I.

El cielo pintaba hermoso ese día. En los Estados Unidos, el clima de primavera me atraía demasiado, solía visitar frecuentemente los parques y bosques para apreciar el fenómeno que ocurre una vez al año. Además, en cinco días era mi cumpleaños y estaba impaciente porque por fin podría volver a mi tierra natal, Suecia. En esos tiempos, tenía 18 años y estudiaba medicina en la universidad de Harvard, gracias a un examen en el cual clasifiqué hace dos años.

Recién salía del segundo bloque de clases y mis amigos me esperaban afuera entre risas y bromas, la vida normal de un joven universitario.

—¡Violet! ¿Por qué siempre acostumbras salir de última? No podemos esperarte todo el día.

Comentó Rachel, con su falsa voz chillona.

—No lo sé, cariño.

Rodeé los ojos divertida por su falsa actuación y me abrazó con fuerza.

—¡Un abrazo!

Gritó Fred tras aparecer con su novio, Eduard.

—¡No! ¡No! ¡No!

Gritamos las dos tras ser abrazadas por la pareja de buen físico. Para ser una pareja homosexual, se cuidaban bastante y hacían ejercicio con frecuencia. Lo que más me agradaba de ambos, es que no confundían su orientación sexual con su personalidad. Ambos parecían tranquilos y joviales chicos que casualmente sentían una fuerte atracción por el otro. No rogaban atención y no eran muy melosos en público, respetaban a las personas que los rodeaban y esa es una de las razones por las que los amo tanto. Porque siempre he detestado las exageradas muestras de afecto en público, las considero inapropiadas y muy llamativas, solamente una estúpida forma de obtener atención.

—¿Por qué no? ¿Te molestan los abrazos?

Rio Eduard con diversión tras aumentar la calidez de su abrazo.

—¡Mucha masculinidad! —gritó Rachel sonrojada—. Si continúas así te daré motivos para volver a ser hetero.

—¡No te atrevas!

Sentenció Fred mientras Eduard expresaba desconcierto por las palabras de Rachel. Ella era muy social y conocida entre los varones por ser una rompecorazones. Cuando en realidad es una chica de buen corazón, pero muy débil a la flecha de cupido, muy enamoradiza. La razón por la que le dicen rompecorazones es porque siempre la buscan solamente por su cuerpo, intentando robarle su “preciosa” virginidad, a como ella le dice. No sería capaz de darle todo a alguien que solo busca su físico, al ser de corazón muy dulce y frágil, sabe que no sería capaz de sobrellevar tal decepción.

—¡Muchachos, no discutan!

Reí y los arrastré por todo el pasillo, incluyendo el peso de mi mochila con el pesado libro de anatomía en mi espalda. Para ser mayores que yo, eran demasiado revoltosos y alegres, parecían emociones eternas en sus corazones.

—¡Hey, estás lastimándome!

Gritó Rachel tras la presión que ejercía en su muñeca.

—¡Debemos apurarnos! Si el profesor aparece antes que nosotros, nos matará. No olvides lo que le pasó la última vez a Chéster.

Chéster era el chico alegre y divertido de mi grupo, un día llegó tarde a la clase de anatomía y el profesor lo hizo pasar pena ante todos. Obviamente, muchos aprovecharon el descaro del profesor para tomarle fotos a Chéster haciendo el ridículo. Como se imaginarán lo duro que puede ser la universidad a veces.

—¡Ok, ok, ok!

Respondieron los tres y me siguieron sin renegar, conocían perfectamente al diablo que nos esperaba en el salón de anatomía, el profesor más estricto y odiado por todos los alumnos de medicina que ya han cruzado el umbral de su puerta.

—Llegan a tiempo, jóvenes —comentó con su voz rasposa y gruesa.

—Lamento un poco la tardanza, profesor. Salimos un poco tarde de la clase anterior.

Intenté cubrir nuestra falta, cuando la verdadera razón era que me había dilatado para salir del otro salón. A pesar de atrasarme un poco, me sentí obligada a cubrirlos en esa situación; jamás fui capaz de abandonar a alguien.

—Lo que les suceda antes de pisar mi salón, no es mi asunto. Entren y no atrasen, la clase será corta el día de hoy.

Bufó con el cansancio en sus ojos oscuros y deprimentes. Muchos lo odiaban, incluyéndome; pero siempre que veía sus ojos, sólo veía el alma triste de alguien que no pudo cumplir sus sueños. Por eso procuraba no odiarlo tanto. Qué cosas, ¿no? No era nadie para juzgarlo y menos odiarlo.

—Violet Norlin. Por favor, lea la investigación que les pedí la clase anterior. Si no mal recuerdo era sobre…

—Una de las ramas de la anatomía, neuroanatomía —suspiré enfadada.

En esos momentos lo detestaba, cuando me elegía a propósito por llegar un poco tarde a su clase.

—¿Podría hablarnos un poco sobre ello?

Alzó una ceja, en espera de mi respuesta.

—Es aquella que estudia la organización del sistema nervioso de diferentes especies. Todavía no comprendo el por qué nos envió a investigarlo. ¿No debería ser una unidad o una materia?

—Al fin dice algo interesante, Violet —expresó con una ceja enarcada—. Los motivos por los que los envié a investigar esto, es porque no veremos neuroanatomía a gran profundidad en este curso. Según los planes, ustedes verían dicha rama con mayor profundidad el próximo curso, incluso como materia. Deberían visualizar el pensum que se les brindó el primer día en la universidad.

Sin dirigir nuevamente su palabra sobre mí, volví a tomar asiento para recibir el resto de la clase. Al ser la carrera que más me fascinó de todas, disfruto cada clase, incluso las que son aburridas como las del profesor Reginald Brown. Mi grupo de amigos, incluyéndome, éramos conocidos por ser los más dedicados a esta carrera. Incluso aprendimos cómo tratar en todos los casos en los que se necesite de conocimiento médico, por si no había ningún servicio de estos cerca. A pesar de vivir lejos de mi hogar en Suecia, disfrutaba de mi estadía en Estados Unidos. Mi familia me había permitido invitar a mis amigos a pasar las vacaciones en Suecia, casualmente se aproximaban tras mi cumpleaños. Por lo que podríamos ir el día de mi cumpleaños y volver a Estados Unidos un día antes de cerrar las vacaciones, era algo que esperaba con ansias, llevaba dos años sin verlos y el deseo hacía que los días pasaran bastante lentos. Especialmente, quería verlo a él.

—¡Al fin acabó el día! Ayer no dormí bien —suspiró Eduard.

—Eso sucedió porque te quedaste hasta tarde viendo tu serie favorita post apocalíptica —gruñó Fred, con las mismas ojeras que su pareja. Casualmente, ambos se conocieron al ser compañeros de cuarto, poco a poco se fueron conociendo y la química los arrastró hasta donde estábamos.

—Ya no peleen como perro y gato —rio Rachel y los abrazó con fuerza. Era gracioso, porque Rachel les llegaba hasta el pecho, yo al menos alcanzaba hasta el cuello de ambos.

—¡Eduard, mira que ternura! Una pequeña gatit… ¡ah!

Gritó tras sentir el fuerte pellizco de Rachel.

—¡No me llames pequeña gatita! —le gritó avergonzada.

Los ojos verdes de Rachel los veía con vergüenza mientras sus mejillas se teñían de rojo. Y solía quejarse del porqué le llamaban adorable.

—¡Violet!

La voz de alguien resonó en mis oídos cuando disponía a reírme del gesto de Rachel. Mi corazón se detuvo en microsegundos al notar de quién provenía esa masculina voz. Esperaba verlo una vez regresara a mi hogar, pero me tomaba por sorpresa a cinco días de mi cumpleaños.

—¿Arthur? Arthur…

Mis ojos se cristalizaron por la sorpresa de ver a mi hermano mayor con una sonrisa divertida tras ver a su tonta hermana menor luego de dos largos años.

—Has crecido en estos dos años, ya no eres un pigmeo —sonrió con diversión y me abrazó con sus fuertes brazos.

Arthur es mi hermano mayor por tres años. Posee cabello negro, ojos ámbar como los de mamá, una piel ligeramente bronceada por el tiempo que sale a trotar al mediodía en Suecia. Mi padre lo tenía adoctrinado en muchas disciplinas físicas y académicas. Arthur era un chico que disfrutaba aprender de muchas cosas, su curiosidad era una virtud y una maldición, a veces aprendía cosas que al final le parecían raras o fuera de su gusto. Y yo, pues era una chica promedio. Medía 1.71cm, mi cabello castaño desciende hasta mi cintura por cuestiones de gusto, poseo ojos pardos como los de mi padre y gracias a la insistencia de mi hermano, poseo un cuerpo adiestrado al esfuerzo físico. Salgo a correr por el campus de Harvard todas las mañanas, practico karate tras acabar mis clases y amo tocar el piano en mis clases de música. Mis mejores amigos me admiraban por llevar una vida agitada y entretenida. Los he invitado a acompañarme y formar parte de mis clases de karate, pero al final se negaban.

—¡Claro que he crecido! Tú sigues igual de arrogante.

Respondí a su abrazo con fuerza mientras mis amigos quedaban sorprendidos por lo que pasaba.

—Hm —carraspearon juntos—, ¿quién es el muchacho, Violet?

Los ojos verdes de Rachel se perdían en el tono miel de los ojos de Arthur mientras este correspondía a la calidez de la mirada de mi mejor amiga. No los había presentado y ya se habían enamorado. Obviamente no me enfadé, conozco de corazón a Rachel y también conozco a mi hermano. Sé que él es muy carismático y de corazón noble, amaría a Rachel con o sin cuerpo, lo tengo asegurado.

—Chicos, él es Arthur, mi hermano mayor. Arthur, ellos son Rachel, Fred y Eduard, mis mejores amigos.

Sonreí tras poder presentarle a mis amigos; mi estúpido, pero buen hermano mayor.

—¿Qué tal?

Saludó el par con jovialidad, sin cordialidades, como si lo conocieran de toda la vida.

—Todo bien. Fred, Eduard, ¿cómo les va la dura vida de Harvard? —sonrió con diversión.

—¡Hombre! Es cansino, ¿verdad?

Le preguntó Fred a su pareja mientras este asentía sin alguna duda.

—Es muy cansino, pero divertido. Nos gusta molestar a tu querida hermanita y a la chica que no ha parado de babear y verte —rio Eduard al ver cómo Rachel no apartaba la mirada de Arthur.

—¿Eh? ¡¿Eh?!

Gritó Rachel tras procesar las palabras de Eduard y lo pellizcó con fuerza para que modulara lo que fuese a decir. Amo a estos tres idiotas.

—Un gusto, Rachel.

Sonrió el galán de mi hermano mientras sostenía la mano de Rachel con delicadeza.

—Lo mismo digo.

Correspondió la sonrisa de mi hermano mientras gritaba para mis interiores al ver que los dos se estaban enamorando con cada segundo que sus ojos mantenían contacto. De todas las personas que ambos pudieron enamorarse, que fuera entre ellos es lo mejor que pudo pasarme, porque sé que me quitaría un poco a mi hermano de encima y podrían ser felices si no mandan la propia relación al carajo, eso ya sería decisión de ellos.

—Arthur, ¿por cuál motivo estás aquí? Pensé que me buscarías en el aeropuerto de Arlanda.

—Papá me pidió que te buscara aquí en Harvard. Que te cuidara hasta el momento en que estuvieras allá. Ya sabes cómo es él, hasta cierto punto sobreprotector.

Expresó con los hombros relajados, restándole importancia.

—Eso no lo niego. ¿Fuiste con el director de la universidad?

—Claro, me dio información de tu horario para buscarte. Conseguí un pequeño apartamento cerca de la universidad para poder estar cerca de ti. Sabes que, si necesitas algo, no dudes en llamarme.

—¿Necesitar algo tuyo? Por favor, ¿olvidas con quién hablas?

Reí con diversión mientras él abría los ojos de par en par, con ironía. Extrañaba molestarlo.

—Me lo dice la que me pedía ayuda para abrir el contenedor de las galletas hace tres años.

Rio con más energía mientras Fred y Eduard carcajeaban junto a él.

—¿La gran Violet no pudo abrir un contenedor de galletas? JA, JA, JA.

—¡Estaba demasiado ajustado! —repliqué avergonzada.

—No, no lo estaba —sonrió Arthur.

—En fin, deberíamos irnos.

—Como mande la orgullosa. Muchachos, ¿les gustaría ir a cenar con nosotros?

—Claro.

Respondieron juntos a la invitación inesperada de mi hermano. A veces lo amaba, y a veces lo odiaba por disfrutar el gesto de crear situaciones vergonzosas para mí. Me había ganado el respeto de mis amigos y compañeros al ser una chica de carácter tenaz y determinado, además de las disciplinas que poseo; claro está. No haber podido abrir ese contenedor me dejó mal frente a él y lo divulga con la malicia en su mirada.

—Sí que disfrutas dejarme mal, ¿verdad?

Le susurré mientras salíamos de la universidad.

—Claro que sí, esa es mi forma de darte cariño fraterno.

Sonrió con diversión y salimos de la universidad con mis amigos para visitar un restaurante y cenar ahí. Había bastantes opciones, hasta que al final decidimos ir al Cafe Luna. Era el Cafe que más frecuentábamos cuando salíamos a comer, por lo que Rachel tuvo la idea de invitarlo a probar la delicia de ese Cafe.

Para nuestra sorpresa, el Cafe estaba en su momento más apropiado para comer sin la necesidad de largas esperas por el exceso de clientes. Era bonito admirar la ventana y apreciar los árboles que creaban una hermosa vista de las calles de Cambridge, era agradable.

—Violet, ¿qué pedirás?

Preguntó Arthur, sin saber qué rayos comprar. La primera vez que mi hermano visitaba una cafetería americana y su mirada angustiada me divertía.

—No lo sé, Arthur. Rachel conoce mejor el menú que yo, deberías preguntarle —sonreí.

—Rachel, ¿qué me recomendarías para cenar esta tarde?

Le preguntó con un ligero destello de timidez en su mirada.

—Mm, hay un menú con una variedad de comida. ¿Qué disfrutas comer?

Con un simple gesto, logré que ambos entablaran una conversación que acabaría en algo más con el pasar de la noche. ¿Cupido? Tal vez lo sea, porque disfrutaba ver como sus miradas se conectaban para permanecer unidas sin el mínimo interés en ver otra cosa. Mi hermano come cualquier cosa que no sea comida rápida, por lo que leer todo el menú lo llenaba de curiosidad por probar cada platillo del Cafe. Hasta que al fin decidió probar el platillo “Luna”, uno de los más deliciosos del establecimiento. Tras hacer nuestros pedidos, nos sentamos a platicar sobre nuestro día y algunos acontecimientos del pasado, claro está que Arthur aprovechó una que otra ocasión para contar algo penoso de mi pasado, como el hecho de que era miedosa a la disciplina del karate, hasta que luego de tanta insistencia; lo logré y disfruté al final. Mi hermano era perfecto para restregarme en la cara las cosas más penosas del pasado, pero sería tonto decir que no le devolvía el daño como un golpe colateral.

Tuve ganas de ir al baño y fui a cumplir mi necesidad básica. Al salir, me encontré con alguien indeseado, era el típico hombre por el que todas se derretirían y abrirían sus piernas con tal de satisfacerlo, el estúpido engreído de mi carrera: Jeremy Taylor. Su cabello rubio y piel dorada lo hacía ver una estúpida muñeca Ken.

—Hola, Violet —saludó con un tono coqueto.

—Hola, Jeremy. ¿Qué quieres?

—Pasaba por aquí y no esperé encontrarte, ¿te gustaría ir conmigo a comer a otro lado?

—¿Por qué no aquí?

Alcé la ceja, en espera de su razón, era obvio que buscaba algo más que ir a comer. Este infeliz ha estado detrás de mí por un año. Lo peor de todo, es que salía con la más popular de la universidad. No comprendo cómo gente tan tóxica podía residir en una de las mejores universidades. Yo entré a base de duro esfuerzo, mientras este sólo tuvo que pedirles a sus padres que le pagaran la carrera aquí.

—No me gusta este Cafe —arrugó la nariz.

—Bueno, estoy cenando con mis amigos, por lo que lamento decirte que esta vez no se podrá. Adiós.

Di la vuelta dispuesta a irme, cuando agarró mi muñeca de una manera osada.

—Espera.

—¿Qué?

Solté mi mano con fuerza.

Empezaba a perder la paciencia con ese chico tan insoportable.

—Mañana habrá fiesta en mi casa. Puedes ir con tus amigos si así lo deseas.

—Gracias por la invitación, adiós.

Cuando regresé, noté que Arthur nos estaba vigilando desde que irrumpió mi camino de vuelta a la mesa. Me senté a su lado y apenas mis glúteos sintieron la suavidad del asiento comenzó su interrogación.

—¿Quién era ese imbécil que te forzó?

—Se llama Jeremy, el chico engreído y popular de Harvard.

—¿Qué quiere contigo?

—Lo mismo que quiere con todas —fruncí el ceño con sólo pensarlo.

—¿Por qué te forzó a quedarte?

—Nos invitó a una fiesta que habrá en su casa.

—¿Quieres ir?

—Claro que no.

—Bien, todo correcto.

Rachel, Fred y Eduard quedaron boquiabiertos con la escenita que armamos ante ellos. Eran divertidas sus caras, no soportábamos las ansias de reír frente a ellos.

—¿Por qué están asustados? Mi hermano y yo hemos sido así siempre. Él me protege, yo lo protejo. Él vela por mí, yo velo por él. No crean que es manipulador, si le digo que deje de ser así, dejaríamos de serlo —sonreí con diversión.

—Además, no dejaría que mi hermana tuviera algo con alguien como ese tipo. La manera en la que te detuvo no es la manera para detener a una mujer. Vi la fuerza que ejerció en tu muñeca, si llego a verlo intentando coquetear contigo de nuevo, las cosas acabarán distintas.

—Chicos, comprendo que le tengan esa repulsión a Jeremy —dijo Rachel—, es insoportable a veces; pero deberíamos ir. Es una invitación, podría ser divertido, además de ser una bienvenida para Arthur, aunque solamente venga por unos días.

—Rachel tiene razón. Opino que vayamos, si las cosas se ponen feas para Violet; nos vamos y ya está. ¿Les parece? —Comentó Fred.

—Mm, como sé que no dejarán de molestar para que vayamos. Está bien —suspiré.

Ellos sonrieron agradecidos mientras me formulaba cómo podrían acabar las cosas, sin duda pensé que debería llevar ropa cómoda.

—¿Estás segura, Violet?

—Arthur, todo estará bien. No te preocupes —le guiñé el ojo, brindándole confianza de mis acciones.

Conociendo a Jeremy, intentaría algo durante la fiesta, por lo que debería estar preparada para cualquier situación.

Al final de la cena, agradecimos la buena atención y regresamos a Harvard, con la compañía de Arthur. El atardecer se miraba hermoso mientras caminábamos y reíamos de cada situación cómica que habíamos pasado, disfrutaba esos momentos donde no había preocupaciones, me recordaba aquellos tiempos en los que era una niña y sólo me preocupaba por obedecer a mis padres.

—Bueno, chicos, admito que ese Cafe hace deliciosa comida y disfruté convivir con ustedes —sonrió Arthur con aprobación a mis amigos.

Especialmente por Rachel. Ella fue la persona con la que más platicó en toda la tarde.

—Fue un honor conocer al hermano mayor de Violet —alardeó Fred e hizo una reverencia ante nosotros.

—Para ser el hermano mayor de Violet, eres todo lo contrario a lo que esperábamos, y eso es genial —respondió Eduard y chocó puños con Arthur.

—¿A qué quisieron referirse con ello? —Pregunté dolida.

—¡A nada!

Ambos se fueron corriendo al campus, dejándonos a los tres.

—Fue un gusto cenar contigo, Arthur —respondió Rachel con su típica alegría.

—También lo disfruté, fue divertido —sonrió Arthur y se inclinó para besar la mejilla de Rachel.

Mi mejor amiga estaba sorprendida por el tacto que mi hermano tenía con ella, mientras yo reía para mis adentros.

—Oh, es cierto… no te he dado mi número —agregó.

—Eres bastante lento —cuestioné divertida.

Tras dedicarme una mirada llena de fastidio, le dio el número a Rachel y esta le llamó para ver si lo había escrito bien.

—Adiós, Arthur.

Ambos apreciamos la ida de Rachel en total silencio, hasta que volvimos a cruzar miradas.

—Nunca pensé que te enamorarías de mi mejor amiga.

—Ni yo, pero es divertida y agradable, además de dulce —expresó atontado.

—Lo sé, ¿cuándo me agradecerás por el apoyo que te di para que hablaras con ella? —Sonreí con orgullo.

—Algún día, Violet, algún día —sonrió y me abrazó con fuerza—. Vendré mañana para ir a la fiesta del imbécil.

—Aquí te esperaremos, tarado.

Al llegar a mi habitación, encontré a mi compañera de cuarto leyendo un libro bajo la iluminación de su pequeña lámpara.

—Buenas noches, Jane.

Dije tras cruzar miradas con ella.

—Buenas noches, Violet. ¿Qué tal tu día?

—Bien, ¿y el tuyo?

Le pregunté mientras me ponía mi pijama.

—Tranquilo y divertido, como me gusta. Escuché que Jeremy te invitó a su fiesta, ¿irás?

—Qué rápido transita el chisme —expresé con sorpresa y molestia—. Y sí, iré con mis amigos a petición de ellos. ¿Irás tú?

—Uno de los amigos de ese bastardo me jodió la vida hace un año, no quiero verles la cara jamás —suspiró enfadada.

Para la desgracia de mi compañera de habitación, cayó bajo las palabras de uno de los amigos de Jeremy y ese tipo corrió el rumor de que Jane era ninfómana. Pasaron largos meses en los que la pobre tuvo que soportar que el propio infeliz le llamase puta en frente de todos. Obviamente, ya sabía a quién me enfrentaba por lo que mantendría el menor contacto con él, todo por pasar un buen rato con mis amigos.

Me acosté en la segunda planta de la litera y saqué mi celular, admirando la divertida foto que me tomé con August hace muchos años, cuando éramos unos simples adolescentes llenos de deseos y planes a futuro. Su cabello azabache y rizado, acompañado de sus ojos avellanas y su dulce sonrisa enarcada por las pocas pecas en sus mejillas habían enamorado mi joven corazón hace bastantes años. Revisé mi red social y su mensaje fue lo que me sacó la sonrisa más placentera del día.

“¿Ya estás libre para una video llamada?”.

 “Claro, llámame”.

A los segundos, la ventana emergió en toda la pantalla de mi celular y acepté la llamada. Su imagen en su cuarto cubrió toda la pantalla y mis labios no soportaron la necesidad de sonreír nuevamente y corresponder la suya con calidez.

—Eres hermosa incluso con el cabello desaliñado —rio.

—Opinaría lo mismo, pero tu cabello rizado siempre está así —sonreí.

—Lo siento, pero me da pereza pasar toda la mañana intentando peinarlo.

—Ah, ¿sí? Cuando regrese a Suecia lo primero que haré será peinarte, August.

—No te permitiré hacerlo, linda. Cuando llegues te recibiré con mucho amor, llevo guardándolo desde que te fuiste. Créeme que no tendrás tiempo para peinarme tras las tantas salidas que tengo planeadas —sonrió con diversión.

—¿En serio?

Expresé con sorpresa, a lo que el asintió con energía.

—Claro que sí, he logrado cumplir mis metas en estos dos años, han cambiado bastantes cosas. Por cierto, nuestros padres han permanecido en Oslo por una reunión del trabajo, ¿no crees que es raro?

—Un poco…

—Lo raro, es que nuestras madres también los acompañan. En fin, eso no creo que sea de gran relevancia. Por otro lado, te compré algo hermoso —sonrió.

—Enséñame.

—Son sorpresa… ups —rio.

—¿Cuántas sorpresas compraste, tonto? —Sonreí.

—Lo siento, demasiadas pistas he dado. ¿Cómo va la vida allá en Harvard?

—Difícil, ajetreada pero divertida. Arthur llegó hoy a cuidarme hasta que deba volver.

—Petición de tu padre, supongo.

—Exacto.

—Al menos tengo la tranquilidad de que nadie lastimará a mi hermosa Violet —sonrió con orgullo.

—¿Qué hay de ti? ¿Alguna chica ya se pasó de lista contigo?

—Claro que no, sólo tengo ojos y mente para ti. ¿Crees que soy infiel?

—No lo sé, dímelo tú —sonreí.

—Por Diooooos, ¡no me lo creo!

Gritó decepcionado. Reí ante su drama mientras este fingía dolor en su pecho.

—Ya, ya, claro que no pienso que eres infiel. Todavía recuerdo cuando te negaste a la seducción de una chica cuando te dirigías a la secundaria sin saber que iba atrás de ti. En ese momento descubrí que tu corazón es dulce y noble —sonreí con calidez.

—Te amo, Violet —sonrió con el mismo sentimiento y me miró con amor—, ya quiero tenerte entre mis brazos. ¿Qué soy yo sin mi hermosa Violet? —Se cuestionó.

—Un chico normal y corriente, ¿tal vez?

Sonreí avergonzada, a lo que él respondió.

—Puede ser, nunca lo sabremos.

Pasamos hablando una hora, hasta que el sueño se hizo notable tras mi largo bostezo. Al verme bostezar, sonrió como si estuviera viendo a la criatura más bella de la creación.

—Estás cansada, deberías dormir —comentó con calidez.

—Lo sé —sonreí—, pero no quiero dejarte.

—Pronto nos veremos, lo prometo. Ahora, descansa —ordenó con severidad.

—Como quiera el chico normal y corriente —reí.

—Gracias. Descansa, linda —lanzó un beso al aire y sonreí por su gesto, para luego colgar la llamada y cerrar mis cansados párpados.

El siguiente día fue normal, toda la mañana transcurrió normal, llena de risas, bromas, estudios, acciones rutinarias como mis clases de karate. Hasta que sentí la peculiar necesidad de tocar música, por lo que no dudé en tocar una hermosa melodía que extraje de Mariage d’Amour, de Paul de Seneville. El salón de música estaba totalmente vacío, por lo que la dulce tonada volaba con dulzura por el dulce silencio presente. Una de las cosas que más se me hacían placenteras, era tocar una dulce melodía que relajara cada parte de mi ser, me ayudaba a olvidar todo lo que rodeaba mi mundo diario, me alojaba en una cómoda burbuja de una hermosa tonada, ajena del estrés. Claro, así era para mí, hasta que alguien hizo su molesta presencia en el salón. Lo describió como casualidad, para mí no lo fue.

—Tocas de una manera muy dulce, Violet.

Comentó de una manera que, según él, captaría mi atención, pero sólo me detenía a escuchar la melodía; en ningún momento me detuve. Hasta que, por desgracia, la dulce melodía debía llegar a su dulce final.

—¿Qué se te ofrece, Jeremy?

—Venía a decirte que la fiesta tomaría inicio a las 19:00, allá te espero —sonrió con malicia y se fue por donde vino.

—Maldito engreído.

Bufé para mis adentros y continué con otra tonada, hasta que lo consideré suficiente.

Cuando vi la hora, faltaban 30 minutos para que la fiesta tomara inicio. Sin prestarle mucha atención al dato, fui a mi habitación y encontré a Jane platicando con un muchacho con un libro en mano.

—Hola —saludé con una sonrisa a los dos.

—Hola Violet, él es Anthony. Estamos preparando un ensayo para defender nuestro proyecto.

—Hola Anthony —lo saludé con un pequeño apretón de manos y busqué mi ropa cómoda entre la tanta que tenía. Hasta que al final me decidí por una camisa converse, mi pantalón marrón favorito y unas zapatillas converse. Pareciera que soy una modelo que le da publicidad a la marca, pero no puedo negar que me encantan sus estilos.

En las afueras de la universidad, encontré a mi grupo de amigos junto a Arthur, el cual hablaba con Rachel demasiado entretenido. Tras un divertido saludo, nos dirigimos a la casa del patán para pasar un buen rato entre amigos y música, desearía que August estuviera aquí conmigo para bailar un rato, por desgracia no era posible, no hasta que regresara a Suecia.

Al llegar a la dicha casa de Jeremy, la música inundó nuestros oídos al entrar en el patio delantero. La casa era de dos pisos y tenía la pinta de una casa de suburbios. La música sólo se intensificaba poco a poco hasta que abrimos la puerta y se potenció al doble de antes. La música era buena y bailable, pero ver a todo mundo bailando de una manera demasiado exhibicionista me dejó sin palabras.

—Wow —exclamamos todos.

Obviamente es normal encontrarse con fiestas juveniles de este tipo, pero era demasiado; o eso creo.

Arthur permaneció con Rachel, Fred y Eduard también y a mí me tocó ver todo el panorama cerca de Arthur para que fuese capaz de verme. Sólo me detuve a admirar las decoraciones llamativas de la enorme sala mientras los demás bailaban al ritmo de la música, hasta que Jeremy apareció en mi rango de visión. Sus ojos me miraron en cuanto entró al salón mientras su novia permanecía del otro lado del salón, platicando con su grupo de amigas. En ese momento quería que la tierra me tragase y me dejara al otro lado del mundo, preferiblemente en los países escandinavos. Busqué a Arthur con la mirada y lo perdí entre la multitud.

«Genial.»

—Viniste —sonrió.

—Mis amigos querían venir y pasar un buen rato, no se los podía negar; medicina estresa mucho.

Alcé los hombros, restándole importancia.

 —Qué bueno, ¿te gustaría bailar un poco?

—Lo siento, esta música no es lo mío —negué levemente.

Podía leer sus motivos en su mirada, todos bailaban demasiados juntos, quería meterme ahí y por el pensamiento colectivo tener mi cuerpo cerca del suyo.

—¿Qué te gustaría bailar? —Alzó una ceja.

—Bachata, clásica. Cualquier cosa menos esa que acaban de poner.

Señalé al Dj que recién ponía una canción cuyas palabras obscenas no se hicieron esperar en ser escuchadas.

—Mm, vale. Espérame un minuto.

“¿Por qué tan decidido en hacer de las suyas?” pensé cansada. Sin pensarlo dos veces, fui a buscar a Rachel y a Arthur para reunir a los demás e irnos. Por suerte, primero encontré a Fred y a Eduard. Para sorpresa mía, compartían un pequeño y cálido beso, ¿por qué lo describo así? Porque el amor que se tenían era demasiado obvio para mí y era lindo ver la pureza en su tacto, casi parecía telenovela romántica.

—Oigan, chicos. ¿Podemos irnos? Lamento interrumpirlos en vuestro baile lento y romántico —sonreí.

—Claro, ¿qué sucede?

—Jeremy ha estado raro, temo que me meta en problemas.

—Vale, déjanos buscar a Rachel y Arthur.

—Iré al baño a enjuagar mi rostro —suspiré.

Empecé a buscar el baño por toda la casa, hasta que por la mala suerte que el universo tiene siempre para mí; Jeremy me encontró en plena búsqueda. Maldije para mis adentros y agarré la copa de vino que me ofreció, nuevamente en la completa ausencia de su novia.

—Te noto confusa, ¿qué buscas?

—¿Dónde está el baño en tu casa? —Pregunté confundida. Ya había abierto tres puertas y todas eran habitaciones. Para mi terrible sorpresa, había encontrado a una pareja en pleno acto.

—Está hasta el fondo —alzó la copa e imité su pequeño brindis. Al mismo tiempo consumimos el contenido de la copa, para luego guiarme por uno de los mismos pasillos en busca del baño.

Un extraño sentimiento inundó mi cuerpo y todo mi entorno empezó a cambiar conforme miraba el mismo, tras parpadear varias veces, él apareció frente a mí.

—August…

No comprendía qué demonios sucedía en el momento, mi mente era ajena a la lógica y al admirar el rostro del chico que me ha hecho tan feliz; mi corazón enloqueció en cuestión de segundos. Agarró mi mano y me llevó por un pasillo de tonalidades claras con una sonrisa que me atreví a corresponder.

—¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa, linda.

Me guiñó el ojo y continué avanzando con él hasta que llegamos a una habitación con una cama al fondo. Entramos a la habitación y me abrazó con fuerza.

—Cuánto llevo esperando este momento.

Acarició mi cintura con dulzura, provocando un ligero cosquilleo en mi vientre, las emociones empezaban a guiarme y acaricié sus mejillas con delicadeza, hasta que sus labios me tentaron a acariciarlos con amor. El beso aumentaba su intensidad con cada caricia en mi cintura y mi cuerpo pedía más y más de él. Era una extraña necesidad que me encantaba, sentirlo cerca era algo de otro mundo, pero algo en mí no quería continuar, sentía que no debía.

—August, por favor; detente.

—¿Por qué debería detenerme? Lo estás disfrutando —sonrió y volvió a besarme.

Sus manos acariciaban mis piernas y sostenían mis glúteos con fuerza y delicadeza. Era tan dulce y cálido cada acción que él ejercía sobre mí; que empezaba a ignorar aquel pensamiento que me decía que algo estaba mal. Me cargó en sus brazos y lo besé con deseo mientras él caminaba hacia la cama, me acostó en la misma con fiereza y agarré su camisa con fuerza, arrastrándolo a mi lado para tenerlo a mi merced. Mis labios esbozaban una sonrisa traviesa y llena de diversión mientras él sonreía de la misma manera. Arrebaté su camisa con agilidad y acaricié cada músculo de su torso mientras me mordía el labio con éxtasis, disfrutaba la dulce mirada que tenía sobre mí. Cada tacto, cada caricia que sentía y que él me brindaba era tan placentero, tan dulce y excitante que mis mejillas ardían demasiado. Sin darme cuenta, él me tenía contra la cama y acariciaba mi entrepierna con su mano, aumentando el goce que experimentaba, era un cosquilleo inexplicable. En cuestión de segundos, me había arrebatado la ropa que tenía puesta, dejándome únicamente con mi ropa interior y mis converse puestos. Mi pulso se descontrolaba, quería más y mis suspiros que disimuladamente escondían mis gemidos lo demostraban.

—August… —suspiré.

—Violet… —besó mis labios e introdujo su lengua con atrevimiento, pero eso sólo aumentaba el sentimiento que movía a mi cuerpo. Hasta que esa mala espina interrumpió nuevamente mis pensamientos nublados.

—August, detente… no creo que debamos —coloqué mis manos en su pecho y lo aparté lentamente.

—¿Por qué lo dices? ¿No me deseas?

—P-Por favor… d-detente —exclamé mientras sus dedos jugaban con mi intimidad por encima de la ropa interior.

Para sorpresa de ambos, la puerta se abrió con brusquedad y Arthur estaba en el umbral con una mirada llena de ira. La cabeza empezó a dolerme mientras Arthur avanzaba poco a poco hasta nosotros. El dolor aumentaba, hasta que escuché una voz enfadada y fuera de contexto.

—¡¿Quién carajos te crees?! —gritó August.

—¡Soy su hermano, pedazo de mierda!

Gritó Arthur y le dio un fuerte puñetazo a August en la cara. —¡No te atrevas a tocar a mi hermana de nuevo, Jeremy!

—Espera… ¿Jeremy?

Hasta ese momento, empecé a recobrar el sentido y todo el cuento de hadas erótico desapareció para tomar forma de una habitación normal. Jeremy era August y por poco me follaba ese maldito infeliz. Me había drogado con algún estupefaciente de éxtasis para engañarme y hacerme creer que era alguien más, por eso sentía demasiado excitante hasta el mínimo roce entre nuestros cuerpos.

Jeremy se alzó dispuesto a agarrar a mi hermano para golpearlo, sin saber que era diestro en el combate por sus disciplinas. Agarró su mano y la dobló al ponerlo en una posición incómoda, para luego darle un contundente golpe.

—¡Maldito infeliz! —Grité y también le di un golpe al rostro—. ¡Esto era lo que querías desde un principio!

—Claro que sí, tenía que cogerme a la chica buena de medicina —rio con perversión.

—Desgraciado —volví a darle dos puñetazos mientras Arthur buscaba mi ropa.

—Vístete, debemos irnos ya.  

Miré con odio a Jeremy mientras la sangre salía de su nariz, al menos lo habíamos dejado bien golpeado por marrano. Al salir, Rachel, Fred y Eduard estaban en la entrada de la casa.

—¿Dónde estabas?

—Ese imbécil le echó droga al vino que me ofreció y por poco me violó —gruñí enfadada.

No sé cómo no pude imaginar que algo así pasaría, fui ingenua al aceptar la copa de vino sin haberme percatado de dónde lo había servido. Al llegar a mi habitación en la universidad, me bañé para quitarme la terrible esencia que Jeremy dejó en mi cuerpo. Mi corazón dolía porque estuve cerca de fallarle a August. Drogada, sin decencia, por poco me arrebataban aquello que llevo protegiendo para ofrecérselo al amor de mi vida. Todo por ingenua. Si no maté a Jeremy, fue para evitar que me condenaran a 20 años por homicidio. Muchas emociones negativas inundaban mi mente, además de la vergüenza, sentía repudio, ira, decepción de mí misma por haber corrido a las fauces del lobo, sabía que algo estaba mal, pero me había dejado manipular.

—¡Qué estúpida!

Grité y las lágrimas empezaron a descender mis mejillas, camufladas por el agua. Empecé a golpear la pared de la ducha una y otra vez, los nudillos me ardían y poco a poco cobraban el color carmesí de mi sangre, deseaba molerme a golpes. Incluso, mi vida considerablemente perfecta tenía tantos bajos como altos, pero eso era el colmo de la lista de malos sucesos en mi vida. Por más que me dolía pensarlo, sabía que lo mejor era contarle a August lo sucedido y pedirle perdón por casi fallar nuestra promesa. Al salir de la ducha, Jane me veía con pésame mientras negaba levemente. Confusa, alcé mi ceja en espera de su respuesta.

—Escuché tu berrinche —sonrió con calidez—, jugó contigo, ¿verdad?

—Pude evitarlo… incluso tú me avisaste del tipo de gente que son ellos, pero por querer pasar un buen rato con mis amigos; que ni siquiera eso fue posible, tuve que pagar con esa situación tan bochornosa… drogada, ilusionada, por poco me violaba… no, casi me folla; no lo puedo considerar violación ¡porque lo disfruté al pensar que era mi novio!

Grité angustiada y me abrazó con fuerza.

—Tranquila, Violet. Si la droga te hizo pensar que era tu novio, entonces no tienes porqué culparte, tú casi lo haces ilusionada de que era él. Estoy segura de que el auténtico August sabrá perdonarte, no creo que eche todo el amor que te tiene a la basura porque te drogaron y casi te cogen —sonreía con calidez mientras acariciaba mi espalda.

Me sorprendía que de todas las personas que conozco, Jane fuese la que me estuviera aconsejando, consolando y mejorando mi ánimo. Es cierto, ambas compartimos intimidad al ser compañeras de cuarto, ambas ya nos hemos visto desnudas por accidente, pero no nos avergüenza porque se ha vuelto algo normal a lo largo de estos dos años. Creo que me atrevería a decir que es la hermana que nunca tuve.

—Gracias, Janie —sonreí con diversión.

—¡No me llames Janie! —Reclamó enfadada.

—Como digas, Janie —la abracé con fuerza y reímos unos segundos.

Tras el pequeño momento de consuelo, Jane volvió para seguir su lectura mientras yo me vestía con mi pijama para luego dormir, no sin antes platicar con August.

“August, ¿estás libre?”

“Sí, ¿video llamada?”

“Claro que sí”

El rostro de August apareció en mi celular y le sonreí con calidez al ver que tomaba una taza de café en la sala de su casa.

—¿Qué haces tomando café a las 01:00 de la mañana? —Reí.

—Porque dentro de poco tendré que ir a una reunión con mi padre —suspiró—, las cosas han estado bastante raras últimamente, que me cite a tan tempranas horas del día se me hace extraño. ¿Cómo está mi dulce Violet?

Sonrió con calidez mientras bebía nuevamente de su pequeña taza.

—Angustiada… —suspiré.

—¿Por…?

—Debo contarte algo, por favor no te alteres.

—Me estás preocupando, sólo dilo.

Expresó con un poco de molestia.

—Hoy, mis amigos me pidieron que fuera con ellos a una fiesta. La cual era orquestada por el patán que me ha estado tomando el pelo todo este tiempo. Creí que todo sería normal, hasta que él apareció y se portó de una manera extraña. Iba a irme con mis amigos de la fiesta, pero apareció con dos copas de vino y no pude negárselo. Cuando reaccioné, ya no estaba en la fiesta; estaba contigo en un pasillo que parecía ser el de tu casa.

—Te drogaron…

—Lo peor… es que casi tuve sexo con ese patán creyendo que eras tú —le dije con un fuerte dolor en el pecho, sentí que lo había traicionado.

Su mirada expresaba sorpresa y desconcierto, sin expresar nada; sólo bebía su café.

—Dijiste casi… ¿qué pasó?

—Arthur me encontró a tiempo y le dio una paliza al imbécil, gracias a él logré reaccionar y salir de la ilusión y darle sus buenos golpes a pesar de estar con un pie en la tierra y el otro en el cielo. Pasé 30 minutos con el efecto de éxtasis en mi cuerpo, fue muy raro no poder tocar mi propio cuerpo sin sentir… ya sabes.

August sonreía con diversión mientras escuchaba que Arthur y yo le dimos su respectiva paliza al idiota de Jeremy. Luego, su cabeza negó levemente y me miró con calidez.

—No creas que te dejaré de amar por eso. Sé que no fue tu intención tener sexo con ese tipo. Fuiste engañada y trucada, no te sientas mal por ello, linda —comentó con una calidez tan profunda que relajó cada músculo de mi cuerpo—. Lo que me parece sorprendente y halagador… es que disfrutaras el momento soñando conmigo —rio con diversión mientras sus mejillas se sonrojaban.

—Espera… o-oye, no pienses que…

—Muy tarde —sonrió con calidez—, no me sorprende que desees pasar un momento así conmigo, de intimidad. Te mentiría si te dijera que no has protagonizado mis sueños húmedos.

—¡Pervertido!

—¡Ja, ve quién lo dice!

—Te amo, pervertido.

—También te amo, pervertida.

De tantas cosas que he vivido, cosas buenas y malas, eventos magníficos y otros vergonzosos. De todo, sentía que mi vida era perfecta porque lo tenía a él, pocas veces era dependiente de alguien; pero mi mente no podía formularse una vida placentera sin la presencia de August.

Claro, ese era mi pensamiento antes de que la cruda realidad me sacara de mi dulce ignorancia.

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