¡Oh por Dios! Esa chiquilla me ha puesto duro con solo ver su rostro y en mi mente comencé a visualizar imágenes de ella, haciéndola mía de todas las maneras posibles. Traté de sacarla de mi mente, pero solo lo logré por menos de diez minutos, después seguía enganchado con ella.
—Kadece Keshia Keen. Triple K—pronuncié en vos alta repetida veces, como un mantra, ante la mirada sorprendida de mis guardaespaldas, asistente, secretario y demás que les parecía extraña esa actitud en mí. Los ignoré. Total ¡Son una rebaño de idiotas! Y no tengo que dar explicaciones de mis actos.
Hacía lo posible por fijar mi concentración en lo que estaba haciendo, pero entre el dolor de cabeza intenso y triple K, no me lo permitían. Estaba estudiando un caso de demanda de lesiones personales de un cliente por producto defectuoso contra una de las empresas más grandes del país, por responsabilidad estricta del producto, tenía la obligación de demostrar que el producto era defectuoso y que el fabricante no informó al consumidor los riegos que implicaba la utilización de dicho bien. Por momentos, me desviaba mentalmente para recordar lo que había sucedido desde la diez de la noche hasta la una de la mañana, pero mi mente estaba en cero.
Regresé otra vez mentalmente hasta Kadece Keshia, su nombre me sabe a sexo, a sumisión, a mazmorra. La imagino en mi habitación del club, atada de manos y colgada en el gancho indefensa, deseosa, temerosa de lo que esté sintiendo y luego extasiada. Mis manos pican, quiero tenerla desnuda sobre mis piernas aún atadas de manos y recibiendo unos azotes nada más, porque me impresionó desde que la vi en esa maldita foto, quiero castigarla por hacerme desearla como lo hago en este momento.
Imagino su piel, siendo rozada por cada centímetro con la fusta, para que dentro de su excitación desee el dolor, para luego golpear su carne hasta que adopte un tono escarlata: pasar la lengua húmeda por la hinchazón deleitándome con el estremecimiento de su cuerpo ante el dolor y el placer, la quiero temblando entre mis brazos por el yugo de mi látigo, que aunque las marcas sean leves me lleven a un lugar donde mi cuerpo reaccione con sus gritos ahogados por la mordaza.
Debo tenerla, tengo que lograrlo como que me llamo Mark Gary Howard Koch, nunca he perdido un juicio y jamás he tenido que suplicarle a una mujer para que me preste atención, todas vienen a mí voluntariamente y esta abogadita de quinta no será la excepción. Será mía y ya. Disfrutaré después que la tenga bajo mi poder y saboreé su obediencia para luego desecharla como he hecho con las otras, por los momentos desplegaré todo mi arsenal de seducción de manera sublime, como lo más probable es que Adams la eche al perder el caso, yo la traeré a mis dominios, para que cuando se arrastre hacia mí, ni siquiera se dé por enterada.
La cabeza amenazaba con explotarme del dolor que siento, no vuelvo a ligar licores y menos en una sesión de sexo duro. Los músculos me duelen y lo último que recuerdo son las dos chicas que quedaron profundamente dormidas en mi habitación del club, a eso de las diez de la noche, luego de allí hay un vacío hasta las dos de la mañana que me desperté en mi mansión de Beverly Hills, ubicada en Santa Mónica.
¿Será posible que una de ellas me haya drogado? Negué con la cabeza, no esas linduras no se atreverían a hacerme eso, porque saben muy bien que podría irles muy mal de comprobar algo así. De inmediato traje a mi mente los recuerdos de las dos chicas para evitar pensar en triple K. La morena, como cosa extraña no recordaba su nombre, solo sabía que tenía un cuerpo de ensueño y cuando la azoté su precioso trasero quedo rojo como una deliciosa manzana que saboree con gusto, luego la até a la cruz de San Andrés para seguir disfrutando de su cuerpo, sus pechos quedaron expuestos y los degusté con lascivia mientras la poseía por completo penetrándola al punto que sus gritos no eran detenidos ni siquiera con la mordaza, me sonreí al recordarla.
Luego seguí con Shanon, la rubia que permaneció atada de manos al cabecero de la cama con una soga de nailon y con las piernas separadas también anudadas fuertemente a los barrotes de los que consta la enorme cama redonda hecha especialmente para juegos sexuales. Desde mi ángulo observé su vulva abierta y húmeda, que reposaba deseosa de mis atenciones, la morena explota y grita mi nombre mientras muerdo sus jugosos pezones que se encuentran juntos gracias a que los tomé y apreté de cada lado, sus gritos y gemidos aumentan mis ganas de continuar embistiéndola, pero sé que se encuentra exhausta, ya que se ha corrido tres veces.
Me separé de ella y gimió lastimeramente por mi ausencia. La desaté para luego recostarla en el sofá de la habitación y atenderla como se debía: limpié la humedad de su entrepierna y apliqué una pomada especial para aliviar las marcas en muñecas y tobillos vendándolos cuidadosamente ¡Lista piel canela, descansa un poco!
En cuanto a Shannon es mi sumisa desde hace más de tres meses; se retorcía de la excitación luego de haber tenido dos orgasmos gracias a las bolas chinas, también conocidas como ben wa o bolas de geisha, que son de su preferencia, ya que las maneja a su antojo y disfruta de ellas profesionalmente.
Completamente desnudo, me dirigí a ella hipnotizado por lo rosado de su sexo, babeé como un pequeño frente a un dulce, me introduje entre sus larguísimas piernas y abrí la boca para degustar por completo ese manjar que me produjo una excitación animal, su grito me alentó a proseguir, llevándola a la cúspide; estaba incómoda, no podía moverse, sin embargo, balanceó su cadera hasta casi desmayarse del placer.
Me deshice de las canicas y la tomé de una sola estocada y sus manos se retractaron al punto de que las cadenas sonaron y su espalda se arqueó suspendiéndose en el aire por la fuerza que empleó al tratar de soltarse. Pero no la solté, la dejé sufrir al no tocarme y la disfruté a todo dar. Así continué con ambas en la cama hasta que me levanté de allí a las diez de la noche y después de eso no hay nada que recordar.
Volví al presente, al escuchar la puerta abrirse, extendí mi vista. Se trataba de Joel quien se acercaba a mi escritorio, con todo lo que le había pedido de Triple K, aún no habían transcurrido los sesenta minutos, pero él sabía cuánto me gustaba la eficiencia.
—Aquí está señor todo sobre la abogada, la señorita Keen ¿Algo más? —me interrogó el hombre. No le respondí, solo comencé a ojear cada folio del informe, quería saber todo sobre ella, y mientras más sabía más fruncía el ceño.
— ¿Por qué es tan insípida? No va muy seguido a sitios nocturnos, tiene tres buenas amigas, una en Denver y dos en Los Ángeles, solo algunos amigos, no tiene novio, no consume licor, ni drogas, es defensora de los animales y los desprotegidos, ni una multa por exceso de velocidad o por violación de señales de tránsito, ni un arresto, ni una suspensión, ni expulsión, ni en la primaria, ni en la secundaria, ni en la preparatoria, ni en la universidad, cumplirá veintitrés años en menos de un mes ¡Por Dios! Esta mujer es casi una santa. ¡Qué aburrida es su vida! —tiré en el acto el nuevo informe a la basura, luego de leer todo sobre ella— ¡Es una idiota! —exclamé molesto, sin saber realmente el motivo de mi irritación.
Hasta que horas después me escapé de los guardaespaldas, tomé una de mis camionetas y salí con destino a la dirección del apartamento de Keshia, necesitaba verla en persona aunque fuese por un momento, había invadido mis sentidos durante toda la tarde y por más que intenté desterrarla de mi mente pensando en otras mujeres no pude, terminaba viendo en mis recuerdos el rostro de ella. No hubo manera de concentrarme y eso me tenía de muy mal humor, porque no toleraba perder el control y en ese momento no era yo mismo. Pero tal vez si la veía, pensé esperanzado, perdería el interés por ella. Aunque esto nunca me había pasado, que una mujer despertara esa locura en mí a tal punto de arriesgarme a ser acusado por el delito de acecho.
Permanecí en la camioneta con los vidrios abajo por unos minutos esperando su venida, hasta que la vi llegar cuando estaba a punto de entrar en su auto al edificio, me di cuenta de que observaba nerviosa a todos los lados, mientras se abría el portón de su edificio, hasta que nuestras miradas se cruzaron por escasos segundos y me quedé sin aliento, mientras me decía “Debo salir de aquí”.
"El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada (Tristán Bernard)".
Al llegar, vi una camioneta que me dio la impresión de haber visto con anterioridad, parada al frente de mi edificio, precisamente cuando esperaba que el portón se abriera, me di cuenta de que estaba siendo conducida por un hombre, pero no pude visualizar con precisión su rostro, solo sentí un susto que recorrió mi espina dorsal y causó una extraña sensación en mi cuerpo.Entré, me bajé en el estacionamiento, me paré frente al ascensor y para mi buena suerte, sus puertas se abrieron a penas llamé, me pareció extraño ver ese auto estacionado allí y múltiples preguntas surgieron en mi mente ¿Será que espera a alguien? ¿Pero a quién? Y si es un loco que está vigilándome a mí, pensé nerviosa, ¡Ay Dios mío! ¿Y si es ese hombre que supo donde vivo y comienza a acosarme, me persigue,
Esa noche dormí como un lirón, no me desperté durante toda la madrugada ni siquiera a orinar una sola vez, lo que fue una gran sorpresa, porque prácticamente soy una meona, que normalmente me levanto dos y hasta tres veces para ir al baño. Me encontraba lista, ese día me había esmerado más en arreglarme y maquillarme, pues creía que con el aspecto que reflejaría sentiría mayor seguridad. Me atavié con un vestido elegante ajustado tipo tubo, a cuadros negros y blanco, manga larga, que me llegaba un poco por encima de las rodillas y una chaqueta negra manga larga semi abierta de color azul marino que tenía como accesorio un delgado cinturón negro y por último unos zapatos cerrados, tacón medio de color azul marino. Dejé mi cabello suelto color chocolate cayendo como cascada por mi espalda y me maquillé los labios de color cereza haciéndolos ver más gruesos, me maquillé los ojos y me apliqué en mis mejillas un polvo compacto. Me coloqué sol
Me quedé mudo, inmóvil, allí frente a mí entre mis brazos tenía a triple K y sus ojos en persona eran los más hermosos que había visto en mi existencia. Me perdí en lo achocolatado de su iris, después de haberla observado lentamente de pies a cabeza y en cuestiones de segundos, sentí la reacción de mi cuerpo a sus curvas, tenía unas caderas anchas y el mejor culo que había visto en mi vida.En segundos me la imaginé desnuda, pegada a mi cuerpo, con sus hermosas piernas cruzadas en mis caderas, nuestros cuerpos sudorosos de coger hasta el agotamiento. Después de esposarla en el espaldar de mi cama boca abajo e introducirme en lo más profundo de su sexo de una sola estocada, golpetear con fuerza sus pomposas nalgas, mientras me la follo hasta volvernos locos del deseo, pero lo más extraño es que no quería llevarla al club, no, la que
Me giré hacia la voz y efectivamente era el hombre con quien había tenido un altercado. Minutos antes, nuestros ojos se encontraron y no pude evitar sumergirme en el torbellino de su mirada, tratando de encontrar una explicación mientras sentía como una especie de corriente eléctrica recorría mi espina dorsal.Enseguida él desvió su mirada de mí y la concentró en mi jefe — ¿Así tratan a sus empleados en Brooke & Millers Associates? —Lo interrogó elevando sus cejas con un tono burlesco—, pensé que la mala fama del trato al personal era de Howard Koch. Aunque debo decir a mi favor que tengo pocas damas trabajando en mi firma y te juro que nunca he llegado a lastimar a una poniéndole la mano encima por lo menos no con rabia y violencia—. Hizo una pequeña pausa con una mueca y continuo—, se me ocurren otras formas má
Respiré profundo tratando de controlar mis nervios por la metida de pata que acababa de hacer, apreté mis ojos fuertemente buscando afianzar mis ideas. Al abrirlos tenía a Howard frente a mí que me observaba con un resquicio de preocupación y con esa profunda mirada generada por esos intensos ojos que me producían inquietud y curiosidad en partes iguales.— ¿Estás bien o quieres que pidamos un receso? No tengo ningún problema. Kadece, ¿Si quieres aún podemos llegar a un acuerdo y paramos este proceso aquí? Por ti soy capaz de saltarme mis propias normas—expresó mirándome con ardor y en un tono de condescendencia que me extrañó muchísimo, porque para nada coincidía con esa fama de hombre cruel e inclemente que destruía a su oponente. Si había sido un poco duro, pero con todo y eso no se parecía en nada a la
Observé como Kadece se retiraba de mi presencia con un porte de seguridad, que hizo que por primera vez en mi carrera profesional dudara de si había algo más. Solo tenía un par de horas de conocerla, pero por su actitud sabía que era una mujer bien plantada, de carácter, sin artificios. Y para bien o para mal, yo me caracterizaba por tener una capacidad de juzgar a las personas sin equivocarme, rara vez lo hacía, solo contadas excepciones, me bastaba apenas unos pocos minutos para realizarles un perfil psicológico, además de mi capacidad de inferencia, casi siempre hacía predicciones basadas en los datos obtenidos en el ambiente previo análisis y sintetización.De allí que infería, de que si Triple K decía que tenías elementos para ganar el caso, significaban dos cosas: o la habían engañado haciéndole creer que ten&ia
Me quedé observándolos bien, era difícil no reaccionar ante la equivocación de la gente cuando su error se basaba en un juzgamiento falso de uno como persona o como profesional. Muchas veces no vale la pena o mejor dicho uno se agota, de tener que estar todo el tiempo… No de justificarse, sino más bien de estar realizando aclaratorias para exponer la versión que nosotros manejamos sobre los hechos o circunstancias.Y este análisis no lo hago solo como consecuencia del bendito juicio que ya me tiene verde, sino que así sucede en todos los ámbitos de nuestra vida. Personas que juzgan a priori, que toman como cierta una sola versión de los hechos y que se aferran a creer a la primera fuente que les llegue sin verificar o poner en dudas tales aseveraciones.Eso realmente me irritaba, pero los dejaría en este caso que navegaran en el mar de sus equivocaciones, tot
Una vez revisado los documentos y mis argumentos expuestos, el juez dictaminó su decisión. Yo estaba abstraída y no presté atención a la motiva de la sentencia solo a la dispositiva.—… Se declara la nulidad absoluta del acuerdo prematrimonial celebrado entre los ciudadanos Michelle y Andrew Jones. En consecuencia, se ordena la distribución como propiedad comunitaria, en partes iguales, es decir, cincuenta por ciento para uno y cincuenta por ciento para el otro, de todos los bienes obtenidos durante el matrimonio siempre y cuando no haya sido obtenido mediante una herencia o regalo de uno de los cónyuges. Así se declara.Al girarme, Mark me miró de arriba abajo despectivamente sin decir nada y habiendo concluido el juicio, salió de la sala sin dirigirme ni una sola palabra. Al parecer toda la curiosidad y el deseo que supuestamente había