Capítulo 2

Christian

Su apartamento está a oscuras. Espero no demore y logremos cenar juntos. Papá está un poco preocupado por ella y continuamente me dice que venga a verla, pero sólo hasta hoy he sacado mis agallas para verla. Desde que empezó a trabajar en esa galería este verano se ha hecho amiga de una mujer unos años mayor que ella con un prontuario de prostíbulo. Ese comentario siempre nos hizo reír a Jake y a mí. Amy es una niña muy centrada, dulce y dedicada. Ama lo que hace desde los once años, allí encontró la manera de alejar sus pensamientos de la tristeza que le causó el abandono de su padre biológico, y se dedicó a pintar, aunque nunca nos ha mostrado uno de sus trabajos por voluntad propia. Encontró en la pintura lo que yo encontré en el futbol cuando tenía esa misma edad.

Enciendo las luces, tanteando las paredes, niego al ver el apartamento, en extremo grande y ostentoso, nada propio de ella. Esto parece más un lugar como los que acostumbra papá.

No han parado de llegar los mensajes de Meredith por mi enfrentamiento con Augustus y Lina. Todo ya es público y la lástima que lanzan sobre mí ya es hostigante. Me provoca asco. Nunca he necesitado eso. Papá, mamá y mis tíos han mandado mensajes también para saber cómo estoy, como si fuera algún idiota que se deja sobrepasar por gente como esa. Luego de contestar con evasivas, aplicando mis bromas comunes, logro calmarlos. Saben de qué estoy hecho.

Mi teléfono suena con un peculiar sonido y presiono para aceptar la llamada casi por obligación.

—¿Hola? —pregunta ella cuando no hablo.

—Hola, bonita.

—Creí que no ibas a contestar —murmura, y noto como se le quiebra la voz.

Aun no entiendo cómo es una doctora si tiene ese corazón tan frágil y es tan sentimental. Esa fue la razón por la que estuve tanto tiempo con ella, no quería lastimarla y verla llorar por mi culpa. No hay nada peor que eso. Aunque no lo logré, cada vez que viajaba por mis partidos la encontraba peor, más histérica, más delgada de lo que era, y más apegada a mí. Al final logré hacerle entender que no la amaba cuando reconocí que mi corazón le pertenece a otra mujer desde hace un largo tiempo. Ahora estoy dispuesto a todo y no me rendiré hasta obtener lo que tanto necesito, a quien realmente me hace feliz.

—No tenía el teléfono a la mano —miento, y ella lo sabe, porque solloza.

—Mañana es tu cumpleaños —dice. Es la excusa perfecta que todos tendrán hoy para fastidiar—. Quería saludarte y darte mis mejores deseos, sabes que aquí hoy ya es mañana.

—Gracias… —Y no hay nada más que decir.

—Tu padre me llamó. —Me quejo, pero eso no es una sorpresa—. Quería saber por qué terminamos.

—Te quieren mucho.

—Sí. Dije lo que acordamos. Tenía que regresar a Japón por mi familia y tú tienes tu vida y carrera allá.

—Gracias por hacer eso, Yuki.

Ella suspira con pesadez y el silencio se cierne sobre nosotros, como siempre que ella quería “ahondar en mi vida” y yo la alejaba para no seguir lastimándola. Carraspea y espero a que hable, lo que se hace eterno.

—¿Ya encontraste a esa persona? ¿A la que perdiste?

Aprieto mi puño. No creo que le agrade mucho el enterarse de quién se trata. Es algo que ni yo mismo vi venir hasta que decidí aceptar que me muero por ella y acabaría con medio mundo por esa bella pelinegra que me llama “hermano”.

—No sigas, Yuki. No tendría siquiera que contestar tus llamadas. Deja de lastimarte de esta manera y sal de tu habitación, donde seguramente estás lamentándote por algo que crees que pudiste hacer mejor. No quiero eso para ti. No me hagas ser duro contigo, bonita, no quiero decir algo que te hará sentir peor de lo que he hecho. Ya me conoces.

Se despide inmediatamente y el nudo en mi garganta se desata. Ella es linda, la quise, pero no fue suficiente. Querer a alguien por agradecimiento no es lo mismo que morir por una persona que lo significa todo. Nunca fue suficiente para mí, nunca encontré nada perfecto para sentirme completo. Lo tengo todo con mi trabajo, con mi familia, yo como persona, pero mi corazón está incompleto. Eso es todo.

Es estúpido, pero luego de ver a mamá y a papá amarse, no quiero menos que eso. Ninguno de mis hermanos desea menos que eso luego de ver la cantidad de tiempo nuestros padres que tuvieron que permanecer separados por los asares del destino. Primero un beso que marcó un precedente en sus vidas luego vino la muerte del abuelo de papá, lo que los alejó, entonces mamá quedó embarazada por alguien en quien confiaba, y entonces ella decidió dejar ir sus esperanzas por papá para concentrarse en su familia. Por su simple deseo de ser feliz, de olvidar al chico que la ilusionó en su adolescencia, por dar a su familia todo lo que tenía que dar.

Luego de ver todo eso y de ver como la vida los volvía a reencontrar para darles lo que merecían, no es justo conformarse en la vida con tener a una persona que simplemente es buena. Yo quiero a la mejor. A la que fue hecha a para mí.

Ayudaron a mi hermano y me aceptaron en su vida. Eso los hace grandes para mí.

Mi teléfono vuelve a sonar y me quejo, porque no quiero más estupideces. Ya es media noche, oficialmente es nuestro cumpleaños, y ella no aparece.

*Soy afortunada por compartir contigo este día tan especial. Y soy más feliz aún al tenerte ahora tan cerca de mí. Te quiero y te extraño así me evites últimamente. Feliz cumpleaños, hermano mayor*

—No somos hermanos, mi princesita.

Si tan sólo ella no me viera de esa manera. Crecimos juntos, ella con su familia y yo con la mía. La vi crecer y disfrutaba mucho cuando esa pequeña saltaba a mis brazos cada vez que me veía cuando pasaba a buscar a mi hermano o cuando la iba a visitar a ella en este día, nuestro cumpleaños. Luego nuestras vidas cambiaron repentinamente y nos convertimos en hermanos. Al menos es esa la manera en cómo ella me ve. Yo dejé de verla como una hermana hace varios años atrás y ha sido una real tortura.

Lo único que he podido hacer para que papá y mamá no se enteren, es dejar de ir con frecuencia para no estar cerca ella. Los extraño, pero prefiero que papá, con esa mirada dura y perspicaz, no note que mi corazón y mi pene saltas por su princesa.

—Amy, Amy, Amy.

Tomo mi teléfono y le pido a Dan, el jefe de seguridad de papá, que la localice para ir por ella. Que ella me diga que me quiere significa que no está en sus cinco sentidos. Tampoco quiero que la vean con alguna resaca cuando todos lleguen mañana por nuestro cumpleaños.

Ella suele decir que por eso soy su hermano preferido.

Golpe bajo.

Dan me da la dirección, además de asegurar que le dirá a papá. Tenía demasiadas esperanzas en algo que sabía no podía suceder.

¿Dan Jones, faltando a la confianza de papá?

Imposible

Llego al lugar que me ha señalado Dan y entro. Un par de hombres me reconocen y los saludo como parte de mis obligaciones, según mi agente y sus normas de comportamiento para tener contentos a los fanáticos. Camino hacia el centro del bar, donde hay una cantidad de gente bailando algo enloquecida y demasiado pegados unos a otros teniendo en cuenta el tamaño del lugar y de que bailan en los estrechos pasillos del lugar. Y a que no adivinan quién está en el centro del bar, saltando y riendo como si el mundo se fuera a acabar mañana.

Oh, y ya creo que podría acabarse para ella en cuanto papá llegue, eso, si logro contenerme y no montarla a mi hombro para sacarla de este lugar. Pero, al verla, con esa enorme sonrisa, bailando y disfrutando como jamás le había visto hacerlo, me contengo. Prefiero esta versión de ella, más alegre y menos contenida. Se parece demasiado a su padre en ese sentido.

Me afirmo a la barra y la dejo ser libre un rato. Después de todo soy su hermano preferido, el que siempre le ha permitido todo cuanto quiere y desea, aun cuando mamá y papá estuvieran en contra. Como aquella vez que moría por ir a una exposición de un pintor que no recuerdo, mamá no quería que su bebé de quince años fuera a Londres por un “evento épico”. Perdí dos exámenes y una exposición por inasistencia, pero la llevé y la vi disfrutar de esas cosas aburridas que acostumbra a hacer. Aunque tuve mi cuota de diversión cuando pude disfrutar una pelea con un idiota que no dejaba de molestarla. Todo gracias a su estatura, que la hace parecer mayor de lo que es.

Algunas personas se acercan para hablar del equipo, expresar su molestia hacia los que eran mis padres, tomar fotos y firmar autógrafos. Lo hago sin dejar de vigilarla, y logro hacer todo al mismo tiempo, aprovechando lo acostumbrado que estoy a todo esto.

La pasó mal luego de que su papá biológico la abandonara a los diez años y tuviera otra hija, se sintió despreciada por el hombre que más amaba en su corta vida; y nuestro hermano Jake, su hermano de sangre, no fue un buen apoyo con él lidiando con sus propios sentimientos y un corazón roto. Pero ahí estuve yo para ella.

¿Quién más si no yo?

Me yergo al ver a un sujeto tomar su cintura y la besa, como el común arrebato de un ebrio. No creo que sea su novio, eso es algo de lo que ya me habrían informado papá o Lou, y seguro como que me llamo Christian Blake, que lo hubiera sacado de su vida tan rápido como llegó.

Aprieto mi puño y camino hacia ellos, obviando las quejas cuando paso empujando a todos a mi paso. Mi sangre hierve al ver cómo la toca y besa, aún más al ver que ella le corresponde con gusto. Tomo al sujeto, lo jalo del cuello de su camisa y lo aparto de ella sin ninguna sutileza y, sin darle tiempo para lanzar alguna réplica estúpida, mi puño viaja a su cara sin consideración. El tipo cae en el piso y parece aturdido, como si lo hubiera arrollado un camión.

—¡Aparta tus malditas manos de ella! —grito, pero dos hombres que parecen ser amigos del tipejo me enfrentan. Amy ríe y bufo al mirarla de reojo. Uno de los dos sujetos nuevos me mira con reconocimiento y doy un paso hacia él, con toda la intención de golpearlos con tal de llegar a su amigo, cosa que se ve imposible cuando Amy me abraza por la espalda y frota esa carita como una niña necesitada de afecto. Joder—. Recojan a esa basura o no respondo si vuelvo a ver su maldita cara.

—Lo sentimos, hermano —dice uno de ellos.

Si no fueran fans, si no nos estuvieran grabando y si no tuviera que sacar a mi princesita de este lugar, disfrutaría de una buena pelea.

—¡Amy! —grita la zorra que se hace llamar su amiga.

La mujer camina a empujones, intentando llegar a nosotros. Grabo su cara en mi mente. Giro y tomo a mi princesita en brazos para llevármela. Que sea mamá la que se encargue de darle el sermón sobre las amistades, porque una mía no le va a gustar ni un poco.

La siento en el capó del auto más próximo y tomo su cara con algo de fuerza para hacer que me mire, para que se enfoque en mí. Ella sonríe como si yo fuera lo mejor de su vida y niego. Suspiro cuando sus pequeñas manos toman mi cara, imitándome, como un perro haciendo trucos.

—¿Qué estás haciendo, mi princesita?

Hace un puchero y sus ojos, demasiado dilatados, se humedecen. Si la conozco tan bien como creo, debe extrañar a nuestra familia, ella es muy apegada a todos en casa y de ese tipo de necesidad es muy difícil desprenderse.

—Te extrañé mucho, Christi —solloza.

Siento como se desvanece y me apuro a sostenerla.

—Maldición, nena —susurro a su oído, meto mi nariz un su cuello y me embebo de ella, del dulce de su olor y de lo suave de su piel—. Y yo a ti, mi amor.

Siento el éxtasis agolparse en mi sangre, con el simple olor de su cabello, de ese champú de manzana dulce que suele usar, y de un leve olor a perfume, nuevo, seguramente. Demasiado para una preciosura dulce como ella.

Me alejé de ella, me reprimía para no contestar sus mensajes con el mismo afán de antes, ya no iba a casa para las reuniones familiares evitándola, y hace un año no la busqué para nuestro cumpleaños. Y la extrañé como un demente, sobre todo al reconocer lo mucho que amo a esta niña.

—Oye, ¿tú quién eres? —grita la misma mujer, acercándose con paso de camionero. Un punto para ella—. Suelta a mi amiga.

—Cállate la puta boca si no quieres que te demande por drogarla.

La mujer se detiene y me mira confundida.

No soy el mejor abogado ni me gradué con honores, pero la intimidación es la mejor arma y eso lo aprendí de papá. El amor es sólo para la familia.

—Yo no…

—Ella salió contigo, es una niña de apenas diecinueve años, nada comparable con tus veintiséis, quien resultó drogada por un trago que vi que le entregaste y casi abusada por un idiota en un bar.

—Pe. Pero…

—Aléjate de Amy si sabes lo que te conviene.

Me mira desconcertada, pero, joder, si no es divertido utilizar ese papel de abogado de vez en cuando. Es en momentos como este que disfruto estar en los zapatos de papá, calculador y ponzoñoso.

Tomo a mi princesita y la llevo a mi camioneta, le pongo el cinturón y me permito tomarme unos segundos para apreciar esa carita delicada, esa piel suave, esos labios pequeños y abultados. La escucho murmurar mi nombre y sonríe para mí.

Le doy una última mirada a la amiga, que parece no poder moverse de su lugar e intenta, aún, entender mis palabras. Que agradezca que no fue Jake, él ya tuviera a todos los abogados de papá sobre ella y mañana amanecería sin trabajo, como mínimo.

La acuesto en su cama. Sabiendo que me estoy pasando, pero no me importa, desabotono su pantalón y lo saco por sus largas piernas. Es tan alta como mamá, tan blanca también y hermosa aún más. No me malinterpreten, soy su hermano favorito, así eso me joda, y tengo que cuidar de ella, eso incluye que duerma cómoda, sin este pantalón apretado, sólo con una diminuta tanga negra que me enseña lo bien dotado y suave que tiene ese culo.

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