CAPÍTULO 8. LA INSOLENCIA

Me quedé mudo, inmóvil, allí frente a mí entre mis brazos tenía a triple K y sus ojos en persona eran los más hermosos que había visto en mi existencia. Me perdí en lo achocolatado de su iris, después de haberla observado lentamente de pies a cabeza y en cuestiones de segundos, sentí la reacción de mi cuerpo a sus curvas, tenía unas caderas anchas y el mejor culo que había visto en mi vida.

En segundos me la imaginé desnuda, pegada a mi cuerpo, con sus hermosas piernas cruzadas en mis caderas, nuestros cuerpos sudorosos de coger hasta el agotamiento. Después de esposarla en el espaldar de mi cama boca abajo e introducirme en lo más profundo de su sexo de una sola estocada, golpetear con fuerza sus pomposas nalgas, mientras me la follo hasta volvernos locos del deseo, pero lo más extraño es que no quería llevarla al club, no, la que

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