Capítulo 3

Él se levantó temprano como de costumbre y se miró en el espejo satisfecho de su vestimenta. Esta vez, a diferencia de todas las mañanas, vestía informal. Llevaba unos pantalones negros ajustados con una camiseta blanca y una chaqueta del mismo color del pantalón y unos tenis sencillos negros. Había peinado su cabello hacia atrás como de costumbre. Trataba de no dejárselo crecer como quisiera por causa de su trabajo, puesto que su madre vivía al acecho de su apariencia. El largo del cabello le cubría el cuello, y pese a que siempre se los peinaba, terminaba con varios flecos sueltos, gracias a que tenía una cabellera abundante. Tomó su bulto cinturón y lo puso sobre su cuerpo. Allí llevaba todo lo que necesitaba para su salida, incluyendo sus lápices de carboncillo, borra, cuchilla y libreta de dibujo, en caso de que la inspiración lo atacase de repente, como solía sucederle en esos días.

No viajó en su auto. Decidió ir a aquella ciudad en tren, también tomaría el autobús una vez allá. Esa visita le daba sentimientos de libertad y satisfacción. Por fin viviría por su cuenta y sin el hostigamiento de su madre.

Después de unas horas, llegó a la ciudad e hizo varios recorridos en autobús y a pies. Quería conocer sobre el lugar donde viviría en unos meses. Era medio día y estaba buscando un restaurante donde almorzar, iba a cruzar la calle, pero el semáforo se puso verde. Esperaba entretenido viendo los carros pasar. Sus pensamientos se fueron lejos y no se percató del cambio de luces, volvió en sí y vio a una multitud cruzando la calle. Se quedó petrificado al ver a una mujer vestida con una falda gris gruesa y una camisa blanca, su cabello color caramelo ondulado le llegaba por encima de la cintura; ella estaba del otro lado de la calle y al parecer llevaba prisa. Quería seguirla, pero sus músculos no respondían. ¿Estaría viendo una visión? La mujer iba a doblar por una esquina que la desaparecería de su vista. Decidió cruzar para seguirla cuando el semáforo cambio de nuevo, deteniéndose en seco, tuvo que conformarse con verla desaparecer de lejos.

***

 —¡Tierra llamando a Edward! —Se le acercó un joven delgado de cabello castaño, vestido con traje de ejecutivo, al igual que él—. ¿Qué sucedió en tu viaje de ayer que te dejó tan pensativo? —Edward lo miró aturdido, como si se estuviera volviendo loco.

 —¿Qué pasaría si vieses en vida real el rostro de una mujer que pintaste en un cuadro como fruto de tu imaginación? —Su amigo lo miró con confusión, como si no entendiera ni una palabra de lo que decía. 

 —¿De qué hablas?

 —¿Recuerdas el cuadro de la pelirroja hermosa?

 —¡Ah sí! Tu obra favorita —contestó—. Es un gran cuadro, esa mujer se ve muy real, como si realmente existiera —dijo maravillado al recordar la pintura.

 —La vi ayer —respondió con temor en sus ojos.

 —¿Qué dices? —Agrandó sus ojos—. No inventes. Dijiste que no usaste modelo para la pintura ni foto.

 —Así es. —Asintió—. Salió de mi imaginación.

 —Eso no es posible... Tal vez creíste verla.

 —Estoy seguro de lo que vi —afirmó.

 —¿Hablaste con ella?

 —No, estaba muy lejos. Iba a seguirla, pero desapareció de mi vista; al parecer, llevaba prisa.

 —Bueno, no es que sea algo grave. Vemos imágenes y personas pasar. Quizás, pintaste un recuerdo que estuvo guardado en tu cerebro o talvez, es simple casualidad, puede que, si la vieras de cerca te dieras cuenta que no se parece tanto como creíste.

 —Tienes razón. —Sonrió por lo tonto que fue dejarse engañar por su mente.

 —Cambiando el tema, Edward; tu madre te espera en su oficina.

 —¡Cierto! —Se incorporó—. Hoy será la junta que anuncia mi traslado.

 —¡Vaya! ¿Qué se siente ser el nuevo CEO de la sucursal más grande que tienen las empresas de periodismo de tus padres?

 —Siento mucha responsabilidad sobre mis hombros, pero al mismo tiempo, libertad. —Ambos rieron, sabiendo a lo que él se refería.

Entró al amplio salón de juntas y notó que todos ya estaban en sus respectivos lugares. Como siempre, su madre en la silla principal junto a su padre. ¡Los reyes del lugar! Sus presencias provocaban tensión, pero eso mantenía el orden y disciplina entre los empleados. Su madre, una mujer asiática hermosa, delgada y pequeña hacía contraste con su padre, un grandulón blanco de ojos miel. A él debía el color de su mirada y el no ser delgado ni bajito como su madre, pues en lo demás era muy parecido a ella.

Era gracioso ver a sus padres juntos: él, imponente con su apariencia y ella, imponente por su carácter, sí, su madre era la que mandaba. Su hermano, sin embargo, era un grandulón como su padre y con las mismas características faciales, a excepción de sus ojos pequeños y negros. Él era el mayor y el próximo CEO de la empresa principal. En cuanto a Edward, tendría que viajar a ocupar ese puesto en una sucursal en otra ciudad, dado que el actual CEO se iba a retirar. Se terminaron los detalles de su transferencia y hubo un cambio, adelantaron su viaje a dos semanas. Por alguna razón, este viaje le daba una sensación de felicidad inexplicable, como si allá encontraría esas respuestas que necesitaba, como si allá dejaría de tener la sensación de vacío y pérdida que suele tener en este lugar.

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