No dejes que se enfríe

[Lola]

Manejo por la ciudad con Gigi a mi lado con el radio a todo volumen y cantando una canción que debo admitir no conozco pero me gusta el ritmo. 

Tú, tú, nadie como tú, tú, no hay un sustitutuPa' ese cuerpo tuyo que a mí ya me tiene cucu

En un rato te buscu, voy y te acurrucu....

—Hablando de buscar ¿cuándo buscarás al bombón sabroso? — me pregunta con un rostro de coqueto que no puede con él. 

—Pronto, tengo dos bodas en puerta y no tengo ahora tiempo — digo sin dejar de mirar al frente. 

—Pffff, claro que tienes tiempo, por las tardes no trabajas, podrías llamarlo e invitarlo al cine y darse unos besos en la obscuridad.—

—Basta, todo a su tiempo, sólo hemos tenido una cita exitosa y no debemos apresurarnos.—

—Dios, eres lenta, muy lenta, por eso se te van los hombres buenos y te llegan "Meh" o "Blah".—

—No, no es eso... sólo que él tampoco es un hombre tan libre, debe trabajar y debe estar..ocupado, además Martín es viudo—

Gigi se queda en silencio y luego me ve —¿Viudo? ¿En serio? — me pregunta. 

—Sí, es viudo así que debo ir con cuidado porque...—

—¡Es perfecto! — me dice emocionado — es perfecto por dos cosas la primera, ya sabes que estuvo casado y dos... ¡Estuvo casado! Eso quiere decir que ya tiene idea de lo que desea y de lo que busca en una mujer... no más niños o "meh's" y además.... El sexo podrá ser fenomenal.— 

—¡Basta! Todo es sexo contigo... además... quede de hablarle y ponerme de acuerdo con...—

—Oye ¿que no es el que está ahí comiendo un helado? — me dice Gigi de pronto, y baja la ventanilla — ¡Hola! ¡El guapo del helado! — le grita. 

—¡Gigi! — digo entre dientes. 

—Hola... el bombón de la pastelería — entonces Martín voltea y lo ve — ¡Es de verdad guapo! — me dice a mí.—

Martín se acerca al carro que yo tuve que aparcar a un lado de la acera y al verme sonríe. Todo el cuerpo me reacciona, comienzo a ponerme nerviosa y de pronto respiro cuando se asoma por la venta de Gigi. 

—Hola Lola — me saluda y yo sonrío — nunca en mi vida te había visto por la ciudad y ahora te encuentro en bodas y en la calle...—

—Bueno, la ciudad es pequeña y nosotros... nosotros — comienzo a decir y Gigi me ve y sonríe. 

—Nosotros buscábamos a un panadero... ¿Tu horneas pan? — le pregunta. 

Martín me sonríe porque sabe que me pone nerviosa y sé que disfruta verme así — sí, horneo pan — le contesta. 

—Ya decía yo que esas manos y esos brazos tenían un uso.—

—Gigi — murmuro — disculpa es que mi amigo no tiene filtro.—

—Y tú tienes millones de filtros — me responde Gigi y Martín se ríe. 

—Pues hago pan, pero no sé de que pan quieres que te haga — contesta Martín. 

—Es pan para una recepción, uno vegano, ya sabes si huevo, mantequilla y esas cosas — responde Gigi. 

Martín se muerde el labio y me ve — ¿qué te parece si vienes más tarde a mi local y te doy una muestra de lo que hago? — me dice y yo me sonrojo porque ya no sé si habla en serio o le está siguiendo el juego a Gigi. 

—¡Me encanta! — contesta Gigi, toma mi agenda y la lee — Puede a las 8:00 pm ¿Tú puedes a las 8:00? —

—Sí claro, cierro la pastelería a las 7:00 pm, así que para esa hora ya estoy desocupado.—

—¡Perfecto! — y Gigi toma la pluma y apunta la cita — ya quedó, entonces a las 8:00, hoy.—

—Nos vemos al rato Lola — se despide con esa voz grave pero sexy que me encanta. 

—Bye — contesto y veo como se aleja. 

Gigi se voltea y me da un zape para que despierte — ¡No dijiste nada Lola! — me regaña.

—Bueno es que yo...— digo sin poder hilar una frase. 

Él me ve a los ojos y sonríe — Te gusta ¿cierto? — 

—No, claro que no, sólo que ya sabes que yo no soy tan... parlanchina como tu.— 

—Literal te dijo " te doy una muestra de lo que hago" — y lo imita — le gustas ¿sabes? —

—Llevamos dos cita ya te dije... ahora ¿ya podemos irnos? O ¿me harás más citas?— y arranco el auto. 

—Te gusta, te gusta... y por eso te quedas muda...— me hacer burla. 

—¡Ya! Comportate.. aún no sé porque te traigo a mis negocios si no eres ni mi asistente — le digo pretendiendo estar enojada. 

—Porque soy tu mejor amigo, y ya hablando en serio... él me da buena espina Lola, deberías de darle una oportunidad.—

No le contesto nada, pero a mi también Martín me da muy buena espina, sólo que esta vez he decidido irme despacio aunque a veces parece que el mundo quiere que corra. Sin embargo, no puedo dejar de notar que desde que lo conocí coincido con él más veces de lo que yo quisiera ¿será que en realidad las casas del zodiaco están alineadas? 

«¡Dios Lola! ¿En qué estás pensando? » pienso a mis adentros para después esbozar una sonrisa que o más bien, recobrar la sonrisa que me dejó desde la cita pasada. 

***

Llevo a la cita justo a las 8:00 pm, pero antes de entrar al local me pinto los labios de nuevo y me acomodo el cabello para que caiga sobre mis hombros. Me veo en el espejo retrovisor y sonrío. 

—Muy bien Lola, eso es por trabajo— digo para luego abrir la puerta y salir del auto. 

Camino hacia la puerta de la pastelería y al ver que está cerrado toco la puerta de cristal para después ver a Martín salir de la cocina y pasar por el mostrador. Me hace con los dedos que lo espere un minuto y se quita el mandil para después caminar hacia mi subiendo las mangas de su camisa azul que debo decir se le ve fenomenal. Abre la puerta y me sonríe. 

—Puntual, eso me gusta — y yo sonrío.

Entro y el lugar huele a una mezcla de mantequilla y chocolate — huele riquísimo — le digo. 

—Sí, estaba haciendo chocolatines, pero pasa — y me invita a que pase detrás del mostrador.—

Pasamos a la cocina y veo que está completamente limpia y puedo sentir el olor a chocolate más intenso que afuera. 

—Este local es nuevo — digo. 

—Sí, básicamente lo hicieron para mi.—

Él me pide que me siente en un banquillo cerca de una mesa de madera y yo saco mi carpeta y la pongo en frente — Wow ¿esa carpeta viaja contigo siempre? — me pregunta entre sonrisas. 

—Aquí está todo mi mundo. Mi agenda, mis contactos, mis tarjetas, precios...—

—Y tus tarjetas de conversación. Tengo una respuesta a lo que pienso del gobierno actual — bromea y yo me río. 

—Lo siento... ¿podríamos olvidar eso? — y abro la carpeta en una hoja en blanco. 

Martín vuelve a ponerse el delantal y comienza a sacar bowls, el rodillos y muchas cosas más —¿Espera? ¿Harás los panes ahora? — pregunto. 

Él me mira y sonríe — Sí, te mostraré desde cero lo que puedo hacer — comenta — además así puedes ayudarme y conversamos un poco más ¿te parece? —

Me quedo en silencio sin saber que decir. Cuando se supone que voy a muestras siempre me tienen los platillos preparados y sólo los pruebo, aquí tengo que hacerlo desde cero. 

Martín va por otro delantal y se va detrás mío y me lo pone — vamos a ver... primero se pone el delantal — y levanta mi cabello con cuidado para que el cordón pase por mi cuello y luego lo amarra el otro a mi cintura — ahora, tu cabello, vamos a atarlo para que no caiga en la mezcla ¿sale? — y con mucho cuidado lo levanta para comenzar a peinarlo hacia arriba. El roce de sus dedos con mi cuello y la nunca hacen que mi piel se erice y provoque en mi una sensación de placer al sentir como éstos pasan entre mi cabello.

Martín lo amarra con cuidado con la liga que le di y cuando estoy lista me ve de frente — O.K, ahora ve a lavarte las manos y comencemos. 

Me levanto con cuidado y camino hacia el baño para lavarme las manos y cuando me veo en el espejo veo que ese peinado que me hice no me queda nada mal, sonrío como idiota. 

«Trabajo Lola, trabajo » me repito en la mente. Salgo y me encuentro a Martín sacando los chocolatinas y poniéndolos sobre otra mesa. 

—Huele delicioso — le digo de nuevo. 

—Receta secreta de los Sabrosa... te van a gustar, en cuando se enfríen te daré una muestra. Ven, vamos a empezar.—

Martín comienza a explicarme la receta del pan que hornearemos esta noche y luego me indica poner los ingredientes para empezarlo. Empiezo a hacerlo con cuidado, viendo como vierte los ingredientes secos y los revuelve. Sus manos me hipnotizan, las tiene grandes y finas, como si fueran de pianista. 

—Y luego los pones así.... — me explica mientras me da el bol para que yo haga lo mismo y se pone de atrás de mi para tomar mis manos y moverlas como se debe hacer. Es raro como siento todas estas sensaciones dentro de mi cuando él ni siquiera esta tocándome, sólo tomo mis muñecas por arriba de mi blusa y cuando vio que lo hacia de manera correcta se alejó. 

Respiro, trato de que el nerviosismo no me gane — si tan sólo hubiera un poco de vino — digo sin pensarlo y él sonríe. 

—Tengo un vino tinto que me regalaron en Navidad ¿si quieres lo abrimos? — me dice y yo asiento. 

Él se aleja mientras yo sigo mezclando y regresa con el botella y dos vasos de vidrio — lo siento, no tengo copas.—

—En vaso está bien — digo de inmediato y después de que abre la botella y la deja respira me sirve un vaso y me lo da. Lo tomo y le doy un sorbo algo grande. 

—¿Está bueno? — me pregunta y yo asiento. 

—Te puedo preguntar algo — le digo. 

—Lo que quieras — y se sube las mangas un poco más para comenzar a mezclar los ingredientes líquidos.

—¿Por que pastelero? —

Martín me ve y el contacto de sus ojos azules con los míos me pone nerviosa de nuevo, nerviosa pero feliz — Esa historia es larga ¿segura que la quieres escuchar? — me pregunta. 

—Claro.—

—Bueno, — dice mientras mezcla los ingredientes — cuando tenía 6 años mi padre nos abandonó a mi y a mi madre, sin nada de dinero, nada, y mi madre tenía que mantener a un niño bastante comelón, así que se puso a hacer pasteles. Primero hacia unos y los vendía en rebanadas por la calle, luego pasó a hacer para los locales y los restaurantes y así hasta que decidió abrir su propia pastelería. No tenía personal, así que me enseñó desde pequeño a hacerlos.—

Sonrío. 

—Después crecí y decidí dedicarme a esto, mi madre sin querer me había dado un oficio así que dije ¿por qué no? Tome varios cursos de panadería, pastelería... etc, unos en Francia — me presume — y luego regresé y me hice cargo del negocio familiar... aquí me tienes.—

—Pero, tú no vivías aquí ¿cierto? — pregunto. 

—Sí, viví aquí. Luego cuando me casé me fui a otra ciudad, después al extranjero y finalmente regresé... ahora mi madre está en un lugar mejor.—

Bajo el vaso con vino y lo veo un poco incómoda — Lo siento mucho — murmuro. 

—¿Por qué? ¿Por que viaja en un crucero por las Islas Griegas? — y sonríe — Ahora, dime tú...—

—¿Por qué organizadora de bodas? — y él asiente. 

Martín comienza a poner la masa en reposo y después de hacerla un lado va por la charola de chocolatines y los despega con cuidado — bueno, me encanta organizar — digo y él se ríe — Soy bastante perfeccionista.—

—No me digas — bromea y yo me río tímida. 

—Me gusta la magia ¿sabes? Desde pequeña me gusto todo lo de las brujas, las hadas madrinas y pensé yo quiero hacer eso... quiero hacer magia, y así lo siento cada vez que una novia pone el día más especial de su vida en mis manos. Me da los ingredientes, yo creo la magia y ¡boom! materializo todo lo que ella desea.—

—¡Ah! Entonces eres una romántica empedernida — me dice y yo niego. 

—No, no es eso... simplemente que creo que todos merecen su final feliz.— 

—Y ¿cuál es tu final feliz Lola Santiago? — me pregunta mientras se acerca a mi con un pedazo de chocolatin. 

—Bueno, yo... digo nerviosa mientras acerca su cuerpo al mío. 

—Cierra los ojos — me dice. 

—Disculpa? — 

—Cierra los ojos, vamos... confía en mi.—

Hago lo que me dice y en segundos siento el olor a pan cerca de mi nariz y al abrir la boca un delicioso sabor a chocolate invade mis sentidos. Sé que después de esto no volveré a ver los chocolatines igual. 

Comienzo a saborearlos lentamente, sintiendo la pasta, la mantequilla, el chocolate y sin querer emito un pequeño gemido de placer que hace que me lleve la mano a los labios y la tape — disculpa — digo avergonzada. 

—No pasa nada... — comenta sensual. 

Continuo comiendo lentamente mientras él me ve a los ojos — ahora son... ¿verdes? — le digo. 

—¿Disculpa? — pregunta. 

—Tus ojos, son verdes.—

—No, tengo un ojo azul y otro verde — me comenta — sólo que a veces con la luz ambos se ven azules, pero en realidad... es uno verde... ¿Te gustaron? — pregunta. 

—Si, son muy bonitos — murmuro. 

Martín se ríe — Gracias, pero yo hablaba de los chocolatines. Son receta de la familia Sabrosa — dice con orgullo. 

Bajo la mirada y comienzo a reírme bajito — lo siento Martín, están muy ricos — y me pongo de pie para alejarme un poco de esa evidente tensión que siempre tengo con él.—

—Te daré unos para que le lleves a tu madre — me dice contento y luego se da la vuelta para seguir preparando el otro pan. 

Entre pláticas de experiencias de él en el extranjero y donde yo le cuento las peores bodas que he tenido, el pan de linaza y el de centeno están listos para salir del horno. Él los saca con cuidado y mientras se enfrían ambos recogemos las cosas para que la cocina quede limpia. Sin darnos cuenta, la botella de vino se ha terminado y el tiempo ha pasado volando. 

—Esta fiesta es para 60 personas nada más así que debes calcular a casi 1 pan por persona — le explico. 

—Todavía ni pruebas mi pan libre de lácteos y gluten y ¿ya me estás contratando? — me pregunta y yo me río. 

—Si tus panes veganos salen como los chocolatines... no necesito más pruebas — le confieso y él se acerca a mi y se recarga sobre la mesa y cruza sus brazos a la altura del pecho. 

—Que te parece si salimos el sábado — me dice tomándome por sorpresa de nuevo. 

—¿El sábado? — y abro la mi agenda y de los nervios se cae sobre el suelo. 

Ambos nos agachamos al mismo tiempo y chocamos nuestras frentes — Lo siento, lo siento — me disculpo. 

—No pasa nada — dice él mientras me ayuda a recoger las tarjetas y papeles de la carpeta. Volvemos a subir y yo termino de acomodar la carpeta y busco en mi agenda. 

—Estás de suerte — comento tratando de parecer segura — el sábado no tengo nada.—

—Perfecto— toma una de las tarjetas y escribe una dirección y luego me la da — Te veo a las 9:00 ahí ¿te parece? — y yo asiento. 

Martín se aleja y pone ambos panes en una bolsa de papel y me los entrega. Los tomo mientras siento su mirada intensa sobre mi — no dejes que se enfríe tanto para probarlo ¿sí? — me comenta. 

—No, no lo haré — contesto apenas pronunciado la frase. 

Martín se acerca a mi y me da un beso en la mejilla, tan tierno que me hace estremecer — tampoco dejes que esto se enfríe tanto.— 

Hago una mueca sonriendo y luego me volteo y empiezo a caminar hacia la salida. Volteo y me muerdo el labio — entonces, el sábado.—

—El sábado — confirma- 

—Yo tengo la dirección — y enseño la tarjeta. 

—La tienes.—

—E iré— digo. 

—Espero.... — me dice. 

Camino hacia la puerta de cristal y lo puedo ver aún detrás del mostrador — gracias por todo — digo y él me guiñe un ojo. Me volteo e inmediatamente mi frente se pega contra la puerta haciendo que me desmaye de inmediato por lo fuerte del golpe. 

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