Capítulo 3

Victoria, respiró profundamente y salió de su habitación rumbo a la sala, donde se llevaría a cabo el velorio, caminó por el corredor y  ya había varios autos estacionados junto al de ella, así que seguramente ya debía haber varias personas, personas que ella no conocía o que no recordaba.

Cuando entro en la sala, casi vomita por ver a su madrastra montando un teatro y llorando hasta casi desmayarse, al parecer engañaba a todos los presentes, pero no a ella.

—¡Victoria hija! —caminó hacia ella para abrazarla, pero ella no pudo evitar esquivarla, si había algo que no toleraba era la hipocresía, ella de ninguna manera iba a fingir un dolor y un cariño que no sentía.

—¡Buenas noches señores, gracias por acompañarnos! Soy Victoria la hija de don Santiago, discúlpenme por favor si no los reconozco, o no los recuerdo, hace tantos años que no vivo en esta casa, que estoy un poco confusa.

—Buena noches Victoria, ya eres toda una mujer, eras una niña la última vez que te vi, soy Pedro Romo, el administrador de la fábrica de chocolate y ella es mi esposa Gertrudis, ella fue compañera de tu madre en el colegio.

—Buenas noches, señor Pedro, gracias por estar aquí, señora un placer conocerla.

—Te perdono que no te acuerdes de mí, porque cuando tu mamá enfermó, yo estuve en la ciudad de México unos años cuidando a mi madre, también enferma, pero ella y yo, éramos muy cercanas, incluso cuando eras pequeñita, me decías tía Tudis.

—¿Tía Tudis? ¡Claro, ahora recuerdo! Tú me regalaste la muñeca de trapo con las piernas largas y vestido de rayas lilas.

—¡Exacto, esa soy yo! Me encantaría que después de que pase todo esto, me visites, vivimos aquí cerca, en la salida del pueblo.

—Lamentablemente Victoria no dispone de mucho tiempo para socializar, ella tal vez se vaya del pueblo mañana, o pasado mañana a más tardar, traté de convencerla de que se quede un tiempo, pero se ha enamorado de Londres y prefiere seguir viviendo allá.

—¿Lo que dice Dinora es cierto Victoria? ¿Te irás tan pronto? No puedes irte, ahora que no está tu padre, te corresponde hacerte cargo de la hacienda, y de la fábrica.

—No lo creo Señor Pedro, todo lo que era de mi padre, seguramente pasará a manos de Dinora por ser su legítima esposa, y yo ya no tengo nada que hacer aquí, mañana después del sepelio, se va a leer el testamento, firmaré lo que tenga que firmar y volveré a Londres, allá tengo un empleo.

—Es que Victoria, tú no tienes necesidad de trabajar, la fortuna de tu padre es muy considerable, suficiente como para que por generaciones nadie trabaje, la fábrica y la hacienda llevan años con utilidades muy importantes.

—Por supuesto, yo no voy a dejar a Victoria sin una mensualidad para sus gastos, ella sabe que no necesita trabajar, pero si quiere hacerlo para no aburrirse es muy loable de su parte.¿No lo crees Pedro?

Victoria recordó las palabras sarcásticas de Dinora en el hospital, sobre la mensualidad que iba a asignarle, rodó los ojos y esbozó una mueca fingiendo una sonrisa, afortunadamente otra pareja se acercó a ella salvándola de esa conversación.

—Bienvenida a tu tierra Victoria, soy el Licenciado Ritz, he sido el abogado de tu familia por generaciones y soy el notario del pueblo, y ya la “Señora” Dinora, me indicó que quieres que el testamento se lea mañana mismo después del sepelio, porque quieres regresar a Londres lo antes posible, así que no te preocupes, estaré acompañándolas al panteón, porque Santiago era mi amigo, y por la tarde nos vemos aquí para la lectura.

—Muchas gracias Licenciado, entre más pronto mejor — a Victoria le extrañó el tono de voz del abogado al pronunciar la palabra “Señora” para dirigirse a Dinora, y por la forma en que la miraba, se notaba que, al notario, su madrastra no le agradaba para nada.

Caminó por toda la sala saludando a las personas que estaban ahí, no reconocía a ninguna, pero  la saludaban como si la conocieran desde niña, ella saludo amablemente a todos tratando de que nadie se diera cuenta de que realmente no sabía quiénes eran.

La mayoría de las personas, se notaba claramente que eran amigos de Dinora y estaban allí para acompañarla y darle el pésame, aunque hablaban y reían como si en lugar de estar en un velorio, estuvieran en una fiesta.

Lupita rezó un rosario y después ofreció café y chocolate caliente, tal como lo marcaba la tradición, y poco a poco todas las personas comenzaron a despedirse y a retirarse.

Victoria se sorprendió cuando el notario al despedirse de ella, discretamente le dio una tarjeta, y le hizo señas para que no dijera nada, ella la guardo en la bolsa trasera de sus jeans, para leerla cuando estuviera a solas, pasó toda la noche despierta velando el cuerpo de su padre acompañada únicamente por Lupita, por Mario y algunos peones de la hacienda, ya que, según las creencias populares, no debían dejar solo al difunto; Dinora por supuesto, se retiró a su habitación a descansar.

La noche se le hizo eterna, le había afectado mucho la diferencia horaria y con la desvelada, se estaba cayendo de sueño, por la mañana llegaron algunas mujeres que trabajaban en la fábrica a rezar otro rosario y ella aprovechó para dormir dos horas y darse una ducha antes del sepelio.

Después de ducharse, se puso nuevamente sus jeans y la otra blusa que había comprado, ya que no tenía nada de ropa, en ese momento recordó la tarjeta que le había dado el notario, y la sacó inmediatamente para leerla. “Necesito hablar contigo urgentemente, sin que se entere tu madrastra”

Quiso llamarlo inmediatamente, pero su móvil se había quedado sin batería y no le daba confianza llamar del teléfono de la casa, así que corrió al auto a buscar el cable para cargar la batería.

¿Qué sería eso tan importante que quería hablar con ella el notario?

De pronto la casa se vio llena de gente nuevamente, la misa de cuerpo presente se iba a realizar en la capilla de la hacienda, pero antes, Lupita, junto con algunas otras mujeres hicieron tamales y café para dar de desayunar a toda la gente que llegaba.

ella tuvo que recibir a las personas porque Dinora no se había levantado, y se olvidó por completo de llamar al notario y de su móvil que estaba cargando la batería en la habitación.

A las doce del día llegó el sacerdote, Dinora, salió vestida de negro, pero con un vestido muy provocativo, parecía más que iba de fiesta que a un sepelio, muchos de los presentes murmuraron cuando la vieron entrar en la capilla, después de la misa, algunos de los trabajadores llevaron el féretro hasta la carroza fúnebre y todos los presentes la siguieron hasta el cementerio, todo fue muy rápido, en cuanto colocaron el féretro dentro del mausoleo, el sacerdote dijo unas últimas palabras y todos los acompañantes comenzaron a irse.

—Me quedé esperando tu llamada—susurró el notario al oído de Victoria.

—¡Perdón lo siento! Con tanto movimiento lo olvidé.

—¿Traes carro?

—Sí, Lupita y Mario vienen conmigo.

—Dile a Mario que se lo lleve, ven conmigo en mi auto, hablaremos en el camino.

Debía ser algo muy importante, así que le dio la llave del auto a Mario y ella accedió a irse con el notario, su actitud era bastante extraña.

—¿Qué sucede Licenciado? ¿Hay algún problema con la lectura del testamento?

—Victoria, necesito saber si vas a quedarte en México, en unos momentos voy a dar lectura al testamento de tu padre y yo sé que quizá vas a considerar que no es ético de mi parte, pero quise ponerte en antecedentes antes de la lectura.

—Licenciado, a mí no me interesa la herencia de mi padre, si no tuve su amor, tampoco quiero su dinero, por mí Dinora puede quedarse con todo.

—Me supuse que eso es lo que dirías, tu padre cometió muchos errores, pero el peor de todos fue enamorarse de esa arpía, perdóname si me expreso así de ella, pero no encuentro otra forma de llamarla. Escúchame bien Victoria, entiendo tus motivos para no querer nada de tu padre, en unos minutos tanto tú, como tu madrastra, van a conocer su última voluntad y yo, ya me suponía que estabas dispuesta a irte para siempre y dejar que ella se quede con todo, por eso pensé que debía decirte algo que tu ignoras.

—¿De qué se trata? Me está preocupando ¿Qué es eso tan grave?

—La hacienda San Lorenzo y la fábrica, no eran de tu padre.

—¿Cómo? No entiendo ¿Qué quiere decir conque no eran de mi padre? la hacienda se llama San Lorenzo en honor a mi abuelo paterno.

—El nombre de la hacienda cambió cuando tus padres se casaron, la hacienda, fue una especie de dote que tu abuelo materno le dio a tu padre cuando se casó con Sonia.

—¿Una dote? Pero eso es algo de hace siglos.

—Lo sé, en realidad no estoy enterado de todos los pormenores de esa transacción, pero antes de casarse tus padres, la hacienda se llamaba “La Luz” en honor a tu abuela materna, esa fue la herencia que sus padres le dieron a Sonia como regalo de bodas.

—¿Entonces la hacienda era de mi madre?

—Sí Victoria, tú eras muy pequeña cuando tu madre murió, pero antes de morir, ella le dejó una carta a tu padre, donde le pedía que cuidara de tu patrimonio y que te preparara para hacerte cargo de la hacienda cuando fueras mayor.

—¿Eso quiere decir que mi padre me despojó de la herencia que mi madre me dejó?

—En realidad no, la hacienda estaba a nombre de tu madre, pero ellos se casron por bienes mancomunados, así que al morir ella y ser tú menor de edad, automáticamente pasó a ser propiedad de tu padre, pero tu madre siempre pensó que al final sería para ti.

—¿Y qué dice el testamento de mi padre?

—No te lo puedo decir porque ni yo mismo lo sé, en cuanto lleguemos a la hacienda, haremos la lectura, Dinora debe estar presente, Mario, Lupita y Pedro Romero también.

Victoria se quedó pensando en lo que le acababa de decir el notario, eso cambiaba todo, su idea de volver a Londres, y su determinación por dejar que Dinora se quedara con todo, no sabía todavía que decía ese testamento, pero definitivamente sus planes habían cambiado, de ninguna manera iba a permitir que la herencia de su madre, pasara a manos de “La hiena”.

Los recuerdos llegaron a su mente, su madre enferma, cuestionando a su padre porque no había llegado a dormir, los gritos, se escuchaban hasta su habitación, el azotó la puerta y salió mientras su madre lloraba recostada en su cama.

Cuando llegaron a la hacienda, Dinora ya se encontraba allí, el notario inmediatamente bajó su portafolios de su auto y después de un saludo frío y formal, se dirigieron al despacho, a Dinora le sorprendió ver llegar a Pedro Romo y que Mario y Lupita también fueran convocados.

—Ya estando presentes todos los herederos, vamos a proceder con la lectura, les muestro a ustedes, el sobre cerrado que me hizo entregó Santiago San Román en presencia de dos testigos, como pueden ver, el finado, a la antigua usanza, cerró el sobre con cera plasmando el sello de la familia San Román, que como pueden ver, se encuentra intacto.

Con el poder que me confiere la ley del estado de Tabasco, como titular de la notaría número dos de la segunda demarcación del estado, voy a dar lectura al testamento de mi cliente, ya finado, el cual a la letra dice “Yo, Santiago San Román, en pleno uso de mis facultades mentales, en presencia de testigos y con mi puño y letra, les hago saber mi última voluntad, para la repartición de mis bienes:

Mario y Guadalupe Giles, mis fieles empleados y amigos, podrán conservar la casa del administrador de la hacienda, hasta su muerte, en cuanto a Mario, su puesto como administrador de la hacienda, será vitalicio, a menos que él decidiera renunciar o que su fuerza física o mental se viera deteriorada y su sueldo, será incrementado cada año, en un veinte por ciento, ambos empleados, cuando sus fuerzas hayan mermado y ya no puedan trabajar, se les asignará una pensión, del doscientos por ciento de su último salario.”

—Eso es increíble, ¿Eso quiere decir que no puedo despedirlos? ¿Tengo que soportarlos para toda la vida?

—Por favor señora Dinora, no me interrumpa.

“Pedro Romo, mi amigo y administrador de la fábrica, desde que llegó a trabajar a mi lado, ha hecho un excelente trabajo, impecable, gracias a él, el cacao y el chocolate que se producen en «San Lorenzo» son los más cotizados en toda Europa, es por eso que, como premio a su esfuerzo, he decidido cederle el cinco por ciento de acciones de la fábrica, como incentivo a seguir trabajando como administrador, hasta que él decida jubilarse.”

—Definitivamente mi esposo ya no estaba en uso de sus facultades, ¿Cómo regalar así el dinero a los empleados? ¡Esto es inaudito, me niego rotundamente a ceder el cinco por ciento de las acciones!

—¡Dinora te puedes callar? ¡Deja que el notario termine!

—¡Cómo a ti no te interesa el dinero de tu padre, no te importa que lo regale de esa manera, pero yo no estoy de acuerdo!

—¡Vamos a terminar de escuchar! Prosiga licenciado por favor.

—Gracias Victoria.

“El resto de los bienes de la familia San Román, pasarán íntegramente a manos de mi hija, Victoria San Román Villegas, siempre y cuando, se cumplan las siguientes clausulas:

  1. Victoria debe estar casada para poder cobrar la herencia.
  2. Si en un periodo de sesenta días hábiles posteriores a mi fallecimiento, Victoria no ha contraído matrimonio, toda la fortuna, pasará a manos de mi viuda, la señora Dinora Blanco de San Román.

Victoria se quedó pasmada al escuchar las primeras dos cláusulas, ya no pudo seguir escuchando, las palabras del notario sonaban huecas, Dinora tenía razón, su padre se había vuelto loco ¿De dónde carajos iba a sacar un marido antes de sesenta días?

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