El guerrero enmascarado

Abrió sus ojos lentamente y los volvió a cerrar, pues el ardor le hacía estragos. Apenas pudo mover sus manos para frotarlos. Los volvió a abrir y tenía la vista borrosa, de a poquito pudo ver de forma clara. Se incorporó de golpe al encontrarse en una habitación desconocida. Estaba un poco oscura, debido a que las luces se encontraban apagadas y cortinas negras cubrían las ventanas. La cama era amplia y cómoda, con sábanas rojas y varias almohadas. Había un clóset de madera fina cerrado, un gavetero con un gran espejo, una mesita de noche y un pequeño sofá rojo. La habitación no era grande, pero sí acogedora. Tenía cuadros pinturas de hermosos y exóticos paisajes sobre la blanca pared; asimismo aquella habitación estaba inundada de un delicioso y fresco aroma que ella no conocía, más era agradable y relajante. Casi grita al verse con una bata larga y transparente sin nada más sobre su cuerpo.

 —¿Dónde estoy...? —susurró porque no contaba con mucha energía. Su último recuerdo fue con aquel chico atrevido.

«¡Ah, cierto! », recordó a la gruesa voz. Su corazón latió frenético al rememorarla.

Ella buscó en el clóset algo que la cubriera mejor. Encontró una bata con estilo kimono de seda roja y se la puso encima amarrando la cinta para que no se viera su desnudez por medio del vestido transparente. Abandonó la habitación y se encontró con un corto pasillo donde había varias habitaciones.

Salió a lo que parecía ser una sala. El salón era amplio y había una gran mesa redonda de madera marrón con varios asientos del mismo material y sentaderas acolchadas de color vino. Fijó su mirada a la izquierda y vislumbró varias sillas de madera antiguas, mientras que a la derecha se encontraba un pasillo del cual salió una señora regordeta y bajita, con el cabello rubio y rizado recogido en un moño que dejaba salir varios flecos. Tenía un gorro negro con bordes blancos al igual que aquel uniforme de criada que llevaba puesto. La mujer tenía los ojos grises y la nariz puntiaguda, labios delgados y mirada pícara. No se podía negar que su rostro era hermoso e inspiraba confianza. La criada secó sus manos del pequeño delantal blanco y agrandó los ojos al ver a Eli allí.

 —¡Ya despertó! —gritó. Eli retrocedió asustada—. No temas, pequeña. No te haré daño, al contrario, voy a ayudarte.

 —¿Quién es usted y por qué estoy en este lugar? —Eli preguntó suspicaz.

 —Soy Lana Jill, criada de los guerreros del general Lionel Sum. Esta casa es para los combatientes sobresalientes y está en medio del campamento. Debes estar débil y hambrienta, puesto que has dormido por varios días. Vamos a la cocina y luego te das un baño, ¿sí? —La mujer propuso con dulzura. Eli la siguió con recelo y sin dejar de observar todo el lugar. El pasillo las condujo hacia la cocina que era enorme. Había varias estufas, refrigeradores y grandes gabinetes. Al caminar un poco más, se apreciaba un gran salón lleno de largas mesas con sillas. Era un comedor gigante donde cabían cientos de personas. Ella escudriñaba el lugar, atónita. Se espantó cuando Lana le topó el hombro y se volteó para encontrarse con la hermosa sonrisa de la rubia.

 —No es necesario que comas allí sola. Puedes hacerlo en la cocina por ahora, pero para la cena, debes ir al comedor como todos los guerreros.

Eli estaba confundida. No sabía cómo rayos llegó a aquel lugar ni cómo sabían que ella era una guerrera.

 —¡Vaya qué estabas hambrienta!  —La mujer comentó con una sonrisa burlona al ver a Eli devoraba la comida con desesperación. Las demás criadas la observaban conmovidas.

Después de comer, Eli fue dirigida por Lana hacia un extraño bosque donde se erguía un enorme baño. Allí había diferentes habitaciones pequeñitas con inodoros y un espejo.

 —¿Dónde debo bañarme? Solo hay inodoros en este lugar —Eli preguntó confundida.

 —En el área de aseo hay estanques con aguas termales (estanques con agua caliente que brota de la tierra) y duchas con agua a temperatura. Bueno, te dejo para que te bañes. Ya sea que quieras las aguas termales o la ducha fría.

La mujer se marchó y Eli se dirigió al final del lugar. Estaba cubierto con palmas y rodeado de árboles. Había dos entradas y ella escogió la derecha. En esa dirección encontró una puerta de madera que ella abrió, acto seguido, traspasó la fina entrada siendo recibida por un hermoso estanque verde que estaba rodeado de arbustos y árboles; una última inspección la hizo percatarse de que palmeras lo cerraban, convirtiéndolo en un cuarto salvaje y natural. Había varias toallas y un lavamanos de madera a la izquierda. A la derecha, visualizó una ducha con el piso de concreto, adornada de piedras. Aquel baño se veía exclusivo y elegante. A la izquierda vio también, un pequeño cuarto con una puerta marrón. Ella la abrió y se encontró con un inodoro blanco y muy limpio. Al parecer, ese baño era diferente y personalizado.

Eli se despojó de su bata de baño y entró al estanque.

 —Esto es delicioso... —susurró al sumergir su cuerpo en las deliciosas aguas. Era relajante y placentero. Se hundió completamente y el recuerdo de Ulises inundó su mente. Entonces, sacó parte de su cuerpo quedando su torso descubierto.

 —¡Oh Dios! —Un hombre exclamó al ver a Eli. Ella se espantó y por instinto cubrió sus pechos con sus brazos. El hombre volteó el rostro y si no llevara una máscara, se notaría el sonrojo de su cara.

 —¿Qué hace aquí? —Eli le reclamó enojada mientras alcanzaba su bata de baño.

Él miró en dirección a ella con reclamo, pero Eli no se había puesto la bata aún y pudo apreciar su completa desnudez. Le tomó varios segundos apartar la mirada y girarse de nuevo. Ella se puso la tela con rapidez y nerviosismo, acto seguido lo encaró desafiante y muy enojada.

 —Pero ¡qué atrevido! ¿Acaso no tiene modales? ¿Cómo se atreve a entrar al baño de una mujer? Sin vergüenza, pervertido. ¿Que no me va a contestar?

Él volteó hacia ella y cruzó sus brazos.

 —El que debería preguntar qué hace aquí soy yo. Este es mi baño personal. De todas formas, está en el lado de los hombres. Él baño de las mujeres se encuentra a la izquierda. ¿Qué no le explicó eso Lana?

Eli bajó el rostro avergonzada. Sus ojos se abrieron de más y sus mejillas se enrojecieron. Reconocía aquella voz. Claro, ese debía ser el hombre que hablaba con el chico atrevido cuando ella perdió su movilidad. Su corazón latió con rapidez y ella no se atrevía a mirarlo a la cara.  

Eli se disculpó por la confusión y evadiendo la mirada, salió corriendo de allí.

***

 —¿Quién es ese hombre y por qué está enmascarado? —Eli preguntaba para sí. Ya era de noche y ella no había salido de la habitación por la vergüenza que pasó. Saltó de la cama al escuchar toques en la puerta. Al abrir, se encontró con la mirada dulce de Lana.

 —Es hora de cenar, señorita. El general Sum la mandó a buscar —avisó.

Eli se fue tras ella, pues esta sería su oportunidad de saber dónde estaba y cómo llegó allí.

Cuando llegaron al comedor todos los ojos se posaron sobre ella. El lugar estaba repleto de hombres y había muy pocas mujeres, además de las criadas. Entonces, la vergüenza la inundó al ver a aquel personaje frente a ella. Era el mismo guerrero enmascarado del incidente del baño. Lo observó de arriba a abajo sin mirarlo a los ojos. Llevaba una armadura negra ligera y una capa del mismo color. Su rostro estaba cubierto con un extraño casco que envolvía toda su cabeza, dejando solo sus ojos a la vista. Ojos que ella no se atrevía a mirar de la pena. Aquel guerrero era mucho más alto que ella, pero no tenía tanta altura como la mayoría de los hombres allí. Su cuerpo se veía imponente, más ella no sabía descifrar si eran músculos o la fachada de la armadura.

 —Hola, guerrera —saludó con porte y elegancia—. Bienvenida a mi campamento. Es un placer para nosotros tener la compañía de tan hermosa dama.

Eli se estremeció por sus palabras y esta vez lo miró a los ojos. Sus manos empezaron a temblar al encontrarse con esa hermosa mirada verde que solo había visto en una persona.

 —Ulises... —balbuceó atónita y sintió que perdía las fuerzas, así como también, perdió el conocimiento.

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