Fiesta, traición y secuestro

Con la llegada de las próximas fiestas navideñas, en el pueblo habían colocado luces de colores que colgaban de los faroles, y dentro de las casa cada familia colocaba sus adornos u objetos sagrados, conforme a sus creencias.

El Castillo Dorado se mantenía impecable y lo habían adornado con girnaldas, y cintas de diversos colores. Los miembros de aquel Castillo celebraban las navidades en familia, pero la fiesta en la que reunían a todo el pueblo en un solo lugar era la de fin de año, la cual seguían preparando y planificando.

Misem el príncipe y el hechicero Mino, seguían sus entrenamientos, usaban sus trajes de invierno ya que comensaba a sentirse la llegada del invierno, el Capitán trino, les enseñaba técnicas de lucha cuerpo a cuerpo, ya que el General tuvo que marcharse a una misión. Temporalmente se les había unido, un joven hechicero llamado Ebon, un extraño y un poco sombrío chico, quien ya tenía una semana en el castillo y era aprendiz de Mino, aunque el hechicero lo mantenía vigilado.

El 24 de diciembre, se celebró con una tranquila cena y luego los presentes se fueron a conversar en la pequeña pero acogedora sala adjunta al comedor, disfrutando de maravillosos y deliciosos postres. Y en el pueblo se escucharón cánticos de alegría una vez el reloj de la plaza anunció las doce de la media noche, se escucharon aplausos, cantos más fuertes y un exclamativo ¡Feliz Navidad!.

La mañana del 25, todas las mucamas, mayordomos y cocineros tenían el día libre y lo aprovecharon para ir a visitar a sus familias que habitaban en el pueblo o en las aldeas cercanas, y el Castillo dejo de estar en movimiento por aquel día ya que el Rey y el Príncipe durmieron casi todo el día salvó en las horas de comidas, y tampoco hubo entrenamiento.

Luego de las fiestas, los sirvientes regresaron al Castillo, para continuar con sus labores y preparativos de la gran fiesta de fin de año, quitaron los adornos navideños y limpiaron para colocar todos los adornos festivos a la servidumbre la fiesta les parecía emocionante pues sus familias estarían con ellos en el Castillo. Cadelia y sus padres tuvieron mucho trabajo durante esa semana y no pudo ver a Misem, ni el príncipe a ella, puesto que, estaba ocupado con unas últimas clases y entrenamientos. Ambos esperaban con ansias que fuera fin de año, para poder verse finalmente.

Apoyado por su amigo Mino, Misem había decidido decirle a Cadelia lo que sentía por ella, y mando a fundir dos anillos para declarar sus afectos, uno era el suyo, grueso y con una piedra roja incrustada, y el segundo era más fino, con un diamante rojo y tallado por dentro se le escribio «por siempre mi amor eterno»

Las defensas del castillos estaban siempre alerta, los soldados habían regresado de visitar a sus familias y algunos regresaban de la misión a la que habían ido con el general fransé, ya que este los enviaba a informar las novedades, sin embargo, luego de la amenaza de los curanders, todo había estado muy tranquilo; pero, los habitantes del Castillo Dorado, se mantenían en alerta permanente. El aprendiz de Mino desaparecía constantemente y nadie sabía a dónde iba.

No obstante aunque, las defensas del Castillo estaba preparadas, ninguno de los defensores se habían percatado de que sus enemigos estaban más cerca de lo que creían.

El 31 de Diciembre, el sol baño de luz el agitado Castillo, que había amanecido, con mucho movimiento; los sirvientes iban de un lado a otro, colocando las ultimas decoraciones de las fiestas. El Rey Milyus y el príncipe Misem, estaban midiendose sus trajes y dándole los últimos ajustes para la noche, con el padre de Cadelia ya que era el sastre oficial de todos los habitantes del Castillo.

Cadelia iba de una casa a otra, en el pueblo y algunas aldeas, entregando los trajes que ella y sus padres habían hecho por encargo, realizando algunos rápidos ajustes, en la cintura de algunos vestidos y en los ruedos de varios pantalones. Todos terminaban de prepararse para la noche ya que era un evento muy importante.

El general Fransé, se encontraba aquel día dando los últimos lineamientos para la defensa del castillo, además de la cuadrilla elegida para custodiar la fiesta, convocó a esa reunión al capitán Trino, al hechicero Mino y a su aprendiz Ebón; este último había salido desde el amanecer y, nadie ni siquiera Mino sabía a dónde y por supuesto no asistió a la reunión. Luego de dejar clara la formación y métodos de defensa de la noche, los presentes se dispersaron, Mino se fue a la cabaña mágica a buscar algunos instrumentos para lavarlos ya que el día anterior había hecho algunas posiciones y tónicos; mientras lavaba todos sus utensilios, pensaba en su cita de la noche, la bella chica del pueblo que había conocido una semana después de su llegada al castillo, la joven mujer se llamaba Elena y era la hija de unos dignos comerciantes. Mino recordó esa primera vez que la vió, sintió una atracción inmediata por ella y al conversar, se enamoro de su belleza e inteligencia, sabía que ella sentía algo por él, haciéndolo muy feliz al aceptar asistir a la fiesta de fin de año con él. La mañana paso tan rápido, que nadie se dió cuenta que eran pasada la hora del medio día y esa fue la hora en que, El Rey, El Príncipe y los demas, pudieron almorzar; así como la mañana la tarde cayó en un abrir y cerrar de ojos. Y a las 6 de la tarde tanto en el Castillo como en el pueblo no se veía a nadie, todos estaban en sus casas y habitaciones, arreglándose para la gran fiesta.

A las 7:30 de la noche, vestidos de colores y trajes distinguidos, comenzaron a desfilar por el puente de ladrillos del castillo, y jóvenes y adultos atravesaban el gran porton. El gran salón había Sido adornado, y acomodado con mesas y sillas suficientes para todos los invitados, las mesas se encontraban nuemeradas y, a cada persona que llegaba se les daba un número correspondiente a la mesa que le tocaba.

Trino y Fransé, llegaron con sus esposas, quienes eran unas bellas jóvenes, de las mismas edades de los jóvenes guardias. El general y el capitán lucían trajes de seda negro, que los hacían lucir diferentes y muy apuestos.

 En el gran Salón también se encontraba una tarima colocada junto al balcón.

El salón ya estaba casi lleno cuando Cadelia y sus padres entraron por el arco, a aquel majestuoso cuarto; y sin haberlo planeado, justo cuando la chica iba a pasar frente a la escalera, un guardia ubicado en la parte superior de las mismas, anunció: 

— ¡Damas y caballeros, pido porfavor silencio, ahora harán acto de presencia sus majestades reales; el rey Milyus y el príncipe Misem. Padre e hijo aparecieron en lo alto de la escalera, lucian unos elegantes trajes negros con detalles dorados; sobre la cabeza de Milyus estaba su corona el distintivo de que era el alto monarca y el príncipe también tenía una corona aunque un poco más pequeña. Mientras los dos hombre bajaban por las escaleras, ante las miradas de su pueblo que vestía de gala, la mirada de Misem se encontró con la de Cadelia, quien se había detenido al pie de la escalera, cuando iban a dar el anuncio. Los dos jóvenes se miraron intensamente, Misem se percató que su querida amiga, estaba más hermosa de lo normal, la chica llevaba puesto un vestido de seda rojo, cuya falda llegaba al suelo, con detalles en dorado, el cabello recogido en un medio moño, con una maya de cristales que caían sobre su cabello. Cadelia también pensó en lo guapo que se veía Misem y se sonrojó un poco.

Cuando el Rey y el príncipe llegaron al final de la escalera, Cadelia hizo una reverencia, tomando delicadamente la falda de su vestido y Misem contestó la misma colocando su mano derecha sobre su estomago e inclinándose. Después el joyven la invitó a bailar extendiéndole la mano para que la tomara, y los músicos comenzaron a tocar un vals. Cadelia colocó su delicada y enguantada mano sobre la del principe y los dos se dirigieron al centro del gran salón, seguidamente se les unió otra pareja y así la pista se llenó de danzantes parejas y variados colores.

Misem y Cadelia se miraba mientras bailaban, y admiraban lo bien que lucian, el Príncipe fue el que rompió el silencio y dijo: 

— Luces preciosa, Cadelia trabajaste muy bien en tu vestido y por supuesto no es solo la prenda si no la que lo lleva puesta la que firman un conjunto perfecto.

— Cielos gracias, majestad— Contesto sonrojada Cadelia y después dijo— Usted tampoco luce mal, su traje estilo militar, le hace ver muy guapo.

— Pues gracias— respondió el príncipe medianamente sonrojado, después preguntó— quieres ir al balcón, estoy algo cansado.

— Me encantaría alteza— contestó la hermosa jóven.

Se fueron hacía el enorme balcón de dónde se veía todo el pueblo y a la distancia las oscuras siluetas de algunos árboles y las montañas. Contemplaron el paisaje por unos minutos, luego el joven príncipe miro a la chica que teneia a su lado y está al sentir la mirada de Misem, volteó a verlo y sonrió. El chico le devolvió la sonrisa y tomando las manos de la jóven le dijo: 

— Hay algo mi querida Cadelia que deseo decirte.

— Pues dime— dijo suavemente la chica.

— Hace unos días, me puse a pensar en el día en que nos conocimos —inicio el chico—, si no fuese por tí, yo no estaría aqui— Continuó y negando con la cabeza alego— también fue culpa de mi imprudencia.

— Sabes Misem, nunca he creído en las casualidades y pienso que si no hubieses Sido un chico imprudente yo...—la chica pausó al verse reflejada en los ojos del chico, los cuales fueron subiendo la intensidad de su brillo a medida que está hablaba—Yo solo sería la hija de los sastres del pueblo— puntualizó, aunque sentía sus mejillas arder.

— O quizás el destino nos hubiese unido de otra manera—insistió Misem, mirando los hermosos ojos almendra de la chica y sin dejar de hacerlo continuó— Creo Cade, que estamos destinados a estar juntos...por eso...— Misem tragó en seco, sentía su pulso acelerado y el corazón le retumbaba en el pecho, se concentró para tranquilizarse y miraba a Cadelia con ternura y un profundo amor.

Cadelia, sonreía y su mirada era tan tierna como la del principe; puesto que la chica ya sentía desde hace tiempo un gran amor por él. Misem respiro y se acercó un poco más a la chica y sin más como decir lo que sentía expresó:

—¡TE AMO Cadelia!— suavizó su voz y explico— desde el primer día que nos vimos hace 5 años, solo que no lo había aceptado hasta ahora.

La chica lo miró entre sorprendida y feliz, sonreía aún más y su pulso estaba acelerado, pero sin retirar sus manos del agarre del principe, contestó sin titubeó a aquella declaración

— ¡Yo también te amo Misem!— se acercó más al joven y casi en un susurro le dijo— y me da tanto gusto que tú también sientas lo mismo— La chica bajo de pronto la mirada y continuó— pero no sé alteza si sea la mujer digna de su amor.

— No, no eres digna de mi amor— respondió Misem, y sonrió cuando la chica levanto la mirada, y soltando una de sus manos le acaricio el rostro— eres digna de mi corazón por eso...— se apartó de la chica y posó en el suelo una de sus rodillas, saco una cajita de color azul con dorado y mirando hacia el rostro de la chica que lo había bajado preguntó— ¿Quieres se mi novia y futura reina del castillo dorado?— abrió la cajita en la que había dos anillos de oro con incrustaciones.

Cadelia, miraba a Misem sorprendida y sus ojos se llenaron de lágrimas de alegria, ayudó al príncipe a levantarse y se lanzó hacía sus brazo dandole un fuerte abrazo, el príncipe la miro a la cara sin dejar de abrazarla por la cintura con una mano, con la otra tomo suavemente el rostro de la chica y mirándose con mucho amor se acercaron lentamente hasta que sus labios se tocaron y se fundieron en un tierno y apasionado beso, sellando así su compromiso. Misem colocó en anillo en el dedo anular de la mano izquierda, como señal de su compromiso.

Después de eso, regresaron a la fiesta tomados de la mano y con sus alianzas entrelazadas como sus dedos. Mino fue hacia ellos, su pareja hablaba con el capitán Trino y el aprovecho para ir a dónde estaban Cadelia y Misem y al estar a su lado bromeó: 

— Veo que ya tenemos elegida a nuestra futura reina.

— No amigo, ella me eligió a mi como su rey— argumento Misem volteando a ver tiernamente a su novia.

La jóven lo miró, notoriamente sonrojada y bajando la cabeza le dijo a los dos: 

— Déjense de cursilerías, porfavor.

Ambos chicos rieron por la reacción de la jóven y cuando se adentraron más al salon, las luces se apagaron repentinamente, dejando el salón en la oscuridad, y de pronto tenues rayos de luz provenientes de la luna iluminaron un poco parte del balcon. Acto seguido se escucharon estruendosas risas en todo el salón. Cadelia sujetó a Misem y este la agarraba de manera protectora, y algo molesto el príncipe grito: 

— ¡Muéstrame ahora!

— Jajajaja— esta vez esa única risa fue más escalofriante, a la cual siguió una áspera voz que dijo— muy valiente nuestro príncipe.

— Esa voz es de...— se interrumpió el chico y cruzó miradas con Mino quien se encontraba molestó

— Así es majestad soy yo Ebon— confirmó el hombre— y traje algunos invitados a la fiesta.

—¿Cómo se atreve a traicionarnos?— Reclamo el rey.

— Soy un curanders, alteza y ese era el plan desde el inicio.

— Maldición, como no me di cuenta— contempló Mino

Ebon rió, nuevamente y cuando la luz volvió los curanders que acompañaban a su capitán, comenzarón a atacar a los presentes, Mino, Trino y Fransé protegían a los ciudadanos y Misem protegía a Cadelia, pero el traidor, corrió hacia el príncipe tan rápido, que este ni cuenta se dió que cadelia, había desaparecido de su lado y se percató que Ebon levitaba con la chica entre sus brazos. Luego sin más el curanders, se fue seguido por sus subordinados. Misem trato de seguirlo pero el no levitaba, así que no pudo y solo grito desde el balcón :

—¡¡ MALDICIOOOOOOOÓN!!

El Príncipe volvió a entrar al salón y contempló como Mino lanzaba en el cuarto viento curativo y este como pequeñas virutas de luz, caían en las heridas y curaban a los que lo estaban. Milyus se acercó a su hijo y le dijo: 

— Iremos a buscarla hijo, descuida, trino y Franse nos acompañaran.

— Si pero debemos darnos prisa— dijo misem— No quiero que le vaya a pasar lo que a mí...

— Tu madre, no hijo te prometo que la traeremos sana y salva— termino Milyus.

Misem asintió, y el y su padre,hablaron con los padres de la chica y les dieron tranquilidad.

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