El Huracán Psíquico

Marito se tiró sobre la cama con la intención de no volverse a levantar, alrededor de su cabeza giraban una nebulosa de ideas difusas estremeciendo todos sus pensamientos, -levántate para ir a cenar-, dijo la madre desde la puerta del dormitorio,-no voy a comer, sólo tráeme un vaso con agua para beberme una pastilla de las que me recetó el doctor y poder conciliar el sueño-,respondió él; la mujer sin querer contrariarlo, (tenerlo satisfecho era una ganancia) fue a la cocina y regresó hasta donde el hijo; Marito se incorporó, agarró el vaso entre sus manos, fue a buscar en su mesita de noche las pastillas recetadas, ingirió una ante la mirada escurridiza de su madre, “Dios me ha fallado”, pensó, suspiró profundó y regresó a la cama, con su mirada trémula, perdida en ningún lugar del globo terráqueo.

            Comenzó a escuchar pasos que se acercaban hasta su cama en medio de las penumbras, alzó la cabeza para mirar a los curiosos que querían mirarlo, su madre ya se había retirado de la habitación por lo que no había nadie cerca de su lecho ni en ningún rincón del dormitorio, un raro escalofrío recorrió su cuerpo entero, temeroso agarró la sábana y cubrió su cuerpo entero desde la cabeza hasta los pies.

            -¿Qué ha estado pasando con Marito?, pues hay preocupación por él en el barrio-, preguntó un vecino Testigo de Jehová a sus padres en la sala, -resultó anunciando el fin del mundo hoy a la madrugada, es lo que siempre he dicho que esas sectas a las que ustedes pertenecen están trastornando la juventud-, respondió el papá en tono molesto; -conmigo sólo hemos discutido la necesidad de un nuevo mundo a la luz de las Escrituras, la instauración de un gobierno teocrático dirigido por Jehová Dios y alejado de cualquier ideología humana como la que él propone, Marito es un buen muchacho, bien intencionado con ganas de cambiar el mundo pero hay en sus ideas extrema confusión entre doctrinas evangelistas e ideologías de izquierda que propugnan por gobiernos marxistas, además siempre le he explicado que para la instauración de un nuevo mundo el actual debe ser destruido en el Armagedón-, dijo el vecino consternado, “el Armagedón”, pensó Marito en su cama, “aún no ha tenido lugar el Armagedón, debí inducirlo antes de anunciar el fin”, “el juicio final pertenece al Altísimo y a nadie más”, susurró una extraña voz en su cerebro, Marito cerró  pesados los ojos, divisó una luz anaranjada, sin pensarlo caminó hacia ella y comenzó a caminar entre lenguas de fuego hasta ser invadido por una extensa obscuridad.

            Aquella noche durmió en forma plácida, los fármacos inductores del sueño recetados por el doctor camarada fueron eficientes, en la mañana se levantó más tarde de lo habitual pero con una extraña nebulosa en su mirada que sólo él podía percibir, -¿vas a ver al doctor hoy en el hospital?-, preguntó su padre, -sí, debo ir a verlo, no voy al colegio por eso-, respondió Marito con la cabeza baja, -me gustaría que hicieras un alto en tus estudios, mejor dicho, que los suspendas por este año mientras te restauras, mira que te ves agotado al extremo-, dijo el padre, -eso es casi imposible, pero para no desairarte lo vamos a analizar con el doctor y tal vez con el profesor de Sociología-, respondió Marito con un fuerte palpitar en su corazón.

            El padre decidió acompañarlo, dejar ir al hijo en esas circunstancias no sólo era una desconsideración sino una falta de responsabilidad paterna aun cuando el hijo ya estaba empezando a salir de la adolescencia, había en el hombre una inquietud, una quimera por lograr comprender toda aquella esfera de dudas teñidas alrededor del hijo, la madre quedó en la sala confusa mirándoles salir con el alma hecha añicos de la preocupación. Marito caminaba erguido, con la mirada fija en el horizonte en busca de una nueva señal anunciando el final de los tiempos; en su rostro había una mueca de terror mezclada con ironía y desprecio; había perdido la alegría de vivir y las ganas de empujar hacia enfrente.

            Llegaron al hospital de la ciudad vecina, el presidente del frente estudiantil y el macizo les esperaban en el portón del centro sanitario público, habían desistido asistir a clases por mirar el desenlace del compañero en aprietos psíquicos causados por problemas políticos y enlazados con cuestiones religiosas, el padre sonrió agradecido a los jóvenes, -esperamos salgas bien librado de esta por el bien de todos, ya están tejiendo algunas teorías respecto a tu situación que debemos tirar por el suelo-, dijo el macizo, Marito volvió a mirarlo descubriendo al presidente del frente guiñándole el ojo como queriendo decir que ignorara aquellas palabras o confirmándolas, entre conversaciones cortadas por uno u otro incidente llegaron al despacho del doctor, él le había reservado el cupo por eso no era necesario hacer fila ni anotarse en ningún libro para verle.

            -Has tenido un brote psicótico de gran magnitud, Marito, perdiste contacto con la realidad y deberás descansar por algunos días hasta que recobres tu estado mental a plenitud-, dijo el doctor, Marito lo miró directo a los ojos advirtiendo sinceridad en aquellas secas y duras palabras al mismo tiempo que en su interior se teñían los sentimientos de traición mezclada con burla e ironía, -está bien, dijo-, -pero me quedaré de reposo en esta ciudad, no quiero ir a mi barrio, no quiero que nadie sepa de este asunto, quisiera olvidar el mundo y perderme en la inmensidad del universo-, expresó exaltado, -¿y por qué?-, preguntó el padre en un extremo del escritorio, el doctor volvió a mirarlo para explicar: -es para evitar escuchar comentarios, usted sabe que en las poblaciones pequeñas la gente comenta por comentar-.

            El papá aceptó la decisión de Marito de quedarse a descansar en la ciudad vecina, estaría en la misma casa donde se hospedaba el presidente del frente y el macizo junto a otros estudiantes, era aquella casa una especie de hostal estudiantil con personal de servicio. El padre agarró la bolsa de las pastillas azules entregadas por el médico practicante de siquiatría, -debes tomarte una pastilla por las noches antes de irte a dormir-, dijo el doctor girando instrucciones. Marito sentía un profundo vacío en su ser, Dios lo había traicionado dándole la espalda en el justo momento cuando él anunciaba el final de los tiempos, la historia de Jonás y la ciudad de Nínive se había repetido, sólo hacía falta que él estuviera en la panza del gran pez como el personaje judío; él no se había ido a sentar bajo la higuera pero podía mirar como la vida continuaba para la gente con sus afanes, el resentimiento creció más cuando el doctor le dio una golpeadita de espalda en gesto amigable, -ánimo amigo, la sociedad perfecta aun esta distante-,dijo.

            En las afueras del consultorio médico esperaba el presidente del frente y el macizo, -vámonos, Marito se quedará en la casa donde viven ustedes por estos días mientras asimila de nuevo la realidad-, dijo el papa, -me parece fantástico, así corearemos en las noches las canciones de Silvio Rodríguez acompañados por el camarada presidente y su guitarra o iremos a ver chicas caminar en el parque-, dijo el macizo; el presidente del frente sonrió distraído pensando en el devenir de Marito; caminaban despacio dejando caer paso tras paso sin la ansiedad que sacudía el interior del joven militante del frente estudiantil, decidieron caminar por la calles de la ciudad hasta el hostal de estudiantes con obvia intención para que Marito se integrara de nuevo al mundo real, el día lucía nublado con fresco clima, escasos automóviles transitaban por la estrellas calles de aquella pequeña ciudad, Marito caminaba tras sus papá y amigos con la cabeza erguida y un huracán de ideas revoloteando sobre su cabeza.

            Llegaron al hostal de estudiantes, una casa de dos plantas, el acceso a la segunda planta eran unas escaleras de madera  rústica en forma de caracol, Marito ya frecuentaba ese sitio, muchas veces había sido centro de reunión para círculos de lecturas, bien de poesía de Otto René Castillo y Roque Dalton o para analizar algún precepto de las teorías marxistas, en algunas ocasiones se reunían a cantar música de Silvio Rodríguez o de los venezolanos Guaruguau, aunque al macizo le fascinaba cantar canciones de Napoleón, “era una pajarillo de blancas alas/ de balcón en balcón/ de plaza en plaza/ vendedora de amor/ofrecedora, para el mejor postor/ de su tonada”. No faltaba en aquellas reuniones, por eso y otras actitudes le apodaron el macizo, lo miraban cercano a los nubarrones llenos de espejismos ofrecidos en la música o en la moda por el capitalismo liberal, dijo en una ocasión el profesor de Sociología; conociendo aquel entorno Marito subió las escaleras hasta la segunda planta, llegó al dormitorio del presidente del frente estudiantil; a un lado de la cama había una foto del Che con su típica boina, “lo superaré hasta el cansancio, porque mi revolución es y será de amor como la del divino maestro”, pensó antes de tirarse boca abajo sobre la cama unipersonal de su amigo; en la sala del hostal había quedado su papá dialogando con la dueña y sus dos amigos, el hombre le encomendó el cuidado del hijo mientras se recuperaba de aquel incidente, -es un muchacho tranquilo, sin vicios sólo que un poco rebelde en situaciones políticas, no lo he podido convencer para que se una a la militancia de nuestro partido, siempre habla de reivindicaciones y de igualdad social en un mundo perfecto-, confesó el padre, -es común en chicos de su edad cuando la vena revolucionaria está a flor de piel, espere a que pasen los años cuando comprenda la realidad de la vida entonces cambiará y será un manso cordero-, dijo la señora; el macizo y el presidente del frente rieron maliciosos.  

            El padre subió a la segunda planta a despedirse del hijo, -antes de irme quiero asegurarme de que vas a beberte una de esas pastillas azules recetadas por el médico-, dijo, Marito obedeció y bebió su primer pastilla del tratamiento aplicado; el papá prometió venir el siguiente día, sino él cualquiera de sus hijos mayores. Marito quedó en el hostal donde se hospedaban sus amigos del frente, su vida se teñía de gris, en el horizonte él miraba un precipicio donde en forma inmutable caminaba sin posibilidades de retorno.

            En horas de la noche Marito escuchó a la hija de la señora dueña del hostal decir en el comedor de la residencia que al pastor de su iglesia quería hablar con él, pues era muy extraño que un joven de su edad anunciara el fin del mundo sin fundamento alguno,-alguna dirección siguió o algún dote profético tiene por eso el pastor quisiera hablar con él-, dijo la mujer, esas palabras sacudieron su interior descubriendo en ellas la posibilidad de lograr su objetivo de anunciar al mundo el final de los tiempos, terminar con este mundo de injusticia y desigualdad social para construir otro diferente con mayor inclusión social, sin lucha de clases, donde todos los seres humanos puedan verse como hermanos sin importar nada, sólo que con un gobierno de orden teocrático dirigido desde los cielos por Jehová Dios, o quizás por Jesús de Nazaret en su reinado de mil años primero  y luego su reino sin fin.

            El macizo entró en compañía del eléctrico al dormitorio que compartirían los cuatro esos días, -aquí debes olvidarte de esas ideas pusilánimes que rondan tu cabeza e involucrarte en nuestro rollo-, dijo el eléctrico con su energía desbordante por cada pedazo de piel, -abajo, en la sala, hay una mujer diciendo que el pastor de su iglesia quiere hablar conmigo por las cosas que presiento y siento, eso indica que todos en esta ciudad conocen mi caso-, dijo Marito tirado boca arriba en la cama que le habían ido a traer para su estadía en el hostal,-no hagas caso, es una vieja loca sin oficio, bien sabemos nosotros lo que ha ocurrido contigo, el mundo no tiene fin y si acaso es cuando uno se muere-, dijo el macizo, el presidente del frente entró tecleando una guitarra, el macizo y el eléctrico se le sumaron al coro cuando comenzó a cantar “La tierra está pariendo otro corazón”, de Silvio Rodríguez, Marito sentía que él era ese nuevo corazón, una sensación radiante pero sedosa parecida a la de los santos fue cubriendo su aura personal sin embargo los efectos de las pastillas azules comenzaron a dar efecto y sin quererlo fue quedándose dormido mientras sus amigos cantaban en coro el “Unicornio azul”.

            En la mañana quedó tirado en la cama contemplando el techo de la casa mientras sus compañeros fueron a clases, hasta que llegó la señora de la casa se incorporó para ir a tomar su desayuno. –Tus compañeros de estudio tienen un elevado concepto de ti-, aseveró un empleado bancario y habitante en el hostal,-anoche hablábamos con un grupo de estudiantes en el parque y hablan muy bien de ti como un chico noble e inteligente, así que levántate, no te dejes arrastrar por el ímpetu de tus emociones-, Marito lo miró pensativo, su nombre y su caso sonaba en la ciudad como presentía, siguió bebiendo la avena con miel servida por una de las sirvientas de la casa, el desgano y la decepción comenzaba a reflejarse en su pálido y demacrado rostro.

            En el hostal sólo quedo la dueña y un par de empleadas limpiando con la intención de nunca terminar, -puedes mirar la televisión si gustas, o cuanto quieras hacer, debes sentirte como en casa-, dijo la señora, Marito se tiró en un viejo sillón ubicado en la pequeña sala, encendió la televisión cambiando de canal a canal hasta que sintonizó un programa  donde había un hombre hablando de las señales que deberían ocurrir antes del aparecimiento del anticristo, una sombra gris se desplazó por su hombro derecho, giró la cabeza mas no había nadie, un extraño escalofrío recorrió su cuerpo entero, “Dios me libre de las fuerzas del mal”, pensó, “siempre se ha dicho que el anticristo saldrá de Europa, otros aseguran que será jefe del Vaticano y hay quienes dicen que saldrá de Israel, establecerá la  paz entre árabes y judíos, se mirará como un buen hombre pero luego sacará su verdadera cara y se dará a conocer tal como es, un hombre inicuo y pervertido, quizá homosexual”, reflexionaba haciendo caso omiso a las prédicas del hombre de la televisión. Uno de sus hermanos mayores saludó en la puerta del hostal, Marito giró la cabeza para mirarle advirtiendo en él un aire radiante lleno de vitalidad quizá el doble de su juventud, -hemos estado preocupados por ti, papá no pude venir por sus negocios pero me encargó decirte que cuentas con nuestro apoyo, la  familia está contigo; sólo quisiéramos que no tomes los problemas ajenos como tuyos, porque si no, mira los resultados-, aconsejó el hermano sentado en un extremo del sillón, -sólo es cuestión de ser empáticos, tener un profundo sentimiento social y amor al prójimo, esa es la base de toda revolución-, respondió Marito, el hermano propuso cambiar de canal de televisión por uno de entretenimiento en vez de ese religioso, él aceptó haciendo un gesto afirmativo con la cabeza,              -recuerda que debes tomar la pastilla dos veces en el día, en la mañana y en la noche, así indicó el doctor-, recordó el hermano; volvió a mirarlo; sin decir nada subió las escaleras para ir a la mesa de noche en su dormitorio asignado en busca de las pastillas azules, agarró una, regresó a la cocina en busca de un vaso con agua para bebérsela.

            El hermano se despidió prometiendo volver después de hablar con la dueña del hostal, Marito lo miró partir con el alma palpitando de confusos sentimientos.

            Almorzó. El hostal de estudiantes lucía vacío, los compañeros aún no regresaban, las calles alrededor de la vieja casa también estaban vacías, Marito decidió pasear por aquellas calles, el deseo fue muy fuerte, superior a su propia voluntad, sin vacilar comunicó a la señora que saldría unos instantes, comenzó a caminar por las solitarias calles del barrio bastante céntrico de la ciudad, atravesó unas pocas cuadras para llegar al parque, había una relativa cantidad de personas en la plaza pública; Marito no reparó en ninguna o no quiso reparar en nadie, no había tiempo para ello, su cerebro estaba lleno de ideas diversas, ideas que iban y venían, otras nuevas que fluían como un manantial naciente, pensó que sería fabuloso ir a un populoso balneario donde los jóvenes de su edad acostumbran bañar y jugar en las tardes, muchas veces él se había quedado en esa ciudad para acompañar a sus compañeros en los juegos, su capacidad de respuesta a los pensamientos planteados creció en forma vertiginosa desde el día anterior, pasando inmediato del pensamiento a la acción, fiel a esa conducta caminó en dirección a ese balneario público, la calle sin pavimento estaba un poco húmeda por la llovizna del día anterior, a medida que avanzaba miraba menos gente transitar, “almas perdidas sin rumbo ni dirección en la vida, ajenos a las vibraciones psíquicas que se perciben en el mundo-, pensó mirándolos sin dejar de avanzar.

            Llegó al balneario, en realidad era una poza natural formada por el paso de un pequeño río bajo un pequeño puente de la carretera que conducía a la montaña, hacia arriba y por la orilla del río se miraban grandes árboles copados otorgando una vista exuberante, hacia abajo estaba algo descombrado, la vegetación era mediana con bastantes piedras acantiladas por la orilla frente al puente había una pequeña cancha de futbol muy bien engramada donde jugaban los jóvenes, Marito se paró sobre el puente a  divisar el panorama, el sol estaba alumbrando ese mediodía con poca intensidad como acostumbra hacerlo en el verano; no había nadie, ni pasaba ningún vehículo por la carretera, decidió bajar hasta la orilla del río, sentado sobre una piedra miraba el agua correr saliéndose por un momento de su desvarío psicológico, miró hacia arriba guiado por una sombra obscura que le indicaron sus reflejos, mas no había nadie, sólo el río con su pequeño caudal, los árboles y las piedras, sintió miedo, “este lugar es solitario y algún agente policial pudo haberme seguido para capturarme y darme por desaparecido”, pensó; se incorporó de inmediato para emprender el regreso al hostal, con la frente erguida y sin mirar hacia atrás comenzó a caminar por la calle de tierra, una fuerza externa le estiró el lado izquierdo de su cuerpo, era una fuerza extraña como que si alguien lo jalara desde su propio interior, sentía como la boca se marchaba hacia un lado; alarmado contuvo el paso para analizar aquella fuerza amenazadora de partirlo en dos, estaba en la entrada de la ciudad llegando de la carretera a la montaña, la fuerza dejo de operar como si alguien le hubiera avisado del descubrimiento, creyó que aquella era una fuerza universal, él estaba conectado con el centro del universo, o él era una fuerza centrífuga universal en sí mismo destinado a dirigir los destinos de la humanidad, siguió avanzando apresurando sus pasos por si se repetía el incidente de la fuerza, unas dos cuadras antes de llegar al parque central miró hacia atrás, la fuerza desde su interior quiso jalarle el lado derecho pero a pocos pasos suyos estaba el agente de investigación que rondaba el instituto siguiendo las actividades del frente estudiantil, “con seguridad anda tras mi pista”, pensó, olvidó la fuerza interior y caminó más de prisa, cruzó el parque central con las plantas de los pies flotando en el viento, al menos eso sentía, volvió la mirada hacia atrás de nuevo, y allí estaba el joven hombre de tez morena con amplia sonrisa tras su pasos, -es un delincuente, él informa o tortura para extraernos la verdad inexistente sobre los patrocinadores de nuestro movimiento-, susurró entre dientes, sin vergüenza alguna corrió hasta el hostal, la sangre fluía fría en sus venas y el corazón palpitaba a alta velocidad, se paró en la puerta de su morada para ver hacia atrás, en la esquina de la cuadra estaba el agente de investigación con la cabeza baja como si buscara algo en el suelo; Marito le regaló una mirada de desprecio mezclada con la amargura de sus pupilas, soltando los pasos confiado entró; sus compañeros ya estaban con sus arengas en la parte alta del hostal estudiantil.

            La fuerza interna siguió intentando estirarle el rostro y todo el lado derecho hacia la izquierda, -¿pueden ver mi boca torcida o los ojos?-, preguntó inquieto a los compañeros,-no tienes nada lo que deberás cuidar para que no se te tuerza es el alma-, dijo el eléctrico esbozando una leve sonrisa, -el agente de investigaciones, el mismo que ronda el colegio, me ha perseguido esta tarde desde el puente de las hamacas hasta la esquina de esta cuadra, supongo que al verme a solas quiso interrogarme-, relató Marito, -¿cómo lo descubriste y cómo fue que no logró acercarse a ti?-, preguntó el presidente del frente, -fui a relajarme mirando el agua del río correr allá en el balneario donde vamos a jugar, lo descubrí cuando estaba en la ciudad, no me logró alcanzar porque corrí a máxima velocidad hasta llegar aquí-, relató Marito, -siempre hemos hablado en el frente sobre la necesidad de evitar caminar o frecuentar lugares solitarios por esa probabilidad de enfrentarnos con agentes de los órganos represores del Estado, nunca hay que olvidar la intolerancia política de este país y el pavor que las clases dominantes tienen hacia aquellos grupos que promueven una sociedad solidaria, mencionarles la palabra socialismo es un conjuro infernal, ellos han utilizado y utilizan la gente del pueblo como los agentes de investigación o los militares para que actúen en contra de su mismo pueblo, eso nunca debemos olvidarlo-, explicó en forma pausada el presidente del frente con la madurez característica sobresaliente en un joven de su edad; Marito lo miró arrepentido, “y por causa de mi nombre serán perseguidos”, exclamó una fina voz en un cerebro, el escandaloso sonido de un auto viejo los hizo salir a todos a la terraza de la planta superior, había demasiado humo maloliente mezclado con ese olor a   carburante pútrido en el ambiente.

            Llegada la noche cuando todos estaban en su lecho dispuestos a dormir, para Marito era imposible conciliar el sueño, parecía que las pastillas azules no producían ningún efecto somnífero, cerraba los ojos y aparecía el agente de investigaciones con la parte superior del cuerpo desnuda, en sus manos tenía un enorme yatagán amenazándolo con enterrarlo en su cuello, sus ojos como dos llamaradas de fuego en su máximo esplendor delataban odio, quizá sed de venganza, unas flemas amarillas salían de su boca, esa imagen lo obligaba a mantenerse despierto moviéndose de un lado hacia otro en su cama; -¿porque  te mueves tanto Marito?, ¿acaso es imposible dormir?-, preguntó el macizo desde su cama, -no he podido quedarme dormido porque allí abajo, en la esquina de la casa, está el agente de investigaciones listo para subir hasta nuestra alcoba, torturarnos y matarnos-,respondió Marito, -tienes miedo o estás traumado, ya debe de ser la medianoche, en este barrio a pesar de ser céntrico nunca ocurre nada ni nadie ha venido a molestarnos-, dijo el presidente del frente, -nos pasaremos a dormir contigo tal vez así te duermes-, dijo el macizo, ambos jóvenes fueron acostarse en la cama junto a él, uno a cada lado, -escuchan, pueden escuchar, allí está el agente de investigaciones haciéndole como ave nocturna, a lo mejor vuela hasta aquí y nos martiriza-, dijo Marito alarmado, -allí no hay nadie, sólo tú puedes escuchar esa ave que dices-, dijo el macizo, -desde luego allí está el agente policial al pie de nuestra ventana, puedo escuchar su canto de estiquirín vez tras vez le hace como lechuza en árbol florecido-, insistió Marito,-lo más correcto es salir a la calle con este loco para que se convenza que allí no hay nadie y si hubiese algún enemigo político nuestro nosotros somos cuatro y podemos perderlo-, dijo el eléctrico desde su cama, -está genial la idea, es lo más correcto, así todos salimos de la duda-, aceptó el presidente del frente, -¿sales con nosotros Marito?-, interrogó el macizo, Marito se incorporó de la cama sin decir ninguna palabra, los cuatros jóvenes salieron a la terraza de la planta superior del hostal en ropas de dormir, la calle lucía vacía, iluminada por la tenue luz pública dando la impresión de invitar a reposar y olvidar los afanes de la vida, -¿te das cuenta alero que aquí no hay nadie?-, dijo el eléctrico tirando el brazo sobre el hombro de Marito, -todo es como una pesadilla que me invade despierto-, respondió con palabras cargadas de tristeza, sus amigos lo abrazaron compadecidos invitándolo a entrar al dormitorio a dormir, esperar el siguiente día que lleno de nuevos afanes y novedades vendría.

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