Capítulo 2

La noche estaba más oscura de lo regular y el tono verde azulado intenso había cambiado a uno casi negro con una luna (luz testigo para ellos) anaranjada y muy brillante. La brisa estaba un poco violenta y una sensación de que algo sucedía en el ambiente se podía palpar.

 —¡Es el momento! El guardián de Destello está en la montaña de Estrella Verde junto a los hijos del guardián heredero. —Un chico alto y delgado, de cabellera rubia y abundante; vestido completamente de negro, con ropa y camisa de cuero ceñidas al cuerpo, dijo con una sonrisa retorcida.

 —Es nuestra oportunidad de atacar. Aquí no están sus padres ni el poderoso guardián de este mundo —añadió una chica rubia idéntica a él. Ella estaba vestida de la misma manera y su cabello estaba peinado en una larga trenza.

 —Entonces, vamos tras ellos. Es hora de recuperar esas lágrimas —ordenó un hombre de unos cuarenta, con cabello rojizo y vestido con la misma ropa que ellos, a diferencia de una larga capa del mismo color de su vestuario que cubría su espalda.

Los tres desaparecieron tras golpear en el aire con un cetro largo de oro puro, con diamantes rojos en la parte superior. De este salieron chispas brillantes que los hicieron desaparecer.

***

 —¡Esto es inaudito! —Lían caminaba de un lado a otro con desesperación. Apretó su cabello lleno de frustración e indignación y miró a Eliana, quien lo observaba en silencio desde su lugar con expresión de vergüenza. Ambos estaban en la cordillera Rosa que rodeaba la gran montaña verde que sobresalía entre todas las demás, puesto que la mayoría tenían un tono rosa o marrón, siendo muy pocas las que tuviera el color verde; mas la montaña del centro tenía este color intenso y llamativo. Allí se encontraban las piedras poderosas de Lucero Verde.

 —Lo siento... —Eliana rompió el incómodo silencio y él la miró con un poco de culpabilidad por dejarse llevar por la ira.

 —No es tu culpa. El que debería disculparse es tu hermano; solo espero que tenga una buena explicación a su tardanza. —Suspiró para relajarse un poco. Estaba nervioso y angustiado. Era la primera vez que iba a una misión tan delicada y sin ningún adulto con ellos. En sus misiones anteriores; sus padres, Odiel o uno de sus hermanos lo acompañaban para cubrirlo en caso de que fuera necesario, ya que cada vez que abrían un portal, corrían el riesgo de alterar el orden del mundo en el que estaban o de ser atacados por conquistadores y asaltadores espaciales.

Eliana miró su reloj y arrugó el rostro. Algo debió pasarle a su hermano que tardaba tanto. Recordó que él les había dicho que los alcanzaría porque tenía algo urgente que hacer. Ella miró a Lían con pesar, puesto que la hora perfecta para hacer ese tipo de cosas en Lucero Verde era la media noche, debido a que a esa hora estaba más receptivo y los portales menos bloqueados.

 —¡Son la una de la madrugada! —Lían espetó molesto y con gran decepción—. Cruzar las piedras será más difícil, ahora.

 —Lo siento mucho, no sé qué sucedió con el tonto de Dan, pero podemos intentarlo maña... —Eliana no terminó de hablar cuando Dan hizo presencia. Ambos chicos miraron en su dirección con alivio, pero esa sensación no duró mucho. Lían enfocó su atención al lado derecho de su primo con la misma sorpresa que lo hacía Eliana. Entonces un silencio cubrió el lugar por unos segundos que parecieron eternos.

Lían se quedó mudo y no podía apartar la mirada de esos ojazos grises que lo examinaban con curiosidad. Era como si una chispa hubiera resonado en el lugar y el tiempo se hubiera detenido en esos ojos plateados cristalinos que lo tenían hipnotizado. Miró sus labios llenos y rosados intensos y por instinto lamió los de él. Su cabello lacio y negro cubría sus brazos y terminaba una pulgada por encima de sus caderas. Sus mejillas estaban sonrojadas, dándole una expresión tierna e inocente; era como una combinación de dulzura y tenebrosidad, la mezcla entre hermosura, tentación y peligro. Sabía que había excedido el cruce de mirada y hasta había olvidado la razón de su enojo y la inquietud anterior cambió a otra más excitante. ¿Por qué no podía dejar de mirarla? Tragó pesado al observar su cuerpo. Sus pechos prominentes se veían esponjosos y se reprendió a sí mismo por imaginarse cómo sería tocarlos y sentir su suavidad y grosor. Llamó su atención la generosa cadera de la chica que le daba un cuerpo curvilíneo, pero esbelto. Su corazón palpitaba con intensidad al percatarse del efecto que una extraña estaba causando en él. Nunca había sentido aquella rara sensación recorrer su cuerpo y causar choques eléctricos en sus venas. Respiró profundo para recuperar la compostura, se imaginaba que todos debían estar cuestionando la forma tan descarada en que miraba a la chica.

 —¿Quién eres y qué haces aquí? —le preguntó con reclamo y tono indiferente, tratando de ser rudo y ocultar el efecto que aquella mirada gris causó en él.

Diana lo miró más avergonzada de lo que ya se encontraba. Probablemente, él había notado la forma tan poco prudente en que ella lo observaba. Ese chico tenía algo que la hacía temblar con tan solo una mirada. Sus ojos miel la cautivaron por completo, si bien estaba acostumbrada a ver ese color en la mirada de su madre, en ese chico se veía imponente y muy llamativo. Sus orbes claros hacían contraste con sus gruesas pestañas marrones y sus perfectos arcos de cejas del mismo color. Su cabello castaño chocolate rodeaba su frente y cubría toda su nuca con grandes y hermosas ondas que se rizaban en las puntas. Sus labios carnosos y cortos le daban una expresión de niño mimado. Su altura era considerable y su cuerpo se veía bien definido por encima de la ropa, como si se ejercitara con frecuencia. Su nariz fina y corta completaba la perfecta simetría; pareciera que su rostro fuera esculpido por el más talentoso artista. ¿Por qué su corazón palpitaba con tanta intensidad? ¿Qué tenía ese chico que provocaba que ella lo observara con fascinación?

Ellos salieron de su ensoñación cuando Dan aclaró su garganta y rodeó la espalda de Diana con sus brazos de forma posesiva. Lían miró el agarre del chico y entendió la situación tan incómoda en la que se encontraba. ¡Había babeado ante la chica de su primo!

 —Tienes dos cosas que explicar, Dan. —Lían reaccionó quitando su mirada de la chica de golpe—. La primera: ¿Por qué rayos llegas a esta hora? Y la segunda: ¿Por qué traes a esta extraña a la misión? ¿Acaso te volviste loco? —Señaló a Diana evitando poner la mirada sobre ella y su forma brusca de referirse a la chica sonó despectiva. Pero en realidad quería disimular la extraña atracción que sintió por la novia de su primo.

 —Tuve un percance. —Dan respondió con serenidad—. En cuanto a Diana, ella no es una extraña.

 —Para mí lo es.

 —Para nosotros no. No estás en Destello donde das órdenes y todos lamen tus pies. Puedo traer a quien quiera, este es mi mundo —contestó con prepotencia.

 —Dan, Lían tiene razón. No debiste traer a Diana, eso es muy peligroso. —Eliana intervino y su hermano la miró mal. Diana bajó el rostro avergonzada y arrepentida de haber desobedecido a su padre.

 —¿Lo vas a defender a él? ¡Claro! Cómo él te...

 —¡Dan! —Diana lo interrumpió antes de que terminara la frase—. Ellos tienen razón. No debí venir aquí; te atrasaste por mi culpa, lo siento. —Diana se disculpó apenada.

 —No, yo puedo traerte si quiero. —El chico defendía su parecer de manera impune. Lían suspiró resignado.

 —No perdamos más tiempo —dijo mirando a Dan con ganas de matarlo—. Pero mantén a tu novia alejada. Si algo le sucede, será tu responsabilidad, no la mía.

 —Mientras esté a mi lado nada malo le sucederá. —Dan respondió desafiante por lo que Lían entornó los ojos. ¿Por qué le molestaba la forma tan posesiva en qué su primo sostenía a esa chica?

 —Bien, como digas. —Esbozó media sonrisa. Dio media mirada a Diana y apartó sus ojos con rapidez, entonces su cadena plateada empezó a brillar y fue rodeado por una luz dorada. Diana agrandó sus orbes y abrió la boca estupefacta, no creía lo que sus ojos veían. Ella sabía que Ulises y su familia hacían cosas sobrenaturales, como cuando su tío los paseaba por los aires sobre raíces y enramadas, pero ver aquello era nuevo para ella. Claro, haber desaparecido de un lugar, estar en un espacio lleno de luz y luego aparecer allí, era otra de las cosas nuevas que había vivido esa noche.

 —¡Vamos preciosa! —Dan extendió su mano hacia ella con una sonrisa seductora y presumida. Sabía lo sorprendida y maravillada que estaba con todo aquello y él muy feliz por poder impresionarla; lo que no sabía el chico es que su atención estaba puesta en Lían, que por alguna razón que ella no entendía, no podía dejar de observarlo. Él fue el primero en desaparecer, seguido de Eliana, Dan tardó un poco más porque su joya no era tan potente como para transportar a dos personas a la misma velocidad. Llegaron a la cumbre de Estrella Verde y se lanzaron a un orificio que había en el centro de la montaña, cayendo en una extraña cueva. Diana admiraba el lugar con gran fascinación y sus ojos brillaban al mirar todas esas piedras preciosas brillar con intensidad y alumbrar aquel lugar como si de lámparas de colores se tratara.

 —Gracias por darme acceso, chicos. —Lían agradeció un poco tenso, pues la presencia de Diana lo inquietaba. Llegaron al centro de la cueva donde se erguía una roca en forma de pedestal, encima de esta yacían varios diamantes de diferentes colores y una gran piedra plateada y otra dorada.

 —Estos son los tesoros de Lucero verde. —Dan empezó su exposición—. Solo mi padre como guardián tiene acceso; bueno, y nosotros como sus hijos. —Sonrió—.  La piedra dorada, útil para transportar masas de personas, crear Ilusiones y borrar recuerdos de forma temporal. La plateada es útil para buscar portales y transportarse, es la más débil de todas; y por aquí tenemos el diamante rojo, lo podrán apreciar en la pulsera de mi madre y en la mía y de mis hermanos. —Hizo una pausa y observó el gran diamante verde que yacía majestuoso sobre la gran roca—. Por último, tenemos al diamante verde, solo mi padre puede usarlo y le alimenta, aumenta y mejora sus poderes. Sin la pulsera de este diamante, utilizar mucho sus habilidades sería atentar contra su vida. Antes se creía que este diamante curaba enfermedades, pero en realidad lo hace el rojo. Mi madre, mis hermanos y yo nunca nos hemos enfermado y nuestra vida se alargará para ir a la par de mi padre, gracias a esta pulsera, a la que le agregamos también de las piedras dorada y plateada para poder transportarnos.

 —Cuando se descubrió que nuestro padre era el guardián elegido —Eliana tomó la palabra—, se creía que tanto los diamantes rojos y verdes estaban en las pulseras y eran los únicos. Entonces, después de que mi padre tuvo acceso a esta montaña, descubrió que las pulseras solo tenían una pequeña parte de las piedras, asimismo, las piedras dorada y plateada que ellos tenían solo eran un pedazo de las verdaderas. Con las que tenían a mano nos hicieron las piezas para las pulseras y mi padre extrajo parte de este diamante —señaló al rojo—, para agregarlo a nuestras joyas. Estas piedras dan equilibrio a nuestro mundo y explotarlas o mal utilizarlas, puede traer grandes consecuencias —concluyó.

 —Es por eso que el tío y la tía lucen tan jóvenes, ¿cierto? —Diana comentó ensimismada. Sí había escuchado la historia de los padres de sus primos, pero ver esas joyas con sus propios ojos era indescriptible.

 —Los padres de Lían, también. —Eliana dijo—. Si los ves a todos juntos parecen hermanos. Es muy extraño escucharlos llamarlos papá y mamá. —Sonrió divertida.

 —También es extraño verlos a ustedes hacerlo con sus padres. —Lían respondió con una sonrisita que provocó que el corazón de Eliana dé un vuelco.

 —¿Y para qué sirven esos diamantes de colores? —Diana apuntó hacia unas pequeñas piedras en forma de lágrimas con diferentes colores, como si de un arcoíris se tratara.

 —Pues esas nunca supimos para qué sirven hasta que mis padres, los padres de Lían y Odiel, quien es el maestro guía de los guardianes de Destello, descubrieron que son las lágrimas de este mundo. —Dan respondió.

Diana abrió los ojos confundida.

 —Las lágrimas son unas piedras poderosas que brotan desde el centro de cada planeta. Surgen como un desahogo ante el abuso de los humanos sobre este. Son piedras poderosas que deben estar guardadas para evitar que caigan en manos equivocadas. —Lían expuso sin poder retenerle la mirada.

 —Si son tan poderosas, dudo mucho que existan para ser guardadas. —Diana expresó—. Si están aquí deben tener su utilidad, nada existe porque sí.

 —Tienes un punto. —Lían la miró con media sonrisa y ella se sonrojó—. Pero mientras descubrimos para qué son útiles, debemos guardarlas y protegerlas. Esas piedras se enlazaron con estas —abrió un pequeño cofre que tenía varios compartimentos, uno encima del otro, de forma redonda y color marrón. Diana agrandó los ojos al ver las diferentes piedras en forma de lágrimas, pero una captó su completa atención, era un zafiro azul celeste que brillaba con intensidad. Lían sonrió al notar la mirada de asombro y admiración de la chica y continuó con su exposición—, son las lágrimas de Destello, ésta —señaló la joya que tenía fascinada a Diana—, es la lágrima de Zafiro, la más hermosa y poderosa de todo Destello. —Diana lo observaba con atención y satisfacción al escuchar su exposición, acción que lo motivaba a darle más información solo para ver su rostro iluminado y sorprendido; estaba siendo presuntuoso y peor aún, estaba queriendo impresionar a la chica de su primo.

 —¡Vaya! —Ella espetó con asombro y él le regaló una hermosa sonrisa que la estremeció por completo. Como si solo estuvieran ellos dos allí, sus miradas se conectaron a la par de sus labios encorvados en una sonrisa de flirteo que no pudieron disimular. Lían nunca se había impresionado tanto con una chica y era la primera vez que su corazón latía de esa manera ante una mujer. Entonces recordó a Beka y la propuesta que le haría después de su regreso a Destello, no entendía la razón de no sentir ese tipo de emociones con su amiga de toda la vida. Ella era la pareja ideal para él, tenían todo a su favor para ser exitosos y tener un buen matrimonio. Sí, él era un chico raro, a sus veintidós años ya estaba pensando en casarse y establecerse con una mujer que le proporcionaba seguridad, mas no pasión ni ningún sentimiento romántico.

 —Creo que ya es hora, chicos. —Lían anunció—. Necesitaré su apoyo de nuevo para que este lugar no me bloquee cuando intente sustraer las lágrimas. —Ellos asintieron y cerraron sus ojos al unísono, de inmediato, sus pulseras empezaron a brillar. Diana tapó su boca y se alejó un poco de ellos. La cadena de Lían brilló en un tono dorado y plateado y las lágrimas que estaban en el cofre fueron rodeadas por aquella luz y comenzaron a flotar por encima de la cajita; entonces, un resplandor que provenía de cada piedra de acuerdo al color que la identificaran se conectó con las luces de colores que provenían de las lágrimas de Lucero Verde. Todas las piedras estaban flotando, como si danzaran a la par.

 —¡Lo logramos! —Unas voces desconocidas espantaron a los chicos. Dan y Eliana perdieron el control y fueron atacados por los tres extraños que habían irrumpido. Lían los ignoró tratando de no romper la conexión, mientras que los dos hermanos los enfrentaban. Diana, por su parte, se quedó pasmada sin entender que estaba sucediendo, iba a ayudar a sus amigos cuando un rayo la impactó de repente cayendo sin energía al tosco suelo. Lían se sobresaltó al ver a la chica herida, como consecuencia, la conexión se rompió; y, dado que el par de hermanos dejaron de hacer su parte por defenderse de los intrusos, la montaña empezó a bloquearse por lo que las piedras brillaron con intensidad.

Lían tomó las lágrimas y las puso todas en el cofre sin ningún orden y antes de que ellas se conectaran; saltó hacia Diana y la tomó con su brazo libre, ayudándola a ponerse de pies.

 —¡Tenemos que salir antes de que la montaña se defienda! —Eliana advirtió y todos asintieron a excepción de sus atacantes que esta vez se lanzaron contra Lían para quitarle las lágrimas. El chico saltó mientras sostenía a Diana; ya ellos y los hermanos estaban saliendo, cuando el más viejo de sus contrincantes jaló a Lían por la pierna y este cayó desplomado sobre el rocoso suelo. Diana se quejó por la caída y Lían la examinó con preocupación.

 —¿Estás bien? —preguntó levantando su mentón, acto que provocó un gran sonrojo en ella. Diana asintió con timidez y él sonrió con satisfacción y alivio. Pero algo inesperado sucedió: el cofre se había desparramado con ellos y las piedras saltaron de su lugar flotando en los aires, tanto Lían, como sus adversarios se lanzaron sobre las lágrimas. Lían logró tomar algunas y ponerlas en el cofre y de una patada derribó a los intrusos; no obstante, ya la montaña había bloqueado la salida y las piedras plateada y dorada empezaron a brillar con gran esplendor. Diana se abrazó de Lían, quien miró a su alrededor perdido y sin idea de cómo salir de allí antes de lo inevitable. De repente, todos los presentes fueron cubiertos por una ola de luces doradas y plateadas, y en un pestañeo se encontraban flotando en otra dimensión, donde solo apreciaban un resplandor con chispas, luego luces de diferentes colores y después, oscuridad.

Dan y Eliana salieron de la montaña agitados y con el corazón a mil.

 —¡Eso estuvo cerca! —Dan espetó recuperando el aliento.

 —¿Dónde están Lían y Diana? —Eliana buscó a su alrededor y la preocupación. El terror invadió al par de hermanos. Se miraron por inercia llenos de tensión y temor.

 —¡Rayos! —Dan espetó pateando el suelo.

 —¿Dejaste a Diana a su suerte? —le reclamó maravillada ante la irresponsabilidad de su hermano.

 —Estaba con Lían y ambos venían detrás de mí... —Su voz se entrecortó y él topó su frente con nerviosismo.

 —¡Eres un Imbécil! —Eliana gritó desesperada y se sentó sobre el polvoriento suelo a llorar.

 —¿Qué vamos a hacer ahora, Eliana? Ellos se quedaron atrapados en la montaña, esto no está pasando... ¡Esto es una pesadilla! —Jaló su cabello con fuerza y se sentó junto a su hermana a lamentarse.

 —Debemos ir a la casa y esperar a papá. De seguro él ya debió haber notado que algo sucedió, vamos —extendió su mano—, él sabrá qué hacer.

Dan se levantó como cuerpo sin alma. Si él no la hubiera llevado allí, ella no estuviera en esa situación tan peligrosa. Temía lo peor y temblaba ante las probabilidades de que ellos siguieran con vida aún.

***

Diana se levantó atolondrada y con un insoportable dolor de cabeza. Estaba sobre una cama en una habitación bien decorada con colores pasteles y finas cortinas blancas, cremas y azul cielo. Se levantó y abrió las ventanas, el sol molestó sus ojos y ella se tapó la boca de la impresión. ¡No reconocía aquel lugar! Salió de la habitación con prisa; necesitaba ver a sus padres y hermano, tal vez ellos tendrían una respuesta lógica. Al salir, un pasillo corto la recibió, ella paró de golpe al ver aquella imagen. La puerta de una habitación que estaba frente a la de ella, y que al parecer eran las únicas de la extraña casa, se abrió de golpe y sus ojos quisieron salirse de sus cuencas al percatarse de quien era.

 —¡Tú! —Le apuntó con el dedo y él la miró desconcertado y lleno de interrogantes. Diana se desconectó de la realidad al notar su torso descubierto y un pantalón pijamas gris que lo hacía ver jodidamente sexy con su cabello revuelto y su mirada confundida. Él la recorrió sin dar crédito a lo que sus ojos veían. Era ella frente a él, vestida de una forma extraña. Llevaba unos shorts de dormir que dejaban sus muslos en plena libertad y una blusita de tiros transparente que pareciera sería traspasada por sus puntiagudos pezones. Se quedó embelesado mirando sus jugosos melones que se dibujaban en la transparente tela. Respiró profundo y la miró a los ojos con gran preocupación.

 —¿Dónde estamos? —preguntó examinando todo su alrededor y Diana se encogió de hombros, pues ella tenía la misma interrogante.

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