Capítulo 3

Luego de nuestra siesta, Sol está más contenta. Voy a la cocina por algo para beber y para comer. Decido que este es el mejor momento para preguntarle si quiere conocer a una nueva amiga.

-Princesa – le digo mientras le doy un vaso de jugo y un sándwich -, ¿te gustaría conocer a una nueva amiga?

- ¿De mi edad o la tuya? – deja el vaso y el plato sobre la mesita frente a nosotros, me mira fijamente y con los brazos cruzados -.

-De la mía – le sonrío y le doy una mordida a mi merienda -.

- ¿Es una novia? – me dice algo molesta y toma su vaso de la mesita -.

- ¿Qué?... ¡No! – le digo batiendo las manos, consigo no derramar mi jugo -. Ni siquiera yo la conozco mucho – le digo pensativo, frunzo el ceño -, pero es agradable. Podría ser una buena amiga para ambos.

-Mmm… ya me dio curiosidad, papi – se sienta más junto a mí y me da un codazo -. ¿Es linda?

-Tal vez, no lo sé – me quedo pensativo otra vez, mirando al techo -. No me fijo en eso, quiero una amiga, no una novia.                                                                                                                                 

- ¿Y mis tíos?

-A veces una amiga ayudaría a escoger tu ropa. Es difícil – me rasco la cabeza -.

-Lo has hecho bien hasta ahora – me da una palmada en el hombro -.

Se baja del sofá, se va a su habitación y yo me quedo divertido pensando en su respuesta. Cuando vuelve, se sienta a mi lado con su cara de duda.

- ¿Has prensado en tener novia, papi?

-No, cariño – le respondo serio, para que vea que es verdad -. No tengo tiempo.

-Mmm… entonces mi mamá sí que tiene tiempo – me sorprende su comentario -.

-No somos iguales. Yo quiero hacer bien mi trabajo y preocuparme sólo de ti.

- ¿No te aburres solo? – me pone esa cara seria que solo ella puede poner -.

-No, para eso te veo los fines de semana – muerdo mi pan -, y en la semana estoy con los chicos del trabajo.

-Mmm… - se queda mirando sus manitas por unos segundos y luego me mira con su hermosa sonrisa -. Quiero conocer a una nueva amiga. Ojalá que sea linda. Invítala para que venga hoy.

Me abraza y se va a su habitación otra vez.

Sin más que esperar, le envío un mensaje a Valeria y le doy mi dirección. Las preguntas de mi hija me han dejado pensando, ella es muy observadora y, seguro que, por causa de las relaciones de su madre, se quiere asegurar de que en verdad es una amiga. Aunque tal vez ahora quiera que pase otra cosa.

No le he mentido, mi única intención con Valeria es la de una amistad.

No podría mantener una relación con alguien que no conozco, ahora no puedo pensar sólo en mí. Quiero darle un buen ejemplo a mi hija, no quiere decir que me quede solo el resto de mi vida, pero necesito alguien que me quiera con hija incluida.

Lamentablemente, es muy común para mí ver mujeres que alejan a los padres de sus hijos fuera de la relación. Yo lo tengo claro, mi princesa es antes que cualquier mujer, por lo mismo no me haré mala sangre con una relación.

Le digo a Sol que mi amiga vendrá en una hora y ella decide ponerse un vestido para la ocasión. Me pide que le haga una trenza, algo que tuve que aprender hace unos años por ella.

Le hago una hermosa trenza en su cabello rubio, que ha elegido de un tutorial en YouTube. Al terminar, suena el timbre y ella se alisa el vestido para correr a abrir la puerta. Al abrir, Valeria, se agacha para quedar a su altura, la mira y le sonríe:

-Hola, me llamo Valeria – le dice ofreciendo su mano en señal de saludo -.

-Hola, yo soy Sol – le dice respondiendo al saludo de mano y dejándola pasar -.

-Hola, Valeria. Que bueno verte otra vez – me acerco y me saluda con un beso en la mejilla -.

-Gracias por aceptar mi petición, la verdad es que tenía muchas ganas de conocer a tu hija. Te brillaron los ojos cuando hablaste de ella – levanta una bolsa de regalo -. Esto es por el día del niño.

- ¿En verdad es para mí? – dice Sol, mientras aparece una sonrisa-.

-Claro que sí. Desde ahora no te faltarán mis regalos en las ocasiones especiales, eso hacen los amigos – y le guiña un ojo -.

Sol lo recibe y se sienta en el sofá para abrirlo con delicadeza. Invito a Valeria a que tome asiento y le ofrezco algo de beber.

-Espero que te guste, es algo que de pequeña siempre me gustó – le dice a Sol -.

Mi princesa saca una Barbie sirena, la abraza de inmediato porque ama las muñecas.

-Gracias, está muy linda – me mira y me susurra lo mejor que puede -. Elegiste bien a tu amiga, ya me agrada.

Se va a su habitación, seguro que para buscar más muñecas y jugar. Nos reímos de sus palabras. Le doy un vaso de jugo a Valeria, mientras vemos que Sol llega a nuestro lado con más juguetes.

Nos invita a jugar con ella, Valeria se lanza al suelo de inmediato. Al parecer no ha olvidado su gusto por las muñecas. Entre las dos se inventan una historia y se ríen. Yo me voy a la cocina para terminar la cena.

Cuando ya está lista, les digo que se laven las manos y que tomen asiento.

-Ven conmigo, yo te enseño donde está el baño – le dice Sol a Valeria y la lleva de la mano -.

Esta sonríe y se deja llevar por mi pequeña niña.

Nos sentamos a comer, antes de que Valeria pruebe el primer bocado, Sol la detiene y le dice que hay que bendecir los alimentos.

Hace unos meses, su amigo Joaquín la invitó a almorzar, su familia es miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días, por lo que hacen una oración antes de cualquier alimento. A Sol le agradó y lo hace desde entonces, aunque sea una leche con chocolate en cajita. Yo no la reprimo, porque al menos aprendió algo bueno, no soy muy creyente, pero me gusta ver que mi hija se queda con los buenos valores que ve en los demás.

Ella misma la hace y al terminar ataca su plato de pasta Alfredo con carne mechada.

-Papi, tú deberías trabajar con el tío Felipe – me dice con la boca llena -.

-Entonces, te gustó – le digo sonriendo -.

-Está muy delicioso – dice señalando su plato exageradamente -, ¿verdad Valeria?

-Muchísimo – responde ella, con la boca llena también, lo que hace reír a Sol -.

La vemos comer y empezamos a hablar de cómo conoció a sus amigas. Yo le cuento cómo me hice amigo de esos traidores y Sol nos cuenta cómo se enojó con su mejor amiga porque le dio la mano a un compañero que ella detesta, porque siempre le hala las trenzas. Obvio, un tema nada que ver.

- ¿Ese niño te gustaba? – le pregunta Valeria -.

-No, para nada. Es un niño pesado, que siempre me molesta. Por eso me enojé con ella.

-A lo mejor ellos se quieren – le dice Valeria divertida por la actitud madura-infantil de mi hija -.

- ¿Y eso qué? No se van a casar, tienen seis años. Yo esperaría a tener un novio.

- ¿Hasta qué edad? – le pregunta curiosa -.

-Hasta los 14 años, como mi papá cuando conquistó a mi mamá.

-Es tu héroe, ¿verdad? – le pregunta Valeria, señalándome con la cabeza -.

-Obvio. Sólo míralo, es guapo, tiene trabajo, cocina bien y sabe peinar – le muestra su trenza -. Es mejor que Spiderman. Cuando lo conozcas más, vas a querer casarte con él.

-Sol… - le digo, un poco atorado con la comida-. Ya cálmate.

-Sólo digo lo que sucederá – me dice encogiéndose de hombros. Mira a Valeria y le dice totalmente segura -. No hay mejor hombre que él.

-Ya veremos – le responde mientras se ríe -. Pero de amigo me queda mejor.

-Si tú lo dices – se encoge de hombros y la apunta con el tenedor -. Pero tú te lo pierdes.

Sigue comiendo con la vista fija en el plato, mientras Valeria y yo nos miramos divertidos por las respuestas de Sol. Mi princesa a veces habla cosas que no entiende bien, pero siempre te deja con la boca abierta.

Tras la cena, hemos ayudado a Sol a armar el rompecabezas que Felipe le regaló. Aunque trató de seguirnos el ritmo, no pudo y se durmió. Ni siquiera una siesta le permiten que se pase de su horario de dormir, las 9 de la noche es su tope.

La ayudé a lavarse los dientes y ponerse el pijama, luego de arroparla se durmió de inmediato.

-Es una niña muy inteligente - me dice Valeria colocando otra pieza en el rompecabezas, mientras yo me acerco al sofá -.

-Sí, todavía no creo las cosas que habló durante la cena – reconozco divertido-.

-Es normal, se nota que te adora y que sólo quiere que seas feliz.

-A veces me pregunto si su madre y yo le estamos provocando algún daño – miro a la nada, con el ceño fruncido -.

-No lo creo. Al menos no tú – ella me sonríe y yo también -. ¿Cómo fue tu historia con su madre?

Y sin pena, le cuento todo. Valeria sólo habla para hacerme alguna pregunta, pero escucha toda la historia de amor que viví. Al terminar, ella me dice:

-Tal vez estás muy herido, nunca te ocupaste de tu corazón, de sanarlo. Te dedicaste a tu hija para olvidar esa parte de ti.

-Puede ser, pero no me arrepiento. Han sido años maravillosos junto a ella.

-Sí, pero ella crecerá.

Y veo lo que eso implica. Pienso en lo que significa eso.

-No le tengo miedo a la soledad.

-Eres uno de los pocos. Yo le tengo terror.

- ¿En serio? No se nota, se te ve segura.

-Tengo que serlo, trabajo en un área donde estoy rodeada de hombres mayormente – deja el rompecabezas y me mira -. Un atisbo de duda y pierdo credibilidad.

-Eso es en el plano laboral, pero en lo personal es diferente.

-No me puedo dividir – se encoge de hombros y sigue uniendo piezas -. El trabajo me ayuda a no caer en mi vida personal. He tenido pésimas relaciones, llevo sola más de un año y sigo buscando alguien que no sea un total engaño.

-Y eso cuesta demasiado – le digo, porque sé que tiene razón, colocando otra pieza en el lugar incorrecto -.

Nos miramos y, por un momento, veo que Valeria se sonroja un poco. Es muy bella, me fijo en sus ojos color miel. ¿Por qué no me había fijado antes en el color de sus ojos?

Hablamos un poco más de trabajo, me cuenta la anécdota que la llevó a tener un teléfono para sus asuntos personales y otro para el trabajo. Yo le cuento mis errores como aprendiz de construcción, pero lo que más me gusta es que se abraza a un cojín del sofá para que su risa no despierte a Sol.

Tras un rato, ve su reloj y decide que es hora de irse. Coge su abrigo y su cartera, salgo con ella a la calle para despedirla.

-Gracias por invitarme a tu casa – tiene sus mejillas sonrosadas, evidencia de tantas risas -. Hace mucho que no me sentía a gusto con alguien.

-Fue un placer – le digo, con mis manos en los bolsillos, balanceándome sobre mis pies -. Para ser sincero, hace años que no compartía un momento agradable con una mujer que no fuera mi hija.

Reímos juntos por última vez, ella se acerca y se despide con un beso en la mejilla. Mientras se sube a su auto con total naturalidad, yo me quedo estático, totalmente paralizado. Este beso es totalmente diferente al que me dio cuando llegó. No recuerdo la última vez que sentí esa cercanía con una mujer, quien fue la última en darme un beso así, que me desarmara.

Ella se despide con la mano desde su auto y yo lo devuelvo torpemente. Al perderse su auto en la esquina, me sobo la mejilla sin poder creerlo.

Al entrar, una sonrisa de adolescente aparece en mi rostro.

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