Secretos

Llegamos hasta una pradera lejos de los muros de palacio. Dejamos que los caballos beban agua en un pequeño riachuelo. Se parece mucho a la pradera que vi cuando iba en el coche. Las amapolas están abiertas. Mires donde mires, ves su color rojo intenso por todas partes. Es precioso.

Los guardias que nos acompañan se mantienen a una distancia prudencial. Es mejor poder salir con guardias a no poder salir. Mi padre es de los segundos.

Me tumbo sobre la hierba y cierro los ojos disfrutando del sol.

— Dime ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? — pregunto por hablar de algo.

Entrecierro los ojos haciendo cálculos.

— Cuatro años.

Es una relación seria. Me parecen muy valientes los dos. Les da igual lo que digan las normas, se quieren y es lo único que importa.

Me encantaría poder sentir algún día ese tipo de amor. El que hace que te dé igual todo. Te da alas. Sientes el cosquilleo en el estómago en cuanto lo ves... Por lo menos eso es lo que he leído siempre en los libros.

— ¿Tu qué? ¿No has dejado a ningún enamorado atrás?

Vuelvo a cerrar los ojos. Pensar en la vida que he llevado encerrada en los muros de palacio. La única compañía eran mis doncellas y los ojos de los guardias que me vigilaban allá a donde fuera.

— Nunca he tenido novio — admito avergonzada.

Arranca una de las amapolas y juguetea con ella dándole vueltas entre los dedos.

— ¿Alguna vez... has besado a alguien?

Lo pregunta como si no le diera importancia, sin quitar la vista de la flor. Tengo veinte años y nunca he besado a nadie ¿Quien en su sano juicio lo admitiría?

Pienso durante unos minutos la respuesta. Finalmente, desvía la mirada de la flor hacia a mí.

— No somos tan amigos.

— Eso es un no — rompe en carcajadas.

Me levanto de la hierba molesta porque sepa la verdad sin que lo haya admitido.

— Deja de arrancar flores.

Le quito la que tiene entre las manos y me voy hacia el riachuelo. Meto las manos en el agua. Se escapa entre mis dedos como el humo. Sigue su camino bordeando mis dedos. Hasta el agua escapa de mí.

— No tiene nada de malo — dice sentándose a mi lado — no has encontrado a la persona adecuada, eso es todo.

No he tenido ocasión de encontrar a ninguna persona, ni adecuada ni equivocada.

— Supongo. ¿Sabes? Creo que tengo la solución para no tener que casarnos dentro de un año. Podría fingir mi muerte o tal vez un secuestro... Tú seguirías con tu novia y yo sería libre.

Desde que me enteré de la boda que mi padre había concertado, le he dado muchas vueltas. Estaba segura de que no lo iba a hacer, pero enfrentarse a mi padre no es la solución. Es capaz de retenerme con cadenas y llevarme al altar amordazada con tal de que sus planes se lleven a cabo.

— Es una idea muy buen, Katherine... Si no fuera porque todo el mundo sabe como eres. Podrías llenarte la cara de estiércol... Así no te reconocerían — murmura arrugando el ceño como si barajara esa idea.

— Eres muy gracioso.

Unos coches irrumpen en la ladera estropeando el bello entorno. Al momento Andrew se levanta, y yo con él. Lo miro un instante para saber si esto es algo que suele suceder, pero no. Está preocupado.

Camina dando grandes zancadas hacia los coches que avanzan hacia nosotros.

De dentro salen muchos guardias.

— ¿Qué ocurre? — pregunta Andrew.

— Tienen que acompañarnos. Ahora.

No da tiempo a responder ni a volver a preguntar. Sin ninguna explicación, uno de ellos me sujeta del brazo y me lleva hasta el coche más próximo.

La vuelta a palacio dura apenas unos minutos. En cada recta en la que entran los coches, aceleran hasta casi ponerlo al límite. Andrew no viene conmigo, se ha quedado con los demás guardias que iban en los otros coches.

¿Qué está pasando? ¿Un levantamiento? ¿Le ha ocurrido algo al rey? Por más que les pregunto, nadie me dice nada.

Llegamos a los muros. Una vez que los traspasamos reducen la velocidad hasta que terminan frenando delante del enorme portón.

— Espere en su habitación, por favor — pide el hombre que hasta hace un momento conducía.

— Pero ¿Qué ocurre?

Dejo a un lado cualquier problema real. La imagen de mi padre viene a mi cabeza de manera fugaz ¿Le habrá pasado algo? Es un poco mayor, pero nadie lo diría. Hace ejercicio cada mañana, come sano y hasta que me vine aquí tenía una salud de hierro.

— Lo siento, Alteza. No estamos autorizados para dar ningún tipo de información. Vaya a su habitación, por favor.

Se va antes de que pueda preguntar por mí padre, que es en realidad lo único que me importa.

¿Por qué no ha llegado Andrew todavía? Me vuelvo hacia el camino por el que hemos venido, pero no hay ni rastro de él. No tengo más remedio que hacer lo que me ha dicho. Tal vez, alguna de mis doncellas sepa algo.

Las cinco están en mi habitación. Las miro una por una intentando averiguar si saben algo. Están cosiendo algún tipo de falda en la máquina, demasiado concentradas como para saludarme.

— Vosotras sabéis lo que está pasando. Decídmelo — ordeno.

Dejan las telas a un lado y se levantan.

— No...No podemos. Si quiere saber algo tendrá que esperar o pedirle explicaciones al rey.

Admiten que esconden información, pero son incapaces de contármelo. Algún miembro de la familia real les ha tenido que dar órdenes de ocultármelo porque la palabra de nadie más seria prioridad para ellas.

— Entonces salid de mi habitación.

Estoy enfadada como cuando era pequeña. No deberían ocultarme nada y mucho menos si es importante. ¿Y si me afecta directamente a mi? ¿Y si al final resulta que mis sospechas son ciertas y le ha ocurrido algo a mi padre?

Me armo de valor. Voy a hablar con el rey en persona y le voy a pedir... No, no. Le voy a exigir que me cuente todo.

Delante de su puerta se esfuma todo el valor que sentía hace apenas un momento. Una vez dentro es peor ¿En qué estaría pensando para ir a pedirle explicaciones? ¡¿Yo a él?!

— ¿Katherine? Te has quedado muy callada.

Coloca una mano sobre mi hombro y aprieta ligeramente.

—Le ha pasado algo a mi padre ¿verdad?

El rey Maximilian es un buen hombre, pero si se toma la molestia de consolarme es porque algo muy grave ha pasado. Antes de que pueda contestarme, ya siento las lágrimas descender por mis mejillas. Es mi única familia. Sin él estoy completamente sola.

— Tu padre está perfectamente, por lo menos hasta donde yo sé ¿Qué te inquieta?

Quito las lágrimas con cuidado y procuro tranquilizarme.

— Estábamos paseando con los caballos y la guardia vino a buscarme...

Sonríe de una manera artificial. La luz no llega a sus ojos.

— Han pasado cosas que nada tienen que ver con tu familia. De momento no puedo explicarte nada más.

No me muevo ni un centímetro de donde estoy. Él da media vuelta y vuelve a su escritorio. Estoy exactamente igual que antes de venir a pedirle explicaciones. No me ha dicho nada nuevo. Aunque debo dar gracias de que me haya aclarado que mi padre está bien.

— Pero...

— ¿Pero? Puedes marcharte. Te he contado todo lo que necesitas para estar tranquila. Pasa una buena tarde.

Decido irme. Esta claramente molesto porque haya insistido, pero algo en mi interior me dice que es por mí. Lo saben hasta las doncellas y nadie quiere contármelo.

De un modo u otro me voy a enterar. Mi madre siempre decía que sería una buena reina. Cuando tengo una convicción, no hay quien me pare.


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