Internados

Jack le acompañó a su nuevo apartamento y cambió los bombillos para July; la cual le teme a las alturas y sobre todo odia la luz amarilla de discoteca que Carrick le puso.

La joven abrió otra botella de vino y le dio una copa a su primo.

—¿Y tu esposa sexy?—preguntó Julianne por su prima y esposa de Jack. 

—Mi mujercita está de viaje—Respondió Jack y chocó su copa con la de July.

—Jackson, a veces quiero dejarlo todo.

—Todos pasamos por eso. Cuando tu prima se volvió extra loca, me atropelló y huyó tu mamá me dijo que era lo mejor para los dos. La odié. —July rió. —Cuando volvimos por vez número diez mil, tu mamá nos encontró en la cama. Mentí dije que estaba enfermo, todos estaban fuera excepto Emma que estaba vigilando los hospitales, fue amable por primera vez en su vida y me fue a dejar sopa, con una llave que no sabía que tenía y ella nos encontró en el sofá, haciéndolo.

—¿Preguntó si se podía unir?

—Sí, lo cual me bajó más rápido todo y Valentina no dejaba de reírse. Desnuda como si fuese lo más normal. Emma nos dijo que no había que sentir vergüenza por ser uno mismo, pero, muchísimo menos por amar a quien amas como lo hacíamos nosotros.

—¿A dónde quieres llegar?

—Es tu mamá, pero es la mejor terapeuta de la ciudad y necesitas ayuda para perdonar a Carrick, a Santos y a ti —dijo y le dio un beso en la mejilla. —¿Quieres que me quede a dormir?

—Me encantaría.

Jack era como su cuarto hermano, siempre había estado en sus vidas, el hijo del mejor amigo de su padre, su mejor amigo y confidente. La persona que les decía sus defectos y debilidades y les apoyaba incondicionalmente, su hermano mayor. 

Al día siguiente, durante el almuerzo, Carrick estaba sentado en su oficina junto a Alonso cuando recibió la llamada del jefe de seguridad de Sebastian avisándole que iban por ellos. Les montaron en una camioneta y les llevaron a un lugar más seguro, la tía de su amigo era una asesina y él y Alonso habían protegido a Olivia y ocultado el hecho de que Sebastian tenía un heredero nuevo así que podrían estar en la lista de personas a las que querían matar.

Los dos se quedaron en silencio esperando que no le hubiesen hecho nada a Sebastian ni Olivia, cuando llegaron a la casa segura que su amigo les asignó se encontraron con Olivia, la joven estaba ansiosa y nerviosa dando vueltas de un lugar a otro, Alonso le sirvió un trago y ella negó solo quería a sus hijos.

Carrick quería lo mismo, a sus hijos, pero le habían quitado el celular, el joven vio hacia la pared y se quedó en silencio esperando a que Sebastian apareciera, el estado de Olivia cambió al verle y a sus hijos. Compartieron un abrazo forzado por un mal chiste y su amigo aceptó que habían perdido de nuevo a la loca de su tía. Alonso y él le dijeron que no pasaba nada porque todo el mundo estaba buscándole y en algún momento se equivocaría y si no tendría que entregarse, el dinero no caía del cielo y alguien que no puede trabajar porque su cara es más popular que la del alcalde de la ciudad no podía salir a ganarlo.

Sebastian le dio el teléfono a sus amigos, Alonso llamó a su madrastra para que fuera por sus hijos pequeños y le pidió a la mujer que no les dejase comer dulce, luego llamó a su no-novia y salió a secretear un rato. Carrick revisó su teléfono, se encontró con una llamada perdida de Julianne, salió a la terraza y le llamó.

—Carrick, necesito que hablemos.

—Claro. ¿Estás bien?

—Lo estoy bien. —respondió Julianne. — ¿Tú?

—Sí. Voy a estar fuera, visitaré a mis hijos y mi padre está dando lata, quieres que nos veamos con urgencia o puedes esperar unos días.

—Ve, cuando vuelvas hablamos.

—Bien, gracias.

Carrick llamó al colegio de sus hijos.

Nadie contestó.

Volvió a marcar.

Nadie contestó.

Se sentó en la mesa con sus amigos y bromeó con sus sobrinos de amor, Sergio y sus obsesiones. Quería saber de las obsesiones de sus hijas y odiar al hipotético novio de su hija y también quería abrazos antes de dormir o quería un jodido internado, pero primero, necesitaba saber cuán molesta estaba Isabela.

Le tenía horror a la realidad.

El odio de su hija era más de lo que podía llevar.

Llamó al colegio de sus hijos y no tuvo respuesta. Molesto con la situación llamó a su secretaria sin importar que ella tenía vida e hijos, y le gritó porque no podía hablar con los suyos desde hace ya dos días.

—Señor es de noche, seguro, desconectan el teléfono.

—¡¡El teléfono mi culo!! Les llamas hasta que se cansen y contesten, les llamas Bianca, porque te despido a ti, mato a la perra de la directora y todas las donaciones que hice la pido de vuelta. Les dices que todos los niños tienen horario, pero los míos hablan cuando les viene en gana, y cuando yo llamo me contestan, que pague una línea exclusivamente para mí, en ese puto lugar está mi hija de catorce, mi hijo de diez y el de seis, quiero que me llamen —Olivia le tomó del hombro y le preguntó qué estaba pasando. Carrick finalizó la llamada con su aterrorizada secretaria y sus amigos se acercaron. 

—No me dejan hablar con mis hijos. —Respondió a Olivia. —¿Qué tal si les están haciendo daño o si están enfermos? Creo que lo mejor es que vuele ya.

—Ya me metí, pero no hay ingreso a Inglaterra por tormentas—Respondió Sebastian con el computador en mano.

—Si tan solo no los castigaras y enviaras tan lejos—Comentó Mily, los adultos le miraron, ella se encogió de hombros y Carrick suspiró pesado para no gritarle a la mejor amiga de su hija, sobre todo no insultar a una niña innecesariamente.

No estaba castigados, simplemente no podía educarles en casas mientras viajaba de un lugar a otro. No podía dejarles solos porque era niños y no sentía que su hija tuviese que lidiar con ser la mamá de sus hermanaos y sobre todo no tenían una mamá con quién compartir sus custodias así que en algún momento pensó que el internado era un lugar seguro en el cual vivían, aprendían y estaban seguros mientras su ritmo de vida mejoraba. 

—Voy a España, mis papás quieren que nos reunamos y estaré más cerca si mis hijos me necesitan.

—Infórmanos, Cash, ¿si? —pidió Olivia. —¿Quieres que vaya contigo?

—No, solo quiero morirme.

—No, puedo ir, los niños y Sebas se quedarán bien, juntos y felices.

—Oli, nena, es momento de que estés con tu familia, si algo les pasa, te da muerte súbita. Yo puedo solo.

—¿Analissa no habrá secuestrado a los niños o algo? —preguntó Alonso por la madre de sus hijos. 

—Analissa no sabe cómo se llaman sus hijos. Me manda la pensión que no sé para qué o por qué, con un título<<Niños Burwish>>; 200 dólares el niño, eso no paga nada de lo que mis hijos gastan.

—Cash, ve a descansar, hoy no resolvemos nada —Dijo Sebastian y le abrazó. —Mañana, si tenemos que volar todos, romper la tormenta y quemar el colegio lo hacemos.

—Quiero que mis hijos estén bien, pero si los tengo los cago y si los mando lejos están incomunicados.

—Conozco esa sensación, pero vamos a calmarnos.

Carrick, fue a su habitación, se acostó a pensar cómo su vida se había complicado tanto. En qué momento dejó de vivir, de amar y se había convertido en aquel hombre sin sentimientos, un padre negligente.

Al día siguiente todos regresaron a sus casas y actividades normales, con la vigilancia tan exigente como Sebastian lo había pedido. Él acompañó a su amigo al aeropuerto, Carrick le dio un abrazo y le agradeció.

—Lo voy a decir solo esta vez: Te amo, Carrick Burwish.

—También te amo Caine, más de lo que crees.

—¿Más que a Olivia?

—Son amores diferentes—Sebastian rió porque le había escuchado decirle Santiago y Sebastian que los amaba muy parecido pero diferente. Los dos se dieron un abrazo y Sebastian se aseguró que se pusiera el cinturón y le recordó darle un informe completo del estado de sus sobrinos apeas supiera algo.

¿Julianne se lo había pensado bastante, todos querían que estuviera con Carrick y él ocupaba una mamá para sus hijos y una esposa, así que por qué no? Los dos ganaban y sobre todo ella, podría decirle a su papá que no quería el bufete o dejárselo, sus opciones tras su matrimonio con Cash Burwish eran infinitas.

La mujer se asustó cuando vio a Ivana irrumpir en su oficina, se levantó de la silla y fue a darle besos y cargarle. La pequeña le dio besos y le acarició los colochos.

—Nosotras somos iguales, somos morenas, con ojos de ese color, con colochos y chicas—Dijo y July asintió como su madre le indicó que hiciera desde la puerta. Alice sonrió divertida al ver a su sobrina junto a su gemela y les dijo que tomaran una fotografía para recordar siempre lo parecidas que eran, ambas colochas sí, ella no era morena, no tenía los ojos del mismo color que su tía y gracias a Dios es la chica más chica del planeta porque una niña criándose con Alan podía convertirse en casi cualquier casa.

—Julianne Altazar, necesito casarte —Alan rió y fue hacia su hermana para unirse a la foto, Emma le quitó el celular a Alice para que los cuatro salieran, la mujer sonrió orgullosa y fue al sofá en la oficina de la mayor de sus hijas. Abrió una pinta de helado de fresas y metió la cuchara.

—Nadie ha llamado a mi abuelo—reclamó Ivana y salió corriendo en dirección a la oficina de James.

—Quiero a todos mis hijos casados antes de morirme.

—¿Estás enferma?—preguntó Alice mientras mezclaba su helado.

—No sé, podría morirme mañana.

—Tío Jacky me dio una moneda que se sacó de la nariz —contó Ivana y todas en la sala rieron al verle intentar sacarse monedas, su papá le explicó que el tío era mago y por eso podía, ella en cambio era una niña y no podía sacarse cosas de la nariz u orejas.

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