Capítulo 2: El Comienzo

No sentía ninguna emoción por mi último año.

Todos los días eran similares.Hacía bobadas en compañía de mi amigo Nico quien no paraba de tomarme fotografías distraída y quien me ayudaba en los estudios, ya que no se me daban muy bien. En especial las que contenían formulas y números.

¿Que como nos conocimos?

Habíamos sido compañeros de secundaría unos años atrás, pero no amigos. El era muy orgulloso e inteligente por lo que desde un comienzo chocó con mi mejor amigo Carlos quien era como un hermano, y por quien no pude tener una amistad desde el comienzo con Nico. Incluso en preparatoria cuando hice el cambio, Carlos se encontraba en ese grupo. Pero para cuando comenzamos a ser pocos juntaron a los dos grupo, el nuestro y el de donde nada más y nada menos se encontraba Nico.

Intentó tener una amistad conmigo desde ese año, pero sus amigas quienes odiaban al grupo integrado, al nuestro me odiaban al igual que a todo el grupo, ya que ellos eran aplicados y el nuestro todo lo contrario, hacían bromas pesadas como colgar mochilas del grupo adversario en los ventiladores del techo o suéteres, hacían comentarios fuera de lugar en contra del otro grupo y cosas totalmente estúpidas y el dirigente de todo era Carlos.

No niego que algunas cosas me provocaban gracia y me reía junto con ellos, pero en otras simplemente los ignoraba, algo que ellas no podían hacer.

Al pasar de un semestre Carlos abandonó la escuela, por lo que me quedé sin amigos en aquel grupo y Nico sería el único en los dos grupos unidos en acogerme.

Desde ahí comenzó nuestra amistad lo acepté tal y como era y él a mí. Y aunque intentó involucrarme en su círculo de amigas jamás fui aceptada, por lo que pasaba la mayoría de tiempo conmigo que con ellas, lo cual las provocaba más.

Las clases de nuestro último año comenzaron, y evidentemente el grupo había disminuido un poco más, por lo que para mí era increíble que yo hubiese sobrevivido. Aunque no es tan difícil cuando estudias en las tardes, ya que algunos profesores faltan y no son tan constantes.

Pero pocos sabían sobre el nuevo profesor, pocos lo habían visto, pocos sabían cómo enseñaba por medio de ex alumnos, pocos sabían que pondría presión imaginable sobre nosotros, pocos conocían a aquel hombre que pondría en poco tiempo mi mundo de cabeza.

—Christofer, su nombre es Christofer—escuché la conversación que algunos amigos de Carlos sostenían.

—Mi hermano dice que es bueno... —comenta uno.

—Y mi hermana dice que está bueno—comenta Clara quien pasa por su lado mientras ríe con sus amigas.

Entré al salón y aún no me enteraba de la llegada de él. Puse sobre mi butaca todas las golosinas que me había comprado y comencé a abrir cada una para comerlas. Nico no se encontraba en el aula así que estaba completamente sola disfrutando de mis caramelos mientras observaba a mí al rededor. Pude distinguir la división que el grupo sufría, las chicas que querían ser bonitas, los que eran "inteligentes" donde permaneció un tiempo Nico, las calladas que para mí eran las normales con quienes conversaba más y me aceptaban. Y luego los que simplemente escogieron la escuela para pasar un buen rato comportándose estúpidamente como niños de preescolar, a ellos siempre los podrías encontrar afuera recargados sobre el barandal cuando no había profesor adentro. Y luego me encontraba yo, a la que envidiaban, a la que hacían reír con chistes malos y la que simplemente no le importaba lo que dijeren o pensaran de ella, excepto su familia.

—No vas a creerlo—escucho decir a mi amigo quien entra al aula agitado.

—¿Que sucede?—pregunto sin apartar el popote de pecositas de uva.

Le veo tomar un caramelo de mi butaca antes de responder, y toma aire.

—Nos consiguieron unos psicólogos...—dice sacando el dulce de la envoltura.

—¿A nosotros? — frunzo el ceño.

—Al grupo—corrige.

Quedo con la boca abierta. Sabía que el grupo, en especial en de donde yo pertenecía estaban un poco... inestables, pero no era como para la escuela contratara no uno si no dos psicólogos para nosotros.

—¿Dónde escuchaste eso?—preguntan sus amigas, quienes al igual que todo el grupo deja las cosas que estaba haciendo, excepto yo quien aún sigue comiendo.

—Escuché a Rodrigo decirle al Director que habían llegado, especialmente mencionó a nuestro grupo—confiesa.

Rodrigo era el prefecto encargado de cualquier detalle dentro de la escuela, y muchos sabían que nuestro grupo peleado era el peor.

Los primeros días con los psicólogos no fueron tan malos, simplemente nos hacían hacer cualquier tipo de ejercicios grupales, para conocernos, pero al poco tiempo ambos grupos se las ingeniaron y uniendo fuerzas se deshicieron de ellos, exasperando a un grado de que ellos mismos renunciaran a nosotros. Simplemente los grupos, en especial los hombres, no gustaban de recibir órdenes de nadie y lo demostraban bien.

Pero en cuanto llegara aquel profesor, todos con el simple sonido de la suela de sus zapatos guardarían silencio de inmediato. Ya que era un hombre que siempre se daba a respetar, y con una simple mirada hablaba.

Al principio me lo visualicé como un viejo chaparro, panzón y con canas. Ya que escuchaba de muchos que era el segundo profesor respetado, bueno e inteligente. Haciéndome la idea de que sería como papá Noel que haría armonioso las clases, pero fue todo lo contrario.

El hombre estaba llegado al aula cinco minutos antes, dejando en claro la puntualidad. Vestía una camisa blanca con saco azul rey, zapatos limpios y su peinado era tradicional. No podía dejar de prestar atención a su ropa, desde que había entrado a preparatoria no había visto a un profesor tan bien vestido. No era gordo, ni bajo. Todo lo contrario, era alto y delgado pero con una complexión bastante bien. Subí la mirada lenta, inocente e inconscientemente.

Sus ojos eran azules y sus pestañas caídas los cubrían un poco. Sonreí amigablemente y seguí masticando los skwinkles mientras parecía esperar a que diera la hora de iniciar la clase, y efectivamente los hizo a las cuatro en punto y lo verifiqué yo misma con mi celular.

En poco tiempo todos tenían una razón para odiarlo, incluyéndome a mí. No había cinco minutos de tolerancia por lo que a mí no me beneficiaba en nada. No había cinco minutos para tomar un descanso en dos horas, y no había tiempo de introducir algo picoso a mi boca.

—¿Hiciste la tarea?—pregunta Nico en la comida.

—Si—respondo aliviada—gracias por recordarme anoche.

Sonríe y continúa comiendo. Por primer vez me estaba volviendo "responsable" con aquél profesor, intentaba permanecer más tiempo callada, lo cual se me dificultaba pero lo estaba logrando, las tareas las cumplía gracias a mi amigo, pero al tiempo de llegar a su clase siempre estaba sobre mis talones. Lo cual no contaba cómo llegar tarde. Él había dejado en claro que cuando él estuviese dentro del aula nadie más podría entrar, por lo que yo entraba segundos antes que él.

Solo le oía soltar un suspiro cansado, pero jamás había comentado nada al respecto, ya que yo creía estaba cociente de lo que había dicho. Al entrar ni siquiera saludaba y aunque lo hiciera jamás recibiría respuesta de parte de mis compañeros.

Había privilegios para aquellos que sacaban buen promedio en sus exámenes sorpresa, y estos si tenían cinco minutos de tolerancia y más.

—Pagina 82—menciona.

Lo único que se escuchaba en el aula era el ojeado de páginas y susurros de algunos.

—Sofía, lee—ordena.

Comienzo la lectura de inmediato y este interrumpe.

—Puesta de pie.

Suspiro avergonzada y me pongo de pie, antes de que pueda continuar con la lectura llaman a la puerta. Es una de mis compañeras con privilegios del grupo de las inteligentes.

—Adelante...—dice a ella—continúa Sofía.

Asiento y continúo con la lectura, seguí leyendo los siguientes tres párrafos cuando el profesor llama a la chica que ha llegado tarde.

—Olvidé mi libro—menciona ella apenada.

Un 'únete a tu compañero' lo hubiera resulto todo, pero no fue así.

—Sofía—me giro de inmediato a él—cédele tu libro—menciona.

—¿Qué? Disculpe profesor...—comienzo a defender, y en primera porque era amiga de Nico la chica que más me odiaba del salón— pero no fui yo quien llegó tarde y olvidó el libro.

—Es una orden—suelta con una sonrisa 'amigable'.

Suspiro frustrada y me dirijo a las últimas filas donde está ella. Dejo sobre su butaca el libo cerrado. No puedo evitar mirarla con enojo, más cuando ella esta agradecida por tal acto de humillación.

Creí que sería todo, Nico acercó su asiento al mío para unirnos a la lectura juntos, pero en cuanto tomé asiento llamó a mi nombre de nuevo.

—Toma tus cosas y sal de la clase.

Dejé caer mi mandíbula, no podía hacerme eso. Me giré a Nico quien tampoco podía creerle. Intenté gesticular palabra, pero sabía que no podría contra él. Si me estaba sacando de clase por nada, ¿que había en mi contra si reprochaba ahora algo?

Me mordí la lengua, tomé mis cosas y salí del salón frustrada. ¿Pero qué rayos había hecho para que él tomara esa decisión?

La siguiente clase logré llegar quince minutos antes que él, intentaría llegar a ser con él la alumna con privilegios como aquellos, y si sentía que me intimidaría más no se lo permitiría. Comencé a llegar más temprano, las tareas las hacía con más dedicación y cuando me acusaba injustamente asentía y no reprochaba nada.

Su lenguaje era limpio, y cuando de explicar se trataba el aula permanecía en total silencio. Y esto era porque nunca habíamos tenido un profesor que cumpliera con sus horas y exigiera tanto como él.

Los chicos intentaron acercarse a él de la misma manera que lo había hecho ya con Trejo, para ganárselo y después tratarlo a su antojo como a Trejo. Provocando que el profesor Christofer les siguiera la corriente por tan solo unas semanas, para después restregarles con las calificaciones, reportes, castigos y labores, que no podían burlarse de él. 

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