Yo no soy Ulises

El cielo verde azulado oscuro estaba hermoso, las estrellas brillaban gloriosas y una luna rosada enorme completaba la belleza de aquel firmamento. Ella caminó sobre la verde grama, plantas hermosas y exóticas rozaban sus brazos al avanzar. Se paró frente a un conjunto de árboles y se adentró entre ellos. Flores de diferentes colores y formas no vistas antes le dieron la bienvenida. De lejos visualizó un estanque verde azulado que brillaba con la luz rosa de aquella hermosa luna, se escondió detrás de un árbol al descubrir a un hombre bañándose en las prodigiosas aguas. Su espalda ancha y blanca, su hermoso y bien formado trasero, su cabello rojizo rizado que cubría toda su nuca y esos brazos definidos la hicieron babear. ¿Quién era ese hombre tan hermoso? ¿Sería tan atractivo de frente como lo era de espalda? Un zumbido la sacó de su ensoñación y el chico la miró a los ojos. Sus orbes verdes brillaban con intensidad y lágrimas empezaron a salir de ellos. Un hilo de sangre corría desde su nariz y de repente vomitó de aquel líquido rojo. Sus ojos tristes la examinaron con pesar.

  —Lo siento... —El chico balbuceó con melancolía.

  —Él ya no existe... —Una voz aterradora le susurró en el oído. Eli empezó a llorar y observó al chico otra vez. Sus ojos verdes eran como un imán que no podía dejar de mirar.

  —Ulises... —balbuceó y abrió los ojos de repente. Estaba en aquella habitación y aún la imagen de la mirada de Ulises estaba en su mente, como si aquello hubiera sido real.

Eli lloró un largo rato y luego recordó a aquel guerrero. Sus ojos eran iguales a los de Ulises y su presencia le causaba las mismas sensaciones que él. ¿Será que su prometido estaba debajo de esa armadura? ¿Cuál sería la posibilidad de que él no haya muerto? Pero entonces, ¿por qué no la reconoció? ¿Por qué se hace llamar de otra forma y qué le hizo cambiar de opinión en cuanto a las batallas? Él dejó de practicar artes marciales después de que sus padres murieron. Tenía que hablar con ese hombre y comprobarlo por sí misma.

 —Espero que esta vez no se desmaye al verme. —Esa voz. Era diferente a la de Ulises, pero aun así la estremecía.

Eli se volteó y se paró frente a él. Ambos estaban en el pasillo.

 —Usted... me debe muchas explicaciones. —La castaña lo confrontó con la mirada.

 —¿Explicaciones? —Él la miró confundido.

 —Desperté en este lugar... —Se encogió de hombros.

 —Solo la ayudé. Creo que la que debe explicar quién es y de dónde viene es usted. Me gustaría escuchar de su propia boca que no es el enemigo.

 —¿El enemigo?

 —Sí. El enemigo de los guerreros de Lucero Verde: los rebeldes.

 —¿Los rebeldes?

 —¿Va a repetir cada cosa? Vamos a desayunar y hablamos con más tranquilidad.

Se dirigieron a la cocina.

 —Lana, ordena que nos traigan el desayuno. —Todas las sirvientas se miraron con asombro y Eli no entendió la razón—. Venga conmigo, por favor —se dirigió a ella.

Cuando salieron de allí Eli miró el campamento anonadada. Había muchas viviendas en los alrededores; árboles y plantas eran los protagonistas de tan hermoso escenario y se podían apreciar las grandes montañas que, al parecer, rodeaban el lugar. El aire era mucho más fresco de lo que recordaba que fuera en Zafiro. El verde de los árboles y las plantas era más intenso y el cielo no era azul. Su color se asemejaba a un verde azulado. Caminaron a una llamativa terraza hecha de madera y bambúes. Un hermoso jardín la rodeaba y montañas color rosa y verdes se apreciaban a distancia. Nunca había visto un lugar tan hermoso y singular. En la terraza había un comedor blanco con canastas con frutas y flores. Ellos se sentaron frente a la mesa y minutos después, las criadas trajeron el desayuno. Llevaron más frutas, jugo, leche, café, un revuelto de unos extraños vegetales; huevos y un delicioso y suave pan.

 —Creí que desayunaba con los demás guerreros. —Eli rompió el silencio.

 —No. Solo ceno con ellos. El desayuno y el almuerzo los tomo en este lugar.

 —Eso explica la reacción de las criadas.

 —Sí. Solo Kiara ha desayunado o almorzado conmigo, después de ella, eres la única.

 —Querrá decir la segunda —dijo con malicia y él la observó con extrañeza. Claro, era difícil saber cuál era su expresión bajo esa máscara. No dejaba de mirarlo a la expectativa. Tenía que saber cómo comería con ella, o tal vez se la quitaría para desayunar y ella podría conocer su rostro.

 —Comamos —le dijo cortando las frutas con los cubiertos. Eli no le quitó la mirada de encima. Sintió decepción al ver que la parte de la máscara que cubría su boca se abrió, para que él pudiera entrar el tenedor. Pero el orificio cuadrado era profundo, dejando sus labios en una misteriosa oscuridad.

 —Una pregunta: usted... ¿tiene otro nombre? —Ella meneó la cabeza al notar lo estúpido que fue su cuestionamiento. El hecho de que él haya parado de comer le confirmaba lo extrañado y confundido que quedó con la tonta interrogación. Respiró profundo y decidió pensar antes de formular la pregunta correcta.

Eli lo miró a los ojos; claro, su cuerpo se estremeció al instante y luego frunció el cejo.

 —Usted... ¿Por casualidad es Ulises Harrison? —El hombre dejó caer el tenedor y ella no sabía si fue por la confusión de esa extraña pregunta o porque en realidad era él.

 —¿Ulises Harrison? No, mi nombre es Lionel Sum. Creí que Lana le había hablado sobre mí.

 —Solo lo mencionó. —Eli bajó el rostro.

 —Bueno, soy el general del ejército guerrero de Lucero verde y próximo gobernador de este mundo cuando venzamos a los rebeldes y los Evils se rindan ante nosotros. Mi misión es restaurar la paz y el gobierno, ya que este mundo ha caído en el caos y el desorden. No tiene ley ni gobernador porque la mayor parte del mundo se rebeló contra la profecía del elegido y ahora luchamos para recuperar el control.

 —¡Vaya! Al parecer sí estoy en otro mundo —Eli reflexionó—. Bajo otras circunstancias, estaría dudando de mi sano juicio, pero después de lo que sucedió en Destello con el mundo extraño a donde mi amiga quedó atrapada, no dudo que eso me haya pasado a mí. Solo que ahora es diferente porque no fue una alteración de la fuente... —Eli se quedó en silencio un momento y agrandó los ojos. Lionel la miraba confundido, sin entender nada de lo que ella decía.

 —No tengo la más mínima idea de lo que me está diciendo, señorita.

 —Lo sé... —Eli balbuceó, pues estaba sumida en sus pensamientos—. Es posible que el precipicio infinito sea un portal. Recuerdo que cuando estábamos buscando la forma de contactar a Leela se abrían portales de poca duración, donde le enviamos mensajes a ella. Entonces, es posible que Dimitri haya tenido razón cuando dijo que hay portales naturales que cada cierto tiempo se abren cuando hay una gran alteración en un mundo y entonces..., puedes transportarte sin necesitar las llaves o la fuente. Tal vez él descubrió la forma y así fue que pudo acceder al mundo donde estaba Leela —Eli chocó sus puños como si hubiera hecho un gran descubrimiento.

 —De verdad no entiendo de qué habla. —Lionel recalcó.

Eli le contó que ella no era de ese mundo y le dijo también lo que le pasó a Leela y a toda la familia real, al ser transportados a la tierra. Si él era Ulises, era necesario que supiera sobre los mundos paralelos; puesto que cuando todo ocurrió, él había caído por el precipicio, entonces, le sería útil saber cómo llegó él allí.

 —Es difícil creer lo que dice, señorita, pero... le voy a dar el beneficio de la duda. Solo le pediré que no comente lo que me dijo antes o ellos van a sospechar de usted, las personas en este mundo son muy cerradas y paranoicas. Será nuestro secreto —dijo un poco ido en sus pensamientos. ¿Qué tan cierto era lo que ella decía? ¿Y por qué ella le había preguntado si él era su prometido?

 —Sus ojos... —Ella comentó como si adivinara su interrogante—. Son idénticos y hasta reflejan la misma mirada, solo que la de él era más inocente y evasiva. Su voz es diferente, pero hay algo en usted que me lo recuerda. Si mis sospechas son ciertas, él pudo haber sido transportado a este mundo.

 —O a otro —especuló—. O simplemente perderse en el vacío, ya que no podemos estar seguros de que en ese momento se haya abierto un portal.

 —Pero desde que caí en este mundo no he dejado de soñar con él. Es como si su esencia estuviera por aquí en algún lugar.

 —Disculpe que le diga esto. Me imagino lo difícil que debió ser perder a su prometido, pero... yo no soy él. No soy Ulises Harrison. Soy hijo de Leonel Sum, gran científico y líder que por causa de una enfermedad está recluido lejos de aquí. Soy el elegido para traer la estabilidad a este mundo. Mis ojos verdes son únicos. Nadie en este mundo los tiene de ese color y la profecía dice que el elegido que traerá el orden a este mundo tendría luceros verdes. Sus sueños no son más que el deseo de tener una esperanza de que su prometido esté vivo. Nuestra mente nos juega trucos para que podamos deshacer el dolor cuando no aceptamos una pérdida. Creo que usted no lo deja ir. Señorita que aún no me ha dicho su nombre, usted es hermosa, joven y por lo que he visto, inteligente y especial. Es hora de que lo supere y se dé una nueva oportunidad, quién sabe, tal vez alguien la tenga en la mira.

Eli se estremeció y su corazón latió con brusquedad. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Acaso se le estaba insinuando? Dos lágrimas recorrieron su mejilla al entender las palabras de él. Quizás Lionel estaba en lo cierto, debería dejar ir a Ulises y dejarse llevar por los sentimientos extraños que crecían dentro de ella.

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