Capítulo 4

Victoria no pudo más que interrumpir al notario, no daba crédito a lo que estaba escuchando.

—Espere señor Notario, por favor. ¿Podría repetir las cláusulas para que yo pueda cobrar la herencia? Creo que escuché mal.

—No querida no escuchaste mal, solo podrás cobrar la herencia en caso de que te cases antes de dos meses, o de lo contrario puedes ir firmando la documentación para que de una vez pasen la herencia a mi nombre. Vaya preparando la documentación Licenciado, Victoria, no piensa quedarse en México, y de una vez le digo voy a apelar ese testamento porque no pretendo ceder el cinco por ciento de la fábrica para el señor Romo.

—Lo siento señora Dinora, la única que puede tomar esa decisión es Victoria y no podrá hacer la cesión de derechos a su nombre, hasta que hayan transcurrido los sesenta días hábiles estipulados en la cláusula número uno y no son dos meses, tomando en cuenta que únicamente estamos hablando de días hábiles, el periodo de tiempo se extiende a casi tres meses, por lo tanto, Victoria tiene suficiente tiempo para conocer un hombre, enamorarse y casarse con él.

—Eso es imposible señor licenciado Victoria no conoce nadie en México y ha estado internada en un colegio durante diez años.  ¿Dónde podría sacar ella un hombre qué le proponga matrimonio de un día para otro?

—No te preocupes Dinora, ese es asunto mío y de una vez te digo que no voy a cederte nada y tú no vas a impugnar nada, señor Notario por favor, haga todos los trámites para que el señor Romo pueda tomar posesión del cinco por ciento de las acciones de la fábrica y en cuanto a mí, le aseguro que antes de que se cumpla el plazo voy a estar casada.

—¡Victoria estás loca si crees que voy a permitir que me despojes de todo lo que me corresponde por ser la legítima viuda de tu padre!

—Por favor señor Notario. ¿Me puede repetir las cláusulas? Necesito tener muy claras mis opciones.

— A partir del día de tu boda, podrás tomar posesión de la hacienda y de la fábrica; Sin embargo, para que quede legalmente a tu nombre, tu matrimonio, deberá de durar al menos tres años, es decir que no podrás divorciarte en ese tiempo, en dado caso de que quisieras divorciarte deberás esperar a cumplir tres años un día de matrimonio, en ese caso, toda la fortuna pasaría a manos de tu hijo en caso de que lo hubiera y si no, a nombre de la señora Dinora.

—Maldita sea, mi padre, solo pensaba en como arruinarme la vida.

—¿No que tanto lo odiabas y no querías nada de él? ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Digamos que, cambié de opinión solo por el placer de verte salir de esta casa, tal como llegaste, con las manos vacías.

—Respecto a eso, también hay algunas cláusulas Victoria. Durante los sesenta días que tienes para contraer matrimonio, tanto tú como la señora Dinora, deberán convivir en esta casa, durante ese tiempo, recibirán una cantidad mensual, suficiente para sus gastos personales, los gastos de la hacienda y de la casa, seguirán siendo administrados por el señor Romo y por Mario Giles. En caso de que tú no te cases en el plazo establecido, la Señora Dinora podrá cobrar la herencia únicamente si permanece soltera, ella podrá tomar posesión de los bienes, con la única condición de que no vuelva a casarse nunca.

—El muy maldito, le di los mejores años de mi vida y todavía soy joven, tengo derecho a rehacer mi vida.

—Pues puedes hacerlo querida pero lejos de esta casa.

—Por último, Victoria, aun cuando te cases, la señora Dinora podrá seguir viviendo en esta casa y recibiendo dinero para sus gastos personales, mientras siga soltera, si ella decide casarse, deberá irse de la hacienda y dejará de recibir la pensión mensual. Eso es todo señora.

—Eres una maldita mentirosa, dijiste que me cederías todo y te regresarías a Londres.

—Tal vez lo haga, pero después de que te vea salir por esa puerta, vamos Licenciado, lo acompaño a su coche.

Victoria salió con el Notario y con Pedro Romo para acompañarlos hasta el estacionamiento.

—Victoria, yo agradezco el gesto que tuvo Santiago conmigo, pero para evitar dificultades, preferiría declinar en tu favor.

—De ninguna manera Pedro, ¿Te puedo llamar Pedro? No pretendo darle gusto a Dinora, por ningún motivo, esa fue la voluntad de mi padre y según sus palabras tu te mereces ese porcentaje, por tu trabajo y esfuerzo, y te pido por favor que sigas trabajando como hasta ahora, yo no sé nada de la hacienda, ni de la fábrica y necesito tener en quien confiar.

—Está bien Victoria, será como tú digas, créeme, me da mucho gusto que hayas decidido quedarte y luchar por tu patrimonio, yo era amigo de tu padre, pero mi lealtad, siempre estuvo con Sonia y ella no se merecía lo que Santiago le hizo.

—¿Tú sabes que fue lo que paso? Yo no recuerdo nada, por más que me esfuerzo.

—Tal vez deberías hablar con mi esposa, ella era la confidente de Sonia y debe saber más que yo.

—En cuanto pueda iré a visitarla.

—Pedro, ¿Tu conociste a los padres de Sonia? ¿Sabes por qué permitieron que la hacienda pasara a manos de Santiago? —Preguntó el notario

—Si los conocí, pero no estoy muy enterado de los motivos, solo recuerdo que fue la condición que Santiago puso para casarse con Sonia. Habla con Gertrudis Victoria, estoy seguro de que ella puede aclararte muchas de tus dudas.

—Victoria, debes saber que, Pedro, Gertrudis, tu madre y yo, éramos amigos inseparables, crecimos juntos hasta el bachillerato, nadie en el pueblo la estimaba más que nosotros, y por supuesto puedes contar con nosotros para lo que necesites.

—¡Gracias señor Notario! Es bueno saber que tengo personas de confianza a mi alrededor.

—No me llames señor Notario, puedes llamarme Alfredo.

—Mañana voy a tener que ir a la ciudad de México, debo ir a entregar el auto que renté y regresaré mañana mismo, ¿Puedo visitarte en tu despacho? Necesito consultarte algunas cosas.

—Si gustas puedo enviar a uno de los choferes de la fábrica para que entregue el automóvil y no tengas que ir tú.

—No, Pedro, no te preocupes, prefiero hacerlo yo misma, porque también quiero aprovechar para ir de compras, solo tengo esta ropa, lo que traje de Londres, no me sirve para este clima.

—Preferiría que te acompañe un chofer, son muchas horas de viaje.

—Regresaré en avión y si gustas envías a alguien por mí al aeropuerto.

—Está bien, no sólo heredaste la belleza de tu madre, también heredaste su terquedad.

—Te espero en el despacho, no necesitas hacer cita, siempre estaré disponible para ti.

Los hombres se fueron y Victoria, se sintió agradecida de tener personas confiables en su vida, iba a ser muy difícil convivir con Dinora, pero no estaba dispuesta a permitir que la hacienda de su madre, pasara a manos de la mujer que la hizo sufrir, porque no se le quitaba de la cabeza la idea de que su padre y Dinora, ya eran amantes desde que su madre vivía.

Subió a su auto y se puso en marcha, debía ir a la casa de alquiler a recoger su maleta, ya había pasado el trago amargo y ahora la hacienda, era su casa, la sentía suya, como nunca antes.

La casa de alquiler estaba menos de veinte minutos de la entrada de la hacienda, así que llegó pronto, estuvo tocando durante un rato, nunca se le ocurrió pedir unas llaves, su compañero de habitación al parecer no se encontraba, así que no podía entrar por su maleta.

Se le ocurrió que podía llamar al administrador, quizá él tenía un duplicado de las llaves y podía abrirle la puerta, le llamó y le dijo que, si tenía otra llave, pero que se encontraba en Villahermosa y que tardaría varias horas en llegar, así que lo convenció de que le diera el número telefónico de Santiago “el majadero” como ella lo había apodado.

Dudó un poco en llamarle, ya que su número de móvil se quedaría registrado en el móvil de él, pero luego recordó que podía bloquearlo y además tendría que cambiar el número a uno local, así que lo llamó.

—Bueno.

—¿Santiago?

—¿Quién habla?

—Victoria, tu roomie.

—¡Ah lady Londres! Si quieres una cita, debo decirte que no estoy disponible esta noche.

—Ni en tus sueños, querría una cita contigo, necesito entrar en la cabaña y no tengo llaves.

—Vas a tener que esperar, estoy en medio de un negocio, pero no estoy lejos, en cuanto me desocupe voy para allá.

—¿Cuánto tiempo? — Victoria escuchó la voz de una mujer “¿Qué haces aquí? Te dije que no me buscaras que yo te llamaría” la llamada se cortó y ella ya no tuvo la respuesta que esperaba, se subió al auto y decidió esperar, por las palabras de la mujer con la que estaba, seguramente volvería pronto ¿Quién sería esa mujer? ¿Una novia? ¿Por qué él la llamaría negocio? Si era su novia, no tenía por qué mentir, ellos no se conocían de nada y no lo harían así que no tenía caso. ¿Esa mujer sería el motivo de él, para estar en el pueblo? “Ay victoria, porqué te interesa la vida de ese desconocido” se reprendió a sí misma.

No habían pasado veinte minutos cuando el jeep de Santiago se estacionó frente a la casa.

—Te dije que volvería pronto, que no se diga que Santiago de Alvarado no cumple lo que dice. —Abrió la puerta y metió el jeep al patio de la cabaña, se bajó y caminó hacia su habitación, prácticamente ni miró a Victoria.

Ella entró y recogió su maleta, no quería irse sin despedirse, pero le dio pena tocar la puerta, ya que seguramente se sentía mal por el rechazo de la mujer con la que estaba cuando lo llamó, así que le envió un mensaje de WhatsApp “Gracias por tu hospitalidad, encima de la mesa del comedor dejo el dinero de la habitación y algo adicional por tu camisa, ya que la olvidé y no voy a volver, espero que sea suficiente” le dio enviar al mensaje, subió a su auto y se fue, hubiera querido verlo antes de partir, era un bello ejemplar masculino, solo con mirarlo, se le agrandaban las pupilas.

Volvió a la hacienda y cuando entró, Dinora estaba cenando en el comedor del corredor.

—¡Victoria! ¿Te sirvo de cenar niña?

—Si Lupita por favor, y que bajen mis maletas del auto, pide que me preparen la habitación que era de mi madre, me voy a mudar allí.

—Esa habitación la mandó clausurar tu padre, deberías dejarla como está.

—Dinora, mi padre está muerto y yo no tengo porqué seguir acatando esa orden. Haz lo que te digo Lupita, que la abran y que la limpien, será mi habitación de ahora en adelante.

—Sí niña Victoria como tú digas, que para eso eres la patrona.

—Todavía no cantes victoria, falta ver si tu niña, es capaz de conseguir un marido en menos tres meses.

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