Capítulo III La primera vez nunca se olvida

Hace algunos años, en simultáneo a su primer día de la universidad un chico de ojos cafés claros, no muy alto de un tamaño promedio, de cabello negro, muy amigable y lleno de ambiciones.

- Se presentó ante sus futuros amigos de la universidad diciendo – Soy Mario Blein, nací en Gaben el 1 de diciembre de 1999, tengo 18 años y es un gusto para mí conocerlos.

Cabe recalcar que así se presentó en las primeras clases de cada materia que recibía ese semestre. Siempre con una actitud positiva y muy atento con todos, pero muy malo al mismo tiempo para recordar los nombres de sus nuevos compañeros.

Después de su presentación en todas las clases siempre se paraba un chico alto, de cabello castaño también de actitud positiva y amigable.

- Soy Alejandro, me pueden llamar Alejo tengo 18 años de signo cáncer, soy algo supersticioso y espero que nos llevemos muy bien - dijo en su presentación.

Este fue el primer amigo de la universidad que tuvo Mario, no tenían hasta el momento nada en común, simplemente la carrera que seguían y que Alejandro se sentaba al lado derecho de él.

- Casi por terminar la jornada Alejandro le dijo a Mario - no soy de esta ciudad y hoy es mi cumpleaños ¿Quieres ir a tomar en mi departamento?

A Mario no se le hizo nada raro, puesto que los dos ya habían cruzado palabras en todo lo que llevaba el primer día, así que aceptó.

Pasaron una tarde amena a lo que cabía el momento, desde ese instante se hicieron muy buenos amigos.

Después conoció a Carlos y José, estas tres personas serían junto a Mario un buen grupo de amigos. Todos venían de distintas ciudades así que solo se veían durante el lapso de los semestres.

Siempre salían juntos a fiestas o eventos de la universidad, una noche se pusieron de acuerdo e irse de fiesta, todos quedaron a las 8 de la noche en la puerta de la casa de Carlos, estaba muy cerca el evento desde su casa.

- ¿Por qué no llega Mario y Alejandro? – dijo extrañado Carlos cuando le abría la puerta a José.

- Ya traté de llamarlos, pero no contestan – José.

- Si no llegan en 5 minutos los dejamos – Carlos.

No era raro que Alejandro sea impuntual, de igual manera siempre lo esperaban, pero Mario atrasado, eso sí era algo extraño, hasta esa noche no les había quedado mal nunca.  A las 8 y 20 de la noche llegó Alejandro.

- Miren, les traje una botella de whisky para tomarnos antes de irnos – dijo Alejandro soltando carcajadas.

- Esperen, ¿Dónde está Mario? – Alejandro

- Llámalo, ojalá te conteste – Carlos

Seguía sin responder el teléfono, entonces pensaron que el ya no iba a llegar, era más razonable pensar que pondría una excusa después, a que solo vaya a llegar tarde.

Decidieron empezar la noche y tomaban la botella que había traído Alejandro.

- Riiiiing, riiiiing – sonó el timbre.

- ¿Invitaron a alguien? – Dijo Carlos

Todos renegaron algo confundidos, se miraron a los ojos, hablaron un poco y llegaron a la conclusión de que pudiese ser Mario.

- Riiiiing, riiiiing – volvió a sonar el timbre.

- Voy – gritó Carlos ya llegando a la puerta.

Si era Mario el que estaba detrás de la puerta, pero eso no era todo, llegó golpeado y en su ropa había manchas de sangre, estaba muy alterado y venía con una mochila, sus amigos se asustaron mucho.

- ¿Qué te pasó? – dijo Carlos con cara de preocupación.

- Trae un poco de agua y whisky José – Alejandro mientras iba por su amigo.

La historia que comenzó a contar Mario empezó de una manera algo difícil de creer.

- Venía de camino a la casa de Carlos y pasé por la tienda a comprar, en eso entraron dos personas con un arma cada uno y nos amenazaron a todos. Nos dijeron que todos nos acostemos boca abajo en el suelo, uno de ellos me empezó a patear y un chico que estaba a mi lado quiso salir corriendo y le dispararon, por eso tengo manchada la ropa de sangre. No sabía qué hacer y cuando se fueron solo salí corriendo – y con esto terminaba la historia.

Ellos al fin y al cabo eran amigos, con dudas, pero decidieron creerle, decidieron no ir a la fiesta e hicieron una ellos mismos en la casa de Carlos, invitaron más personas allegadas y lo acompañaron toda la noche a Mario.

Qué suerte tuvo de que sus amigos “confiaran” tanto en él, Mario si había estado corriendo, pero por su primer asesinato a sangre fría, nunca estuvo en una tienda y tampoco caminaba a la casa de Carlos, de hecho, esa noche no pensaba presentarse con sus amigos y fingir que tuvo que ir a otro lugar de urgencia.

La verdad era que salió de su casa muy temprano, a las 5 de la tarde aproximadamente decidido a ir al “gimnasio” como era su rutina normal, y sucedió algo inesperado, por primera vez se fijó en una persona la cual podría estar desamparada, pareciera sin familia y sin que le importe a nadie su presencia.

En un parque no tan concurrido, observó a un chico sin ningún tipo de cuidado corporal, aparentemente consumido en alguna sustancia ilícita y perdido. Él entro en marcha cegado por sus instintos.

- Hola, veo que necesitas ayuda, ¿Quieres algo de comer? – dijo Mario al chico.

- Lo miró y sin poder ni hablar con una seña – dijo sí.

- Esto es mejor de lo que pensé – Mario en su mente.

Caminaron lejos de la localidad de Mario y lo llevó a una casa a medio construir, el reloj marcaba las 6 de la tarde.

- Espera aquí un momento voy por tu comida – Mario

No quiso ni escuchar o intentar hacerlo, solo salió corriendo, compró comida y de paso un cuchillo y alcohol antiséptico, regresó y estaba muy nervioso y ansioso, no sabía cómo iba hacerlo, como debía empezar.

- Ten, come por favor, puede que no te vuelva a encontrar más – mostrando una cara de amabilidad dijo Mario.

El chico empezó a comer con mucho gusto, tal vez era la primera comida en días, cuando iba a la mitad Mario se abalanzó sobre el chico y clavó el cuchillo en su espalda baja, el chico se congeló, con esto pensó que era suficiente.

Mario empezó a sonreír satisfecho y que equivocado estaba.

- Aaaahhh, mierda – gritó el chico mientras apretaba su comida e iba por Mario.

Por su estado, esto no había sido letal, sintió el golpe y se estaba desangrando, pero estaba algo anestesiado o atrofiado.

Mario del susto dejó caer el cuchillo y como todo estaba oscuro sería difícil volverlo a utilizar en contra y empezaron una pelea en el piso, el chico le propino unos buenos golpes en la cara a Mario, pero por tan atrofiados que tuviera los nervios, él se seguía desangrando. Pasados unos minutos toda su vitalidad se consumió, Mario lo había conseguido, solo que no en su modo utópico.

Mario miró como se retorcía y le dijo -  no entiendo porque normalmente nos aferramos a algo, al verte sería más fácil para ti morir.

El chico estaba perdiendo la consciencia y estaba ya en su lecho de muerte, sin estar satisfecho, Mario buscó el cuchillo en la oscuridad.

- Empezó a apuñalarlo repetidas veces mientras decía – ya no encuentro interés en ti, al parecer esto me deja sin escrúpulos.

Ya sin vida jaló su cuerpo y lo dejó en el lugar más oculto posible, con la linterna de su celular se ayudó para encontrar su mochila, limpiar la comida regada y llevarse el arma homicida.

Como era su primera vez se sentía muy asustado porque pensaba que lo iban a descubrir, con el alcohol limpió todo rastro de sus huellas y corrió lo más que pudo.

- Debo correr a la casa de Carlos – Mario en su mente.

Con su último aliento llegó a la casa de su amigo, tenía tanta adrenalina que en su recorrido  hasta sonreía por el placer y el gusto de haber sentido una nueva sensación.

El cuerpo fue hallado a los dos días, hasta eso había lavado su ropa, lavado el cuchillo en la cocina de su amigo, lo dejó ahí y por último botado las sobras de comida como algo más de la fiesta.

- Sé que tomé todas las precauciones que pude – dijo Mario cuando estaba viendo las noticias de su ciudad.

Como no parecía ver indicios del asesino y era una persona vagabunda, la policía sabía que el cuerpo fue arrastrado ya sin vida, buscaron en la sangre por si había el ADN de otra persona más y otra vez la suerte de Mario se compadecía, finalmente la policía  no lo siguió buscando y archivó el caso.

Se había salido con la suya, y esto le había dado confianza para volverlo a hacer.

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