Capítulo 3

El techo de esta habitación me hace querer rasgarlo, la cantidad de blanco que posee me hace querer clavar mil colmillos y manchar todo de rojo. Han estado afuera desde que me desperté, he visto que han dejado comida ¿En serio? Realmente lo han hecho.

-¡Sácame de aquí!- golpeo la puerta lo más fuerte que puedo, pero sin embargo sigue siendo resistente a mis golpes, no es que sea una mujer muy fuerte como para derribarlo. El velo negro que tenía ya no está, era de mi madre.

Mis ojos están rojos y quiero golpear a quien quiera que esté cerca, puedo oler su sangre y siento la necesidad incesante de clavar mis colmillos en su cuello y matarlo.

-Si no te callas, no saldrás nunca de allí- la voz profunda del mismo hombre. McGregor, al que mi padre me entrego.

-¡Sácame de aquí! Bastardo- suelto aquello con mis puños golpeando la puerta -¡Te matare!-

-Quiero verte intentándolo- responde él. Sé que está detrás de la puerta, el olor a sangre cada vez es más profundo, su corazón late, puedo escuchar hasta aquí el zumbido que hacen sus venas por llevar sangre a cada lugar de su cuerpo.

-Sácame de aquí y te lo demuestro- mis ojos están fijos en la puerta, espero que él la abra, pero el cobarde no lo hace.

-¿Realmente me crees tan estúpido?- dice con una voz un poco más calmada, pero es gruesa y muy profunda para demostrarlo en totalidad.

-¡Eres estúpido!-  vuelvo a lanzar la ofensa y el no responde.

Pasan lo que puedo creer algunos minutos antes de que vuelva hablar, sé que está allí, aun puedo oler su sangre cerca –Tu padre hace lo que cree conveniente-

-¡Me importa una mierda!- golpeo de nuevo la puerta –Estuve prisionera en ese lugar, y ahora me toca estar aquí con un maldito como tú-

-Cuida tus palabras- su puño golpea mi puerta, aquello me hace saltar un poco hacia atrás por el fuerte impacto, pero de una u otra manera aquello me hace sentir peor -¿No te gusta tu cuarto?- aquel comentario tiene burlas por cada costado.

-El ataúd lo guardare para cuando te mate ¡Maldito humano!- volví a golpear la puerta y la risa de él resonó por todo lo que podía ser un pasillo.

Sigo dando vueltas mientras siento las palmas de mis manos pican fuertemente, miro a mis costados y veo que todo está oscuro pero aun es visible. El realmente cree que yo vivo en un sótano y duermo en un ataúd ¿En serio?

-Señorita Relish- es una voz completamente diferente, la de McGregor era profunda pero la de esta persona era un poco más suave.

-¿Ahora qué?- digo cerca de la puerta, estaba recostada a una de las paredes cercana a ella.

-¿Requiere comer?- me pregunta de igual forma un poco más tranquila.

-La sangre de tu jefe ¡El maldito ese!- nunca fue una persona de maldecir tanto, pero en este caso cuando me siento prisionera de unas personas a las cuales mi padre me entrego, me siento en la necesidad de humillarlos hasta que me canse.

-No es mi jefe, pero si un ser de alto mando para mí- comenta el mismo chico detrás de la puerta.

-Lo mismo, has dicho lo mismo que yo pero en otras palabras- dejo caer mi cabeza en la madera de la puerta.

-¿Necesita ingerir algún tipo de sangre?- me vuelve a preguntar el –No puede dejar que su cuerpo se descompense, su padre no lo perdonaría-

-¿Perdonar? ¿En serio estas diciéndome eso? Yo no lo perdonare a él- vuelvo a golpear la madera y me despego del lugar y me siento en el suelo, al lado de la cama.

-Señorita Relish, su padre la ama- vuelve a decir y lo único que consigue es mi propio silencio –Si necesita algo, solo diga- y sus pasos vuelven alejarse y el olor a sangre se vuelve un poco más difuso a la distancia.

Mi cabeza esta recostada a la pared y mis parpados se están cerrando, tengo un leve destello de sueño y eso pasa muy pocas veces. Se supone que está cayendo la noche y es cuando más energía debería tener, pero en ese momento está ocurriendo lo contrario.

Me levanto y puedo mover un poco las cortinas cuando el resplandor del fuerte sol ya se ha disipado y veo todo a la distancia. La vista es hermosa, pero puedo imaginar que la casa es inmensa, es como estar encerrada de nuevo en el castillo.

¿Qué sería de mi padre? ¿Si habrán pisado los Dankworth el castillo? Mi casa, mi hogar. Se supone que nosotros los vampiros no tenemos mucho más que unos sentimientos, pero aun puedo tener el recuerdo leve de lo que una vez fue mi madre y todo fue gracias a que mi padre me dejo varias veces leer sus pensamientos.

Mi silencio se remontó a una cantidad inimaginable de horas, me quede admirando a las hermosas rosas rojas que estaban en el inmenso jardín, las ventanas no eran muy grandes pero si dejaba un largo cuadro para poder admirar.

Algunas veces pude sentir que alguien se posaba a las afueras de la puerta pero luego resoplaba y se iba, mi silencio siguió intacto mientras tocaba la suave madera del marco. Hasta que al comenzar el amanecer me toco cerrar las ventanas, camine hasta la cama y simplemente en posición fetal me dispuse acostarme, sentía como mi cuerpo estaba en reposo, tocaba las sabanas debajo de mí y el tacto era comparado con las piedras del castillo.

Me gire mirando hacia el techo cuando unos pasos estaban en dirección a la habitación y unos pies se posaron en el pasillo.

-Señorita Relish- conocía esa voz, la tranquilidad que había tenido toda la noche se había esfumado cuando su voz volvió a estar presente –Necesito que ingiera comida o si desea, puedo traerle el tipo de sangre artificial que ustedes toman- vuelve a comentar pero mi silencio es lo único que les ofrezco –Su padre me ha dicho que no beben sangre complemente humana, sino un complemento- y mi silencio vuelve a ser la respuesta.

Golpea la puerta fuertemente pero aunque me sobresalto mi silencio vuelve a reinar –No creo que sea la manera- dice una voz femenina, sabía que estaba cerca, pude oler ambos tipos de sangre en ellos y dos corazones latiendo. Se lo que es el latir de un corazón aunque yo no posea el latir del mío.

-¡No responde!- responde alterado –Lo intento- sus pasos pesados se alejan seguidos de unos más suaves detrás de él.

Y mi silencio es lo que vuelvo a ganar por el resto de este día, en donde cerrar mis ojos no garantiza un día de sueño.

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