Capítulo 23

La lágrima solitaria, roso el pómulo de María, era horrible, Peter había caído al frente de ella, y estaba a merced de quien fuera, sola, amarrada, amordazada, desamparada. Ella no poseía en este momento algún elemento contundente con el cual defenderse. En algunas sesiones Peter le había entregado tijeras o navajas, para que ella aprendiera a desatarse como parte de la sesión, pero esta no era una de esas ocasiones.

El frio calo por todo su cuerpo expuesto ante las personas que ella no podía ver, deseosa de poder librarse de la situación, pero era imposible, los pasos resonaron por la habitación insonorizada, sus gritos de ayuda no serían escuchados, prefiriendo cerrar los ojos y esperar lo que vendría fuera lo que sea, era negativo.

Una fuerte mano le abofeteo con rudeza el rostro, provocando que abriera sus ojos, encontrándose a un hombre que jam

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