“Él se oculta en las sombras,
Huye del pasado con la esperanza de descansar.
Ella está naciendo,
Una pequeña que no sabrá nada de la realidad.
Los dos son el final del sufrimiento..."
La habitación era de hierro.
Una cápsula de hierro con una simple abertura en el suelo para la comida.
La niña estaba sentada en el rincón de la habitación y susurraba cosas sin sentidos.
– Heather. – llamó alguien desde la abertura junto al suelo.
Ella atendió como si de un depredador se tratase, miró la abertura como una amenaza y caminó hasta ese lugar usando sus manos y piernas para desplazarse, como un animal.
No era una niña.
Era una mujer y estaba embarazada.
El cabello le cubrió el rostro al detenerse en la puerta y miró todo con cuidado.
No se fiaba de nada, estaba atenta a cualquier ataque.
Sus brazos, piernas, pecho… Todo su cuerpo tenía cicatrices. Su cabello castaño oscuro estaba tan largo que lo usaba como un manto protector, sus ojos eran negros como la noche, con una piel pálida como el papel.
Era una mujer hermosa, pero había algo en ella que no le permitía tener una vida normal.
Un sello de dos serpientes comiéndose la una a la otra reposaba sobre su vientre abultado, brillaba de un color rojo intenso. Y la tela desecha de la ropa interior que la cubría estaba tan sucia que no poseía su color original.
– Tienes visitas. – dice una voz masculina del otro lado de la puerta.
– No. – murmura la mujer, regresa al rincón de la habitación y grita con voz ronca: – ¡No quiero a nadie!
El hombre, ignorando las palabras de la mujer, abrió la puerta.
Dando paso a un hombre de cabello castaño y ojos grises brumosos. Detrás de él venía una mujer de cabello rubio y ojos azules. Estaban vestidos como personas de negocios, pero no lo eran, ella lo sabía, podía sentirlo.
– Heather. – dice la mujer dando un paso al interior de la habitación. Dicha mujer estaba en cinta, tal vez el mismo tiempo que Heather. – Fui traída aquí por él. No voy a hacerte daño.
Heather se colocó frente a la mujer en un movimiento.
Transportándose.
La miró de arriba abajo y frunció el ceño.
– Squadrys. – sisea Heather a la mujer. Mira al hombre en la habitación con una mueca. – Jayskeen... Elementales.
Se escuchaba como un animal, su parte humana se había perdido completamente con el paso del tiempo, el feto en su interior la había consumido por completo.
Ya había cumplido su misión.
– Somos...
– Jugadores. – murmura Heather, interrumpiendo a la otra mujer. Pasa una mano sobre el vientre de la mujer y frunce el ceño. – Niña.
– Así es. – dice la mujer con tranquilidad, roza su mano con la de Heather.
Ésta la aleja como si le quemase y la mira con resentimiento. La mujer bajó la mirada apenada.
– Vine a ayudarte.
– ¿Cómo?
– Nos haremos cargo de tu bebé. – dice el hombre, llamando la atención de la mujer. – Es la misión que nos encomendaron.
Heather apareció frente al hombre en un parpadeo, olisqueando por completo al desconocido.
Reconociendo el olor de las sombras en ellos.
Sonrió.
– Eitak. – mira al hombre y sonríe ampliamente, satisfecha. – Conoces al Eitak.
– Él nos ayudó a seguir con vida. – responde él con simpleza.
– ¿Sabe sobre mí?
– No. – responde la otra mujer. – Nadie sabe sobre ti, Heather.
– No pueden verlo. – dice Heather tajante. Señala su vientre abultado y luego a ellos. – No pueden verse. No todavía.
– ¿Por qué? – Pregunta el hombre.
– Alguno podría morir. – señala su vientre y su rostro palidece notoriamente al recordar algo. – Es inestable, peligroso. Stanfers.
– Nos haremos cargo de él como si fuera nuestro. – dice la mujer, se detiene al lado de Heather y frunce el ceño. – Ya sabemos lo que ocurrirá contigo.
– Voy a morir. – dice Heather sonriendo. – Ella me matará. Ya mató a su padre.
Señala un cuerpo descompuesto del otro lado de la habitación y ríe.
Un esqueleto reposaba en la habitación.
El esqueleto de un hombre, donde lo único que quedaba eran los restos de su ropa negra y unas ratas comiendo los últimos trozos de carne podrida que le quedaban. La mujer y el hombre miraron la escena con horror y luego escucharon a Heather hablar con entusiasmo.
– Es una asesina. – cantaba la mujer dando saltos de un lado a otro en la habitación. – Mata a todos los que la rodean. Es la eterna muerte ¡La Eternidad!
– ¿Qué es "La Eternidad"? – Pregunta la mujer con cierto aire temeroso.
Heather se detuvo de forma abrupta en la habitación, su cabello cubriendo su cuerpo lentamente mientras ella reía. La mujer se colocó al lado del hombre y este la sostuvo con el ceño fruncido en preocupación. Heather estaba loca, había perdido el juicio encerrada en estas cuatro paredes de hierro.
– La Eternidad, es la niña. La niña es la eternidad. – dice entre risas.
Lo mira bajo el manto oscuro de su cabello, mostrando sus dientes como buen depredador con su presa.
– Es el fin del mundo. El desafío al creador. La predicción de la madre. La muerte y la vida. El inicio y el fin ¡Es la reina de la oscuridad y la sangre! El temor del cielo...
Comienza a hablar con rapidez, todo su cuerpo temblando. Convulsionando, perdiendo la batalla contra la muerte.
La otra mujer rompió fuente en ese momento por el miedo ocasionado, el hombre la sostuvo y luego, personas entraron a la habitación. Elementales vestidos de negro con unas máscaras en el rostro.
El último de ellos con una aguja en la mano, un calmante para callar a Heather que acaba de entrar en labor de parto.
Heather reía y giraba los ojos diciendo cosas sin sentido. Repitiendo las palabras que había dicho con anterioridad.
Se detuvo en un punto de la habitación y sonrió.
Sus ojos completamente negros, venas violáceas los rodeaban, sus dientes amarillos con rastros de sangre y su piel pálida cubriéndose lentamente de venas.
Alcanzando el límite de lo humano, abandonando la vida carnal que le había sido otorgada.
Pero con todo y eso, se detuvo para decir unas palabras:
– Protege a la niña y la niña te protegerá. Ella ama a las sombras, tú la amas a ella. Por ese sentimiento debes protegerla, ella es el principio del fin. Portador de la llama eterna.
El hombre le inyectó el líquido de la aguja y eso la durmió por completo.
No más palabras. No más risas. No más gritos.
Sólo silencio...
CATALINAEstoy llegando a casa.Miro alrededor y resoplo resignada. Esta habitación la comparto con mi hermana menor, así que, la probabilidad de llegar y encontrarla ordenada es completamente nula. Mejor ni me molesto en pelear con ella. Acabo de llegar de una jornada agotadora en el instituto y lo último que quiero es discutir con una niña de doce años.Paso sobre libros, almohadas y ropa.Saltando esporádicamente hasta llegar a mi cama; dejo el bolso en su lugar y suspiro. Mi madre va a asesinar a Cinthia cuando vea el desastre que tiene en la habitación, enserio ¿Cómo una chica de doce años puede ser tan desordenada?Me recuesto en la cama exhalando el aire por la nariz con los ojos cerrados, sumamente agotada. La vibración de mi teléfono me recordó lo que estaba a punto de hacer y cuando miré la notificación en la pantalla vol
CATALINAApenas ocho días pasaron desde que fui castigada por mis padres.Ocho días en los que no hice otra cosa que no fuera estar en el gimnasio de la casa entrenando, correr media hora los cinco kilómetros de la urbanización y, luego leer un libro en la sala junto a mi hermana; que increíblemente tampoco podía salir sin la supervisión de un adulto.Estaban muy serios después de la visita de Marcus ese día que hablaron de periodos vencidos y eventos extraños hechos por personas llamadas elementales.Eran cosas que no comprendía y tampoco quería hacerlo.– Catalina.No respondí.Cinthia y yo estábamos solas en la casa desde hace horas.Ya había hecho mi rutina de ejercicio y ahora estaba leyendo un libro – cosa que mi hermana no parece comprender que necesita estar todo en el entorno en silencio &n
CATALINAEstábamos en un parque a las afueras de la ciudad.Nadie mencionaba lo ocurrido hace dos días, Cinthia jamás mencionó o preguntó nada sobre esa tarde.Se calló.Increíblemente lo hizo y yo estaba absuelta de preguntas gracias a eso.Ya me bastaba con todas las dudas que tenía en mi mente ahora.– ¿Dónde estabas? – Preguntó Cinthia ese día cuando entré a nuestra habitación. Cerré la puerta con la respiración pausada, pero con el corazón latiendo a toda velocidad y la miré. – Pensé que esos hombres te habían llevado con ellos.Tenía los diarios frente a la cama, uno rosa pálido algo desgastado por los años y otro negro. Los estaba mirando como
CATALINAEn mis sueños se presentan cosas extrañas siempre.Pero la que soñé fue la más extraña de todas.Me encontraba en el instituto, todos formábamos una fila para entrar a las aulas correspondientes; cuando de la nada llegaba alguien similar al sujeto del parque y comenzaba a hablar, pero lo que decía no lo podía escuchar.Yo estaba fingiendo…Después de eso, lo único que recuerdo es que desperté, estaba en mi habitación. Cinthia ya no estaba en su cama, estaba en el colegio. Yo no recordaba todos los detalles del sueño, estaba cubierta de sudor y con la respiración acelerada – sea lo que sea que pasó en ese sueño – me afectó mucho.Retiré la cobija de mi cuerpo, mis músculos quejándose por el movimiento.Había dormido pésimo.Mire
CATALINA– ¿Qué diablos está pasando?Me levante con la ayuda de la mujer encapuchada antes que desapareciera para pelear. Luego, el sujeto extraño del parque apareció frente a mí y me entregó un cuchillo. Ahora no sé qué es lo que voy a hacer.– Muy bien. – dice una chica rubia apareciendo frente a mí con un pequeño rastro de sangre en su mejilla. – Esta es la pregunta que hemos estado haciendo a todos los chicos aquí. Tú respuesta decidirá tú destino. ¿Quieres entrar al juego del Guardián de Sombras?Miro el cuchillo en mi mano, luego miro a la chica con ojos azules. No sé lo que es mejor para mí, estos sujetos nos están ayudando. Pero no sé si van a perjudicarme.No lo harán y lo sabes, deja de temer. Dice esa vo
CATALINACuando desperté me encontraba sola en una habitación de hospital, no había absolutamente nadie.Ni padres, ni amigos, ni flores. Nada, es como si yo no tuviese a nadie que pueda darme apoyo cuando me encuentro en peligro. Como si todo lo relacionado a mi vida no le importa a nadie.Lo que me hizo recordar que era cierto.Porque… ¿Por qué otra razón me cambiarían el nombre?Durante toda mi vida pensé que me llamaba Catalina Lender, una chica de dieciséis años con problemas para salir sin la supervisión de sus padres, pero sin dejar de ser una chica normal. Cuando la verdad es que soy Cyndi Lender, una chica de dieciséis años a la que sometieron a una pastilla para olvidar, recuerda lentamente conforme pasa el tiempo sin beber la pastilla, tiene que pelear en un juego donde todos la quieren muerta y no recuerda su entrenamiento.
CYDILERYa en el interior de mí casa, una hora más tarde pude relajarme notoriamente en la comodidad de mi cama.Las palabras de ese sujeto seguían repitiéndose en mi cabeza, ciertamente ya sospechaba que esto solo sería el comienzo de algo peor, pero me negaba a aceptarlo para que mi mente no se fuera a los lugares que yo me negaba a entrar para admitir mi verdadera naturaleza.Yo...Me estaba convirtiendo en una asesina.Ya había lavado mi cuerpo de cualquier rastro de sangre y mugre de las tejas del instituto, y por más que lavaba mi cuerpo no me sentía limpia del todo. Me miraba al espejo cubierta por la toalla y la mirada que la chica me regresaba era oscura, no existía rastro alguno de inocencia en sus facciones.Luego estaba el hecho de las cicatrices que quedaron de la batalla, no eran muy notorias, estoy segura que se borrar&aa
CYDILERTerminé mi desayuno de forma mecánica como venía haciendo hace dos días y me levanté de la mesa sin pedir permiso.Mis padres ya no me decían nada, las clases en cualquier institución fueron suspendidas. Los jóvenes se abstenían de salir e increíblemente algunos se comenzaron a volver asesinos para practicar para este estúpido juego.Sabía que la sociedad humana era débil y se adaptaba al entorno, pero jamás me imaginé que llegarían al punto de querer matar a otros solamente para ser los mejores. Estaban cayendo en un agujero tan profundo que creo fervientemente que el infierno rechazará sus almas cuando se llegue el momento de recibirlas.– Mark está en el teléfono. – dice Cinthia llegando con el aparato en sus manos. – Quiere hablarte.