Capítulo 3

~Blanca~

Me quedo tranquila al escuchar su voz. Dijo que se iba pero ha vuelto y eso me tranquiliza un poco ya que cuando él se va y no vuelve o tarda por venir es cuando estos imbéciles se quieren aprovechar.

Parece que tengo algo que agradecer al hombre que se decía mi padre cuando yo era una niña ya que por él aprendí a defenderme para que no me tocara ya que me hacía daño hasta que ya de más mayor entendí muy bien lo que siempre intentaba hacer.

Dios!!! mi piel se eriza al recordar todo lo vivido con ese hombre y empiezo a temblar. 

- ¿Te encuentras bien? 

Una pregunta que me llena de rabia porque lo único que quiero es irme a casa junto al que ha demostrado que no se tiene que ser de sangre para ser un buen padre. 

Siento unas manos tocarme y empiezo a moverme para que deje de tocarme pero no deja, levantó los pies con fuerza hasta donde estas malditas cadenas me dejan y se que le di un golpe pero no se donde, solo escuché que se quejó no tanto como quisiera pero se quejó y eso me llena de orgullo al saber que aún atada y con los ojos vendados no me dejo de nadie.  

- ¿Puedes dejar de portarte como una niña mimada? La verdad es que me estoy cansando y créeme, no te conviene hacerme molestar. 

Me grita y yo me pongo aún más nerviosa. 

- Solamente no me toques.

Le digo aclarando un poco mi garganta por el tiempo que no pronunciaba palabra. 

- Hasta que recuerdas como se habla.

Sé que está hablando con sarcasmo, a mi me gusta hablar mucho así para molestar a mis amigos. 

- No me toques más. 

Vuelvo a repetir consiguiendo que deje de tocarme y a la vez haciendo que me sienta más tranquila. 

- Bien, estoy pensando algo que creo que te gustará, en realidad lo acabo de pensar cuando volvía de camino. 

Se queda en silencio y se perfectamente que está esperando que le diga algo, pero no lo haré. 

- Vamos Blanca, ¿Se te han vuelto a comer la lengua los ratones? 

Lo sabía, esperaba a que hable, pero no le daré el gusto, salvo que en verdad me interese lo que vaya a decir. No escucho más que pasos por todo el lugar y estoy en acecho por donde estará cuando empiece hablar. 

- ¿Sabes que eres hermosa?

Habla desde atrás haciéndome exaltar por lo cerca que está de mi oído.  

- No te pongas nerviosa que no te haré nada, siempre te lo he dicho y siempre te lo diré. 

Sigue hablándome desde atrás y empiezo a sentir su respiración por mi cuello. 

- Tienes un cuerpo alucinante y aunque no lo creas no sólo me fijo en eso de una mujer, también me gusta su cabello, su boca y sobre todo sus ojos. 

Cuando termina de hablar siento como saca la capucha de mi cabeza y por instinto y sobre todo por miedo cierro tan fuerte los ojos que empiezan a dolerme. 

- No tengas miedo, nadie entrará ya que cerré la puerta con seguro para que no nos molesten y no se den cuenta que te saque la capucha. 

Ahora lo escucho al frente pero no quiero abrir los ojos, tengo miedo con quien me puedo encontrar al frente. Siento como posa un dedo en mi mentón para que levante la cabeza pero sigo con los ojos cerrados.

- Me encanta tu pelo, no lo había visto bien antes por esta mierda que tenías en la cabeza, ese color caramelo en tu pelo es hermoso y veo que es natural.

Me dice mientras se ríe y pasa sus dedos por mis cejas haciendo que me estremezca por su tacto, siento como pasa uno de sus dedos a mis labios logrando que mi cuerpo tiemble. 

- ¡Y tus labios, Dios! Aún estando sin hidratar siguen siendo rosaditos, tu piel es tan suave, vamos Blanca, abre tus ojos. 

¿Por qué estoy reaccionando así? No siento miedo, sus dedos siguen pasando por mi rostro de repente no lo siento más y creo que empezará a tocarme pero no siento nada y eso me está intrigando mucho, es que no siento ni su respiración cerca. 

- La verdad es que no se que me pasa contigo. 

Lo escucho hablar y es como si estuviera al otro lado de donde estoy yo.

- No debería sentirme atraído hacia ti, pero aparte de sentirme asi siento que eres mi vía de escape, Blanca mirame.

Me dice con autoridad y mis ojos no están tan fuerte como al principio y poco a poco voy abriéndolos para acostumbrarme a la luz que me tenían prohibida en todas estas semanas. 

- No te haré daño.

Se acerca a mí y Dios sí que se ve hermoso, termina de acercarse y sentarse frente a mí.

- Que ojos más hermosos tienes. Tus ojos también son caramelos, eres, eres hermosa.

Se queda sentado frente a mi sin decir nada y no puedo quitar mis ojos de los suyos celestes. 

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