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Había pasado una semana desde que llegaron de Inglaterra, y el pequeño Liam parecía no adaptarse a su nuevo hogar, rechazaba a todos los que se le acercaban y el cariño de Rosmery parecía no consolar sus lágrimas a pesar de que siempre llamaba a su madre. La tía Roy también intentó fallidas veces de ganarse la confianza del indefenso niñito, dándole golosinas y galletas, pero él rechazaba todo.

—El niño no tolera el dulce. —Le dijo Rosmery.

—Es extraño que no le guste el dulce. —Dijo Roy.

El tío Jostin con su carácter alegre y carismático también había intentado ganarse su cariño, pero era inútil, el niño parecía que estaba asustado.

Pasaron dos meses desde que llegaron de Inglaterra, y como el señor Liam cumplió años, Roy se dedicó a organizarle una fiesta familiar, ella junto a algunos sirvientes que gozosamente le ayudaron, realizaron el decorado de cada lugar de la mansión y prepararon deliciosos manjares. La regla era que ninguno de sus hermanos podía atreverse a faltar a celebrar el cumpleaños número 52 del Patriarca. Por tal motivo y a petición de la dama, todos sus hermanos viajaron con su familia a unirse a tal celebración, excepto Demián que desde hacía un poco más de un año se había ido de la casa para nunca regresar, él tenía fuertes problemas de conducta y una muy pésima relación con su padre. Los miembros de la familia le llamaban el hijo pródigo, porque de algún modo logrado convencer a su inquebrantable padre de darle una buena tajada de su fortuna antes de marcharse.

Todos recuerdan a Demián a su modo, de niño fue un chico muy travieso y le hacía maldades a sus hermanos William y a Claret, ellos eran el blanco de sus constantes ataques, Wiliam porque era de esos chicos ordenados y estudiosos, él se comportaba como todo un señorito estirado de la alta sociedad que todos incluyendo a su padre, les parecía un modelo a seguir para sus hermanos; a Claret simplemente la tenía para trapear el piso con su cabello, ella aún recordaba con rencor aquellos dolorosos días en que siendo una indefensa niña, Demián la tomaba por los cabellos y sin piedad la arrastraba por todo el piso de su habitación, y a veces lo hacía con la ayuda de Rosmery, quien ahora era su cuñada, pues ellos siempre habían sido muy buenos amigos desde niños.

Roy y los demás mantenían el tema de su hermano en reserva, púes el señor Liam les ha prohibido nombrarlo delante suyo. 

Demián a pesar de ser un chico travieso, era estudioso y tenía planes para su futuro, pero a 17 años cuando su madre murió repentinamente, el joven comenzó a tener problemas de comportamiento acompañados de ira y consumo de drogas, y parecía que cuando veía a su padre, el demonio que llevaba por dentro se le manifestaba, la mansión se había convertido en un campo de batalla entre el viudo Patriarca y su hijo. Los problemas continuaron por años hasta que lograron suavizar la relación, pero de repente un día el joven armó sus maletas y se marchó sin avisar.

El día de la celebración toda conocieron al pequeño Liam David, quien en un futuro lejano sería el sucesor de Arturo y el Patriarca de las nuevas generaciones del clan de los Gotdianst

El Patriarca adoraba al pequeño heredero y alardeaba de su fortalecida línea sucesoria que mantendría al patriarcado en mano de la dinastía Eiznich.

Eran constantes las veces que él tomaba al niño y se lo llevaba consigo a jugar en el jardín o a su habitación, e incluso a veces se lo llevaba por varias horas fuera de casa sin el permiso de sus padres, Rosmery se estaba hartando de ello, y en repetidas ocasiones ella con mala actitud iba y le arrebataba al niño. A Patrick le encolerizaba su forma de proceder, y un día le dijo al Patriarca:

—Tu nuera no te respeta, tú eres el hombre más poderoso del clan y ella te debe reverencia, ya hasta parece tu mujer.

—No exageres Patrick, además cuida de él como si fuera suyo.

Rosmery para poner límites a su suegro le pidió a Arturo mudarse de la mansión y vivir ellos tres como lo hacían en Inglaterra, pero le costó varios días convencerlo. Una tarde ella estaba en la habitación del pequeño durmiendolo en su cuna cuando de pronto entró Arturo y la observaba desde el umbral de la puerta como lo atendía. Cuando él se terminó de dormir ella miró a su esposo sonriendo y volteó a ver al niño con mucho amor en sus ojos.

—Parece que ya se adaptó a vivir aquí. —Dijo Arturo.

—Si, ya no llora como antes, pero... 

—Dime, ¿por qué te has quedado callada?

Ella con una voz apaciguada le dijo:

—Quiero que vivamos como antes, solos los tres.

—Eso no es posible, sabes que mi padre no lo va a permitir.

—Esa decisión la debes tomar tú no tu padre.

—Sabes perfectamente que no podremos ser como antes.

—Si podemos. —Rosmery lo abrazó.

—Si podemos volver a ser felices, vámonos de aquí, no me gusta estar bajo el yugo del Patriarca.

Arturo con acongojamiento le dijo:

—No Rosmery, ¿acaso te has olvidado que nuestro hijo está muerto?

—No, él está vivo, solo está durmiendo una siesta, míralo.

Ella le señaló la cuna donde el pequeño dormía, Arturo miró al niño y le dijo a su esposa:

—Ese niño no es nuestro hijo no sé de dónde lo sacó mi padre, pero juro que lo voy a averiguar y lo devolveré a su familia.

Rosmery con actitud insurgente le dijo:

—Jamás permitiré que te lo lleves, los dioses lo pusieron en nuestras manos, así que es nuestro hijo.

—Nuestro hijo está muerto, pero veo que ya lo cambiaste por ese niño, mientras tanto la tumba de Liam se quedará en el olvido, porque ni su madre se acordará de él.

—Basta, solo te pido que me compres una casa, no quiero seguir aquí con tu padre y tus hermanas, a veces siento que me van a chupar la sangre.

Arturo suspiró con aires de molestia y dijo:

—Está bien, buscaremos una casa, pero prepárate para enfrentar a mi padre cuando se entere.

—No le tengo miedo, debe respetar nuestro espacio.

Cuando el Patriarca se enteró que ellos se mudarían con el niño sucedió lo que Arturo había predicho y comenzaron las discusiones.

—Me parece que sólo estás cumpliendo los caprichos de Rosmery, no deberías permitir que ella decida donde vivir, además tú te lo pasas viajando, no permitiré que Liam se quede con ella cuando tú no estás.

—Te recuerdo que Liam es de Rosmery y mío, eso no debes olvidarlo, yo decido lo que haré o no con mi familia, bastante hice ya con venirme de Inglaterra, así que respeta mis decisiones papá, Rosmery quiere vivir en su propia casa y yo la apoyo.

—No te permito que me hables en esa manera Liam Arturo, respétame que soy tu padre.

—Y tú también, empieza a respetarme y ubica las cosas en su lugar, yo soy el padre y tú el abuelo.

El señor Liam acostumbraba a encerrarse por las noches en su estudio a fumarse un tabaco mientras pensaba dentro de sí:

“El niño se irá con sus padres, eso no me agrada, pero en cierto modo ayuda más a no levantar sospechas”

Rosmery buscó al mejor agente inmobiliario de la ciudad: 

—Quiero una casa segura, ideal para criar a mi hijo pequeño. Y me gustaría que esté en una comunidad de Gotdianst. 

—Tengo disponible tres casas, estoy seguro que se quedará con una de ellas.

Cuando Rosmery fue a ver las casas, en cada una de ellas pidió ver el sótano, y los contemplaba de lado a lado como si se tratara de la habitación principal y le gustó uno en particular que tenía una pequeña habitación  donde guardaban los vinos. Esa fue la casa que ella eligió.

El día de la mudanza el Patriarca y Patrick llegaron casi a las diez de la noche, y fueron con Arturo al sótano y lo contemplaban tal y como lo había hecho Rosmery. Patrick palpaba las paredes de ladrillo como queriendo descubrir la fortaleza de la edificación, ellos permanecieron allí un buen rato mientras Rosmery estaba arriba en su habitación con el niño.

Poco antes de la medianoche llamaron a la puerta, Arturo salió y abrió el portón de la cochera y allí ingresó una vagoneta negra, de la cual se bajaron dos hombres cuya vestimenta eran una túnicas color púrpura como de monjes, y tenían cubierta la cabeza y la cara, solo se podía ver de sus manos.

Uno de ellos abrió la cajuela y se subió en ella, y allí traían una caja que tenía apariencia de sarcófago de plata que media como metro y medio de largo y medio metro de alto; Patrick y uno de los hombres con túnicas la jalaron mientras que el otro la empujaba y esta era muy pesada. Arturo al ver que a ellos les costaba cargarla fue en su ayuda, pero el Patriarca lo detuvo y le dijo:

—No puedes tocarla, el peligroso para ti, deja yo los ayudo. ­­­­­

El señor Liam los ayudó a trasladar la caja y se dirigieron al sótano, allí la colocaron sobre un soporte en la pequeña habitación donde se guardaban los vinos, Patrick y el Patriarca salieron de allí y los dos hombres con túnicas se quedaron adentro y cerraron la puerta, allí permanecieron como por media hora.

El señor Liam, Patrick y Arturo aguardaban cerca de la salida. Al rato los dos hombres salieron de allí, quitaron la puerta y sellaron la entrada de dicha habitación con ladrillo y concreto y tras sí pusieron una dispensa que no permitía ver los indicios de que ahí había una puerta.

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