El Juego (El Juego #1)
El Juego (El Juego #1)
Por: Laydy Czulewyez
Prologo

Él se oculta en las sombras,

Huye del pasado con la esperanza de descansar.

Ella está naciendo,

Una pequeña que no sabrá nada de la realidad.

Los dos son el final del sufrimiento..."

La habitación era de hierro.

Una cápsula de hierro con una simple abertura en el suelo para la comida.

La niña estaba sentada en el rincón de la habitación y susurraba cosas sin sentidos.

– Heather. – llamó alguien desde la abertura junto al suelo.

Ella atendió como si de un depredador se tratase, miró la abertura como una amenaza y caminó hasta ese lugar usando sus manos y piernas para desplazarse, como un animal.

No era una niña.

Era una mujer y estaba embarazada.

El cabello le cubrió el rostro al detenerse en la puerta y miró todo con cuidado.

No se fiaba de nada, estaba atenta a cualquier ataque.

Sus brazos, piernas, pecho… Todo su cuerpo tenía cicatrices. Su cabello castaño oscuro estaba tan largo que lo usaba como un manto protector, sus ojos eran negros como la noche, con una piel pálida como el papel.

Era una mujer hermosa, pero había algo en ella que no le permitía tener una vida normal.

Un sello de dos serpientes comiéndose la una a la otra reposaba sobre su vientre abultado, brillaba de un color rojo intenso. Y la tela desecha de la ropa interior que la cubría estaba tan sucia que no poseía su color original.

– Tienes visitas. – dice una voz masculina del otro lado de la puerta.

– No. – murmura la mujer, regresa al rincón de la habitación y grita con voz ronca: – ¡No quiero a nadie!

El hombre, ignorando las palabras de la mujer, abrió la puerta.

Dando paso a un hombre de cabello castaño y ojos grises brumosos. Detrás de él venía una mujer de cabello rubio y ojos azules. Estaban vestidos como personas de negocios, pero no lo eran, ella lo sabía, podía sentirlo.

– Heather. – dice la mujer dando un paso al interior de la habitación. Dicha mujer estaba en cinta, tal vez el mismo tiempo que Heather. – Fui traída aquí por él. No voy a hacerte daño.

Heather se colocó frente a la mujer en un movimiento.

Transportándose.

La miró de arriba abajo y frunció el ceño.

Squadrys. – sisea Heather a la mujer. Mira al hombre en la habitación con una mueca. – Jayskeen... Elementales.

Se escuchaba como un animal, su parte humana se había perdido completamente con el paso del tiempo, el feto en su interior la había consumido por completo.

Ya había cumplido su misión.

– Somos...

– Jugadores. – murmura Heather, interrumpiendo a la otra mujer. Pasa una mano sobre el vientre de la mujer y frunce el ceño. – Niña.

– Así es. – dice la mujer con tranquilidad, roza su mano con la de Heather.

Ésta la aleja como si le quemase y la mira con resentimiento. La mujer bajó la mirada apenada.

– Vine a ayudarte.

– ¿Cómo?

– Nos haremos cargo de tu bebé. – dice el hombre, llamando la atención de la mujer. – Es la misión que nos encomendaron.

Heather apareció frente al hombre en un parpadeo, olisqueando por completo al desconocido.

Reconociendo el olor de las sombras en ellos.

Sonrió.

Eitak. – mira al hombre y sonríe ampliamente, satisfecha. – Conoces al Eitak.

– Él nos ayudó a seguir con vida. – responde él con simpleza.

– ¿Sabe sobre mí?

– No. – responde la otra mujer. – Nadie sabe sobre ti, Heather.

– No pueden verlo. – dice Heather tajante. Señala su vientre abultado y luego a ellos. – No pueden verse. No todavía.

– ¿Por qué? – Pregunta el hombre.

– Alguno podría morir. – señala su vientre y su rostro palidece notoriamente al recordar algo. – Es inestable, peligroso. Stanfers.

– Nos haremos cargo de él como si fuera nuestro. – dice la mujer, se detiene al lado de Heather y frunce el ceño. – Ya sabemos lo que ocurrirá contigo.

– Voy a morir. – dice Heather sonriendo. – Ella me matará. Ya mató a su padre.

Señala un cuerpo descompuesto del otro lado de la habitación y ríe.

Un esqueleto reposaba en la habitación.

El esqueleto de un hombre, donde lo único que quedaba eran los restos de su ropa negra y unas ratas comiendo los últimos trozos de carne podrida que le quedaban. La mujer y el hombre miraron la escena con horror y luego escucharon a Heather hablar con entusiasmo.

– Es una asesina. – cantaba la mujer dando saltos de un lado a otro en la habitación. – Mata a todos los que la rodean. Es la eterna muerte ¡La Eternidad!

– ¿Qué es "La Eternidad"? – Pregunta la mujer con cierto aire temeroso.

Heather se detuvo de forma abrupta en la habitación, su cabello cubriendo su cuerpo lentamente mientras ella reía. La mujer se colocó al lado del hombre y este la sostuvo con el ceño fruncido en preocupación. Heather estaba loca, había perdido el juicio encerrada en estas cuatro paredes de hierro.

– La Eternidad, es la niña. La niña es la eternidad. – dice entre risas.

Lo mira bajo el manto oscuro de su cabello, mostrando sus dientes como buen depredador con su presa.

– Es el fin del mundo. El desafío al creador. La predicción de la madre. La muerte y la vida. El inicio y el fin ¡Es la reina de la oscuridad y la sangre! El temor del cielo...

Comienza a hablar con rapidez, todo su cuerpo temblando. Convulsionando, perdiendo la batalla contra la muerte.

La otra mujer rompió fuente en ese momento por el miedo ocasionado, el hombre la sostuvo y luego, personas entraron a la habitación. Elementales vestidos de negro con unas máscaras en el rostro.

El último de ellos con una aguja en la mano, un calmante para callar a Heather que acaba de entrar en labor de parto.

Heather reía y giraba los ojos diciendo cosas sin sentido. Repitiendo las palabras que había dicho con anterioridad.

Se detuvo en un punto de la habitación y sonrió.

Sus ojos completamente negros, venas violáceas los rodeaban, sus dientes amarillos con rastros de sangre y su piel pálida cubriéndose lentamente de venas.

Alcanzando el límite de lo humano, abandonando la vida carnal que le había sido otorgada.

Pero con todo y eso, se detuvo para decir unas palabras:

– Protege a la niña y la niña te protegerá. Ella ama a las sombras, tú la amas a ella. Por ese sentimiento debes protegerla, ella es el principio del fin. Portador de la llama eterna.

El hombre le inyectó el líquido de la aguja y eso la durmió por completo.

No más palabras. No más risas. No más gritos.

Sólo silencio...

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