CAPÍTULO 1

DOS MESES ANTES…

El club estaba a reventar, la música sonaba alto. Cuerpos moviéndose de un lado a otro bien sincronizados. La tensión sexual se notaba en el ambiente.

Ella había ido a ese lugar porque necesitaba darle un cambio a su vida. Andrew Thomas, su amigo durante años y luego su pareja desde hacía uno la había engañado. Se sentía frustrada, pero al mismo tiempo aliviada. Dos sentimientos tan distintos que le cabreaba. 

Tomó un sorbo de su trago "margarita". Recordando ese episodio de su vida tan bochornoso. Todo había estado mal desde hace algunos meses entre ellos, pero Diana quería arreglar las cosas, por eso cuando salió ese día de la oficina, decidió intentarlo.

Le envió un mensaje a Andrew diciéndole que pasaría por su apartamento, y que le pidió que se ocupara del vino. Porque ella llevaría la cena. Le había escrito unas dos horas antes, le parecía extraño que él no hubiese contestado. Sin embargo, se puso en marcha.

Fue al restaurante de comida china, y pidió todo para una velada romántica. Estaba muy inquieta, realmente Andrew le gustaba, él era muy atento con ella, pero últimamente estaban muy distantes. Quería avivar un poco el fuego entre ellos, porque la llama de su relación que al parecer se estaba apagando.

Cuando llegó al estacionamiento del lujoso edificio donde vivía Andrew. Ella pudo darse cuenta al ver su vehículo, que él ya estaba ahí. Hizo lo de siempre, estacionó el suyo al lado del de él.

Al menos estaba ahí. Esperando por ella se dijo, si no sería una gran lástima desperdiciar tanta comida. Aunque le parecía muy raro que no le hubiese contestado aún. Salió del ascensor verificando que las bolsas de comida estuvieran perfectas, y que no se hubiese derramado nada.

Buscó las llaves del apartamento, que él mismo le había dado hace siete meses atrás. Metió la llave y abrió la puerta con mucho cuidado. Nada la había preparado para lo que vio en ese momento.

Había ropa por todas partes. Zapatos azules de mujer, medias negras. La corbata de él también estaba tirada en el suelo.

—¡Oh Andrew! ¡Sí! —tenía que ver. La voz era demasiado familiar.

Los encontró desnudos en el sofá, el cuerpo de Andrew bombeaba fuertemente dentro del cuerpo de la mujer.

—¡No pares! ¡Necesito más!

Esa voz, la conocía. Era Amanda, la chica de mercadeo que trabajaba con ellos en la empresa. Dejó caer las bolsas de comida al suelo. El ruido hizo que ellos dejaran por un momento lo que estaban haciendo.

—¡Diana! —gritó Andrew. Saliendo del cuerpo de la mujer— ¿Qué haces aquí?

—Si te hubieses tomado la molestia de ver el celular. Lo sabrías —la voz estaba entre quebrada, pero no iba a llorar delante de ellos. Amanda miraba a Diana con una sonrisa satisfecha—. Pero no te continúen, yo me voy. Sigan con lo que estaban haciendo. No se preocupen por mí.

—¡Para nada estamos preocupados! —exclamó Amanda— al contrario, has interrumpido la diversión. Como siempre.

—Diana... No puedes irte así. Por favor, hablemos.

—No tenemos nada de qué hablar —caminó hasta la salida. Mientras sentía que Andrew rápidamente se vestía. Tomó su bolso, y miró de golpe su gran anillo de compromiso. Se detuvo por un momento para quitárselo. Se regresó hasta donde estaban en la sala, y pudo notar como Amanda ni siquiera se había movido del lugar. Tampoco se había puesto algo encima para cubrirse.

La rabia y la impotencia en el cuerpo de Diana se hicieron presentes. Se quitó el anillo y se lo tiró directo con excelente puntería en la frente de Amanda.

—Siempre te gustó. Ya puedes usarlo —dio la vuelta y se fue.

—¡Ay! ¡Estúpida! —fue lo único que escuchó de Amanda.

No se dio cuenta cuando Andrew estaba en bóxer detrás de ella.

—No puedes irte así  —al ver sus ojos grises. Sintió que el mundo le había caído encima.

—Aquí no hay más nada que hacer. Esto se terminó.

—No voy a dejarte, tan fácilmente.

—Deja la estupidez y vete con Amanda. Al final los dos son igual que la mierda —lo empujó y salió del apartamento.

Sacudió la cabeza para borrar ese recuerdo, fue la peor experiencia de su vida. Días después tuvo que hablar con Daren. Su jefe y el padre de Andrew. Le pidió que controlara a su hijo, porque la estaba acosando y no quería actuar en forma legal.

Daren Thomas, le dijo que no se preocupara por él. Que resolvería la situación. Todo esto, para que no se fuera en medio del proyecto en el que estaban trabajando. Ella aceptó y siguió trabajando para la empresa de su ex-prometido. No era fácil la situación.

En los últimos días, las cosas se habían vuelto un poco más tensas. Por eso decidió cumplir con su horario laboral, ni un minuto más, ni un minuto menos. Ese día era viernes, salió a la hora acostumbrada, al llegar a casa sintió que necesitaba un poco de distracción.  Porque estaba un poco deprimida. Su madre la había llamado para decirle que era un poco infantil, por no aceptar en buen punto la infidelidad de su novio. Que ella tenía que hacerse la vista gorda. Y sobretodo que mantener un buen matrimonio era significado de sacrificio. Una vez más y como siempre su madre echándole la culpa de todo.  

Diana no había estado de acuerdo con eso. Por eso, esa noche se había puesto un vestido plateado corto que hacía resaltar cada una de las curvas de su cuerpo, mostrando sus piernas largas y tonificadas. Su pelo color chocolate y sus ojos color verdes. Hacían un buen contraste. Estaba sentada en la barra del bar, cuando el chico que más le había atraído en la universidad se le acercó, y era ahora todo un hombre de negocios y exitoso.

Ian Cooper, había sido de joven el chico que hacía suspirar a más de una en la universidad. Ella tuvo la oportunidad de compartir con él, cuando estaba estudiando los primeros años de su carrera. Él estaba a punto de graduarse, pero tenía atrasada dos materias de los primeros semestres y veía clases con ella. 

Para Diana, Ian era inalcanzable. Casualmente fue él mismo quien le presentó a Andrew, pues estudiaban juntos. Pero no fue hasta que ella se graduó con honores en la universidad, y la empresa donde trabajaba Ian la había contratado, que volvieron a verse. De eso hacía ya cuatro años.

—¡No me lo puedo creer! ¿Diana?

A ella la noche se le iluminó. Lo miró de pies a cabeza. Ahora estaba mejor que antes. Alto, con la piel bronceada. Al estilo moderno de los chicos de hoy en día. Llevaba el cabello en una coleta pequeña, una barba de tres días y los ojos más dorados que el mejor whisky escocés. Nariz perfilada.

Su cuerpo exudaba, arrogancia, seguridad, determinación. Se habían visto después de un largo tiempo muchas veces, ya que él se había convertido en socio de la empresa en donde trabajaba. Prácticamente era su "gran jefe".

—Hola —dijo ella tímida—. Al parecer sí. Esa soy yo.

Él la abrazó con fuerza y ella aspiró su olor. Dejó que su fragancia inundara todos sus sentidos, y deseó en ese momento no salir de sus brazos nunca. Siempre se había sentido atraída por Ian, pero en ese tiempo él tenía novia. Una novia que se convirtió en su esposa. Por lo que sabía, hacía más de un año que estaban separados.

—Estás hermosa, como siempre —le guiñó un ojo. —Ven, vamos a bailar.

Sin darle tiempo a contestar la tomó de la mano y la llevó a la pista de baile. Se sintió un poco incómoda al principio, pues ella con todo y tacones apenas le llegaba a la nariz. Sin embargo, encajaba perfectamente en el cuerpo masculino. Él colocó las manos sobre sus caderas, acercándola un poco más a él. Ella colocó las manos sobre su pecho.

—Realmente esta es una hermosa coincidencia —habló con voz muy ronca muy cerca del oído.

—Sí, lo es. —Contestó con apenas un susurro, no quería que Ian se diera cuenta del efecto que causaban sus palabras.

Bailaron más canciones y continuaron tomando. Él, whisky y ella margaritas. La noche pasó rápidamente. Entre copas, y miradas que decían más de lo que sus bocas expresaban.

—¡Oh, cielos! —exclamó mirando su celular. —Es tarde, debo irme.

Él miró su reloj de pulsera, en efecto eran las dos y veinte de la mañana, pero tampoco quería que terminara

—¿Trajiste auto? —preguntó con curiosidad.

—No. Vine en taxi —respondió ella encogiéndose de hombros. 

Ian abrió los ojos, y luego la miró con desaprobación.

—¿Cómo puedes salir así? —en su voz había un toque de regaño.

—¿Salir así, cómo? —Diana cuando hizo la pregunta parpadeó un par de veces, un poco sorprendida. 

—Sola. Sin nadie que te acompañe —él le hizo gestos con las manos. 

—Ian salí solo por un trago. Ya casi me iba cuando llegaste —sonrió, mientras ponía su delicada mano sobre su brazo.

—Yo te llevaré —no le preguntó—, pero primero vamos a comer algo, tengo hambre.

—Está bien —ella tampoco quería que la noche terminara.

Él se encargó de la cuenta y le indicó el camino. Sentir sus dedos en su escote que llegaba hasta la baja espalda, la hizo por un momento temblar.

—¿Tienes frío? —preguntó.

—Un poco —contestó para disimular.

Fueron hasta el estacionamiento y Diana pudo admirar su vehículo. Un maserati negro que brillaba como si fuese una exótica joya. De manera galante. Él le abrió la puerta del copiloto, por un momento quedaron frente a frente casi rozando sus narices.

—Entra —indicó con tono ronco.

El auto olía a él, a su perfume de hombre. Diana cerró los ojos por un momento, quería saborear un poco la casualidad de haberle encontrado, y dejarse llevar todo el tiempo que pudiera.

No se dio cuenta que Ian estaba dentro del auto con ella, hasta que escuchó la puerta cerrarse, y los seguros activarse. Él se le quedó mirando por un momento.

—Me alegra haberme encontrado contigo esta noche —su voz sonaba sincera, incluso agradecida. 

Diana sonrió. El vehículo cobró vida y se coló por las calles tranquilas de la ciudad. Para ella, era como un cuento de hadas. Estaba con el hombre que siempre le había gustado.

Llegaron a un café que trabajaba las veinticuatro horas. Pidieron algo sencillo. Unas hamburguesas, servicios de papas fritas. Entre risas de las anécdotas que ambos compartieron. Terminaron de comer. La llevaría a su casa tal y como le había dicho una hora antes. 

Cuando Ian se detuvo en un semáforo, no aguantó más la tentación y la tomó de la barbilla, acercó sus labios a los de ella:

 —No te imaginas desde hace cuanto tiempo quiero hacer esto.

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