Capítulo 8: Génios

Cuando te gustaba tu trabajo, las cuentas estaban hechas.

Akari se dejó ir hacia atrás en su asiento, buscando estirar los músculos después de una jornada eterna en su mente, aunque en la realidad tan solo eran poco más de cuatro horas.

Hoy era sábado y, a pesar de que era su día libre, tendría que trabajar el turno completo para tener más holgura, y no sufrir por los proyectos pendientes, pues pensaba necesitaría de cada momento libre que su jornada le permitiera para dedicarse a otras cosas fuera de lo obligatorio.

Desde la noche anterior tenía algo rondándole los pensamientos; pensó y pensó en eso, y la curiosidad solo creció. Entonces, justo a la mitad de su turno, decidió poner manos a la obra y saciar sus deseos de saber más, porque… ¿qué había de malo en satisfacerlos de vez en cuando?

Minato Hamilton era el hombre que se había presentado como una posible salvación, y del que sabía poco o nada, porque nunca lo había preguntado claro… pero ese no era el punto. Habían charlado mucho y, hasta ahora, solo conocía de él que trabajaba en casos como investigador cuando estos le interesaban, le gustaban los dulces, el chocolate y el cerdo, hablaba español y era un half, información poco útil.

Pero… ¿buscar sobre una persona en internet? Recordaba haber pasado por ilusiones de niño de buscar sobre él mismo, y esto era diferente.

—¿Estaré siendo un psicópata? —murmuró burlón y sopló.

Se acomodó en la silla y colocó el nombre del rubio en el buscador, clicó en buscar y, casi al instante, los resultados salieron, y la sorpresa invadió su semblante.

Los primeros resultados trataban de un incidente hacía más o menos veinte años, ocurrido en Estados Unidos, relacionado a la familia Hamilton, dio por sentado que tenía que ver con él. También encontró el nombre de Minato relacionado a la Universidad de Tokio, como un estudiante algunos años atrás.

También se veía el perfil de Instagram del rubio, y más artículos del mismo incidente familiar, por lo que abrió uno de ellos, y se impresionó por lo que ahí decía. Ojeó la red social, aunque solo encontró fotos del dueño posando, de paisajes, o con otras personas en bares o restaurantes.

Unos veinte minutos después, se levantó de su asiento, un poco arrepentido por haber hecho la búsqueda, y salió del área de oficina para ir a comprar un par de sándwiches y café en las máquinas expendedoras. Al regresar, cerró la búsqueda y el navegador, después de sentarse, y respiró hondo. Se sentía culpable.

Su teléfono se encendió, y pensó que era una jugarreta del destino cuando vio el remitente: Minato Hamilton.

«Akari-san, si quiere saber más de mí, creo que lo más correcto es que me lo pregunte directamente», rezaba el mensaje. Akari, que estaba abriendo uno de los empaques del pan mientras leía, detuvo toda su actividad y volvió a leer, solo para cerciorarse y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió desnudo.

Dejó caer el pan sobre el escritorio y tomó el teléfono con rapidez con las dos manos: «¿Cómo lo supiste?», le preguntó con prisas; sintió que no tenía caso ocultarlo, porque… ¿cómo rayos sabía eso? ¿Era un psíquico?, ¿eso existía?

Un minuto después, recibió la respuesta ansiada: «Tengo mis formas. Pero, Akari-san, de verdad… es más fácil y mejor preguntar, no entiendo por qué nunca lo ha hecho. No voy a comérmelo».

Akari exhaló con fuerza, dejó el teléfono sobre el escritorio y se alborotó los cabellos. Su equipo de trabajo de hoy, la mitad de los empleados bajo su supervisión, almorzaban fuera, pero el silencio y las voces alejadas le daban la paz que necesitaba, porque su mente estaba muy revuelta.

De repente, se sintió regañado, además de desnudo, y el cuerpo se le estremeció. Colocó los codos sobre el escritorio  y hundió su cabeza entre ellos, juntando las manos sobre la nuca. Exhaló con fuerza: era un terrible espía; sin embargo, aún estaba impresionado por cómo ese chico se había dado cuenta. Bueno…

—Es un hacker… —murmuró.

Él mismo era programador, y jefe de seguridad informática; sabía a la perfección lo que los hackers eran capaces de hacer, aunque… ¿alertas de búsquedas personales? Nunca había visto algo como eso, ni siquiera estaba enterado de que era posible, por lo amplia y diversa que la red era.

«Bien, bien… Entonces, ¿tienes tiempo más tarde?», le preguntó, pensando en sí mismo como un muchachito que cuestionaba sobre temas incómodos: «Está bien. ¿Quiere ir a cenar? Conozco un buen sitio. Yo invito».

Akari arrugó el mirar, miró la hora y sopló. Lejos de lo que visto en los reportajes, quería saber más, así que aceptó. Después envió otro mensaje, este a Matsuri, anunciándole que esa noche tampoco llegaría a cenar, y que se tardaría un poco más en llegar a casa.

Del otro lado, Matsuri Azarov instauró en su mente el firme pensamiento de que su hermano se estaba viendo con una mujer.

Pasadas las seis de la tarde, Akari llegó a la dirección que Minato le había enviado, muy cerca de su trabajo en realidad, solo a unos cinco minutos de caminata. Era un restaurante familiar que, considerando la hora, no estaba tan lleno, lo que era genial.

Se dio cuenta de que Minato aún no llegaba y se sentó a una de las mesas, tomó el menú y, cuando el camarero llegó, le dijo que esperaría a su acompañante para ordenar. Un par de minutos después recibió un mensaje de Minato, disculpándose porque tardaría unos minutos más, ya que había surgido un imprevisto en su trabajo.

¿Cuál sería el trabajo de Minato? Se preguntó. Él creía que era un detective privado, pero tal vez esa no era su ocupación principal… quizás era un detective oficial, o un policía; otra profesión que quedaría con eso sería la abogacía, pero lo dudaba, él se veía muy simpático para eso. Los abogados tenían más pinta de bribones aprovechados, en su mayoría.

Llamó al camarero y ordenó un jugo.

Unos veinte minutos después, Minato al fin llegó, excusándose por la tardanza. A ojos de Akari, mientras lo veía sentarse a la mesa, frente a él, se veía agitado, sudado, y cansado.

—¿Viniste corriendo?

El rubio sonrió y afirmó.

—Un poco, sí… No me gusta llegar tarde a mis citas, pero surgió un problema, y tuve que quedarme. —Exhaló y dejó el bolso a su lado. Estas eran mesas para cuatro, con una banqueta doble, mesa en medio, y banqueta doble, pero solo estaban los dos.

Examinó la vestimenta de Minato, y su hipótesis de que era un detective, un policía, o un abogado, desapareció. El rubio vestía bien cada que se veían, pero muy casual; no lo había visto con corbatas ni un traje completo. Ahora, por ejemplo, usaba un suéter gris de mangas largas sobre una camisa negra con, según distinguía, finas líneas verticales más claras, jeans y una chaqueta, que se estaba quitando.

Akari había traído una bufanda, que estaba a un lado junto a su saco y bolso, porque afuera hacía frío, pero Minato apenas llevaba esa simple chaqueta.

—¿Ya ordenó? —Minato preguntó y Akari negó—. Las hamburguesas de aquí son muy buenas —agregó animado.

—¿Vienes muy seguido?

—Más de lo que me gustaría admitir —Minato contestó juguetón—. Pero… es que la comida de aquí es muy buena, no puedo resistirme —confesó sin vergüenza, y una expresión infantil se pintó en su rostro.

Akari era bueno para notar eso, era como la tercera vez que lo veía.

—Minato, yo… ¡De verdad lo siento! —De repente, Akari exclamó, puso ambas manos sobre la mesa, y bajó su cabeza, hasta que su frente tocó la madera.

Minato abrió los ojos como platos y negó con la cabeza enseguida; la cara se le enrojeció un poco, y le pidió que parara:

—¡Akari-san, no se preocupe por eso! —le dijo—. Levante su cabeza, en serio —siguió, hablando rápido.

Una reverencia de este tipo en un lugar tan público siempre daría de qué hablar, y la gente volteando hacia ellos lo corroboraba.

—Usted no tiene que preocuparse, es natural sentir curiosidad. Yo salí de la nada.

Minato miró a Akari con atención, y estiró las manos sobre la mesa. El mayor levantó su cabeza, pero en sus ojos quedaba un poco de vergüenza, enderezó su postura y resopló. Las personas chismosas de alrededor retomaron sus propios asuntos, y Akari se mojó los labios con la lengua.

—Supongo que… me dejé llevar un poco por una repentina curiosidad. Somos adultos, ya sabes… no puedes ir por ahí preguntándole sobre su vida a alguien que acabas de conocer.

—Como le dije, no muerdo… no me lo voy a comer o algo por el estilo, ¿me veo como ese tipo de gente? —Minato preguntó con una rara dulce voz, que hizo al mayor apretar los labios—. Tampoco es que sea un mafioso. —Se alzó de hombros.

Akari soplo y bajó las manos de la mesa, las puso sobre sus muslos y las apretó; el frío le recorrió la espalda, y respiró hondo para calmar su respiración.

—Aunque… vio algunas cosas. —Minato movió la cabeza de lado a lado, como un péndulo, a ritmo lento.

El camarero, al ver que el invitado del comensal al que había atendido antes llegó, se apersonó a la mesa y les preguntó qué querían ordenar, Minato lo saludó, y eso le confirmó a Akari que él era un cliente frecuente. El rubio recomendó las hamburguesas (una pieza de carne entera), y eso fue lo que ordenaron.

— ¿Cómo es que te diste cuenta? —Akari retomó la conversación una vez el mesero se marchó.

—Siento curiosidad por saber quiénes quieren saber sobre mí —contestó Minato—. Hace un tiempo, cuando experimentaba con las redes, los códigos y todo eso, se me ocurrió programar ese tipo de alertas para páginas del buscador… y funcionó —relató con orgullo.

Vaya… este chico era bueno. Akari no presumía de sus propias habilidades para hacer lo relacionado con la informática, pero nunca se le habría ocurrido experimentar con algo como eso, porque lo consideraba peligroso. Sin embargo, si él poseía las habilidades para hacer ese tipo de procedimiento solo por curiosidad, tenía una nueva concepción de su persona.

—¿Y cómo supiste que era yo? —Lo miró más serio.

—Sé donde trabaja, Akari-san —Minato contestó, y una sonrisa limpia adornó su relajado semblante. A Akari, eso le cayó de sorpresa: el cuerpo se le tensó, y apretó las manos en puños sobre sus muslos.

»En realidad, investigué a toda la familia —confesó.

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