CAPÍTULO 6. ¡LO ENCONTRÉ!

Al llegar, vi una camioneta que me dio la impresión de haber visto con anterioridad, parada al frente de mi edificio, precisamente cuando esperaba que el portón se abriera, me di cuenta de que estaba siendo conducida por un hombre, pero no pude visualizar con precisión su rostro, solo sentí un susto que recorrió mi espina dorsal y causó una extraña sensación en mi cuerpo.

Entré, me bajé en el estacionamiento, me paré frente al ascensor y para mi buena suerte, sus puertas se abrieron a penas llamé, me pareció extraño ver ese auto estacionado allí y múltiples preguntas surgieron en mi mente ¿Será que espera a alguien? ¿Pero a quién? Y si es un loco que está vigilándome a mí, pensé nerviosa, ¡Ay Dios mío! ¿Y si es ese hombre que supo donde vivo y comienza a acosarme, me persigue, me viola y me mata?

Bastantes casos había visto y no solo en Investigation Discovery, sino que había conocido de casos llevados y defendidos por mis compañeros abogados penalistas que se trataba de un par de asesinos seriales, dentro de ellos, uno que lo sentenciaron a cuatro cadenas perpetuas por el asesinato de cuatro mujeres, pero luego descubrieron que tenía en su haber más de cuarenta homicidios, se comprobó que el asesino seducía a las víctimas y cuando ganaba su confianza después de tener sexo con ellas, las golpeaba, las abusaba y terminaba estrangulándolas hasta matarlas.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta de que el ascensor se detuvo en el cuarto piso, sino cuando se abrieron las puertas y entró un hombre, pegué un grito de terror— ¡AAAAHHHHHH! —mi escándalo fue tal que el individuo me miró con una cara de pavor, totalmente asustado, retrocedió unos pasos, mientras yo sentía que mi rostro ardía de la vergüenza.

—Vecino por favor, discúlpeme, es que venía tan concentrada en mis pensamientos, pensando en un caso de asesino serial, que no me di cuenta de que el ascensor había parado y me asusté muchísimo. ¡Qué vergüenza con usted! Pensará que estoy loca, aunque parezca, ¡No lo soy!—exclamé tratando de justificarme, sin percatarme de que con mi actitud afianzaba más esa opinión de mí. A tal punto que el vecino, no quiso subir al ascensor conmigo.

—Yo mejor espero otro, tranquila, mejor es que haga su recorrido sola, para que no se ponga nerviosa—dijo el hombre mirándome con lástima.

Definitivamente pensó que estaba completamente loca y ya no podía argumentar nada en mi defensa, lo más probable es que al día siguiente todos mis vecinos me mirarían con extrañeza, porque creo que incluso mi grito, se escuchó al otro extremo del mundo.

Me bajé en mi piso y entre a mi casa, volví a cerrar la puerta con el pasador y me dirigí a ducharme, mientras mentalmente hacía un recuento de cómo había sido mi día. Después de la discusión con mi jefe. Había terminado de arreglar el expediente, pero la verdad se veía fatal.

Suspiré con impotencia, pensando en una forma de reponer los folios. Repasé por un momento y recordé a un chico que había sido mi compañero en la universidad y a quien poco trataba porque no dejaba de enamorarme y pedirme que me hiciera su novia, hasta que su fastidió llegó a tal magnitud que lo mandé al carajo, además, de que no estaba interesada por los momentos en entablar una relación seria con nadie, aparte de que sentía animadversión por las personas intensas y más si se trataban de hombres calenturientos que no entendían un no por respuesta.

Sin embargo, luego de tanto pensarlo terminé llamándolo, él trabajaba en el registro civil de la ciudad de Los Ángeles, apenas escuchó mi voz me reconoció

—Hola, Damián, ¿Cómo has estado? Te habla…—no me dejó concluir y me interrumpió.

— ¡Por Dios Kadece! ¡Eres tú! Esa voz la reconocería así pasarán ciento de años. Dime ¿Te decidiste a ser mi novia? Claro por eso me llamas, no puedo creer que después de tanto tiempo se me cumpliera el sueño más anhelado. Solo te voy a pedir que me permitas llamar a la chica con la cual estoy saliendo actualmente para terminar mi relación con ella. Pero quiero que te quede claro que ella no significó nada para mí.

Resoplé con fastidio, pero controlé mis ganas de mandarlo a freír espárragos porque después de todo necesitaba de él, pues si acudía a los canales regulares para ubicar lo que necesitaba, tardaría entre dos o tres días si todo me era favorable y lamentablemente para mí el tiempo estaba en mi contra porque al día siguiente comenzaría el juicio.

— ¡Hola, hermoso! Esa atractiva voz es música para mis oídos—expresé con voz coqueta, pues era necesario usar mis artimañas femeninas para que no se negara a mi petición. Todo lo que debía hacer para enmendar mi error, pensé en ese momento.

—Me complace saberlo ¿Cuándo puedo verte? No sabes lo ansioso que estoy por volverte a ver—pronunció el hombre con un tono de voz que percibí como ansiedad.

¡Ay Dios! Tocará aguantar su exceso de atención, cavilé al responderle —Si quieres verme, puedes hacerlo hoy al mediodía. Tengo que llevar mi auto al mecánico, ¿Tal vez quieras recogerme en el taller?—interrogué insegura, para luego agregar—Pero también necesito que me ayudes consiguiéndome unos certificados de nacimiento y de matrimonio de unos clientes, los necesito urgente para un caso con el cual estoy trabajando. Tuve un pequeño percance—volteé los ojos, porque ese hecho tan bochornoso me gustaría borrarlo de mi vida, pero por ahora no me quedaba de otra— unos se me dañaron y hay otra acta que no sé, tengo la corazonada que fue manipulada y aunque la clienta me la va a facilitar quiero compararla con la que me des tú—manifesté mientras le daba todos los datos requeridos.

— ¡Todo eso lo tendrás al mediodía princesa! Ya me pongo a trabajar en eso, sabes que tus deseos son órdenes para mí—respondió Damián con un tono de emoción—No tienes idea de cuánto me alegra de serte útil—me manifestó mi amigo.

Después de un par de palabras nos despedimos y de allí salí a verme con mi clienta, llegué a la dirección que me había dado, la cual resultó ser una suntuosa y gigantesca mansión ubicada en Bel Air, uno de los barrios residenciales más exclusivos de Los Ángeles situada al Oeste de la ciudad. No pude evitar abrir los ojos y la boca por la sorpresa que me causó visualizar lo extremadamente costoso y de calidad que resultaba todo y a pesar de que en mi familia siempre habíamos vivido cómodos, no nos acercábamos ni de lejos a lo que tenía frente a mí.

Me quedé estacionada al frente en mi sencillo auto, decidiendo si entrar o no, porque a decir verdad el lujo que observé logró cohibirme un poco, al final preferí llamar a la señora Michelle Jones, me atendió a la tercera timbrada.

—Señora Jone, le habla la abogada Keen, estoy frente a su casa, vine por los documentos—expresé con celeridad.

—Esperé un momento, ya la hago ingresar—respondió la señora Jones.

Cinco minutos después ingresé, salió a recibirme una mujer hermosa como de treinta años de edad aproximadamente, se me acercó con una gran sonrisa. Definitivamente la palabra correcta para describir a esa mujer era “Perfecta”, tenía un aspecto de mujer fatal, con grandes pechos aunque producto de la silicona, pero igualmente se veía preciosa, su cinturita y grandes caderas y su particular forma de caminar, le conferían un porte elegante. Su rostro daba el aspecto de una muñeca Pullip blythe, con ojos grandes de un color azul intenso. En ese momento surgió en mi mente una pregunta “¿Cómo un hombre aceptaba divorciarse de semejante belleza?” disimuladamente me observé y mi antipática mente en fracciones de segundos comenzó a hacer comparaciones odiosas donde por supuesto yo salía perdiendo, por lo cual me espeté mentalmente “¡Cállate!”

— ¡Aquí tiene! ¿Usted cree que ganemos el caso? —interrogó la mujer con lo que me pareció un tono de ansiedad. Entretanto me entregaba el documento que le había solicitado.

—Si le soy sincera, eso es lo que estoy tratando de hacer, pero la situación se vislumbra muy difícil para nosotros, pero simplemente encontraré la forma. Señora Jones, tengo una pregunta para usted.

—Si mi respuesta servirá para resultar ganadora del caso pregúnteme lo que quiera—habló la mujer sonriente.

— ¿Por qué estos datos de su acta son menos visibles que estos otros? —me di cuenta de que al formular la pregunta la mujer se puso tan pálida que temí que se desvanecería en cualquier momento y aunque pensé que me diría algo útil para el caso, terminó diciéndome.

—Yo pienso que en vez del juicio, es mejor que acordemos un acuerdo favorable para mí con Andrew. Eso si le parece que no podrá ganarlo—habló la mujer perturbada.

—Señora estoy haciendo todo lo posible por ganar el caso, pero si a usted le brinda tranquilidad llegar a un acuerdo, al fin de cuenta la última palabra la tiene usted—respondí con tranquilidad notando unos nervios en la mujer y un repentino cambio, que me causó suspicacia. Algo no olía muy bien aquí.

—Voy a llamar a Adams para que se comunique con el abogado de mi exmarido y lleguemos a un acuerdo por vía amistosa—expresó muy segura la mujer.

—Mientras usted hace eso, yo seguiré trabajando el caso, si hay un acuerdo entonces mañana lo presentaremos ante el juzgado y pedimos su homologación—hablé sin ninguna expresión, desconozco porque la mujer se había puesto nerviosa tan de repente.

Me despedí de la mujer y salí con destino al taller. Damián ya me estaba esperando cuando llegué. Luego de abrazarme más de lo normal, me entregó los documentos, aunque no fue necesario irme con él, porque el mecánico me indicó que esperara el auto, que en aproximadamente una hora estaría listo. Nos quedamos hablando mientras esperábamos, al final cedí en salir con Damián el fin de semana y no habían transcurrido ni diez minutos de haber tomado mi decisión, y ya sentía que me estaba pesando.

Volví a mi oficina a revisar otros pendientes y no recibe ninguna llamada de mi jefe hablando del acuerdo, lo que me hizo presumir que el proceso continuaría. Por eso en ese momento, estaba allí sentada en la mesa del comedor luego de haberme duchado, analizando el expediente con los documentos que me había llevado mi amigo, luego de media hora revisando fechas, fruncí un par de veces mi ceño, no gustándome lo que estaba viendo hasta que al final ¡Lo encontré!

No podía creer lo que estaba viendo. Casi caigo desmayada en el piso de la impresión, comencé a reírme a carcajadas de lo feliz que me sentía, la emoción rebosaba en mi pecho y mi corazón latía aceleradamente, me levanté de mi asiento, prendí el estéreo sin importarme el volumen, ni la hora, agarré una escoba y comencé a bailar como una loca por toda la sala y el comedor de mi departamento, sin percatarme de que tanto el teléfono de mi casa como el de celular habían timbrado…Pero no los escuché, ni siquiera me enteré hasta el día siguiente cuando un nuevo problema me esperaba.

 "Nuestra alegría es igual que el agua movediza de los ríos, que solo debe su frescor                                                                               a su constante fugacidad". André Gide.

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