La Depresión

-He decidido retirarme del colegio al menos por este año mientras me recupero-, declaró Marito al orientador y a la asistente cuando llegaron a su casa en horas de la tarde a visitarle, ya habían pasado más de dos semanas desde que el estudiante de último año de bachillerato se había alejado de la institución sin tener conocimiento oficial de su situación, los compañeros del frente ocultaban su estado para no ser señalados de algún grado de responsabilidad en su desvarío psíquico, los otros estudiantes tuvieron el caso como tema de conversación atribuyéndolo a una posesión demoniaca los primeros días de la semana y el doctor practicante de siquiatría aseguraba que su nuevo estado era el resultado de los efectos secundarios de las pastillas azules administradas pero era una necesidad beberlas porque de lo contario no se controlarían los estados de la conciencia y Marito podía quedar desconectado de la realidad para toda la vida.

            -¿Estás seguro de esa decisión?, ¿crees que te llevará bastante tiempo recuperarte?-, interrogó el orientador preocupado, la asistente permaneció en silencio con la mirada perdida en el aspecto automatizado del estudiante; -Estoy más que seguro, esta situación parece ser un laberinto sin final-, respondió Marito, su madre sentada en un extremo de la sala escuchaba la conversación inmersa en una densa tristeza; con aquella decisión pareciera que Marito estuviera sepultando su futuro por siempre para permanecer en un estado de agonía psíquica, sin espacio ni mundo, sin ser de aquí ni ser de allá, indiferente al paso del tiempo; Marito los miraba como en una nube espesa con sus ojos lerdos, su mirada clavada en un punto fijo indefinido, todos sus movimientos eran torpes y su carne permanecía inmóvil como si estuviera empedernida en sí misma.

            La situación había empeorado desde cuando estaba en el hostal de estudiantes, las alucinaciones y los delirios de persecución no lo dejaban dormir, el pánico se apoderaba de él al apagar las luces de la casa por eso el presidente del frente y el macizo se acostaban en la cama juntó a él, uno a cada lado para infundirle valor y cuidar sus movimientos, al tercer día de estancia en el hostal comprendió que sus anuncios del fin del mundo estaban abortados, la vida seguía igual, gente yendo y viniendo en sus afanes, la televisión mostraba sus programas alienantes similar a todos los días, -como el comercio comienza a manipular e inducir las mentes de los consumidores desde pequeños-,había dicho a otros dos compañeros en horas del almuerzo, los jóvenes esbozaron una amplia sonrisa que Marito interpretó como burla, aquella tarde resentido decidió regresar a casa, la fuerza interna siempre se hacía presente  con mayor frecuencia, el presidente del frente y sus otros amigos rehusaron hacer comentarios sobre la decisión, el silencio fue su mejor compañero, en la mañana cuando llegó su padre a visitarlo le hizo saber su deseo de regresar a casa con ellos, -es lo mejor que podemos hacer, así estarás en tu casa y ante cualquier situación allí estamos nosotros, tu familia-, respondió el padre satisfecho y con marcada aflicción en el rostro; Marito desesperado preparó la maleta, -gracias por la hospitalidad han sido muy especiales conmigo pero me voy a casa de nuevo-,dijo a la señora parado frente a la mesa del comedor, -como tú gustes, recuerda que este es también tu hogar, siempre lo ha sido y lo será-, dijo cómplice la mujer, el padre liquidó agradecido la cuenta del hostal y salieron hacia el barrio popular de la pequeña ciudad vecina donde vivían. 

            Marito caminaba por las calles de su vecindario sintiendo que alguien lo estiraba por la espalda obligándolo a caminar más erguido de lo común; comenzó a sentir que la cabeza no le pertenecía, que era algo extraño en un cuerpo creciendo a la velocidad de la luz. Entró a casa, su madre lo abrazó, hacía un esfuerzo sobrehumano por controlar su llanto reprimido, no quería provocar en el hijo mayores angustias de las existentes; -todo va a estar bien-, dijo entre susurros, él caminó hasta el dormitorio; displicente se tiró sobre la cama queriendo olvidar la traición divina y todas las peripecias presentadas en los últimos días en su vida.

            El padre entró a la habitación; en sus manos portaba un vaso con agua, -levántate es hora de beber tu pastilla, el doctor ha recomendado que deberás beberte los medicamentos para controlar tus emociones-, Marito se incorporó, frotó su cara con ambas manos y bebió la pastilla azul, “soy un estúpido al escuchar las voces de Dios, él me ha traicionado con sus propósitos”, pensó mientras bebía el agua. Su padre sonrió, -pronto estarás mejor-, dijo.

            En la mañana siguiente Marito rehusó levantarse de la cama, su cuerpo estaba duro, inflexible con la mirada lerda, sintió miedo de convertirse en un insecto o creer ser insecto como Gregorio Samsa, el protagonista de La Metamorfosis de Kafka, -eso estaría más cabrón que esta situación-, murmuró entre dientes, se cobijó de pies a cabeza acurrucándose en la cama, “puedo ser un simulacro de Gregorio Samsa, si me han traicionado ya no podría esperar más”, pensó. El sol estaba alumbrando la mañana, la casa estaba solitaria, sólo la mamá de Marito había quedado al frente de las labores domésticas; la señora llamó a la puerta del dormitorio, -ya ratos amaneció, el desayuno espera por ti desde hace minutos atrás en la mesa-, dijo en voz fuerte la madre mientras sonaba la puerta en forma intempestiva, Marito estiró sus piernas, las miró fuera de su sábana para asegurarse de que no eran de escarabajo ni de ningún otro insecto, miró sus manos, aún  no tenía las uñas largas ni arrugadas,-¡ya salgo!-, balbuceó ante los constantes llamados de la madre.

            Sus pasos eran torpes parecidos a las de un robot salido de una película de terror, el cuerpo erguido pero tieso se movía en forma lenta, la mamá advirtió el extraño aspecto del hijo pero guardó silencio para evitar complicar el estado de las cosas, él se sentó a la mesa a desayunar, sabía que su aspecto había cambiado de forma paulatina, sin lugar a equivocarse por el efecto de las pastillas azules, el doctor lo confirmó pero era necesario beber el medicamento para evitar los desvaríos, -¿Cómo ves mis ojos y la mirada?-,pregunto a su madre, -hermosos como siempre;  recordando la mirada de tu abuelo-, respondió ella sin volver a mirarlo, -mentiras, tengo la mirada dura y pesada-, dijo Marito, se incorporó y fue a verse en el espejo de la sala, allí descubrió la rigidez de sus músculos faciales y la rectitud penetrante de su mirada dificultándole moverla hacia ambos lados, permaneció contemplándose por un buen momento frente al espejo, hasta que su madre le gritó desde la cocina,-eres un bello muchacho, lo más bello que ojos jamás han visto-, intimidado, Marito se retiró del lugar caminando apresurado hasta su dormitorio, se tiró sobre la cama y comenzó a llorar en silencio.

            Desde ese día comenzó a ser habitual en él levantarse bien entrada la mañana queriendo detener el paso de las horas para evitar enfrentarse a la realidad, sus ojos se fueron empañando en una gesta de matices psíquicos llegando casi a verse imposibilitado en sus movimientos, la tarde que llegaron el orientador con su asistente estaba sentado en la sala de la casa sin decir palabra alguna, junto a él la madre tejiendo unos manteles de crochet en un afán de mitigar la angustia galopante en su ser, los profesores sentados frente a ellos con un expediente en sus piernas eran incapaces de esbozar sonrisa alguna por la tristeza respirada, -¿consideras en especial responsable a alguien de tu situación o has logrado identificar causa alguna?-, preguntó el orientador, -la culpa no puede ser más que mía por andar creyendo en cuestiones  indescifrables-, dijo Marito; la asistente de orientación volvió a mirarlo atenta; haciendo un esfuerzo logró emitir una sonrisa bienintencionada. Marito quiso regresarla, mas, por la rigidez de su rostro, fue imposible, -las puertas del colegio estarán abiertas  cuando quieras regresar, siempre has sido parte de nuestra constelación estudiantil, quizá el más luminoso-, dijo el orientador, la madre alzó la mirada orgullosa sin poder evitar que sus ojos se inundaran de agua cristalina salida del manantial de su amor materno,-el otro año será, este está perdido-,respondió Marito entre dientes; los profesores se despidieron deseando los mejores parabienes de recuperación al alumno, la mamá expresó su agradecimiento al gesto; queriendo controlar sus emociones Marito caminó a la cocina en busca de un vaso con agua para disminuir una especie de tarugo que pretendía subir desde su estómago hasta el esófago.

            A partir de esa tarde La tristeza terminó de cubrir en su totalidad la vida de Marito, una especie de muerte interior arropó su alma y espíritu, la rigidez de su cuerpo se trasladó al corazón en un ejercicio de pérdida de los sentimientos, en cuestión de horas se convirtió en robot humano sin deseo ni voluntad rozando un vacío profundo donde se sumergía  en espiral cada vez más.

            La vida había perdido sabor y color, despertaba en los amaneceres renegando por ver llegar otro día, con el deseo vehemente de no mirar el anochecer; permanecía en la cama mirando hacia el techo de su habitación con la mirada perdida, después de estar escuchando los afanes de su familia decidía incorporarse, perdió la práctica de la oración como había sido la costumbre desde la infancia, para qué, si Dios era un vil traidor, de repente hasta sólo existía en la imaginación fantástica de las personas como un placebo calmante de sus desgracias o preocupaciones, la mamá sin dejar de cavilar diferentes teorías acerca de aquel escenario lúgubre del hijo no perdía las esperanzas de volverlo a ver sonreír como el muchacho que siempre había sido, al contemplar los árboles secos por el verano y escuchar cantar algunos pajarillos en el solar de la casa Marito buscaba una explicación lógica a la vida encontrando única respuesta en la muerte, sí, era la solución a todos los problemas humanos: “si todos estuviéramos muertos no habría conflictos en el mundo”, pensó una tarde tirado en el sofá; su vida era gris opacada por una sombra interior creada tal vez por las pastillas azules que no podía dejar de tomar por las indicaciones médicas; ningún pájaro elevaba su espíritu, el viento caliente no encendía sus venas, ninguna canción sonaba melodiosa a sus oídos, ni las baladas románticas del pop latino, tampoco los clásicos en inglés, mucho menos era capaz de sacudirlo el break dance de Michael Jackson ni los éxitos discográficos de Madonna, ningún ritmo musical existente o por inventarse era capaz de sacarlo de aquel agujero psíquico en el que estaba inmerso, Marito sólo miraba un túnel capaz de conducirlo a la felicidad o por los menos extraerlo de su mundo gris, ese túnel dibujado momento tras momento en su imaginación lo inducía en forma irremediable a un deseo vehemente de morir.

            En el crepúsculo esplendoroso de ese verano con enormes celajes de fuego dibujados en el poniente, llegó a visitarle un exprofesor de Filosofía trasladado a un centro educativo de la capital, era un profesor por quien en sus buenos tiempos guardaba admiración y aprecio debido a su elocuencia y elevado nivel intelectual, más esa tarde estuvo lejos de inmutarse con su presencia; en casa en su lugar permaneció estoico, perdido en las tinieblas de su interior, -me enteré de tu situación por unos colegas profesores y me es necesario venir a compartir contigo-, dijo el profesor, -ningún psiquiatra va a entender por lo que atraviesas puesto que tú has subido a un mundo que ellos desconocen, has logrado ascender al mundo del subconsciente donde miras cosas que los demás no observan ni perciben porque ellos viven en la tercera dimensión mientras tú has avanzado una eslabón más-,Marito volvió a mirarlo con sumo interés como si aquellas palabras lo arrastraran del vació de sus emociones hacia un mundo por conocer, -yo atravesé por una situación similar a la tuya cuando tenía más o menos tu edad-, continúo el filósofo, -era un chico peculiar, ávido de conocimiento, amigo de los ancianos y ancianas, nadie lograba entenderme y me perdí en el subconsciente del cual logré bajar por la misericordia de Dios-, Marito recordó por un instante los debates con el joven mentor,-acaso usted cree en Dios, siempre he tenido entendido que era ateo o ¿ha cambiado de opinión?-, preguntó Marito, -en definitiva, jovencito, he revisado mis concepciones tanto filosóficas como políticas respecto a la creación y a las formas de gobierno, si bien estoy de acuerdo con los planteamientos de Carlos Marx respecto a las relaciones de producción y la distribución del capital así como la explicación de Charles Darwin sobre el origen de la vida y las especies pero bajo un enfoque modificado-,dijo el profesor, -¿en qué cree entonces?-, interrogó Marito intrigado; aquellas declaraciones lo hacían desviar sus ojos a un lado del túnel donde transitaba su espíritu, -me he encontrado con un grupo de amigos en la capital quienes me han hecho aceptar la existencia de Dios como una fuerza cósmica motora del universo, este fue el creador de los diferentes mundos utilizando con mucha probabilidad eso que nosotros llamamos Teoría del Bing Bang y permitiendo la evolución de las especies tal y como las plantea Charles Darwin en su teoría, sólo que en nuestro planeta, donde existen diferentes razas, únicamente una es originaria y evolucionó aquí, la negra, las demás vinieron de otras planetas incluyendo la raza azul, este mundo evolucionado aquí mismo donde estamos atraviesa una etapa que deberá finalizar, pues es el único planeta que les queda a los extraterrestres por rescatar y ponerlo a las órdenes de Jesucristo a quienes ellos han entronizado como rey del universo-,explicó el profesor en resumen aquel sincretismo filosófico, Marito abrió los ojos en forma desmesurada, -Dios existe como una fuerza, Jesucristo rey del universo; existen extraterrestres y la tierra en declive camino a la decadencia-, exclamó sorprendido, “¿seré extraterrestre yo?”, pensó; en instantes su mente viajó hasta el vientre de su madre imaginándose el momento de su concepción cuando fuerzas extraterrestres lo colocaron en el útero materno, -así es, Marito, este planeta está en decadencia pero habrá una catástrofe universal y sólo las personas que practiquen el amor sobrevivirán para vivir en una sociedad perfecta parecida a la que planteó Carlos Marx, sólo que el marxismo está inconcluso, en esa nueva sociedad no existirá el dinero, pues es la raíz de todos los conflictos mundiales y personales, trabajaremos por horas pero en total igualdad de oportunidades como viven los habitantes de una luna de Júpiter hacia donde viajaron el líder de nuestra organización y un grupo de amigos-, dijo el profesor, -¿cómo sabe que en esa luna de Júpiter viven extraterrestres?-, preguntó Marito, Sixto Paz y un grupo de amigos entre ellos el periodista español JJ Benítez fueron contactados por extraterrestres en el desierto de Atacama en Chile, desde ellos viajaron a esa luna, allí se entrevistaron con otros seres quienes le explicaron algunas cosas de las cuales te comento, voy a prestarte una colección de libros de JJ Benítez llamados El Caballo de Troya para que comiences a entender algunas situaciones negadas a la humanidad por la religión común y corriente que tanto se nos ha ocultado-, respondió el filósofo. El padre de Marito se acercó al advertir desde el sofá donde contemplaba la conversación un cambio actitudinal en el hijo,-está buena la plática-, dijo con una sonrisa cortés en sus labios, -tiene usted un chico muy inteligente sólo que atraviesa un momento en el cual necesita del apoyo de nosotros, nadie lo está entendiendo, es necesario fortalecer su cerebro, para ello denle de beber leche con miel grande cada mañana-,aconsejó el profesor dirigiéndose a la madre que llegaba para ofrecer alguna bebida refrescante en un acto cortés, “y los conduciré a la tierra prometida donde fluyen manantiales de  leche y miel”, recordó Marito la promesa divina de la nueva tierra a los hijos de Israel, la mujer agradeció asegurando que el siguiente día comenzaría a ingerir, el padre temeroso por las nuevas filosofías incorporadas preguntó sobre la situación de los partidos políticos del país al profesor, -me estoy alejando de la política por convicción, en realidad he dejado de creer en soluciones terrenales a este sistema nuestro-, dijo el profesor.

            Marito miró hacia atrás de su túnel mental divisando la esperanza perdida, era posible otra vida, sus anuncios de fin del mundo estaban fundamentados, con seguridad era un contactado sólo que no había percibido bien el mensaje trasferido por el propio Jesucristo a mitad de la noche, se había apresurado y las fuerzas del mal lideradas por Lucifer habían aprovechado para bloquear el proyecto, esa era la función inconsciente del doctor amigo practicante de siquiatría, impedir su revolución utilizando las pastillas azules que lo habían conducido a ese estado. El Profesor se despidió porque avanzaba la noche, dijo -no olvides leer a JJ Benítez, arroja importantes datos en sus investigaciones ya sea en el Caballo de Troya o en la Revolución de Lucifer-, aconsejó el mentor, -espero lo traiga, de lo contrario los buscaré por cuenta propia-, dijo Marito entusiasmado.  

            Después de marcharse el profesor Marino caminó a su dormitorio en busca de la cama, su gran aliada en el último mes, donde tejía y descocía sus ideas respecto a la vida, Dios, el mundo y la muerte, era allí donde dibujaba el túnel como única alternativa viable a su vida e ignoraba el mundo y sus afanes, dejaba de percibir  el sonido de la música, el viento y miraba todo gris. Su padre caminó tras él, había en la familia un semblante de resignación con la situación del joven, esperando que recuperara por completo la estabilidad emocional y regresara a la normalidad, -atenderemos los consejos de tu amigo, el profesor, respecto a leche con miel y cuanto dijo, pero debes seguir tomando tus medicamentos, recuerda que aquí la última palabra la tiene el doctor-, Marito volvió a mirarlo, no quería contrariarlo aunque recordó que a lo mejor él sólo era un padre adoptivo, pues él era un experimento extraterrestre colocado en el vientre de la madre como lo fue Jesús de Nazaret, -sí, por supuesto-, dijo con la lengua hecha pelotas, -ya tomaré esa terrible pastilla azul-. 

            A la mañana siguiente Marito se levantó temprano, antes de salir el sol; había en su rostro un aire de esperanza, la ilusión había regresado a sus ojos lerdos y compactos,-¿y ese milagro?-, inquirió el padre, Marito permaneció en silencio, estaba seguro de que era un ser fuera de este mundo, mas permaneciendo en él, su cuerpo se movía torpe igual a los días anteriores, el padre le miró de reojo queriendo indagar sus nuevos pensamientos, sobre los cuales cavilaba; Marito se sentó frente a la mesa  del comedor en actitud meditativa con la piernas estiradas y ambas manos colocadas en forma de cruz en su cabeza, la madre atenta corrió a servir el desayuno, unas rebanadas de pan integral cubiertas de maní acompañadas de un jugo de naranja y una mermelada de limón, que Marito siempre apreciaba degustar -¿te sientes mejor, mi niño?-, preguntó la madre,-se nota diferente, como si alguna luz iluminara su rostro-, dijo el hermano mayor con una toalla colgando de sus pectorales listo para irse a duchar antes de  su jornada laboral; Marito hizo un esfuerzo para mirarlo tratando de advertir alguna verdad en sus palabras. Su padre y hermanos salieron de casa, sólo quedo él con su madre; entre ellos las conversaciones casi habían desaparecido reduciéndose a lo más  elemental, Marito estaba muy inmerso en sí mismo, volcado en todo su interior sin lograr descubrir nadie el entrenzado de sombras teñidas en su ser, la mujer con la mirada nublada de la tristeza igual que su marido se limitaba a observarle y vigilar sus pasos. Esa mañana decidió ir a la calle a reconocer algunos lugares comunes que siempre en su estado normal frecuentaba, sintió espontáneos deseos de recorrerlos, -ya regreso-, dijo de forma lacónica a su madre y salió; caminaba en forma recta pero con extraño porte llamando la atención de los vecinos del barrio que tampoco casi le miraban desde los incidentes  del fin del mundo y hechos vinculados.

            Era incapaz de permanecer en lugar alguno ni conversar con ninguno de sus vecinos o amigos, parecía padecer de fatiga crónica o ansiedad compulsiva, cuando calculó que sería la hora de almuerzo regresó a casa, sus pasos se habían alargado, mas su cuerpo mantenía el aire autómata e inflexible, una vecina se atrevió a preguntarle sobre sus afanes y qué le ocurría, -a mí nada, sólo el deseo de verles-, respondió Marito sin poder evitar que la pregunta formulada le calara hondo obligándolo a preguntarse sobre su apariencia,-como te fue hijo en tu paseo, ¿lograste visitar cuanto querías?-,preguntó la madre, -sí madre, ¿ves algo raro tú en mí?-, la madre giró la cabeza hacia otro extremo de la casa, -no, tú te ves igual como siembre has sido, ¿alguien te dijo algo en la calle?-, inquirió, -sí, la vende loto, aquella que se fue de la ciudad y regresó me preguntó que si me ocurría algo, en realidad me hizo sentir mal-, narró Marito, -ignora siempre los comentarios necios y estúpidos de gente sin importancia-, dijo la madre.

            Al terminar de almorzar Marito decidió regresar a visitar otros lugares, la madre optó por mantener silencio, era innecesario contrariarlo estaban dispuestos a esperar el desenlace de la rara historia en que estaba inmerso el hijo, Marito creyó que la misión encomendada era rescatable, con ese pensamiento latiendo en las venas caminó y caminó sin rumbo por las calles y avenidas de aquella pequeña ciudad.

            Mantuvo tres días consecutivos esa extraña conducta de caminar sin poder lograr permanecer en ningún lugar y sin poder mantener una conversación con nadie, rápido se aburría comenzando a buscar otro derrotero; en el cuarto día secuencial de aquel comportamiento decidió quedarse en la cama deseando no levantarse nunca jamás, las fuerzas le habían abandonado, consideró ilógico estar creyendo en extraterrestres o en teorías fantásticas creadas por humanos sin fundamento científico alguno, se sintió harto de suposiciones metafísicas o bobadas religiosas, la tristeza junto a la decepción se volvieron apoderar de su alma y  espíritu.

            Fue cuando la madre llegó a llamar a la puerta de su dormitorio que se incorporó a regañadientes, -ya casi son las once de la mañana y tú en cama-, protestó la mujer ahogando un grito de angustia en su garganta, -yo quisiera que ya nunca más amanezca en mi vida, que la noche me cubra de una vez por todas con su obscuridad-, dijo Marito tras la puerta, -entiendes lo que estás diciendo, en verdad deseas estar muerto-, inquirió la mamá al tiempo que se abría la puerta del dormitorio, tras la cual apareció el hijo con el aspecto duro y robótico que había adquirido en los últimos meses, su mirada era firme y apagada; Marito salió en una pijama gris a cuadros finos negros, una camiseta blanca de punto y descalzo, -ven y toma tu desayuno, ya está listo hace rato-, invitó la madre; Marito caminó hasta el comedor, cuando pasaba frente al espejo de la sala divisó su aspecto de muerto andando, sintió un fuerte deseo de estar tres metros bajo tierra contemplando con los ojos cerrados por siempre las eternas tinieblas del más allá . 

            -Debemos buscar un experto especializado en psiquiatría para Marito que parece carecer de final con su problema, debes ir mañana a hablar con el doctor  para que nos recomiende uno, él deberá comprender que no dudamos de su experiencia sino que estamos llegando al límite del agotamiento con esta situación sin mejora, al contrario, cada vez se vuelve peor, como si fuera una telaraña en espiral-, dijo la madre al marido en su dormitorio, -nunca me imaginé que nuestro vástago menor cayera en el abismo donde está, siempre he criticado esa tendencia suya a leer libros de forma indiscriminada, y mira allí están los resultados, confundido sin lograr ver la luz del túnel-, dijo el padre tirándose en la cama  con la esperanza de dormir.

            El doctor practicante de siquiatría no reparó en dar los nombres y la dirección de un experto en el centro de atención pública del sanatorio de la ciudad industrial, -es buen amigo, un buen siquiatra que lo evaluará y le dirá si mis indicaciones médicas respecto a los medicamentos son las más adecuadas-, dijo el galeno sonriente al mismo tiempo que extendía al padre una referencia médica señalando el brote psicótico de Marito, el Padre agradeció todo cuanto hacía por el hijo, salió de la clínica  con el papel en sus manos, meditabundo mostrando las señas dejadas por la preocupación y las noches de desvelo pensando en el hijo enfermo.

            Marito nunca aceptaba esa terminología médica utilizada para referirse a él, enfermo psicótico, era inconcebible para él que lo compararan o lo confundieran con las personas que rozaban en la locura cuando él sólo era la víctima de una traición divina, alguien, una fuerza superior a él, lo había engañado haciéndole creer estar en la cumbre del final de los tiempos, como con seguridad, falso mensajero era el profesor de filosofía que llegó a hablarle de la entronización de Jesucristo como Rey del Universo y la organización Rahma, y si era que él competía con Jesús de Nazaret por gobernar el universo, debería morir para eso como lo hizo el mesías judío porque en vida era imposible enfrentarse a las fuerzas poderosas de este mundo; con dolor en su amor propio aceptó acompañar a su padre a la ciudad industrial e ir a visitar el siquiatra aunque una luz de esperanza se dibujó en sus pupilas, tal vez ese doctor decidía retirarle esas odiosas pastillas azules que le obligaban ingerir y que consideraba responsables de su dureza corporal abarcando la fijación de su mirada.

            Subieron a un bus de ruta interurbana que los condujo a la ciudad industrial, Marito sin ablandar el rostro ni los músculos del cuerpo vestía una camiseta negra con la imagen del vocalista de nirvana, un pantalón beige de mezclilla y zapatillas negras de amarrar, proyectaba la imagen de un chico moderno a punto de terminar la salida de los difíciles años adolescentes, su padre caminaba cerca de él sin dejar de observarlo un instante, tomaron un taxi cerca de la terminal de buses, el centro de sanidad pública estaba alejado en la inmensa ciudad, ambos se sentaron en la parte trasera del vehículo; el taxista, un hombre de mediana edad, permanecía en silencio mientras transitaba las amplias calles de la metrópoli, Marito se sentía inspirado como si estuviera corriendo por alguna calle de un cielo desconocido en parte por él, el taxi parqueó enfrente del centro de sanidad pública, el padre de Marito agradecido pagó los servicios, el taxista apenas esbozó una tímida sonrisa,-la gente en esta ciudad tiende a ser ignorante y descortés, avancemos nosotros-, dijo el padre, preguntó al portero por el siquiatra del centro, -no está y creo que tampoco va a venir este día parece que debe disertar en un congreso sobre salud mental, ¿tiene problemas?-, preguntó el portero, -no, no es para mi hijo-, respondió el padre en voz baja, -ah, problemas de drogas-, dijo suspicaz el portero, Marito sintió una fuerte puñalada fría en su interior, nunca en su vida había consumido ninguno tipo de estupefacientes más que las odiadas pastillas azules, en más de alguna ocasión un compañero le había ofrecido cigarros de marihuana pero él había rehusado tomarlos, “maldita sea, tal vez es por la imagen de Kurt Cobain en mi camiseta”, pensó justificando dolido, el padre ignoró el comentario, preguntó si conocía algún otro siquiatra en la ciudad que tuviera algún prestigio, -llévele a uno que está en el edificio múltiple en la primera calle, dos cuadras arribas del parque central, es un edificio donde encuentra diferentes oficinas de abogados, sicólogos, cosmetólogos, siquiatras y cuanto servicio necesite, de allí su nombre-, dijo el portero, el hombre agradeció e invitó a Marito subir a otro taxi parqueado frente al centro de sanidad, dio la dirección y el taxista inicio la ruta urbana.

            Marito miró con nostalgia el restaurante enfrente del edificio múltiple, el año recién pasado había estado compartiendo en él con unos compañeros del instituto gastando bromas y narrando entre ellos anécdotas de aventuras amorosas propias de adolescentes, entraron juntos a la oficina del siquiatra, una espigada secretaria les indicó que el doctor no vendría hasta en la tarde, Marito la encontró arrogante, hueca y vacía, la despreció en su interior. Fueron a almorzar. El padre decidió que irían a aprovechar el tiempo mientras llegaban las dos de la tarde al negocio de un amigo ubicado en la calle comercial del centro de la ciudad, estaba a pocas cuadras del edificio múltiple, Marito obedecía sin objeción alguna las decisiones de su progenitor como un autómata sin resistencia diferente a su tiempo normal, el amigo manifestó alegría cuando los miró llegar, era una joyería y relojería ubicada en el segundo piso de un pasaje comercial; la gente pasaba tras las vidrierías del pasaje, “cuanta gente ajena a las realidades que se tejen en lugares recónditos del universo”, pensó Marito, el amigo y su padre estaban enfrascados en temas de política y actualidad extendiendo la conversación hasta las dos de la tarde, Marito permaneció callado al margen de los tópicos tratados en las conversaciones, a pesar que la ciudad lograba asomarlo a la vida, el amigo de su padre nunca le había inspirado confianza, tampoco quería que le realizara preguntas sobre su situación emocional tampoco deseaba hablar con él de religión, el papá le recordó que casi eran las dos de la tarde y el doctor había de estar por llegar a su despacho.

            Llegaron al edificio múltiple.-Ya los anuncié con el doctor, los está esperando-, dijo la secretaria sin alzar la mirada, Marito la miró con desprecio mientras pasaba frente a su escritorio, el padre le restó importancia. Empujaron la puerta del despacho y entraron, -adelante-, dijo el siquiatra indicando con las manos sentarse en las dos sillas frente a él, era un hombre maduro quizá a mitad de la cincuentena, de anteojos claros y amplias entradas en ambos lados de la cabeza. -Cuéntenme, ¿cuál es la situación que se ha presentado?-, preguntó serio el doctor, -este jovencito que ha aparecido anunciando el fin del mundo un par de meses atrás y hoy tiene una conducta difícil de comprender-, dijo el padre extendiendo la referencia dada por el doctor de su ciudad, el siquiatra leyó atento, -háblame un poco de ti, de tus gustos y, ¿quién te dijo que el mundo llegaría a su fin?-, inquirió el doctor tratando de acercar la cabeza, -Dios ha hablado conmigo, él ha girado indicaciones utilizándome como canal comunicativo para la humanidad-, respondió Marito motivado dispuesto a narrar toda su experiencia, -¿has escuchado voces entonces?-, interrogó el doctor, -sí, la voz de Dios tanto en el viento como a través de mi pensamiento-,-¿y que ha dicho Dios?-, preguntó serio el siquiatra; el papá de Marito giraba la cabeza hacia ambos lados tratando de adivinar las respuestas de los interlocutores, -ha mencionado mi nombre en el viento, varias veces me ha llamado por mi nombre, otra vez escuché risas espeluznantes creo que fue la envidia de los demonios, y en mi pensamiento me ha dicho que con mi inteligencia y bondad puedo cambiar el mundo-, explicó Marito, -antes de esta experiencia que has hecho Marito, ¿tienes novia?, ¿a qué grupo religioso perteneces?-, volvió a preguntar el siquiatra, -no tengo novia, no creo que sea el momento para tenerla, en cuanto a mi religión, no sé en qué creo, de niño fui católico devoto hasta hace unos cuatros años que conocí una iglesia evangélica pero tampoco me convencieron sus argumentos, luego comencé a estudiar con los Testigos de Jehová también les objeté su extraña teoría de los ciento cuarenta y cuatro mil que se van a vivir al cielo en el reino de Cristo, he leído a los mormones, los adventistas del séptimo día y trato de comparar sus doctrinas teológicas con el Cosmos de Carl Sagan y en ese afán hasta a reuniones gnósticas he asistido, no sé, quisiera vivir en una sociedad igualitaria con equidad horizontal en las relaciones de producción y la aniquilación total de las clases sociales-, expuso Marito haciendo alarde en medio de la tempestad, el doctor bajó la cabeza, volvió la mirada hacia donde el padre listo para emitir un diagnóstico,-era algo que se veía venir, esto ocurriría en cualquier momento en la vida de su hijo, el conflicto estudiantil que dice la referencia del colega médico no hizo sino explotar algo latente, es un problema de personalidad, esa fuerte atracción por lo oculto y desconocido, por entender el misterioso mundo de la metafísica podría señalar yo como la gran responsabilidad-, dijo el doctor. Marito suspiró aliviado quizá un poco ufano, el padre miró a su hijo sin decir palabras, el silencio se apoderó de la sala por un momento, -¿y estas pastillas están bien recetadas?-, interrogó el padre tímido; el doctor agarró la bolsa de medicamentos entre sus manos para examinarlos,     -sí, son las pastillas que deben recetarse en estos casos para lograr controlar el sistema nervioso e inhibir las alucinaciones y cualquier brote psicótico; deberá seguir tomándolas como se las indicó el doctor, anda bien el compañero a pesar de no estar graduado-, respondió el doctor devolviendo el medicamento; Marito hizo una mueca desaprobando más entendió que no existía alternativa visible en el horizonte.

            Salieron de la clínica con la intención de regresar a casa; Marito se sentía alicaído, la cita con el siquiatra había salido peor, sus padres estaban seguros que las pastillas azules eran la mejor opción para el padecimiento e insistirían en que las siguiera ingiriendo, simuló dormir en el bus con la intención de evitar conversar, no quería hablar con nadie, una nube gris cobijaba su espíritu deseando abandonar por siempre la amarga pesadilla en que se había convertido su existencia.

            La mañana siguiente debió levantarse temprano contra su voluntad, la mamá llamó insistente a la puerta del dormitorio,-tus compañeros del colegio te buscan-, gritó, Marito se levantó en pijama, sin camisa y descalzo, sentado en los sillones de la sala estaban el macizo con otra compañera, -vamos a una excursión a uno de los pueblos cercanos, vamos a jugar con el equipo de otro colegio, pensamos que tú deberías acompañarnos, todos estaremos contentos contigo-, invitó el macizo, la madre movió la cabeza en forma afirmativa sin poder ocultar la satisfacción, Marito estiró sus manos hacia arriba tratando de despabilarse y tomar fuerzas, carecía de ánimos pero en medio de la nebulosa reconocía que aquellos chicos eran sus amigos y no les podía desairar, -espérenme un momento mientras tomó un baño rápido-, dijo, -no creas que es el día de tu boda para que te restriegues tanto el cuerpo-, bromeó el macizo.

            El encuentro deportivo logró sacar del agobiante entorno psíquico a Marito, si bien no lograba concentrarse en las jugadas de fútbol pero al ver las caras sonrientes de sus compañeros gritando porras a su selección estudiantil lograba ver el color de los árboles bajo el sol y escuchar el trinar de algunos pájaros en sus ramas provocándole una sensación quizá extraña que ya hacía días había dejado de percibir, -vamos, ven a dar una vuelta por las calles de este pueblo, la gorda quiere hablar con vos algunos asuntos-, invitó el macizo sonriente, Marito se incorporó de la grada donde estaba sentado y con sus movimientos bruscos atendió la invitación del camarada del frente estudiantil, un grupo de porristas del colegio le dedicaron una porra a su paso, él hizo un esfuerzo por sonreír con sus labios metálicos. Caminaron por las estrechas y empedradas calles del pueblo bajo la sombra de florecidas acacias que ya anunciaban la pronta llegada de la primavera, en una calle solitaria la gorda les invitó a sentarse, Marito callado, había venido escuchando las bromas lanzadas por sus compañeros con el ánimo de hacerle ver la vida de color, -sabemos cómo ya días atraviesas una crisis fuerte, una carga quizá demasiado pesada para ti que siempre has tenido todo, esto no debe ser más que una oportunidad para crecer y aprender a lidiar con diferentes situaciones en la vida-, dijo la gorda con amplia sonrisa mostrando amplia madurez superior a la de las chicas de su edad; Marito la miró de frente con sus ojos lerdos y fijos tratando de adivinar la intención de sus palabras; -mira yo fui violada por mi padrastro cuando tenía ocho años y he tenido que sobrellevar ese trauma sexual-, prosiguió la gorda, -ah ¿eres lesbiana entonces?-, preguntó Marito sorprendido por la sinceridad de su compañera, -en el armario-, respondió la gorda riendo, -aunque no todas las mujeres violadas terminan siendo lesbianas, recuerda que esas son preferencias sexuales pero que alguien de tu misma familia abuse de ti y más cuando tú no entiendes el mundo adulto es deprimente como para cortarte las venas de tu cuerpo, pero ya ves, yo logré sobreponerme y luchar, así queremos que te levantes tú por el bien de todos, la patria, el pueblo necesita de chicos como tú dispuestos a dar la vida por los demás como lo han hecho los grandes héroes de la humanidad-, animó la gorda, -esta vida es una hilacha de mierda sin color ni aroma a la misma mierda, sólo quisiera terminar mi existencia, si pudiera ofrecería mi cuerpo para ser inmolado, es más, me hubiera gustado enrolarme en una guerrilla, ser acusado de traidor y que mis mismos compañeros me exterminaran como hicieron los guerrilleros salvadoreños con Roque Dalton-, declaró Marito, -estás loco, eso sólo refleja una obsesión con la inmortalidad, tú no eres traidor, eres buen tipo, buen camarada, un hermano para los miembros de nuestro movimiento, miremos que te dicen las cartas-, dijo la gorda extrayendo un naipe de su bolso, el Macizo escuchaba la conversación atento con una sonrisa dibujada en el rostro,       -además de marimacha practicas la magia, no había conocido todavía ninguna revolucionaria supersticiosa todos somos pragmáticos-, incriminó Marito con la curiosidad carcomiéndole la piel, era aquella una oportunidad para desquitarse la rabia que sentía contra Dios, la ocasión perfecta para desobedecer su mandato de no consultar brujos ni hechiceros ni ningún hacedor de magia, -toda regla tiene una excepción, vamos extrae una carta-, replicó la gorda con amplia sonrisa al tiempo que mostraba tendidas las cartas del tarot, Marito sonrió complacido, con la dureza de sus dedos agarró una carta a ciegas y la mostró a la compañera, el macizo se acercó un poco más para ser testigo de aquella sesión astrológica, -extrajiste la carta del arcano mayor, aquí dicen que hay dos chicas una negra y una blanca, la negra te quiere y desea lo mejor para ti mientras la blanca guarda cierto resentimiento no manifiesto hacia ti, ¿averiguas quiénes son?-, dijo la gorda comenzando a barajar de nuevo el tarot, “debe ser la negra de segundo una y la blanquita ojos azules del movimiento la otra”, pensó Marito extrañado, -extrae la otra que te muestra gordis-, dijo el macizo sacándolo del arrobamiento en que había caído, Marito volvió a mirarlo y extrajo como autómata la siguiente carta, -esta dice que existen dos hombres, un negro y un blanco, el negro te aborrece y quisiera destruirte, hará hasta lo imposible por tenderte trampas a lo largo de tu vida pero siempre estará el blanco dispuesto a defenderte y protegerte de cualquier acto maligno provocado por el negro-, dijo la gorda, “puede ser el director del colegio, él me detesta y maldice, el blanco debe ser el macizo, este siempre está conmigo y a mi lado, aunque también pueden ser el blanco Dios y el negro el diablo, pero Dios me ha traicionado y ha permitido que el diablo haga escarnio conmigo”, pensó Marito, en dirección del campo de juego se escuchó tremenda algarabía mezclada con el sonido de tambores, -el partido ha terminado debemos irnos sino nos dejaran abandonados los compañeros-, advirtió el macizo; la gorda guardó las cartas del tarot malhumorada; regresaron donde los compañeros gritaban en forma alarmante al mismo tiempo que hacían gran estruendo con sus tambores, el colegio visitante había ganado el partido y con goleada.

            Marito pensaba en el hombre negro y en el blanco, las chicas de ambos colores eran irrelevantes por lo que representaban en las cartas, pero los deseos del hombre negro lo hacían reflexionar; el bus escolar salió de regreso a la ciudad, sus compañeros no paraban de cantar porras acompañadas de tambores, aquel ruido comenzó a ser ignorado a medida que avanzaba el bus sobre la carretera, su pensamiento estaba girado en la tiradas de cartas que había hecho la gorda en la calle solitaria, los resultados le provocaban dobles sentimientos, por un lado preocupación debido a los dos hombres y por el otro había una satisfacción de desquite contra Dios y sus mandatos, él también lo había traicionado sin proponérselo ni hacer planificación alguna.

            El bus entró al centro de la pequeña ciudad para dejarlo en la esquina cerca de su casa, sus compañeros lo despidieron con aplausos coreando su nombre, la gorda y el macizo venían sentados en una banca adelante de él, levantaron las manos sonrientes para decirle adiós, Marito permaneció estoico ajeno al entorno, a duras penas levantó el dedo pulgar para despedirse de sus amigos, bajó del bus sintiendo que un hombre negro de elevada estatura caminaba tras él, con esfuerzo miró hacia atrás, no había nadie, sólo las calles y el polvo dejado por el paso del bus. “debo simular alegría no es bueno que nadie sospeche de mis planes esta noche”, murmuró entre dientes, una angustia agonizante galopaba en su corazón a paso firme con la única intención de llevarlo al camino que se había trazado. Entró a su casa, -¿estuvo divertida esa excursión?-, preguntó meditabunda la madre, -bueno, el equipo del colegio se impuso una vez más, siempre hemos sido invencibles en todos los campos-, respondió Marito, la mamá esbozó una distante sonrisa complacida, los días se habían vuelto insoportable con la situación del hijo, la única esperanza era que el siquiatra acertara con sus predicciones, cuando la mente se hubiera estandarizado, los músculos se ablandarían y el chico volvería a la normalidad pero nunca decía en qué tiempo se cumpliría su predicción, Marito caminó a su dormitorio se vistió con playeras y camisa sin mangas para irse a tender en el sofá de la sala sin pensar en nadie ni en nada.

            Luego de cenar informó a sus padres que saldría a caminar; necesitaba tomar aire, dijo; había en su rostro una expresión de alegría que impactó a su familia, él no dio pista alguna, había tomado una decisión e iba a cumplirla sin remedio alguno, soplaba un aire agradable aquella noche, Marito caminó hasta una despensa ubicada en el centro de la pequeña ciudad, había pocas personas en el negocio, el propietario, un tío suyo, le formuló algunas preguntas sobre la situación política del país, Marito respondió locuaz, en su cara había un reflejo de realización, la conversación se extendió más allá de lo planificado, el tío sin querer abordó el tema del reino de Jehová, -es inexistente la fecha en que ocurrirá eso, desde hace muchísimos años los vienen prediciendo y nunca llega-, dijo Marito sarcástico, -la Biblia nos dice que a causa de los justos, Jehová ha alargado los días, no debemos ser incrédulos y confiar en las sagradas escrituras-, refutó el tío en forma serena sin la intención de contender con el sobrino, -será mejor que me vendas una botella de veneno para ratas, tenemos una cría terrible de esos malditos roedores en el solar de la casa y los debemos combatir-, solicitó con la intención de abortar la conversación, el tío fue a la estantería y regresó al instante con el frasco de veneno, Marito lo agarró entre sus manos y lo ocultó bajo su camiseta, agradeció la atención en la dispensa y salió.

            Caminó por las iluminadas calles polvorientas de la pequeña ciudad, divisando la salida final del túnel, sentía en su interior una especie de paz fabricada con la resignación de emprender un largo viaje ya días planificado con ansias, la decisión estaba tomada desde que regresó del encuentro deportivo, sería la forma de vencer al hombre negro aparecido en el tarot, la fórmula perfecta para bloquear sus planes macabros, su padre estaba entregado a un programa de televisión junto a sus otros tres hijos, la madre estaba terminando de limpiar la cocina para irse a descansar cuando él entró a la casa; ellos sonrieron contentos por la aparente mejora observada en él; Marito caminó hasta la parte trasera, se sentó en la pila de lavar, removió el agua para frotarse la cara con las manos mojadas, miró al cielo, era víspera de luna llena, “una noche perfecta para mi vela”, pensó, el vacío sentido en su interior se estiró  como si se hubiera roto, pudiendo divisar lo que había más allá de aquella sensación, pero no quería sentir dolor en su despedida, quería llegar al otro extremo del túnel sin demasiada complicaciones, sin embargo, si en algún momento sufría no debía importar, la recompensa era la tranquilad eterna, la terminación de aquella vida llena de penumbras, días grises y ojos fijos en un cuerpo robotizado por unas destructoras pastillas azules, miró al interior de la cocina, la madre había terminado pero había dejado encendida la luz para que él entrara, a lo mejor creyó que el hijo sólo contemplaba la luna en su esplendor como siempre acostumbraba en sus años de lucidez, Marito regresó la mirada al cielo, pidió perdón por su decisión, si Dios quería recibirlo en su seno era cuestión suya sino daba igual ir a cualquier lugar, lo importante era fugarse sin pensar en las consecuencias futuras, terminar de una sola vez con aquel martirio físico y psíquico sin sentir dolor, extrajo la botella de veneno para ratas debajo de su camiseta, la destapó con movimientos bruscos, cerró los ojos para empinarse el contenido bebiéndolo de un solo trago, se estremeció por el sabor del líquido blanco como la leche, arrojó largo la botella vacía y regresó al interior de la vivienda, ya sólo estaba el padre en la sala con la televisión apagada, -es hora de irse a dormir para levantarse temprano-,dijo el padre, -eso es, que tengas una muy buena noche-, dijo Marito sin detener sus pasos hacia el dormitorio; empujó la puerta y entró, se vistió con una pijama azul  y se tiró sobre la cama a esperar la muerte, quería ser sorprendido por ella mientras dormía, desconocía el tiempo exacto de los efectos, no quería pensar en ello, cerró los ojos con la esperanza de nunca más volverlos a abrir, resignado, sin ningún reproche, a  morir.

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