del almacén.

—¡Por supuesto!  Es mi primera vez en esa fiesta y quiero que mi presencia se haga notar.

—No hay manera de que tu presencia no se note Hanna, tu sabes que donde quiera que te pares, atraes todas las miradas y no solamente las miradas masculinas.

—Tú dices eso porque me estimas Carlitos, pero te aseguro, que si me vieras cuando acabo de despertar, no pensarías lo mismo.

—No te he visto, porque no has querido, siempre sales corriendo, si te quedaras, podría llevarte el desayuno a la cama y consentirte como te mereces.

—Eres muy lindo Charly, pero eso no va a pasar, siempre he sido muy clara contigo, tu y yo, solamente somos compañeros de trabajo, confórmate con tener sexo conmigo cuando te me antojes, pero no involucres tus sentimientos, porque no te quiero hacer sufrir.

—¿Tan poca cosa te parezco?

—No digas eso, eres muy atractivo, besas bien y coges maravillosamente, pero yo, para enamorarme, busco otra cosa.

—¿Un millonario?

—¿Sabes? Soy lo suficientemente inteligente, como para ganarme el dinero por mí misma, no busco un millonario, busco un hombre, más inteligente que yo.

—Gracias por decirme que soy un pendejo.

—No me lo tomes a mal, pero… ¿Cuántos años llevas trabajando en esta empresa? ¿Cinco? ¿Seis?  Te titulaste con honores de la Ibero, pero no has conseguido nada, llevas cinco años en el mismo puesto, era para que al menos, ya estuvieras en mi lugar.

Carlos Pacheco, era jefe de personal del almacén, tenía treinta años y era muy atractivo, estaba enamorado de Hanna, pero ella solo lo usaba para satisfacer sus deseos sexuales de vez en cuando, para Hanna, una persona que se conforma, con tener un trabajo estable y sueldo seguro, era una persona sin aspiraciones, un mediocre, incluso admiraba a las personas que comenzaban vendiendo comida en la calle y que en poco tiempo, lograban poner un local y expandirse, para ella lo más importante, era tener la voluntad de crecer y de ser mejor cada día.

Carlos se quedó callado, quizá su jefa tenía razón, ella era joven y tenía muy poco tiempo de haberse titulado, pero en muy poco tiempo, consiguió el mejor puesto en un almacén y llevaba tres meses consecutivos, ganando el primer puesto como gerente del mes, entre todas las sucursales de la tienda en México, seguramente ya estaba en la mira de los ejecutivos del corporativo, el siguiente paso sería ser gerente regional y seguramente, lo sería muy pronto.

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Danna llegó al taller de restauración más temprano que de costumbre, ella no tenía un horario de entrada establecido, pero regularmente llegaba antes que Ricardo, porque vivía muy cerca y le gustaba hacer el trayecto caminando, le servía de ejercicio porque pasaba horas sentada en su banco de trabajo.

Le extrañó llegar y ver el auto de Ricardo estacionado afuera, algo debía haber pasado, ya que él odiaba madrugar, decía que, para tener un buen día, debía tener una buena noche y eso implicaba un buen sueño, por eso ellos comenzaban a trabajar hasta las diez de la mañana.

Cuando abrió la puerta, se sorprendió al ver que la esperaba con un gran ramo de flores, sus favoritas y con un suculento desayuno en una mesa montada para dos.

—¿Qué sucede? ¿Estamos festejando algo? ¿De qué me perdí?

—Estamos festejando que me debes una cena en el restaurante italiano de enfrente, quise sorprenderte con el desayuno, porque, te conozco y sé que solo tomaste un jugo de naranja y eso no es desayunar.

—Lo que realmente me sorprende, es que te hayas levantado tan temprano para venir a organizar todo esto. ¡Cuéntame! ¿Qué te dijo el señor Nava de su cuadro? Estoy ansiosa por saber.

—No solo le encantó tu trabajo, va a traer otro cuadro que tiene para restauración, y no vas a creer de que se trata.

—¿Más importante que el que se llevó?

—Mucho más, me dijo que compró una casa muy antigua en Europa, la casa estaba muy descuidada y se llenó de humedad, allí, había un cuadro que, a la dueña anterior de la casa, se le hacía feo, no le gustaba porque se trataba del rostro de una persona que no conocía así que lo quitó de su pared y lo arrumbó en un sótano, sin el menor cuidado.

—Y no me digas que es de un pintor importante.

—¡Es un Da Vinci! Y le dije que tú eras especialista en retratos, lo va a traer para que tú lo restaures, ahora sí preciosa, tenemos que empezar a buscar un buen lugar para tu galería, voy a extrañarte, pero seguiré siendo tu más fiel admirador.

—¡Awww Ricardo! ¡No lo puedo creer! Eso es maravilloso, ¿Cuándo vendrá? Quiero conocerlo, agradecerle personalmente.

—No, a ver, el que debe agradecer es él, tú eres una artista, le vas a hacer el favor de reparar su obra, pero tienes que meterte en esa cabecita, lo importante que es tu trabajo.

—¡Gracias! Gracias por compartir conmigo todos tus conocimientos, tú has sido un gran ejemplo para mí, y siempre, siempre te voy a considerar mi maestro.

Ricardo la abrazó, y por primera vez, no pudo contenerse, le dio un cálido beso en los labios, Danna se quedó paralizada, por un momento no supo que hacer o decir.

—Lo siento Danna, no debí hacerlo, pero no pude contenerme, lo he deseado desde que te conocí.

—Ricardo yo, perdóname, eres muy atractivo, pero siempre te he visto como un familiar cercano, no voy a decir que, como un padre, pero sí como un tío muy querido.

—Lo sé, te prometo que no va a volver a suceder, por favor, olvida que pasó.

Danna suspiró, ¿Cómo olvidar algo como eso? Ricardo era muy importante para ella, lo quería muchísimo, y de ninguna manera quería perder su amistad.

—No te preocupes, no pasa nada, vamos a ver, ¿Qué hay de desayunar?

—Huevos a la veracruzana, café y pan de dulce, de la panadería que tanto te gusta.

—No me digas que tú cocinaste, porque eso si no te lo creo.

—Pero claro que yo cociné, ¿Quién te crees que soy?

—Entonces creo que esperaré a que comas tu primero, no me quiero arriesgar a morir envenenada, antes de tener ese Da Vinci en mis manos.

—Ja, ja, ja, ja, ¡Eres una grosera! Te aseguro, que te vas a chupar los dedos, es mi especialidad, y créeme, no cualquier mujer tiene el privilegio de que Ricardo Rivera, cocine para ella.

Desayunaron haciendo planes para montar la galería de Danna, ella estaba feliz, era muy joven todavía y sabía que no lo habría conseguido, si Ricardo, no hubiera creído en ella, como le hubiera gustado corresponderle, era un gran hombre, además de muy guapo, era un excelente ser humano.

Algunas veces Danna, pensaba que ella, debía ser un poco más como su hermana, y disfrutar de los placeres de la vida sin preocuparse por los sentimientos, ya había cumplido veinticinco años y seguía siendo virgen, los únicos besos y caricias candentes que había disfrutado en su vida, fueron los que se había dado con Pablo, bajo las escaleras del edificio, y él, siempre pensó que era con su novia, con quien se besaba.

Los días pasaron y ella y Ricardo, no volvieron a tocar el tema del beso, pero Danna comenzó a plantearse la idea, de darse una oportunidad, de verlo con otros ojos.

──────────❁──────────

Era martes y como todos los días, Hanna llegó al almacén antes que todos los empleados, era muy joven, pero era una líder nata, tenía el don de conseguir que las personas la siguieran, en las buenas y en las malas, su trabajo era intachable y siempre predicaba con el ejemplo, la sucursal había recibido un cuarto premio por sus altas ventas y por la excelencia del desempeño de sus colaboradores, así que pensó en dar un premio a todos los empleados, para agradecer su esfuerzo e incentivarlos a continuar esforzándose.

Llegó pensando en hacer una solicitud de presupuesto para darles un detalle, le extrañó encontrarse con que la alarma, había sido desactivada, era muy raro, sólo ella y otra persona la tenían y por la hora, dudaba que Carlos hubiera llegado ya.

Se llevó una gran sorpresa cuando entró en su oficina y se encontró con un hombre, de espaldas, mirando a través del cristal hacia el interior del almacén.

—¿Quién es usted? ¿Cómo entró? ¡Salga inmediatamente de aquí o llamaré a seguridad para que de aviso a la policía!

—Solo quise venir a supervisar que mi personal, haga bien su trabajo —El hombre se giró para quedar de frente a ella.

Hanna, se quedó por un instante con la boca abierta. ¡Era él! Era Wilmer Nava, el CEO del corporativo, respiró y dibujó una sonrisa en sus labios, si quería impresionarlo, no debía demostrar que estaba sorprendida y emocionada por tenerlo enfrente.

—Buenos días, señor Nava, le ofrezco una disculpa por la confusión, nadie me avisó que vendría.

—No suelo pedir permiso para llegar a mi tienda señorita…

—Hanna, Hanna Montiel —dijo extendiendo la mano con el dorso inclinado para saludar, esperando un beso en la mano por parte del caballero

—Un placer señora Montiel —Wilmer le dio la mano y la saludó como lo haría con cualquier hombre de negocios.

—Señorita, puede llamarme Hanna.

—Bien señorita Montiel, hagamos un recorrido por la tienda, ahora que todavía está cerrada, y posteriormente, daremos otro recorrido en el horario de mayor afluencia, he recibido los datos estadísticos y me ha impresionado que, en tan poco tiempo, haya conseguido que la sucursal a su cargo, sea la que presenta los resultados más altos, en cuanto ventas.

—El secreto, señor Nava — Correspondió a la formalidad recibida —, es conseguir que los colaboradores, hagan su trabajo con entusiasmo y dedicación, he comprobado que la satisfacción de los clientes internos, repercute considerablemente, en nuestros clientes finales.

—Estoy totalmente de acuerdo con usted señorita, me agrada que mis gerentes compartan mi ideología respecto al trabajo.

Cuando terminaron de recorrer el almacén, ya todos los colaboradores estaban en sus puestos, y comenzaron a abrir las puertas para dar acceso a los clientes.

—Precisamente, estaba pensando en darles a los colaboradores un incentivo, como premio por haber conseguido por cuarto mes consecutivo, el galardón de sucursal del mes y para motivarlos a seguir dando su mayor esfuerzo.

—Me parece una excelente idea, ¿Qué tiene en mente?

—Había pensado en una cantidad simbólica adicional a su salario mensual, una especie de bonificación.

—Es usted muy fría señorita Montiel, es buena su idea, pero en esta vida, hay cosas que se valoran mucho más que el dinero — Caminó hacia la exhibición de relojes de marca, los observó detalladamente y tomó un estuche, que contenía un reloj de caballero y uno de dama, no era el más caro de la tienda, pero si, era de excelente calidad, y no cualquiera de los empleados podría darse el lujo de comprarlo —Haga una relación de colaboradores y solicite que le personalicen los relojes, que le pongan en el interior, el logotipo de la tienda y la parte posterior el nombre del colaborador.

Hanna se quedó extasiada, no cabía duda de que ese hombre, sabía perfectamente lo que hacía, los relojes, el proveedor los daba considerablemente, más económicos que la tienda, pero los colaboradores, no conocían el precio real, sino, el de venta al público, al colocar el logotipo de la tienda, se convertiría en publicidad gratis y al personalizarlos, los empleados sentirían lo importantes que eran para la empresa y así se ganaría en lealtad y sentido de pertenencia.

—Tengo algunos asuntos que resolver, voy a quedarme en Monterrey uno o dos meses, ¿Cuál es el horario que considera de mayor afluencia?

—Desde las diecisiete horas hasta el cierre señor.

—Perfecto, me voy y regreso más tarde, quiero estar presente en el cierre.

Wilmer comenzó a caminar hacia la puerta, no volteó a ver a la gerente, no quería demostrar que lo había impresionado, no sólo porque era joven e inteligente, sino porque sin duda, era una mujer muy hermosa, capaz de despertar el deseo en cualquier hombre, incluso en él.

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