Capítulo 7

Fue un día ajetreado y con muchas emociones, solo quería que terminara al fin; pues para ella fue extraño, bochornoso y horrible. 

 —Esta vez no te puedes negar. —Marcos la sorprendió rodeando sus hombros con su brazo, mientras salían del edificio.

 —Lo siento, pero en realidad necesito ir a casa. Tuve un día de perros —respondió con un resoplido.

 —Sí, escuché algo así —dijo en tono divertido. 

 —¡Vaya! Aquí las noticias vuelan. —Sacudió su cabeza maravillada.

 —Sabes los chismosos que somos —manifestó con picardía—. Trabajas en una empresa de periodismo, ¿lo olvidas? —Ella rio ante la ironía—. Por cierto, ¿es verdad lo del nuevo jefe?

 —¿Es verdad qué? —preguntó confundida.

 —Que tú y él tuvieron un pasado que tú aún no superas.

 —¿Queeee? ¿De dónde sacas eso? —inquirió escandalizada.

 —La noticia me llegó calientita a mi estación, pero hay otras versiones. Una de ella es que tú y él se emborracharon, tuvieron una noche de pasión y hoy se enteraron que trabajarían juntos. Por eso no dejaban de mirarse con asombro.

 —¡Por Dios! ¡Eso es ridículo!

 —Sí, lo sé. Tú nunca sales, así que me quedé con la primera versión. Créeme escuche otras historias muy descabelladas. —Sonrió.

 —Ningunas son ciertas —negó—. Nunca había visto a ese hombre.

 —¡Esta gente embustera! No sé por qué todos concordaban en que ustedes no dejaban de mirarse con asombro. 

 —Solo tuve un mal día que empezó con recibir a mi nuevo jefe derramando café sobre su brazo, luego lo interrumpí en la junta porque llegué tarde; entonces, estaba tan nerviosa y avergonzada que me bloqueé mentalmente y mi exposición, la cual nunca empecé, fue un desastre —suspiró. Él estalló de la risa.

 —¿Derramaste café sobre el nuevo jefe? —Sus carcajadas se escucharon en todo el lugar y ella golpeó su hombro.

 —¡No le veo la gracia! —se quejó ofendida.

 —Es lo más divertido que he escuchado hoy —declaró riendo aún—, y créeme, he escuchado muchas cosas en este día. —Ella rodó los ojos—. Vamos a cenar. ¿Sí?

 —Está bien, Marcos. —Pasó su mano por sus ondas color caramelo—. Pero está prohibido hablar del día de hoy y el nuevo jefe.

 —¡Trato! —Levantó su mano derecha. En ese momento una limusina se parqueó frente a ellos y ambos se quedaron en silencio viendo el lujoso vehículo con detenimiento.

 —¡Señorita, Allen! —Nora y Marcos voltearon en dirección de la voz que la llamaba.

 —Señor, Anderson —Marcos hizo un gesto de saludo con su rostro.

 —¿Usted es...? —El asiático híbrido preguntó tratando de recordar si lo había visto en una de las reuniones.

 —Soy Marcos Méndez, periodista. —Estrecharon manos.

 —¡Hasta que por fin lo conozco! —Edward celebró sonriente—. Me han hablado mucho de usted.

 —Espero que le hayan dicho la parte buena. —Ambos rieron.

 —Me han dicho sobre sus hallazgos. Es considerado el mejor periodista de esta empresa.

 —No creo que sea el mejor, pero me alegra escuchar que no le hayan dicho sobre mis travesuras. —Dejó salir esa sonrisa sexy que lo caracterizaba. Nora amaba esa sonrisa. A veces se preguntaba por qué no salía con él, Marcos tenía a muchas suspirando, pero solo mostraba interés por ella.

 —Señorita Allen, necesito que me devuelva el favor de esta tarde. —Edward la miró con picardía y ella le devolvió la mirada llena de confusión—. Soy nuevo en esta ciudad y estoy famélico, necesito que me acompañe a algún restaurante decente que conozca —aclaró. Nora se quedó en silencio desconcertada y el rostro de Marcos cambió.

 —Lo Siento, señor Anderson, pero Nora y yo tenemos planes. —El mestizo respondió por ella.

 —Ya veo... —Edward dijo con disgusto y luego miró a Nora—. Entonces tiene una deuda conmigo, Allen.

 —Si quiere yo le puedo dar una lista de restaurantes con direcciones y así, Nora queda libre de deudas. —Marcos volvió a responder por ella mirando a su rival con desafío y el asiático le devolvió la misma mirada. Nora los observaba confundida. ¿En qué momento el ambiente tomó ese tono tenso y extraño?

 —Gracias por su oferta, pero mi secretaria puede hacerlo —replicó con expresión molesta—. Señorita Allen, mañana al salir la espero en mi oficina para que me lleve a su restaurante favorito. Soy exigente, estaré a la expectativa de que me sorprenda —se dirigió a Nora con serenidad y ella se tensó.

 —Debió empezar por ahí y no tomar la excusa de que es nuevo en la ciudad. —Marcos escupió con malicia. Él era del tipo provocador y sin pelos en la lengua.

 —No necesito excusas —replicó el asiático sin cambiar la expresión—. No es lo mismo una lista que la compañía de una bella dama. —Sonrió en dirección a Nora al decir lo último y Marcos no pudo disimular su molestia.

 —Está bien, señor Anderson. —Nora intervino para romper con el momento incómodo—. Mañana saldo mi deuda con usted, de todas formas, le estoy muy agradecida. —Marcos la miró con disgusto y el asiático sonrió victorioso.

 —Entonces, hoy tendré que conformarme con la lista —Edward comentó y volvió a sonreír mirando a Marcos—. ¡Que tengan una buena velada! —se despidió entrando en la limusina y ellos se quedaron en silencio hasta que el vehículo desapareció de sus vistas.

 —¿Qué fue eso? —Marcos miró a Nora desconcertado—. Ya entiendo el porqué de los chismes. ¿Estás segura que lo conociste hoy?

 —Sí, Marcos —contestó fastidiada.

 —Entonces, al parecer le atraes —afirmó incómodo—. ¿Qué es eso? ¡¿Atracción a primera vista?!

 —¡Deja de decir tonterías! —Nora estaba roja como un tomate—. ¿Sabes qué? Olvida lo de la cena —dijo decepcionada—, hoy no ha sido un buen día y tú no estás ayudando. —Emprendió la marcha molesta.

 —¡Nora! —Marcos la siguió y la jaló por la muñeca—. ¿Vas a rechazar mi invitación, pero vas a salir con él mañana?

 —No me vengas con esa, Marcos —respondió molesta—. Tú fuiste quien provocó esto con tus comentarios. Estoy cansada y no estoy dispuesta a escuchar tus imprudencias. ¡Que tengas buenas noches! —Se soltó de su agarre y él no la retuvo más. Marcos respiró decepcionado y se marchó.

***

Ella

Nora estaba bajo la ducha disfrutando de las gotitas calientes que acariciaban su cuerpo, relajando cada tensión en él. No podía creer lo que le estaba sucediendo. ¿Qué tal que sus sueños sean premoniciones? Se sonrojó. ¿Cómo ese hombre se fijaría en ella? ¡Eso era imposible! Todo resultaba ser tan extraño. ¿Por qué sentía esa conexión con él? ¿Por qué sospechaba que a él le sucedía lo mismo? ¿Por qué sintió la necesidad de abrazarlo cuando lo vio? Y... ¿Por qué las lágrimas cubrían su rostro?

Él

Se sentó sobre su cama después de un baño restaurador. No podía dejar de pensar en ella. Miró la gran pintura que tenía sobre la pared, desde que la pintó sintió la necesidad de ponerla en su habitación, de alguna manera, le reducía la sensación de soledad y vacío. ¿Qué significaba todo eso? ¿Cómo es que no dejaba de dibujar a esa mujer que apenas conoció? ¿Por qué la necesitaba tanto? ¿Y por qué los celos lo consumían al saber que ella estaba con otro en ese momento? ¡Es una estupidez!  Negó con la cabeza, aquello no era normal. ¿Será que la conoce de algún lugar? 

***

 —Nora, cuéntamelo todo, por favor. —Su amiga la acorraló desde que la vio entrar a su oficina.

 —En mi defensa, nunca había visto a ese hombre. —Se apresuró en decir subiendo los brazos al aire—. Todos los comentarios son chismes infundados —añadió y su amiga sonrió.

 —¡Es un alivio! —soltó ganando la sorpresa de Nora.

 —¡Vaya! Creí que te decepcionarías. —La miró con incredulidad.

 —Yo soy muy bocona, pero no me gustaría verte envuelta en un lío así. Debes ser cuidadosa y mantener distancia con ese hombre, sabes que los Anderson son personas muy influyentes, y ya conoces como es la jefa Wang, te haría la vida imposible y hasta podrías perder tu trabajo. —La rubia advirtió con seriedad—. Debes mantener tu distancia para que los chismes cesen, si esa señora escucha algo como eso —y sabes que no necesita estar en la empresa para escuchar ese tipo de chismes—, te vas a meter en grandes problemas. —Un escalofrío recorrió a Nora. 

 —No tienes que preocuparte por eso. —Se encogió de hombros.

 —¡Claro que debo preocuparme! Pero ya pensé en algo. —Guiñó un ojo.

 —¿Por qué siento que sí debo preocuparme? —Nora miró a su amiga con escepticismo.

 —Amiga, un chisme desaparece con otro chisme —sugirió con picardía.

 —¿Qué estás pensando? —preguntó suspicaz.

 —No te preocupes. —Frotó los hombros de Nora—. Déjamelo a mí. —Sonrió y salió de la oficina.

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