Capitulo cuatro

No sabía cómo era posible que un amigo imaginario creciera contigo, era ilógico, el solo hecho de que aún siguiera viéndolo a mis dieciséis era algo incoherente, la mayoría de los niños se separaban de los suyos entre los 7 y 10 años, pero ahí estaba Lucas, siendo un adolescente, siendo la excepción, me había dicho a mí misma que si no se iba, yo lo correría, que se fuera a vagar por las calles, o que se quedara en la Habitación de Cristal hasta que encontrara a alguien más para molestar, seguramente existía algún lugar para los amigos imaginarios jubilados, algo como un asilo.

—Ya puedes pasar—avisé al terminar. —si quieres.

Ni siquiera debía decirle que pasara, de todas maneras, no era su habitación, era la mía, y ser mi amigo imaginario no le daba ese derecho. Un par de veces me había planteado que podría ser un ángel caído, pero sin alas, sin lindura exagerada, sin lo sobrehumano...descarté esa posible opción tan rápido como apareció. 

Él apareció en el mismo lugar que estaba cuando se fue. Dio un suspiro—Tardaste mucho para ponerte eso.

Señaló mi pijama, yo abrí la boca ofendida, —No he pedido tu aprobación, además, no eres quien, para hablar de buena apariencia, nunca te cambias.

Me refería a su oscuro y lacio cabello, con un corte de hongo que siempre llevaba desde que lo conocí, la misma camiseta azul marino con el escudo del Capitán América, los mismos shorts beige y los mismos tenis. Se combinaba debía admitirlo, se miraba bien como un niño pequeño, pero tenía dieciséis o diecisiete, esa era la edad que yo le calculaba. Estaba pasado de moda, terriblemente. Aunque debía dar gracias de que su ropa creciera con él.

—Si pudiera lo haría —me miró arqueando ambas cejas. —vamos, si soy tu "amigo imaginario", ¿no deberías poder cambiarme tú?

Su respuesta me sorprendió, era la primera vez que mencionaba ser un amigo imaginario, me sentí descubierta, él ya sabía lo que yo creía que era. No le había querido decir porque no quería herir sus sentimientos, ya que al ser producto de mi imaginación eran mis propios sentimientosno sabía cómo funcionaba en realidad, ni si quiera sabía si tenía sentimientos, solo me había tomado la molestia de no averiguarlo.

—Lo he intentado. —le dije, el arqueo ambas cejas ofendido, —Cuando tenía nueve quise convertirte en sirena, no funcionó. —reiteré.

—¿Que? —su expresión volvió divertida. —Gracias a Dios no te funcionó, ¿qué habrías hecho con una sirena persiguiéndote a todos lados?

—Correr. Que es prácticamente lo que hago contigo—me senté en mi cama con un pie cruzado bajo el otro.

Sonrió de lado—Vamos admite que es más lindo ver a un chico en lugar de los amigos imaginarios comunes. 

—Tal vez. Pero sigue siendo extraño. —No supe por qué hablábamos de aquello como lo más normal del mundo.

Gruñó mientras rodaba sus ojos—Emilia, tú nunca le vas a ver el lado positivo a esto ¿cierto?

—No—bostecé, si se lo veía, tener algo de compañía, eso era todo, tal vez su presencia se debía a eso, a que pasaba mucho tiempo sola en casa. — Bueno ya, déjame dormir, necesito descansar.

Sin que respondiera me deslicé en el colchón para dejar mis lentes en el mueble junto a la cama, luego me metí bajo la sabana y me puse mi antifaz.

— ¿Podrías apagar la luz? —Lo hizo—Gracias, buenas noches.

—Buenas noches. 

Él no dormía, no sabía que hacia durante toda la noche, un par de veces lo había descubierto mirándome mientras dormía, o esperando a que despertara, no quería ni saber lo aburrido que debía ser solo estar esperando a que amaneciera sin nada más que hacer.

()

—¿Flores o corazones? —Caminaba con Lucas, pasamos a la par de una señora que vendía flores en el parque, más adelante había un señor con globos.

—Flores—respondí, mientras comía helado.

—¿Y por qué no corazones? —preguntó ladeando su cabeza para verme.

—Porque las flores las puedes regalar a quien sea, los corazones solo a tu novio o novia, —Los sábados me daba por salir de casa, Lucas siempre estaba conmigo, así que, me acompañaba.

Nos llevábamos bien la mayoría del tiempo, cuando le daba permiso para molestarme, cuando no, y a él se le ocurría que sería divertido estar hablándome en público entonces era realmente fastidioso, había limites hasta para un amigo imaginario, sobre todo si era adolescente, en los niños no se veía tan mal, en una chica de dieciséis no podía decir lo mismo. Solo esperaba pacientemente el día en que se fuera, y así por fin vivir mi vida tranquila, eso no quería decir que no me agradara su compañía, a veces resultaba bastante oportuno.

—Emilia, quisiera saber algo.

—Dime.

—¿Crees poder enamorarte otra vez? —Lo miré por un segundo.

—No lo sé, supongo cuando llegue el indicado, ya sabes que con Austin fue terrible, creo que solo quería saber que se sentiría, ya no me arriesgaré de nuevo—vi un bote de basura cerca, me apresuré a comerme el helado para alcanzar a botarlo ahí.

—¿Y qué sentiste?

—Si a eso se le llama amor, no me gusta.

Se rió, se quedó en silencio, mientras, solo nos detuvimos a ver el parque y a los niños, había un partido de futbol entre unos cuantos niños, algo improvisado.

—¿Te agrada que yo sea tu amigo Em...?

—Emilia. —Le corregí.

Exhala—Emilia.

—¿Por qué lo preguntas?

Frunce el entrecejo—¿No te agrada?

Me aproximé a botar el vaso en el basurero. Lo miré, él estaba a la espera de una respuesta, —Sí.

Sonrió, luego se puso serio, —¿Y entonces por qué ya no nos llevamos tan bien como antes?

Me aclaré la garganta, —Deja esas preguntas ya Lucas.

Lo cierto es que no lo sabía, un día solo, ya no lo quería cerca, sentía cierta incomodidad al verlo o cuando me miraba, cuando se acercaba para hacer algún tipo de broma como era su costumbre, ya no me hacía gracia, cuando me hablaba en público no evitaba pensar en que nadie más podía verlo, que era algo absurdo seguir viéndolo en mi adolescencia, y había algo todavía más absurdo que eso, es que a veces podía parecer tan real. De alguna manera

Se acercó, —Hay una razón, dímela. —Su respiración chocaba contra mi nariz, yo tenía la mirada en el suelo, para no verlo a los ojos.

sabía que él también lo sentía.

—Estamos en público Lucas. —Seguí caminando, las personas estaban en sus cosas, ni siquiera prestaban atención, estaban ocupadas con sus niños quienes estaban emocionados por subir a los juegos que el parque les proporcionaba.

—No me gusta cuando me dejas con las preguntas sin contestar. 

No sabía por qué estaba actuando así tan de repente, se había reaparecido frente a mí, mirándome, sus ojos entrecerrados por el sol, a una distancia que no me favorecía.

—¿Qué es lo que quieres saber?

—Nada, solo por qué ya no nos divertimos como antes. —Se alejó, metió las manos en sus bolsillos delanteros, y miró a nuestro alrededor.

—Porque ya no somos niños, y no se ve normal que ande por ahí con amigos imaginarios—dije en tono divertido, dándome esa libertad después de que él lo dijera antes.

Inspiró, me miró, —No quiero esto.

—¿Qué?

—Olvídalo, ya no hablemos más del tema, ¿vamos por un algodón de azúcar? —quise decirle que se escuchaba gracioso que me lo preguntara, ya que él no podía invitarme a tal cosa, pero antes de que se lo dijera él sonrió también, —No lo digas, soné ridículo. 

Me reí, —No, de hecho, fue muy amable de tu parte, lástima que yo pagaré. 

—Yo invito, tú pagas. —recordó esa tonta broma que suele hacerse entre amigos, que era tan literal en nosotros, —Solo vamos.

—Vamos.

Fuimos hasta donde el señor que vendía los dichosos algodones y también los globos. Compre el algodón, nos alejamos del puesto para seguir caminando, no teníamos nada mejor que hacer.

—Emilia, ¿me describes el sabor?

—Asquerosamente dulce. —dije sintiendo deshacerse el dulce en mi boca. Él se rió.

No sabía si me refería al momento o al algodón. 

()

—Entonces, en vista de que nadie se acuerda de darle nada, esperaba que nosotros pudiésemos hacer algo—Sobre una silla, en el frente del salón se encontraba Austin con otra de sus iniciativas.

Al final no me equivoque con él, si era creativo, era un activista, razón por la que había sido elegido como presidente de la clase. Estaba de nuevo con otra de sus propuestas, aunque esa vez nadie parecía estar totalmente convencido, pero no se puede subestimarle.

Esta vez se trataba del cumpleaños de la señorita Liss, la maestra de arte, una mujer con cabello rubio rizado, que jamás parecía tener noción de donde estaba, se hallaba volando entre nubes pintadas con óleo sobre el piso, dejen volar su imaginación, y cuando no tengan inspiración para siquiera poner el pincel en el lienzo salgan a la calle y dejen que sus sentimientos floten eran sus palabras cuando alguno se quejaba de volver a su clase, usaba camisetas con flores hippies, jeans flojos de los tobillos, y sus características sandalias de cuero cafés, eso no distraía a los hombres de sus ojos azules y vivaces, aunque ella los rechazaba porque tenían poca ilustración en sus vidas, nunca supe exactamente qué significaba eso.

A muchos de mis compañeros no les caía bien, por su personalidad que era muy extrovertida, pero a una manera muy suya, era dedicada por completo al arte, y el espíritu de artista era una de las cosas a evaluar en su clase y una de las razones por las que muchos la reprobaban, se decía que era la típica mujer que acabaría soltera y con cincuenta gatos, pero por el contrario de las especulaciones, era una mujer muy dulce con los que se dedicaban a hablarle, amigable con sus alumnos si no le hacían más difícil el impartir su clase. Me había dado muchos consejos para que mejorara mi arte en noveno grado, al ver que me esforzaba mucho por conseguir una pintura decente.

—Yo si te apoyo Austin—Le dije levantando mi mano.

—Como siempre—murmuraron los demás.

La mayoría pensaba que yo seguía enamorada de él, por el solo hecho de que éramos ex, y que yo igualmente le hablaba. Al principio trataba de explicárselos, pero cuando me di cuenta que no entenderían, dejé que pensaran lo que quisieran. Yo ya le había superado, el resto no lo creía, pero no por eso dejaría de ver una buena idea cuando se presentaba.

—Gracias Emilia—respondió el con una sonrisa, se dirigió a los demás—¿Alguien más? —Nadie respondió, Austin no era de darse por vencido—Vamos compañeros, esta podría ser la oportunidad para algunos que no van bien en la materia, piénsenlo.

Eso era lo que necesitaban escuchar los que se negaban a participar. Escuchando la tentadora propuesta, todos aceptaron. Austin pidió que se hiciera una fila para asignar a cada quien lo que debía hacer, él no era de las que improvisaban, era obvio que ya tenía planeado aquello con anticipación.

Todos se formaron, incluyéndome. Mientras hacia la fila, vi entrar a Richy y Lily al salón, con discreción, ella parecía nerviosa mientras le susurraba algo al gemelo, él estaba incluso pálido, tuvieron suerte que nadie los vio llegar sino al verlos entrar a ambos tarde les hubieran hecho un escándalo. Me quedé observándolos un segundo, cuando se dirigían hasta donde yo estaba me volví hacia la fila para fingir que no los había visto llegar.

Lilith se colocó detrás de mí en la fila después de hacer a un lado a un par de compañeros, sin verla le hablé— ¿con que motivo vienen tarde?

—Eh, es que ya sabíamos que el maestro de literatura no había venido—respondió lo más tranquila que pudo.

Me volví para verla—¿En serio? Me pudieron haber dicho ¿Saben? Creí que éramos amigos.

La verdad era que dos años después de que a Mike se lo llevara su madre algo cambió entre el grupo de mejores amigos que teníamos en el jardín de niños, los recreos eran más silenciosos, teníamos que ver a Richy llorando en el salón al recordar a su hermano, era de esperarse lo mucho que lo extrañábamos, logramos superarlo y acomodarnos a la situación, pero entrando a la escuela secundaria, las cosas no fueron bien, ellos se volvieron más unidos, yo era la tercera.

—Lo sentimos, es que no te vimos en el receso—respondió. 

Miré a Richy—¿Y tú qué? ¿No vas a hablar? 

El dirigió su mirada a mí, para lo cual tuvo que bajar la mirada, sonrió—Tranquila Hale Wang, no pasa nada. No te enojes que solo te ves adorable.

Abrí la boca ofendida y me gire porque había llegado mi turno de anotarme en la libreta de Austin, al verme, él se rio suavemente y me paso un lapicero. Me incliné para escribir mi nombre, algunos de mis compañeros exclamaron un Uh. Seguramente por la cara sonriente de Austin al verme. 

—¿Qué te ha hecho enojar ahora Hale? —preguntó.

Le devolví el lapicero—Nada. Estoy bastante tranquila de hecho.

—Tu cara dice otra cosa, sabes que te conozco.

No le respondí. No tenía caso esa conversación. Fui por mi mochila y me senté en el piso a dibujar cualquier cosa que se me ocurriera con mi lápiz y algunos marcadores. Termine escribiendo mi nombre con distintos tipos de letras incluyendo letras chinas, una que otra vez se infiltraba el nombre de Lucas, por suerte nadie podía entenderlo. 

—¿Con que escribiendo mi nombre eh? —Excepto Lucas, él había aprendido algunas cosas de mí.

Cerré mi cuaderno rápidamente, lo miré escandalizada, pero luego recordé que no estaba sola, relajé mi expresión para susurrarle entre dientes—¿Desde cuándo me espías?

Seguí escribiendo en mi cuaderno para disimular, él se sentó a mi lado—Desde hace dos minutos.

—Ya vete quieres, creerán que estoy loca—volví a susurrar.

Metió su cabeza entre el cuaderno y mi cara, traté de alejarme lo más disimuladamente que pude, —¿Qué te ha enfadado ahora?

Se apartó, yo me llevé mi cuaderno a la cara, que luciera natural el movimiento, que creyeran que estaba frustrada por mi rubor, afortunadamente así era.

—¿Tan obvio es?

—No, al menos no tienes la cara roja. Yo lo sé por tu mal genio, hoy está peor que de costumbre conmigo.

Me quite el cuaderno para verlo, algunos ya empezaban a murmurar, él los escucho, eso lo hizo ponerse en pie, yo regresé mi vista al cuaderno.

—Es por tus amigos ¿cierto? —asentí levemente—tranquila Hale, lo que te ocultan va a gustarte.

Levanté la mirada al oír lo último, demasiado tarde, se había desvanecido, dejándome con la curiosidad, le interrogaría después. Qué era eso que me ocultaban los tres que para que me gustara ¿Qué podía ser? ¿Una fiesta sorpresa? ¿Una relación oculta que no me di cuenta por mí misma? ¿un hijo? Porque si era eso ultimo no creía que fuera a agradarme mucho.

Y, ¿Acaso había hecho énfasis en Hale? 


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