Primera Parte: Revelaciones (Capitulo 1)

CATALINA

Estoy llegando a casa.

Miro alrededor y resoplo resignada. Esta habitación la comparto con mi hermana menor, así que, la probabilidad de llegar y encontrarla ordenada es completamente nula. Mejor ni me molesto en pelear con ella. Acabo de llegar de una jornada agotadora en el instituto y lo último que quiero es discutir con una niña de doce años.

Paso sobre libros, almohadas y ropa.

Saltando esporádicamente hasta llegar a mi cama; dejo el bolso en su lugar y suspiro. Mi madre va a asesinar a Cinthia cuando vea el desastre que tiene en la habitación, enserio ¿Cómo una chica de doce años puede ser tan desordenada?

Me recuesto en la cama exhalando el aire por la nariz con los ojos cerrados, sumamente agotada. La vibración de mi teléfono me recordó lo que estaba a punto de hacer y cuando miré la notificación en la pantalla volví a sentir el miedo atenazar mis huesos

¿Cómo me dejé convencer para hacer esto?

Técnicamente es pedir a gritos que me asesinen.

– Catalina, ven a comer. – dice mi madre desde la cocina.

– ¡Voy!

Karina: ¿Ya les preguntaste? 6:40pm

Catalina: No, acabo de llegar ¿Quieres que me maten? 6:41pm

Karina: ¡Deja el miedo, idiota! Confía en la tía Kari, ellos van a aceptar. Ahora ve y pide el estúpido permiso. 6:42pm

Me siento en la cama con un suspiro.

Cuando a Karina Shailenn se le mete algo a la cabeza no hay quien la saque de eso, y yo, lamentablemente soy su mejor amiga. Y como la buena adolescente alocada que soy, la obedezco cuando me aconseja pedir permisos a mis padres para cualquier tipo de salidas.

Claro que, casi siempre termino castigada y sin probabilidades de salir, pero bueno, no pierdo nada que ya no haya perdido intentándolo ahora.

Guardo el teléfono en mi bolsillo rezando a cualquier ser omnipotente que me escuche y salgo de mi habitación con los nervios a flor de piel.

– Lamento la demora. – digo tomando asiento junto a mi hermana en la mesa.

Mis padres son de las personas que buscan educar a los chicos sin importar lo duro o difícil del método que utilicen. Para ellos, tener una buena educación es lo esencial, y no los culpo, todos los padres quieren lo mejor para sus hijos; pero en mi caso esta educación es asfixiante.

Tanto mi hermana como yo tenemos miedo de hacer cualquier cosa por no saber si les agrada o no a las personas frente a nosotros, la mayoría del tiempo nos cohibimos de hacerlo para no contradecirlos.

Bueno, yo, más que ella.

Porque, para nadie es un secreto que ella tiene más libertades que yo.

No hemos tenido la misma educación.

Cuando ella nació, las personas frente a mi eran dulces y un poco más susceptibles a cuando yo nací.

Conocí la oscuridad de éstas personas.

Donde mi infancia se basó en  entrenamientos, supervivencias, órdenes – cosas que afectarían a cualquier chica ordinaria –. La de Cinthia fue como la de toda chica normal, con risas, regalos, abrazos y todo tipo de afecto.

Pueden pensar que digo esto por envidia, pero no es así.

Todo lo contrario.

Esa crianza me daba una pizca de adrenalina que deseaba drenar en cada aspecto.

Por eso, en la actualidad no me arrepiento de nada. Es más… la vida de mi hermana me aburre. En lo único que deseo ser como ella es en los permisos para salir con amigos, y sin embargo, no me mortifico tanto al no lograrlos.

Bien puedo burlar la seguridad de esta casa en la noche y correr por el bosque cuando quiera.

Todo esto mientras que ellos no lo noten, cuando lo hagan estaré completamente confinada en este lugar y sí me voy a sentir como una prisionera.

– ¿Qué tal su día? – Pregunta el hombre de treinta años frente a nosotras.

Mi padre.

Jonas Lender.

Un hombre frío, recto, de cabello castaño claro con un corte militar, ojos marrón claro con facciones duras e inescrutables. Aterrador para muchos por su profesión de oficial en toda la zona. Pero para mí solo es un sujeto al que deseo superar sin importar el costo.

Él era el encargado de todos mis entrenamientos y algún día quiero demostrarle que lo superé, que no soy la misma chica débil que llevó a ese bosque hace nueve años.

Aun así, por el momento debo mostrarme temerosa con cada palabra que exprese, actuar como Cinthia.

Es por eso que, cuando te hace una pregunta y continúa comiendo, por obligación debes responder, esto para que no piense que has hecho algo mal o estás en algún problema.

– Todo de maravilla, papá. – responde la chica a mi lado con una amplia sonrisa en el rostro. – Los profesores me felicitaron antes de anunciar las vacaciones y me dijeron que te comunicase que has hecho un gran trabajo al educarme.

El mismo cuento de siempre.

Primero, elogiarse a sí misma como si fuera un ángel.

Luego, apretar las manos en puño bajo la mesa.

Para que al final, solo pronuncie unas palabras que sabe, conseguirá el resultado deseado.

– Excelente, Cinthia – dice mi madre. Mira a mi padre por el rabillo del ojo y sonríe – ¿Algo más?

Mi madre.

Magda Oliver de Lender.

Una mujer de cabello rubio y ojos verdes pálido, de personalidad fría, infranqueable, aterradora. No deseas toparte con ella en el lado enemigo, ella es igual o más letal que mi padre.

Sinceramente, es a la que más respeto de los dos le tengo, porque sé que cuando ella dice algo debe cumplirse o tendrás consecuencias. Incluso Cinthia ha recibido varios castigos bajo su mando, ella es la cara opuesta de la moneda.

Es abogada, decirle alguna mentira es imposible.

De eso vivimos ¿Qué podías esperar a cambio?

– Uriel me invitó a ver una película en su casa. – Agrega lo que tanto deseaba decir – Así que me preguntaba si ustedes.

– Por supuesto. – responde mi padre sin dudar.

¡Tan predecible!

– ¡Gracias!

Y así fue como mi hermana consiguió el permiso de salir sin ningún problema.

Si tan solo ellos supieran que ese tal Uriel no es homosexual y en realidad está embelesado de su pequeña.

Estoy segura que las cosas serían muy diferentes.

– Catalina. – dice mi madre, mirándome atentamente. – ¿Qué tal tú día?

– Todo estuvo bien. – respondo de manera casual, encogiéndome de hombros. – Tuvimos algunas clases extras para acabar las evaluaciones sin problema, pero todo está de mara…

Dejo el cubierto en mi plato un momento, sorprendida, mirando mis manos.

“Ese aire extraño… ¿Qué está pasando?

Miro a la entrada de la casa con el ceño fruncido.

– Estás en semanas finales. – comenta mi madre.

Regreso la vista a la mesa ignorando la extraña sensación que sentí y continué comiendo. Ella estaba leyendo algo en una hoja de papel a su lado, seguramente un caso.

– Debes esforzarte al máximo.

– Lo estoy haciendo. – digo cohibida mirando al plato. – Y me preguntaba, ya que estoy bien en las clases y…

– No. – interrumpe mi padre de forma inmediata, incluso antes de terminar de escuchar mi pregunta. – No tienes permitido salir durante el periodo libre, ya sabes las reglas.

“Sí, sé muy bien las estúpidas reglas que no me dan un respiro en esta maldita casa.”

  1. Catalina puede salir, siempre y cuando esté acompañada por alguno de ellos. O en casos extremos; que Cinthia vaya con ella.

“Cosa que nunca aceptarán.”

  1. Catalina no tiene permitido salir en sus tiempos libres, no importa la excelente estudiante que sea.

La única forma que yo haga lo que quiera es siendo mayor de edad, viviendo en mi propio departamento y sin depender de mis padres en ningún sentido.

Esa es la conclusión a la que llegué luego de recibir tantas negativas por su parte.

Aunque… Quiero ver al mundo arder un poco.

“¿Qué clase de adolescente de dieciséis años sería si no discuto con ellos?”

– Pero sólo saldría con Karina a…

– No me agrada esa chica. – secunda mi madre, fulminándome con la mirada. – No ahondes en el tema cuando sabes que la respuesta es NO.

Así es como se nota el cambio radical de los Lender con respecto a educación.

“Maravilloso ¿No lo creen?”

– Esto es muy injusto. – murmuro, apretando los puños bajo la mesa. – Jamás me permiten hacer nada.

Los mire molesta.

Ya esto me estaba cansando, estoy a meses de cumplir diecisiete y no he hecho nada de lo que una chica de mi edad hace. Y lo que he logrado hacer me lleva a ser tratada como la mierda, así que no tengo ningún recuerdo grato de esta estúpida etapa de mi vida.

Por un momento, algo efímero y extraño, pero que sucedió; recibí una mirada de mi padre.

No la supe descifrar al momento de encontrarme con sus ojos, tal vez fue…

¿Miedo?

¿Tristeza?

No lo sé.

Soy una adolescente murmurando desacuerdo ante sus palabras; él es un policía, seguramente ha visto situaciones peores que ésta.

Mire a mi madre de reojo en busca de alguna respuesta, pero no hizo nada. Simplemente extendió su mano hasta mi puesto y frunció el ceño.

– Entrégame tu celular. – dice con mucha seriedad.

La observo por un momento. Está sumamente seria; es como si yo estuviese haciendo algo mal y no lo sabía. Tomo el aparato de mi bolsillo y la miro confundida.

– ¿Por qué?

– Sólo… Entrégamelo. – pide de nuevo, sin dudar o flanquear en algún momento sobre su decisión.

“¿Qué fue lo que hice mal?”

No debí preguntar sobre la salida cuando ya sé la respuesta.

Ellos no van a cambiar de parecer de la noche a la mañana, no importa las flores que me den felicitándome por algo, para ellos soy la hija problemática que no puede hacer cosas sin su consentimiento.

Entiendo que, de niña hice cosas de las que me arrepiento, pero tenía la ligera esperanza que ahora podrían perdonarme. Han pasado muchos años para reservar tanto rencor hacia mí.

Le entrego mi celular con un poco de reticencia y bajo la mirada al plato frente a mí, ya no tengo hambre.

“No es para menos, luego que tengas unos padres como los míos no solo pierdes el celular, sino también los ánimos y el apetito.”

– Esto es injusto. – digo. – Yo no he hecho nada para que me traten así. Sólo hice una simple pregunta.

– Cinthia. – dice mi padre elevando la mirada hasta mi hermana que se encuentra callada en el asiento a mi lado sin muchos ánimos de entrar de nuevo en la conversación.

No la culpo.

– Ve a tu habitación. – ordena brusco.

Cinthia y yo dimos un respingo al oírlo.

Esto no era nada bueno.

“Ella podía irse, yo no.”

Mi hermana salió del lugar en silencio, escuchamos sus pasos en las escaleras en un tenso silencio y el veredicto fue dictado luego que cerró la puerta y el sonido retumbó en toda la casa:

– Sabes perfectamente que las salidas no están a discusión contigo. – dice Jonas mirándome fijamente a los ojos. – No importa lo mayor que seas, el comportamiento que tengas. No saldrás de ésta casa a menos que sea para asistir al colegio o acompañarnos a tu madre y a mí a algún sitio. Del resto, no puedes salir sola.

– Es lo que no entiendo. – Digo un poco molesta.

Los miro frustrada y ellos me regresan la mirada cubierta de frialdad e indiferencia.

– Voy al colegio. Vengo a la casa al salir. Cumplo las reglas. Soy ordenada. Una excelente estudiante. No estoy en problemas y ¿Aun así no puedo salir con mis amigos?

– No. – dice mi madre regresando la vista a los documentos a su lado. – Ahora, ve a tu habitación. No tendrás tu teléfono estos días y tienes prohibido salir de aquí sin nosotros.

– ¡Odio vivir en esta casa!

Me levanto con las lágrimas en el borde de mis ojos y corro a mi habitación.

“¿Cómo se atreven a hacerme esto?”

Ni modo de decir que me tranquilizaré al regresar al instituto. Estamos en semanas de vacaciones. Cuatro semanas, para ser exacta

“¡Cuatro malditas semanas!”

– Debiste reservar tus preguntas. – dice Cinthia cuando me siento en la cama y arrojo la mochila al suelo con rabia. – Ya sabes como son.

– ¡Cállate! – le espeto sumamente molesta.

Me coloco de pie, sin zapatos, en la cama, extiendo mi mano hasta los ductos de ventilación y tomo el objeto deseado. Éstas fueron medidas que tomé hace dos años cuando los castigos comenzaron a ser más severos y mi paciencia más corta.

– Sigo sin poder creer que ellos no lo hayan encontrado. – dice sorprendida al ver el celular desechable en mi mano.

Me siento en la cama, esperando a que el aparato cargue y dejo salir un suspiro de agotamiento máximo.

– Hasta yo lo hubiese descubierto en ese patético escondite.

– No me digas nada más. – Digo molesta. – No quiero escuchar nada en estos momentos. Estoy furiosa y puedo decir algo que te va a lastimar.

El aparato termina de cargar, coloco la contraseña rápidamente para avisar el fracaso de la misión y suspiro.

“Esto ya no debería molestarme tanto.”

– Está bien. – dice en un suspiro. – Estaré en la sala leyendo un libro mientras te calmas.

Dejo que salga de la habitación sin decirle nada más y comienzo a escribir un mensaje apresuradamente a la otra mente del plan fracasado.

Catalina: Todo se fue a la mierda. 7:30pm

Karina: Oh, mierda. El celular de emergencia, esto no presagia nada bueno ¿Tan mal te fue? 7:31pm

Catalina: Nada nuevo, solo estar castigada de nuevo y no poder salir. Un día como muchos otros en esta casa. 7:33pm

Karina: Esto es horrible :( 7:34pm

Karina: Los chicos te envían saludos, salúdame a tu primo cuando lo veas, para que vuelva a pensar que tiene una acosadora XD 7:34pm

Catalina: Ya me acostumbré. 7:34pm

Catalina: Salúdalos. Y tranquila, mi amado primo seguirá recibiendo tus muestras de amor en secreto jajaja. En serio, todavía no puedo creer que no se haya dado cuenta que babeas por él, literalmente actúas como idiota. 7:35pm

Karina: Hay personas ciegas en el mundo, mi hermana XD 7:35pm

Karina: Entre ellos tu amado Hector Gallardo :P 7:35pm

Catalina: Cállate, vil engendro de satán XD 7:36pm

– Catalina.

Escondo el celular en mi ropa al escuchar la voz ronca de papá acercándose a la puerta, tomo el libro que estaba leyendo ayer y lo abro en la primera página que se me ocurre.

Él abrió la puerta con su ropa casual, mirándome atentamente.

Giré el libro al notar que estaba leyéndolo mal.

Por favor, alguien que me golpee por esa estupidez. Gracias.”  

Miro a mi padre como si nada hubiese ocurrido y su ceño fruncido me decía que no lo había convencido del todo.

“¡Mátenme!”

– Busca tu abrigo, vamos a salir.  

Es lo único que dice antes de cerrar la puerta de nuevo.

Me levanto de la cama a regañadientes, escondo el celular de nuevo en su sitio, avisándole antes a Karina que estaré fuera y, me adentré a mi armario sin muchos ánimos.

Seguramente iríamos a una aburrida reunión con toda la familia.

Mis tías me miraran como si fuera un bicho raro, mis tíos con algo de cuidado por la última vez que les grité una blasfemia cuando me sacaron de quicio, y mis adorados primos… ellos seguramente querrán molestarme toda la noche.

“¿Por qué todos no pueden ser como Mark?”

Callados.

Reservados.

Sin cuestionar las cosas.

Sin molestar.

El primo perfecto, si me lo preguntan.

Y también el crush de mi mejor amiga, Karina.

“Cyndi…”

Me paralice por completo en el interior de la habitación y cerré los ojos aterrada. 

“Otra vez no, por favor.”

“Cyndi.”

Despacio, comienzo a girarme a la puerta del armario; y como todas las veces que escucho esa voz: veo a una niña de cabello castaño largo cubriéndole el rostro, con la ropa desgastada y sucia, mirándome.

¡Mirándome!

Mierda, odio cuando esto pasa.

Nadie más la ve.

Siempre llamo a mis padres para que la ayuden, pero ellos dicen que no hay nada y se van; luego les vuelvo a gritar para que me ayuden. Cinthia se cansa de mi miedo y sale a leer un libro, mientras que alguno de mis padres entra a la habitación con una pastilla negra que me ayudará a dormir y luego se van.

Usualmente la estúpida pastilla me ayuda a dormir sin problemas después que la tomo, pero ayer me tomé una y sigo sin poder dejar de ver a esta niña aterradora.

“Cyndi.”

– N–no es–está. – murmuro presa del pánico.

“Cinthia ¿Por qué no vienes aquí por tu maldito abrigo?”

“Ella está aquí”. Dice la voz de esa escalofriante niña en mi cabeza.

Se acerca a mí despacio y yo retrocedo.

No quiero que me toque, no sé de donde carajos viene.

Caigo al suelo con un sonido estrépito, llevándome unas cuantas prendas de ropa que estaban junto a los abrigos y la miré aterrada.

“Ya es momento de salir”. Murmura la niña tocando mi frente.

Grité.

– ¡No me toques!

Busque con desespero alejarme de la niña.

Todos mis músculos estaban temblando, pero al abrir los ojos ella no estaba. Sólo era Cinthia junto a mis padres, mirándome como si acabase de enloquecer. Cosa que no dudaba luego de ver a una niña y luego ya no volver a verla.

– ¿Dónde está? – Pregunto cubierta de miedo levantándome.

– ¿Dónde está, quién? – Pregunta mi madre entrando al armario con duda.

Mi padre estaba revisando la habitación con premura y le había ordenado a mi hermana salir de allí lo antes posible. No entendía una mierda de esto ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba la niña? ¿Por qué estaban actuando tan raro?

– La niña ¡La niña de cabello castaño que me molesta siempre! Estaba aquí hace unos segundos ¿No la vieron? – Digo aterrada.

Me levanto con la ayuda de Magda y la miro presa del pánico. Ella no entendía nada. Lo veía en su cara

“¿No vio a la niña?”

– Aquí no hay nadie. – dice Jonas con seriedad mirando a mi madre luego de revisar toda la habitación como si un ladrón o asesino se estuviera ocultando.

La mujer que me trajo al mundo me miró con el ceño fruncido, buscó tocarme el brazo pero me alejé.

Rehuí de su tacto como si fuese un animal.

Ella me observó asustada, con… ¿Reconocimiento?

No lo sé, su rostro era diferente al que acostumbraba a mirar.

– Catalina. – dice ella con nerviosismo.

Toma mi mano con duda. Al ver que no rehuí de su tacto apretó mi mano y suspiró.

– Aquí no hay nadie, Catalina.

– Sí, ella estaba aquí. – digo, mis manos temblaban considerablemente mientras la observaba. – Estaba aquí, de pie frente a mí, estaba buscando a alguien. Estaba buscando a Cyndi.

– ¿Qué fue lo que te dijo la niña? – Pregunta acariciando mi cabello para calmarme.

Luego le dijo a papá que le trajera algo que se encontraba en su mesita de noche.

Mire todo con nerviosismo.

Me sentía extraña, veía todo el entorno y me sentía amenazada.

Por eso, cuando vi a mi padre entrar con una aguja me sobresalté, la mano de Magda fue la que me mantuvo en mi puesto sin opción a resistirme.

– Dime lo que te dijo la niña, Catalina. – dice Magda con voz dulce, intentando calmar mis nervios. Miré la aguja en su mano tratando de huir y ella sonrió. – Es el mismo medicamento que te dimos ayer, la pastilla, pero en una inyección. No hay nada que temer.

– Ella–a me dijo que es m–momento de salir. – digo asustada mirando el objeto corto punzante acercándose a mi cuerpo.

La aguja descansó sobre mi muñeca y los ojos de mi madre vieron directamente a los míos para calmarme.

– ¿Por qué sólo puedo verla yo?

– El tiempo se acabó, mi niña. – dice con pesar mientras el líquido se precipita por mis venas, quemándome un poco.

Gruñí mientras mi sangre lo procesaba, pero ella me relajó con sus caricias sobre mi cabello, me hacía sentir segura.

Ignoraba por completo el suero negro que estaba en mi sistema mientras lo hacía.

– Mamá… ¿Por qué me tratan así? – Pregunto en un murmullo; perdiendo las fuerzas por completo.

Ya el suero me estaba pasando factura.

– Todo esto es por tu bien. – dice en un susurro.

Cierro los ojos dejándome dominar por el cansancio, ella deja salir un suspiro y una gota de extraña procedencia cayó sobre mis ojos.

Solo podía sentir los latidos de su corazón. Sentirlos contra mi mejilla mientras ella me abrazaba con fuerza contra su cuerpo.

Trasladándome a un lugar que no recordaba, donde todo lo veía borroso, las sensaciones era lo que lograba apreciar, pero las voces llegaban distorsionadas a mis oídos.

Yo gritaba un nombre, pero no lo comprendía. Estaba perdida en la oscuridad.

Perdiéndome por completo sin oportunidad de ser rescatada.

“Ya falta poco”. Dice la voz de una mujer en mi mente, se escuchaba muy lejana. Como si fuera un extraño eco de mi memoria. “Deberías comenzar a ocultarte”.

Busco abrir los ojos para verla, ver si se trata de nuevo de una extraña figura que nadie más ve, pero no podía ver nada.

Todo en mi habitación está en completa oscuridad.

Todavía siento la suavidad de unas sábanas debajo de mi cuerpo, una cobija siendo colocada sobre mí; y unas cuantas respiraciones alrededor.

Las teclas de un computador se escuchan al fondo, al igual que la voz de algunos amigos de Cinthia mientras chatean, lo que no logro entender es porque no veo nada.

Todo está rodeado de oscuridad.

– ¿Qué le ocurrió? – Pregunta Cinthia a lo lejos.

– Nada. – dice papá con voz ronca, pensativo.

“Ya lo sé”. Dice otro hombre en mi mente, con un gran eco, de nuevo, como si estuviesen cerca pero también lejos.

“¿Me estoy volviendo loca?”

“Mañana comenzaré los preparativos”. Dice de nuevo la voz de ese hombre.

No quiero saber el lugar de procedencia de ese inquietante sonido, mucho menos verlo. Ahora solo deseo estar con los ojos cerrados y estar imaginando mi mundo perfecto en los sueños. Esos lugares sombríos y misteriosos en los que me he refugiado a lo largo de todos estos años.

No escuchando voces lejanas y extrañas como si fueran parte de mis pensamientos.

“¿Esto es lo mejor? Estamos a punto de dejar todo de lado por una persona”. Dice de nuevo la voz de esa mujer.

“¡Ya cállense!”

“Esa persona es lo suficientemente importante para mí, así que sí, ella vale completamente el riesgo”.

– ¡Fuera de mi cabeza! – Grité.

Ya estoy harta de ser una interceptora de conversaciones, parezco radio de tanta palabrería cruzando por mi cabeza.

Una almohada impactó en mi cara.

Abrí los ojos sorprendida.

Estaba sentada en mi cama, con la pijama puesta, mi cabello trenzado ligeramente e increíblemente no había nadie más en está habitación.

Miro la almohada sobre mi regazo y frunzo el ceño.

– No me dejas dormir. – gruñe Cinthia acostada de espaldas en su cama. – Son las diez de la mañana, Catalina ¡Deja dormir a los demás!

¿Diez de la mañana?

Me levanto sigilosamente de la cama, el suelo helado de mi habitación que me recibió con gusto mientras caminaba a la ventana me hacía caer en la cuenta que todo era real.

Nada de esto era un sueño.

Yo estaba en mi habitación, Cinthia estaba durmiendo y eran las diez de la mañana.

El sol entraba en pequeñas líneas rebelándose ante la cortina que los mantenía fuera, pero lo más extraño no era ver que era de mañana, lo extraño es que yo entré a esta habitación cuando estaban a punto de ser las ocho de la noche.

¿Dormí quince horas?

– Cinthia. – murmuro dudosa abriendo un poco la cortina para observar la calle frente a la casa.

Sí, era de mañana.

– ¿Qué? – Gruñe mi hermana cubriendo su rostro con la almohada que acababa de arrojarme.

– ¿Me quedé dormida luego de cenar?

– Claro que no.

Se sienta molesta por haberla despertado y me mira. Bien. Esa mirada fulminante no se la deseo ni a mi peor enemigo.

– Papá y tú fueron a casa de Mark y no regresaron hasta medianoche, pero ya estabas dormida cuando cruzaron la puerta.

“¿Estuve en casa de Mark anoche?”

Miro a las personas que transitaban la calle a esa hora, la mayoría siendo adultos y niños que disfrutaban de los días libres, otros estaban de camino al trabajo, otros entrenaban.

Esa era la parte positiva de esta urbanización, no estaba aislada de la sociedad, era privada, sí, pero tenía muchas personas habitándola. Entre ellas el chico guapo que tengo por vecino…

Un momento ¿Mi vecino súper sexy regresó?

Parpadeo rápidamente, intentando acostumbrar mis ojos a la luz del sol, adaptándome a la figura maravillosa que me encontraba observando.

“Es que lo veo y no lo creo.”

Ese chico se había mudado hace años, no supe nada de él hasta hoy que lo veo de nuevo, y déjenme decir que está mucho más apuesto que antes.

No sé su nombre, tampoco su edad, ni conozco a su familia.

“Yo solo soy la vecina que lo acosa, pero siendo una pésima acosadora si me lo preguntan.”

Lo único que sé sobre el chico es que tiene el cabello negro como la noche, los ojos azules como el cielo y la piel pálida como Edward Cullen o Simon Lewis, y la forma en la que la sé es patética, como lo sabría toda vecina chismosa del barrio: Por verlo a través de la ventana de tu habitación.

¿Cuándo habrá vuelto?

¿Ahora iba a vivir en la casa del frente?

Eran muchas las preguntas que pasaban por mi mente ahora, pero no me atrevía a acercarme.

No.

“Será para parecer una lunática, que lo soy, pero él no debe saberlo.”

Muevo la cabeza para despejar mis ideas y frunzo el ceño.

Debemos concentrarnos en lo importante: ¿Por qué no recuerdo haber ido a la casa de Mark anoche?

¿Tan cansada estaba para haberlo olvidado?

Cierro la cortina mirando al suelo y suspiro.

– No lo recuerdo. – digo en voz baja lo que pienso.

Entro al armario para cambiarme a la ropa de deporte, para mi entrenamiento matutino.

¿Qué color se verá interesante para atraer la atención de mi vecino misterioso?

– Y no lo vas a hacer. – grita Cinthia desde la habitación.

Me detengo en la búsqueda exhaustiva de ropa deportiva en mi closet y asomo la cabeza en la habitación. Ella está sentada con la mirada somnolienta y una clara cara de sueño aterradora.

– ¿Qué dices?

– No vas a recordar lo que pasó anoche, estabas molesta y algo drogada cuando salieron de aquí. – dice limpiando uno de sus ojos con el dorso de su mano.

Claro que estaba molesta, me tienen como una prisionera en mi propia casa, pero de allí a no recordar haber ido a casa de Mark es muy extraño. Además ¿Estaba drogada?

– Mm… Está bien. – respondo rendida.

Es patético pelear contra mi memoria, cuando le da la gana deja de funcionar y dejo de recordar algunas cosas importantes. Ya estoy acostumbrada a que lo haga. Por eso regresé a mi tarea con entusiasmo dando vuelta a la página, lo que pasó ayer ya es pasado, no importa.

– Ah, por cierto, Cinthia. El vecino súper sexy volvió. Lo acabo de ver por la ventana.

– ¡No inventes!

Escucho sus pasos moverse de forma apresurada por la habitación, hasta que se detuvo y un gritito sumamente bajo salió de su boca.

Sí, también lo había visto.

– Ahora parece haber ejercitado más. – dice sorprendida desde la ventana. – Se ve más sexy que antes ¿Irá al gimnasio?

Termino de vestirme con mi ropa deportiva gris con negro, amarro mi cabello en una coleta y salgo del armario.

Sí, el vecino puede estar muy lindo y todo, pero yo tengo entrenamiento y por verlo como acosadora por la ventana no lo voy a detener.

– Mierda. – murmura Cinthia desde la ventana.

– Mamá te va a matar si te escucha hablando así. – digo acercándome hasta ella. Estaba paralizada en la ventana y parece que hubiese visto un fantasma. – ¿Qué pasa?

– Está mirando hacia aquí. – dice en un susurro.

– ¿Qué?

– ¡Qué él está mirando hacia acá! – Grita en un susurro abriendo la cortina para que yo vea.

Azul con café.

Ese fue el primer choque de nuestras miradas después de tanto tiempo viviendo uno a lado del otro.

Él me estaba mirando desde la acera del otro lado de la calle, apoyado como todo chico malo, con una sudadera negra remangada hasta los codos y unos pantalones negros. Su cabello estaba más largo a como lo recordaba, alborotado sobre su frente. Y sus ojos…

¡Santa madre!

Sus ojos estaban mirándome.

¡A mí!

Ya, definitivamente esto es un sueño y en cualquier momento me voy a caer de la cama.

El chico ladeó una sonrisa tímida y me saludó. De forma similar a los militares.

– ¡Ay!  

Miro a Cinthia con el ceño fruncido por el pellizco que me dio y ella sonríe.

– ¿Qué fue eso?

– Lo siento, me aseguraba que esto no era un sueño. – dice con las mejillas levemente sonrojadas.

Le devolví el gesto con un poco más de fuerza y se comenzó a masajear con su mano el brazo derecho.

– ¿Qué hacemos ahora? – Pregunta refiriéndose al chico que vive del otro lado de la calle.

– Nada, cerrar la cortina. – digo con simpleza mientras lo hago.

– ¿Estás loca? ¡Es el vecino guapo!

– ¿Y?

– ¡Te saludó!

– ¡¿Y?!

Tomo el reproductor de música de mi mesita de noche, le instalo los audífonos con las canciones que quiero para el entrenamiento.

Miro a Cinthia que me mira con la boca abierta y yo elevo una ceja confundida.

– Bien, vas a entrenar. – dice con una sonrisa al ver mi ropa. – Tal vez choques con él, hablen; él sea un patán, tú lo odiarás al principio, pero luego se conocen y se enamoran perdidamente el uno del otro ¡Y todos felices!

– Vaya. Alto ahí fangirl. – digo con las manos extendidas frente a ella. – Muchas novelas románticas para ti. Nada de eso pasará.

– Pero seguramente Karina va a pensar lo mismo que yo. – dice haciendo un puchero con sus manos juntas.

– Muchas novelas para ella también. – digo sorprendida. Cuando mi hermana quiere ser como Karina puede lograrlo. – Nada va a pasar entre nuestro vecino y yo, solamente estaba saludando por cortesía, porque parecíamos acosadoras en la ventana. Por nada más.

–  Pero…

– Pero nada, Cinthia. – abro la puerta de la habitación y me coloco los audífonos en mis oídos. – Voy a lavarme la cara y luego voy a entrenar. Ya deja el tema estar.

En la sala estaban mis padres y el padre de Mark.

Este último portando una cazadora marrón oscuro y traía el cabello alborotado algo largo.

Tenía cierto parentesco con mi padre, pero los ojos de Marcus Lender eran grises, nada que ver con los marrones de mi padre. Parece que están hablando de algo serio, tenían mapas, papeles y cartas sobre la mesa de cristal de la sala.

Ninguno me había notado todavía.

Estaban enfrascados en una discusión sobre años, elementales, nativos o cosas parecidas.

– En un mes se cumple el periodo. – decía Marcus, señalando una de las hojas con el ceño fruncido. – Debemos decirles…

– ¡Catalina! – Dice mi madre sorprendida al verme.

Todos los demás giran en mi dirección y por primera vez estoy deseando nunca haber salido de mi habitación.

– ¿Hola?

Ellos estaban hablando de un periodo vencido ¿El matrimonio de los padres de Mark estaba a punto de acabar? ¿Por eso estaba su padre aquí hablando con los míos?

Miro a mi madre, estaba con una ropa deportiva como yo, sus gafas para leer se encontraban sobre sus ojos mientras me observaba nerviosa. De seguro la interrumpieron cuando estaba a punto de salir a entrenar.

Mientras que mi padre estaba sentado de forma casual con su uniforme táctico, camisa negra manga larga, pantalones negros con algunos bolsillos a los lados, botas militares, cinturón con arma y municiones, junto con el chaleco antibalas.

¿Estaba de salida o iba llegando?

Con su profesión los horarios son algo confusos.

– ¿Cómo te sientes hoy? – Pregunta Marcus con media sonrisa.

Centre mi atención en él y fruncí el ceño.

– Ayer estabas muy molesta cuando estabas en mi casa.

Así que sí fui a tu casa. Interesante.

– Estoy…

“Ustedes deben cuidarla en todo momento, no dejen que la encuentre”. Escucho de nuevo la voz de un hombre.

Miro a todos en la sala en busca de alguna señal, pero ninguno habló. Todos estaban esperando mi respuesta.

Enserio me estoy volviendo loca.

Apoyo mi peso en el marco de la entrada a la sala cuando sentí un mareo efímero abordándome y suspire.

Necesito un poco de comida antes que me caiga al suelo. Me disculpo con los presentes, justificándome con las necesidades diarias y caminé al baño.

Por favor que el agua fría haga efecto.

Salgo del baño, limpiando mi rostro con una toalla y abrí el refrigerador para tomar una botella de agua y la manzana que siempre guardo en la noche para comerla antes de entrenar.

“A veces creo que se preocupa demasiado”. Se queja una voz femenina en mis pensamientos. “Ella estará perfecta, nosotros somos la mejor opción que tenía para cuidarla”.

– ¿Qué diablos?

Trastabille un poco en la cocina y cerré los ojos.

Loca.

Esa es mi definición.

Estoy completamente loca por estar siempre dentro de estas cuatro paredes sin socializar con el exterior como alguien normal, ya la etapa de los amigos imaginarios debió estar quemada para mí.

¿Me estoy volviendo esquizofrénica?

– Catalina. – llama mi madre desde la sala.

La miro sobre mi hombro mientras como la manzana de camino a la entrada y frunzo el ceño. Todos tienen sus ojos en mí de nuevo, es como si ellos vieran algo que yo no.

¿O también lo escucharon?

– ¿Escucharon eso?

– ¿Escuchar qué? – Pregunta Marcus levantándose del sillón sin retirar su mirada grisácea de mí. – ¿Qué sucede, Catalina?

– Nada. – fuerzo una sonrisa y niego con la cabeza despacio. – Es el cansancio, supongo.

– Bien. – dice mi padre con un suspiro, levantándose de su lugar. – Vamos a salir, ve por Cinthia.

Asiento sin preguntar nada más y con una falsa sonrisa voy a buscar a mi hermana.

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