Masajeé suavemente mi sien, tratando de apaciguar el fuerte dolor de cabeza que sentía en ese momento, había llegado a la oficina temprano, antes de las siete de la mañana para estudiar el caso del cliente que me había dado mi jefe a última hora de la tarde anterior; porque el abogado que tenía el caso se había reportado enfermo y como yo soy la abogada con menos casos en el bufete, consensualmente, pero entre los accionistas de la firma, decidieron que soy la indicada para llevarlo, aun cuando esa no es mi especialidad, puesto que hasta ahora nada más había trabajado en materia de inquilinato, pero debido a mi autoestima herida, terminé pactando con mi jefe mi puesto.
Pero la situación no era tan simple, una de las abogadas de mayor renombre dentro de la firma y con quien había hecho una relación no tanto de amistad, sino más bien de cordialidad y de apoyo mutuo, me comentó luego de mi sorpresiva designación, desconociendo que era la nueva abogada del caso, que el abogado que anteriormente estaba llevando el expediente había alegado enfermedad, porque luego de analizarlo había llegado a la conclusión que esa demanda estaba perdida, por cuanto la señora Michelle Jones así se llamaba la cliente, antes de celebrar nupcias, firmó las capitulaciones matrimoniales o acuerdo prematrimonial llenando los extremos legales que exigía la legislación del estado de California.
Y ante esa situación ese abogado, uno de los mejores que casi nunca había perdido sus procesos, no se quería embarcar en un asunto que no tenía forma de ganarse y menos cuando el “Tiburón de California” acudía como contraparte. “Muy interesante, seguro que el maldito de Adams lo sabía y quiso sacarme del medio”, pensé en ese momento con un atisbo de molestia.
Mi compañera Hailey, cuando le comenté que ese expediente lo habían pasado a mis manos, se sintió apenada y aunque luego trató de remediar la situación y ofrecerme su ayuda, me negué. Pero en ese mismo instante, nació la fuerte determinación en mí, de que ganaría esa demanda, así fuese lo último que hiciera, porque estaba dispuesta a demostrarle a todos que yo era una excelente profesional, así mis compañeros y jefes pensaran lo contrario, porque si algo me había quedado claro, que esa fue una de las razones por las cuales me dieron el caso, me consideraban una profesional mediocre, a quien la suma de una causa perdida que no es su fuerte no le afectaría y para sacarme de la firma, eso había herido en lo más profundo mi amor propio y mi orgullo.
—Pero como me llamo Kadece Keshia Keen, ¡Qué este maldito caso lo gano! Para hacerles tragar sus palabras a esos hijos de puta — exclamé bastante enojada, porque me sentía humillada, desvalorizada y si no renunciaba en esos momentos era por dos razones muy importantes, una porque ese proceso se había convertido en un punto de honor para mí y segundo por la hipoteca que pesaba sobre mi apartamento, aparte de las obligaciones que tenía con mis padres.
Por otra parte, estaba clara de que Brooke & Millers Associates, era uno de los mejores bufetes jurídicos de Los Ángeles, solo superado por el bufete del que apodaban "El tiburón de California" y los honorarios de los abogados eran bastante aceptables, sobre todo cuando resultaban vencedores en alguno de los juicios, en esas oportunidades los ingresos de los abogados aumentaban considerablemente y cada dólar que percibía en mi caso, lo destinaba no solo a cubrir mis gastos de alimentos, ropa, vivienda, sino también los de mis padres y hermanos que vivían en la ciudad de Denver, Colorado.
Me levanté de mi escritorio dando un suspiro, tomé una pastilla del estuche que siempre cargaba en mi cartera, me dirigí a la pequeña nevera y me serví un vaso de agua para pasarla. Esperaba con todas las ansias que funcionara y me calmara ese intenso dolor, pues sentía que en cualquier momento mi cabeza explotaría. Estoy poniendo de todo mi empeño y mi dedicación para evaluar cada uno de los documentos que conformaban el expediente, revisando la fecha en que se firmó, el lapso que se le había dado a la clienta para chequearlo, si fue firmado bajo coacción, lo cual no fue así, porque incluso hay un video de grabación de la firma, donde queda demostrado que la señora Michelle Jones no fue forzada a firmar.
Las opciones se achicaban y mi frustración crecía al no encontrar un maldito argumento válido para darle en la puta madre a todos los involucrados, porque incluso me habían informado que el abogado de la otra parte, en todos los procesos de derecho de familia y en materia empresarial, demandas, jamás había perdido un juicio, lo maldije en mi interior, sin conocerlo, pero lo más probable es que fuese una mierda como todos los abogados de éxito del país, que se creían lo máximo y la eminencia en el mundo del derecho, unos seres pagados de sí mismos con un ego mayor que su sentido común, pensé con molestia.
Tomé el expediente y todos los documentos relacionados con el caso y los metí en mi portafolios, miré el reloj de pared cuyos segundos no se detenían, abrí los ojos sorprendida, no me había dado cuenta de lo tarde que se me había hecho, eran casi las diez de la noche y aún permanecía allí y sin posibilidades de descansar al llegar a mi casa, porque tenía que seguir revisando, para ver si encontraba algo que me ayudara a obtener el éxito que tanto aspiraba.
Hice una mueca de fastidio por tener que decirle adiós a mi hermosa y confortable camita, pero ya valdría la pena el sacrificio. Salí de la oficina, subí al ascensor y marqué el nivel del estacionamiento, donde había dejado aparcado mi carro, un chevrolet Sonic. Rogando para que esta vez prendiera sin ningún contratiempo, porque los últimos días presentaba una fuerte falla, pero no había tenido oportunidad de llamar a mi mecánico para que lo revisara.
Encendí el motor y para mi buena suerte respondió al primer toque, lo que me produjo un grito eufórico de la emoción que sentí. Salí del estacionamiento por la avenida camino a mi apartamento, sin embargo, apenas llevaba unos pocos kilómetros de recorrido el auto comenzó a fallar y debí estacionarme a un lado en la calzada. Abrí el capó del vehículo, lo sostuve con la varita y comencé a mirar el motor con extrañeza, sin tener la puta idea de que hacer, no sabía diferenciar ninguna de sus partes y eso a pesar de que mi padre había sido mecánico hasta hacía unos meses atrás y me crié entre repuestos y piezas de coche, pero siempre me negué a aprender y allí estaba en plena noche, en una avenida accidentada y sin poder hacer nada a menos que llamara a una grúa.
En ese instante me arrepentí de no haber prestado atención cuando mi padre reparaba un auto, di un resoplido y seguí mirando. Si seré idiota, acaso pienso que con solo mirar el auto se reparará como por arte de magia, me dije sonriendo. Estaba en esas cavilaciones cuando se estacionó detrás de mi auto una camioneta de donde descendió un hombre alto como de aproximadamente un metro ochenta y cinco, con una barba poblada, con un cuerpo bien torneado pero con un aspecto desaliñado.
Cuando vi al hombre me puse nerviosa, mis manos comenzaron a sudar copiosamente, a tal punto que debí limpiármelas en la falda. Sentí en mi espalda una corriente fría y mi estómago dio un vuelco que me produjo náuseas. Mi terror aumentó cuando el hombre se me acercó con su rostro intimidante. En vez de observar el auto se me quedó mirando de manera lascivia, desnudándome con la mirada y esbozando en su rostro una maléfica sonrisa, que dejaban ver unos perfectos dientes. Y a pesar de que su aspecto físico no era desagradable, su actitud era maquiavélica, por un momento quise correr, esconderme y huir de ese hombre, pero al parecer mis pies estaban como soldados al piso, mi mente me instaba a correr “Corre, Corre, Kadace”, me decía, pero yo estaba completamente paralizada.
— ¡Hola, lindura! ¡Qué buena suerte la mía! No todos los días se consigue a una mujer tan apetecible como tú en la calle. Creo que papá Noel, adelantó mi regalo de navidad —me dijo con burla.
Al escucharlo, mi cuerpo reaccionó presintiendo el peligro, comencé a retroceder lentamente, pero al darse cuenta de lo que pretendía me tomó del brazo fuertemente y haló mi cuerpo hacia el suyo, golpeándome con su pecho en el proceso.
Intenté zafarme, sin embargo, la fuerza que ejercía sobre mí, era tan grande que sentí que rompería mi brazo, por eso dejé de luchar, pero no pude evitar que mis lágrimas comenzaran a derramarse por mi rostro, mientras trataba de conservar la calma y poder pensar en frío, mientras veía esos intensos ojos entre azules y verdes jade que emanaban maldad.
El muy imbécil acercó su boca a mi rostro, pude percibir su aliento a licor, intenté alejar mi cabeza, pero él me sostuvo por la nuca y empezó a lamer mis lágrimas, un gemido de angustia mezclado con asco salió de mis labios, pero al parecer el hombre lo interpretó como de deseo, me levantó y estrujó su miembro en mi cuerpo, pudiendo sentir lo duro que lo tenía, entretanto en mi humanidad mi repulsión hacia él crecía.
No podía creer la actitud de ese hombre, pero lo que tenía claro es que debía escapar de él, volví a intentar soltarme, pero no pude contra su fuerza. Él me sostuvo, bajó de un solo golpe el capó del auto y me tiró encima, empezó a masajear con lujuria mis senos por encima de la ropa, mientras la angustia iba creciendo en mí, me sacudía para evitar que tuviera contacto con mi cuerpo, pero todo lo que intentaba era en vano.
A él no le pareció suficiente tocarme de esa manera, sino que fue más allá, rompió mi blusa dejándome solo con el brasier, después bajó sus manos y las metió dentro de mi falda y comenzó a recorrer mis muslos, buscando abrirse paso en mi vagina;
Al principio, en mi ingenuidad pensaba que en cualquier momento me soltaría y se iría. Pero al darme cuenta de que intentaba tocarme con más intensidad, lo comprendí y entendí que si no hacía algo el maldito desgraciado me violaría.
Por eso, sin pensarlo un minuto más posicioné mi rodilla y se la metí por los genitales, lo que lo dejó por un instante desorientado, momento que aproveché para huir de su lado, sacudí los tacones de mi pie y salí corriendo, me subí al auto, cerrando los vidrios y rogando al cielo que encendiera.
"Ante el inminente peligro, la fortaleza es lo que cuenta. Lucano".
Mientras buscaba la manera de encender el auto, el hombre se levantó, se paró al frente del auto y comenzó a caminar hacia mi ventanilla, pero para mi alivio, el auto encendió, pisé a fondo el acelerador y él salió volando hacia un lado para evitar ser atropellado, en ese instante la verdad llegó a mi mente y comencé a llorar mientras manejaba hasta mi casa, “¡Oh por Dios! Estuve a punto de ser violada”.Cuando llegué al aparcamiento de mi edificio, tomé mi portafolio y mi cartera, cerré el auto con fuerza y ni siquiera me atreví a esperar el ascensor, si no que subí corriendo por las escaleras descalza, como si mil demonios me persiguieran mientras no dejaba de llorar, me pasaba la mano por el rostro limpiando mis lágrimas y tratando de quitar el rastro de la saliva que ese hombre había dejado en mí, me dieron arcadas y traté de contenerlas hasta llegar a la tranquilidad de mi hogar.Llegué a mi departamento que se ubicaba en el quinto piso, abrí c
Luego de bañarme y colocarme un traje de pantalón tipo taller, un poco influenciada por lo que había vivido el día anterior. Pues pensé que si tal vez me vestía con pantalón evitaría que pudiera ser objeto de manoseos y toqueteos de pervertidos que transitaban libremente a lo largo y ancho de la ciudad con total impunidad, como lo que me sucedió la noche de ayer. La rabia comenzó a moverse en mí cuál si fuera una bebida efervescente — ¡Malditos miserables! ¡Mal paridos! ¡Hijos de puta! ¡Deberían morirse todos esos desgraciados y cortarles el pene y echárselos a los perros! —vociferé en voz alta fuera de mí. Pero era cierto, hombres como ese no eran dignos de ser llamados hombres, ni siquiera seres humanos, eran peores que animales, unas alimañas asquerosas.Respiré profundo para tranquilizarme porque en
Al verlo salir, proferí una maldición — ¡No vas a poder conmigo infeliz! Ganaré ese caso. Así tenga que coquetearles al juez y al abogado de la otra parte para que fallen a mi favor —exclamé en voz alta, aunque esto último no lo dije en serio, porque a decir verdad no estaba de acuerdo con esas prácticas que eran bastante comunes entre algunas de mis colegas, quienes se ganaban la condescendencia de los involucrados a cambio de favores sexuales.Tomé la carpeta con los documentos los puse en el escritorio y busqué el número de la señora Jones y le marqué.—Señora Jones, le habla la abogada Kadece Keen. Soy quien lleva su caso, quería preguntarle… —pero la mujer no me dejó concluir y con una voz chillona bastante chocante me cuestionó.—No la estoy entendiendo ¿C
¡Oh por Dios! Esa chiquilla me ha puesto duro con solo ver su rostro y en mi mente comencé a visualizar imágenes de ella, haciéndola mía de todas las maneras posibles. Traté de sacarla de mi mente, pero solo lo logré por menos de diez minutos, después seguía enganchado con ella.—Kadece Keshia Keen. Triple K—pronuncié en vos alta repetida veces, como un mantra, ante la mirada sorprendida de mis guardaespaldas, asistente, secretario y demás que les parecía extraña esa actitud en mí. Los ignoré. Total ¡Son una rebaño de idiotas! Y no tengo que dar explicaciones de mis actos.Hacía lo posible por fijar mi concentración en lo que estaba haciendo, pero entre el dolor de cabeza intenso y triple K, no me lo permitían. Estaba estudiando un caso de demanda de lesiones personales de un clie
Al llegar, vi una camioneta que me dio la impresión de haber visto con anterioridad, parada al frente de mi edificio, precisamente cuando esperaba que el portón se abriera, me di cuenta de que estaba siendo conducida por un hombre, pero no pude visualizar con precisión su rostro, solo sentí un susto que recorrió mi espina dorsal y causó una extraña sensación en mi cuerpo.Entré, me bajé en el estacionamiento, me paré frente al ascensor y para mi buena suerte, sus puertas se abrieron a penas llamé, me pareció extraño ver ese auto estacionado allí y múltiples preguntas surgieron en mi mente ¿Será que espera a alguien? ¿Pero a quién? Y si es un loco que está vigilándome a mí, pensé nerviosa, ¡Ay Dios mío! ¿Y si es ese hombre que supo donde vivo y comienza a acosarme, me persigue,
Esa noche dormí como un lirón, no me desperté durante toda la madrugada ni siquiera a orinar una sola vez, lo que fue una gran sorpresa, porque prácticamente soy una meona, que normalmente me levanto dos y hasta tres veces para ir al baño. Me encontraba lista, ese día me había esmerado más en arreglarme y maquillarme, pues creía que con el aspecto que reflejaría sentiría mayor seguridad. Me atavié con un vestido elegante ajustado tipo tubo, a cuadros negros y blanco, manga larga, que me llegaba un poco por encima de las rodillas y una chaqueta negra manga larga semi abierta de color azul marino que tenía como accesorio un delgado cinturón negro y por último unos zapatos cerrados, tacón medio de color azul marino. Dejé mi cabello suelto color chocolate cayendo como cascada por mi espalda y me maquillé los labios de color cereza haciéndolos ver más gruesos, me maquillé los ojos y me apliqué en mis mejillas un polvo compacto. Me coloqué sol
Me quedé mudo, inmóvil, allí frente a mí entre mis brazos tenía a triple K y sus ojos en persona eran los más hermosos que había visto en mi existencia. Me perdí en lo achocolatado de su iris, después de haberla observado lentamente de pies a cabeza y en cuestiones de segundos, sentí la reacción de mi cuerpo a sus curvas, tenía unas caderas anchas y el mejor culo que había visto en mi vida.En segundos me la imaginé desnuda, pegada a mi cuerpo, con sus hermosas piernas cruzadas en mis caderas, nuestros cuerpos sudorosos de coger hasta el agotamiento. Después de esposarla en el espaldar de mi cama boca abajo e introducirme en lo más profundo de su sexo de una sola estocada, golpetear con fuerza sus pomposas nalgas, mientras me la follo hasta volvernos locos del deseo, pero lo más extraño es que no quería llevarla al club, no, la que
Me giré hacia la voz y efectivamente era el hombre con quien había tenido un altercado. Minutos antes, nuestros ojos se encontraron y no pude evitar sumergirme en el torbellino de su mirada, tratando de encontrar una explicación mientras sentía como una especie de corriente eléctrica recorría mi espina dorsal.Enseguida él desvió su mirada de mí y la concentró en mi jefe — ¿Así tratan a sus empleados en Brooke & Millers Associates? —Lo interrogó elevando sus cejas con un tono burlesco—, pensé que la mala fama del trato al personal era de Howard Koch. Aunque debo decir a mi favor que tengo pocas damas trabajando en mi firma y te juro que nunca he llegado a lastimar a una poniéndole la mano encima por lo menos no con rabia y violencia—. Hizo una pequeña pausa con una mueca y continuo—, se me ocurren otras formas má