CAPITULO I

Capítulo 1

Para un Alfa es difícil dirigir una manada. Muchos piensan que sólo es: sentarse frente a un escritorio y dar órdenes. Pero no es así, uno como líder tiene que ver por la manada, tiene que saber resolver los problemas; Ser Alfa es más que sólo un título. Llevo casi 300 años en esto. Mi rutina es aburrida. Después de todo, las guerras acabaron hace 200 años. La mayoría de las especies están en paz, aunque otras aún tienen sus firmes creencias de los antepasados. Algo absurdo, después de todo estamos en pleno siglo XXI.

Mi manada es la más fuerte del sur, además que todas las manadas están dirigidas por mí, cada Alfa de una manada en un pueblo o ciudad está a cargo de otro Alfa. Pero soy yo quien controla todas esas manadas situadas en el sur. ¡Con razón tengo tanto papeleo!

No me quejo de mi trabajo, esto es lo único que me distrae de mis pensamientos absurdos de encontrar a mi alma gemela. Odio todo lo que tenga que ver con el amor y esa barata cursilería. No creo en el amor, eso nadie lo cambiará.

Dejo todo lo que hago para salir de la oficina. Tengo que ver la manada, donde todo debe estar orden. Según rumores hay chicos problemáticos y es normal, después de todo está cerca la luna llena y los nuevos transformados son muy inquietos. Novatos al final.

La manada es enorme, todo aquel que vive aquí está seguro. Tengo 350 hombres vigilando el límite de la manada. Dos soldados en cada extremo del centro de la misma; uno cerca de cada casa y sobre todo, un campo de fuerza alrededor de mis tierras. El campo de fuerza esta hecho por una bruja muy conocida por mi familia, ella fue amiga de mis padres; también de mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelo... en fin, casi todo Drago. Mi linaje es uno de los más puros, significa: poder, fuerza, autoridad, sobre todo poder.

La caminata por la manada se vuelve aburrida. Más cuando todos intentan no mirar en mi dirección y hacer como que no paso cada día a la misma hora por los mismos lugares. Lo hago para saber si están bien. Pero ellos sólo me ven con miedo y terror. A final de cuentas sólo me importa su bienestar, no si me aman.

Camino al pequeño parque, ahí donde todos los cachorros juegan y se conocen. Es enternecedor ver esa imagen. Desde hace 200 años hay paz entre nuestra raza y otras más. No más odio, menos peleas y guerras. Y no es por presumir, pero todo es gracias a mí.

Al final la manada Bad Blood, es la más poderosa del sur. También está la del norte -Black Moon-, la del éste -Monster Demons- y la del oeste -Battle The Night-, una manada bastante egocéntrica. Los odio. Son muy odiosos y cuando son reuniones... ¡No los soporto!

Estaba tan metida pensando en las manadas y lo que pasó en este último siglo, cuando mi beta se acerca a mí para informar, cosa que se hace todos los días. Quizá sea alguna estúpida reunión. Ya nada es divertido hoy en día.

—Alfa —Porte elegante, rostro de cachorro. Comienzo a creer que sigue siendo un crio—, tenemos problemas con unos humanos en el límite norte.

—¿Cuál es el problema? —Pregunto mientras caminamos hacia el lugar. El parece ajetreado de la corrida que debió dar—. ¿Están intentando entrar?

—Se acercan demasiado. Además, son estudiantes hormonales. —Ríe por lo bajo. Solo espero y no sea como la última vez. Ver otra vez una orgia no quiero.

—Creo que puedes ocuparte de esto sólo...

Alzo una ceja. El me ve horrorizado.

—Esos chicos tienen armas —Bien, esto ya es más serio—. Los observamos por un período corto y ellos cargaban armas de fuego, catanas, ballestas, Arcos con flechas, cuchillos... parecían cazadores, pero muy jóvenes debo decir. —Ahora entiendo su punto. Iniciamos a correr.

Ya es hora de salir y disfrutar un poco del bosque. Estamos a más de 15 km escondidos de la sociedad, la ciudad más cercana está a una buena distancia. No entiendo que hacen esos adolescentes aquí, es extraño. Tal vez si sean asesinos o delincuentes. Eso significa problemas para nosotros.

Cuando llegamos a un punto exacto en el bosque dejamos de correr, nos ocultamos entre los árboles y nos mantenemos en silencio. Puedo sentir el olor de mis otros hombres, todos están vigilando que esos chicos no lleguen al límite de la manada y se topen con el campo de protección. Sería algo malo... muy malo.

Se escuchan pisadas a varios metros de aquí. No siento su olor aún, pero con forme se acercan lo sentiremos mejor. Distingo cinco olores, uno de ellos se cuela en mi nariz de manera preocupante. O no... no, no, no, ... no me puede estar pasando ahora. No ahora.

Veo desde la altura del árbol, como cinco chicos y chicas pasan caminando y riendo entre ellos. También veo las armas en sus mochilas, manos y cinturas. Parecen cazadores. Pero mi beta me dijo que ellos venían de la ciudad, pues su olor lo decía todo.

Mi loba me grita que vaya por mi mate, su olor a hierbas mojadas me atrae. Pero no quiero, no quiero verlo ahora, menos lo quiero cerca. Sólo espero que no sea algo tan importante como para tener que bajar y darles una paliza o mandarlos tres metros bajo tierra. No quiero tener que enfrentar a ese chico que lleva ese olor... porque ahora no sé quién de esos chicos es mi mate.

Mi beta me hace una seña para confirmar si atacamos. No hay de otra, se están acercando a la manada. Viendo la situación lo mejor será llevarlos a los calabozos. Le hago señas a mi beta y él asiente.

Desde mi altura puedo ver como una pelea digna de una película empieza allá abajo. Esos chicos no duran ni 15 minutos en pie, ya que eran más de 20 hombres con súper fuerza y velocidad. Todos quedan desmayados, menos uno que sigue en pie, es de cabello rubio platinado, ojos celestes y piel Blanca.

Mi beta lo taclea por atrás y él cae al suelo. Lo noquea y luego lo coloca en su hombro para llevarlo a la manada. Viendo que la situación está controlada, yo los dejo atrás y me voy a la mansión de la manada. Después podré saber quién es mi mate de esos chicos. No sé qué haré con el resto, porque no muestran amenaza alguna.

Llego a la manada y voy a mi despacho para seguir con el trabajo. Mi teléfono suena y toca contestar de mala gana.

—¿Quién habla?

Beta Mason Tarkof de la manada del Éste. Nuestro Alfa  hará una visita a su manada para poder hacer revisión de las comunidades pequeñas y...

Ruedo los ojos. Ese estúpido ritual ya lo sé de memoria; Según las leyes o normas de la manada del Éste, el Alfa tiene que buscar a su Luna en cada comunidad liderada por tres grandes alfas. El pobre hombre lleva más de 400 años buscando y no ha tenido suerte. A ver que le espera.

...Espera que lo reciba con las puertas abiertas.

—Mi manada le esperara con las puertas abiertas. Nos honrara con su presencia. —Corto la llamada sin más que agregar.

Tendré algo de diversión después de todo. Según logre escuchar el Alfa vendrá en una semana, tiempo suficiente para arreglar todo aquí. Nada mejor que una noche de sexo antes de salir en su búsqueda por su mate. Quién lo diría, yo que no quería encontrar a mi mate ya lo hice y para peor, un humano. Ese Alfa que la ha buscado por mar y tierra no la ha encontrado, quien sabe cómo sea o quien sea.

El resto de mi tarde paso encerrada en mi oficina esperando el momento en que mis nuevos prisioneros despierten para interrogarlos. Quiero saber de una vez por todas quien es mi mate. Y así saber que haré con él.

Uno de mis guardias entra a mi despacho agitado, lo veo confundida e interrogante. Traga duro y habla.

—Los prisiones acaban de despertar —Suspira para calmar su respiración—, pero están haciendo un desastre allá bajo.

—¿Desastre?

Interrogo mientras me levanto de mi escritorio y camino a los calabozos con mi guardia detrás.

—Sólo son gritos e insultos a todo el mundo y quien sea que los haya encerrado ahí. —Lo noto nervioso. Así que supongo que se referían a mí.

Los calabozos están en su totalidad vacíos quienes han entrado aquí no duraron ni 24 horas en el lugar. Solo les espera la miseria en este lugar, además de una liga de sucesos de tortura que son como un círculo vicioso para mí. Lo disfruto demasiado.

Cuando llego a las celdas elegidas para ellos escucho golpes al metal, luego están los gritos masculinos y femeninos, sólo que hay sollozos de fondo. Esto es irritante para mí. Camino para estar frente a esas celdas. Ellos están divididos en pares y solo la chica llorona está sola. Todo se queda en silencio cuando me ven. Dos de los chicos están asombrados, el otro sólo confundido y parece enfadado. La chica está que echa humo por los oídos y solo se enfoca en la llorona.

Sonrío ladina, me paseo de un lado a otro evaluando a cada uno de ellos, parece que no les gusta como los acecho, como una bestia. Mi sonrisa no desaparece y eso les causa algo de pánico. Lo veo en sus ojos, siento su miedo en el aire.

Me dirijo a la chica de cabello rubio teñido de Rosa chillón. Sus ojos son verdes, puedo ver las llamas de la furia bailando en su iris, sonrío más por eso. Veo al chico, es castaño oscuro, como chocolate. Tiene una pequeña barba creciendo, sus ojos son cafés y tiene buen cuerpo. Pero ninguno de los dos es mi mate.

Voy a la celda de la chica, sus amigos ven con terror y pánico. Piensan que le haré algo, pero yo no mato, a menos que me hayan hecho enfadar por más libido que fuera. Abro la celda y veo como se tensa, sus sollozos aumentan, da cierta lastima. Me acuclillo a su altura, no para de llorar, suspiro.

—¿Te gustaría salir de aquí? —Ella alza la mirada y me ve con miedo—, puedes hacerlo. Sólo debes responder unas simples preguntas —Titubea. Sonrío de lado y me levanto para salir de ahí. La pobre esta tan asustada que no sabe qué hacer— ¡Sácala!

Ordeno con voz potente. Un guardia abre la celda para llevársela a rastras. La pobre grita, chilla, llora, patalea pero no le sirve de nada. Sus amigos empiezan a protestar a gritos, menos un chico al fondo de una celda. Me acerco y ellos callan. Frente a la celda ladeo la cabeza para verle con curiosidad su aura oscura, es humano pero no se dejará doblegar y eso es lo más excitante.

—¿Tu nombre? —Sólo me ve sin decir nada. Tampoco dijo algo cuando se llevaron a su amiga. Ahora el aroma a hierbas es más fuerte, proviene de él—. Pregunté tu nombre —No contesta. Suelto una risa. Me gusta jugar, así que vamos a jugar. Giro, veo a mi guardia restante rígido y hace la tonta reverencia—. Mata a la chica.

—¡No!

—¡Déjala!

—¡No le hagas daño!

Sus gritos me hacen reír. Pero hubo uno que no escuché. Me giró con la sonrisa bailando en mi rostro, me acerco a la celda de nuevo.

—¿Qué opinas? —Le pregunto, no contesta—. ¿Con tortura? —Prefiere quedarse callado. Río, los demás se asustan y miran con odio y rencor al chico, el cual no parece importarle—. Bien, 50 azotes con la de púas, quiero ver sangre este día —El guardia asiente y sale de los calabozos. Pero antes de irse más lejos le hablo psíquicamente—. “Vigílala bien. Esa chica es más lista de lo que aparenta” —Exclamo mientras su esencia deja de sentirse cerca. No hay repuesta porque así es esto—. Espero que tu culpa sea mayor con esto. La pobre sufrirá.

Hago un puchero falso y luego suelto una risa maniática. Salgo del calabozo y me dirijo a la sala, para este momento esa ingenua debe de estar profundamente dormida de los calmantes.

Rene Black

Mi mente sigue perdida, pero la mirada no se aparta del cerrojo que posee la reja frente a mí. Es fácil de abrirse, pero no podemos arriesgarnos a que alguien nos note escapando, nos pueden escuchar si hacemos demasiado ruido. Apuesto que nos tienen vigilados desde que llegamos con guardias de turno. Aun me pregunto que es este lugar.

—No lo digas.

—Es hora de salir de aquí.

—Y lo dijo…

Muy tarde para retractarme. Me acerco a la reja y comienzo abrirla con un trozo de metal que aun traía en mis bolsillos.

Vagar por el bosque no fue una buena idea. Además, nos han secuestrado, perdimos el hilo que nos llevaría al encomiendo por parte de nuestro explotadores. Seremos comida para los tiburones si nos atrevemos a volver. Les he fallado a mis amigos.  Mi meta desde siempre fue protegerlos.

Damián, nuestro amigo moreno de ojos verdes me cuestiona preocupado:

—¿Cómo? ¿Ya notaste de qué tamaño son esos guardias?

Vaya que lo note, parecen personas que trabajan con los militares o la Milicia, son poderosos, lo notas en la aura de cada uno y lo profesionales que se ven con el trabajo que ejercen, sea cual sea, en este lugar. Se ve que son peligrosos.

—¿También será grande su pen-? ¡Auh!

Rodé los ojos, al parecer la chica sabia cuando mi compañero de celda Matthew iba a soltar la lengua para decir estupideces. Es demasiado inmaduro en ocasiones de alto riesgo como estas. Es su forma de lidiar con el estrés. Una piedra a la cara fue suficiente para callarlo.

—Sin vergüenza.

Insulta al ver su mohín.

—Si nos escabullimos podremos lograrlo.

Mencione logrando abrir la celda, mi compañero de celda y yo salimos. Corro ayudar a los otros dos.

—¿Qué hay de Alice?

Pregunta la teñida, Rosa, chica de piel pálida y ojos verdes como esmeraldas.

—La buscaremos.

Aclaro, nadie se queda atrás, es nuestra amiga. Somos cinco, un grupo que ha superado de todo desde antes de conocerse. Nos hemos ayudado a pesar de las peleas y en la vida turbia que nos metimos. Solo espero que este nuevo problema no nos separe. Debemos mantenernos juntos. Unidos como familia. Y como tal debemos seguir, buscaremos la salida.

—¿Alguna idea de donde estamos?

Inquiere el de cabello largo, raramente, no ha dicho una tontería.

Nuestro amigo moreno, Damián, es buen analista. Es cuestión de segundos para darnos una conclusión a cualquier imprevisto que se dé. Nada lo saca de su trayectoria. A menos que sea algo que en verdad lo altere.  

—Por la estructura de las celdas el lugar debe ser enorme.

—¿Una cárcel en medio del bosque? —Comenta Rosa, la única chica entre nosotros por el momento—. Que conveniente.

Demasiado para ser simplemente un grupo de terroristas o parte del gobierno. La forma en que nos trataron como prisioneros me dio a entender que no seguían leyes, quizás sí, pero las corruptas y propias de cada uno. Salimos de una madriguera para acabar en una cueva llena de depredadores.

—¿Seguimos en el bosque? —Pregunto Matthew observando la salida, una puerta de metal reforzado. Demasiado ruidoso para forzar su abertura.

—Por la humedad en las paredes y el moho saliendo de las esquinas, lo apuesto.

—Bien —Me acerco a la puerta, dispuesto a sacarnos de aquí—. Es hora de recuperar la libertad y matar al que nos hizo esto.

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