Capítulo 1 — Parte 1

Hace dos semanas…

¿Qué hacia allí? No le gustaban los lugares donde no era bienvenido y era obvio que allí no era bienvenido. Robert Bryant paseó la mirada por la recepción de aquella boda tan hermosa. La mayoría de los invitados eran conocidos de él, pero ninguno se había acercado a darle un saludo, era obvio que estaban enterados de lo que él había hecho para arruinar el matrimonio de las dos personas que se habían unido el día de hoy por una segunda vez, si, segunda vez porque la primera boda fue una boda falsa pero claro, nadie decía nada de esto.

Robert bajó la cabeza. Se había visto obligado a venir. Su madre le había dicho que tenía que ir y si no iba que mejor se fuera olvidando de ella. Según Bethany Bryant, sus hijos tenían que estar unidos y no tan alejados como estaban sus dos hermanos menores y él. Bueno, sus hermanos menores al menos ya estaban unidos pero la cosa con Robert con ellos era diferente. Sus dos hermanos menores que lo habían ignorado desde que empezaron a usar el cerebro simplemente lo odiaban, él había sido un estúpido y quizás se lo tenía merecido.

—¿Cariño quieres una copa de champan?—escuchó que su madre preguntaba.

Robert levantó la vista hacia su madre, esta tenía una copa en la mano y la extendía hacia él. Robert negó con la cabeza, no quería beber porque después le tomaría el gusto de nuevo y odiaba estar bajo los efectos del alcohol, aunque… Lo mejor era estarlo así no rememoraba lo muy idiota que había sido. Su madre no objetó nada y devolvió la copa a la bandeja que un camarero tenía entre sus manos, el camarero se perdió.

Vio que su madre dirigía la mirada hacia él otra vez y lo miraba con aquella expresión que ponían las madres cuando estaban tristes por sus hijos. Robert sonrió y le hizo una ademan de manos para que dejase de preocuparse por él.

—Me gustaría que fueses el siguiente, Robert—dijo su madre siendo algo insensible y Robert negó con la cabeza. No había nadie con el cual dar ese paso tan importante.

—Déjalo Bethany—escuchó que su padre, Bradley Bryant, decía.

Robert le agradeció en silencio a su padre. No quería que su madre empezase a hablar de que debería casarse ya que él era el único soltero de la familia ahora. Sus hermanos menores estaban casados y el menor de sus hermanos se había casado hoy pero por la iglesia, ya que había contraído matrimonio hace cinco meses pero aquella ceremonia que se celebro había sido una farsa, y su otro hermano llevaba casado dos años con su flamante esposa.

En verdad que era triste que Robert fuera el mayor de todos y no estaba desposado todavía, la gente debía de burlarse de él. Era una burla para su familia. Todo se debía a que se había obsesionado con una mujer que no podía ser suya. ¿Por qué no se enamoró de una mujer a la que podía tener? Era obvio que no podría tener a la mujer de su hermano menor que estaba embarazada. ¡¿Qué había estado pensando?!

Una figura se cernió a su lado y Robert levantó la cabeza para toparse con uno de sus hermanos menores. Christopher Bryant lo miraba desde su altura con una mirada inexpresiva. Robert se mordió el labio y se encogió en su asiento. ¿Cómo podía sentirse más pequeño que su hermano menor? ¿Era eso posible?

—Chris—susurró Robert mientras miraba sus fríos ojos azules.

Su hermano levantó una de las comisuras de la boca. A pesar de que los tres hermanos tenían el mismo color de cabello negro y ojos azules, se diferenciaban demasiado. Chris, el menor de todos, tenía una belleza adolescente y eso que tenía 24 años, Max el hermano del medio, no parecía muy mayor tampoco pero a Robert parecía que tuviera treinta y tantos y eso que solo tenía 28 años. Debía de ser el estrés.

—¿Puedes venir conmigo?—preguntó Chris sacándolo de sus pensamientos.

¿Ir con él? Robert miró rápidamente hacia la mesa principal donde debían de estar los novios, el padrino y las damas de honor. Fijo la mirada en la novia, Cassadee McKay ahora Bryant. Ella se hallaba mirando hacia ellos. Robert tragó nervioso. Solo había una razón para que Chris estuviese buscándolo. Unas horas antes Robert había abordado a Cassie y le había confesado lo que sentía por ella. Cassie seguramente le había dicho a Chris lo que había pasado.

Robert se puso de pie y siguió a Chris por el patio trasero de la casa de sus padres. Chris y Cassie habían decidido celebrar la recepción en la casa familiar otra vez, la primera vez además de celebrar la boda, también la recepción. Si él llegaba a casarse, y palabra clave «llegaba», ya que no sabía si llegaría a hacerlo algún día, no iba a seguir el ejemplo de Chris ni de Max.

Caminaron en silencio hacia un área alejada del patio que Robert no había pisado desde que era un niño. Él levantó la vista hacia el gran árbol que se cernía frente a él, en este había una enorme casa de madera. Sonrió. Era la casita de árbol que sus padres habían mandado a construir cuando ellos habían sido niños. Buscó a Chris con la mirada, este también miraba hacia arriba.

—Hace tiempo que no me acercaba por aquí—dijo Chris y volvió la cara hacia él—Supongo que tu igual, ¿no?—preguntó arqueando una ceja.

Robert asintió. Si, desde que había tomado alto vuelo con sus alas cuando pudo, no había tocado esta área de la casa donde había crecido.

—Ya veo—dijo Chris y volvió mirar hacia la casita—Papa me comentó que mi madre había mandado a restaurarla. Dijo que quería que cuando mi hijo naciera y estuviese grande, le gustaría que él viniese a jugar aquí, así como hicimos nosotros.

—Creo que falta mucho tiempo—dijo Robert ya que según sabia, Cassie solo tenía cinco meses de embarazo, aún faltaba que este naciese, que creciese y se formase bien. Aunque bueno, el tiempo se iba algo rápido, aun recordaba cuando escucho los planes de sus hermanos para engatusar a los McKay y de eso hace ya unos meses.

—El tiempo se va rápido—murmuró Chris.

Si, Chris tenía mucha razón. El tiempo se iba rápido. Aun recordaba el día de la boda de Max, cuando conoció a Cassie por primera vez. Recordaba muchas cosas que parecían como si fuesen pasado ayer… Todo era demasiado rápido.

—Cierto—consintió Robert.

—Debes de saber porque te he llamado, ¿verdad?—preguntó Chris y Robert asintió—Cassie me dijo que fuiste a verla—comenzó Chris y Robert soltó el aire. Iba a golpearlo, se lo tendría merecido si Chris lo hacía.

—Sí, fui a verla—confesó Robert.

—Había dejado pasar esta charla porque no quería arruinar la felicidad de Cassie pero…—Chris se interrumpió y se giró para caminar hacia él.

Robert cerró los ojos. Lo siguiente que sintió fue como era golpeado por el puño de Chris y como caía al suelo ensuciándose el traje de tierra y hierba. Se llevó una mano a la mejilla adolorida mientras abría los ojos y miraba a Chris, este estaba de pie frente a él con el puño levantado, como si fuese a atacarlo otra vez, pero para sorpresa de Robert, Chris abrió el puño y extendió la mano hacia él. Estaba brindándole su ayuda después de todo lo que hizo... Robert sintió sus ojos arderle y parpadeo rápidamente mientras tomaba la mano de su hermano y este lo ayudaba a levantarse. Una vez de pie, Robert se sacudió la tierra del traje.

—Buen derechazo—comentó Robert mientras sentía su mejilla palpitar de dolor.

Chris se rio.

—Mejore con el tiempo—dijo Chris, quizás recordando como cuando era niños el pobre no podía golpear ni una mosca. Además de eso, que también se metió en una academia a practicar artes marciales, gracias a Dios que solo había sido un  golpe suave.

—Si—murmuró Robert. Él había mejorado bastante y no en sus golpes, en todo. Su hermano había cambiado demasiado. Estaba sorprendido que este hombre que estaba frente al hoy no era el mismo hombre de hace seis meses.

—Sabes porque lo hice, ¿no?—murmuró Chris arqueando una de sus negras cejas.

—Sí, porque quise besar a tu mujer—dijo Robert recordando que horas antes había querido besar a Cassie.

Chris se carcajeó otra vez.

—Eso es para que sepas que lo mío no se toca.

—Eres un suertudo.

—El suertudo eres tú, Robert—dijo con seriedad su hermano—Otra persona actuaria diferente, pero Cassie y yo estamos demasiado enamorados como para odiar a alguien.

Robert lo miro sorprendido. ¿No iban a odiarlo por lo que él hizo?

—¿Acaso tu…?—Robert no terminó la frase porque se atraganto de la impresión.

—Te perdono por lo que hiciste—dijo Chris y sonrió—Eres mi hermano y no puedo odiarte. Ya deje a un lado el enfado que sentía por lo que hiciste porque me ayudaste a entender cosas que no entendía—su hermano soltó un suspiro—Perdí a Cassie, sufrí por no estar a su lado, la recupere y créeme que no dejare que se vaya de mi lado otra vez—dijo y Robert abrió los ojos sorprendido—La amo demasiado como para perderla una vez más.

Vaya, en verdad su hermano había cambiado.

—Lo siento—murmuró Robert bajando la cabeza—No merezco que me perdones—dijo arrepentido. Había querido arruinar su felicidad con sus deseos egoístas y estúpidos.

—Yo actué mal, Robbie—dijo Chris y Robert levantó la cabeza. Hacía tiempo que no escuchaba su diminutivo viniendo de los labios de su hermano menor—Yo quería ser el primero en decírselo… pero te me adelantaste, aunque según supe no dijiste mucho, solo le diste una razón a Cassie para saber toda la verdad.

—Sí, lo lamento, lamento haber querido arruinar tu felicidad—murmuró arrepentido.

—Ya no hace nada.

—Si hace—dijo Robert negando con la cabeza y se tapó el rostro con las manos. Era un imbécil envidioso, había querido arruinar el matrimonio de su hermano comentándole la verdadera razón a Cassie del porque Chris se había casado con ella. No se merecía el perdón.

Sintió unos brazos cálidos y Robert se alejó las manos de la cara. Su hermano lo estaba abrazando. Robert abrió la boca para decir algo pero la cerró y levantó los brazos para corresponderle el abrazo a Chris.

—Encontraras una chica que te vuelva loco, Robert—le dijo Chris y Robert se rio. Era lo mismo que Cassie le había dicho—Estoy seguro de que la encontraras, pero Cassie—chasqueo la lengua y negó con la cabeza—Cassie es mía.

Él no tenía que decírselo. Robert ya lo sabía desde hace tiempo.

.

.

.

Actualidad…

¿Por qué?

¿Por qué él no podía tener la mujer que amaba?

Robert dejó la botella de whisky sobre la encimera, estaba media vacía y parte del contenido de esta estaba en dentro de su organismo. Quería emborracharse otra vez, quería olvidarse de todo. Tomó la botella de nuevo y se llevó la boca a los labios, vació lo que quedaba de un tiro y cuando la apartó, sintió su garganta quemarse, ya estaba casi surtiendo el efecto. Lanzó la botella hacia el fregador, haciéndose añicos.

Tambaleando, Robert caminó hacia un sofá y se desplomó en este, se pasó una mano por la cara, tenía barba, y de seguro estaba todo sucio y mal oliente, no se había duchado, llevaba encerrado en su piso desde ese día fatídico.

Hacia dos semanas desde que se había celebrado la boda de Cassie y Chris, la boda real, en la que ellos unían sus vidas de por vida, se habían casado por la iglesia esta vez. Robert no había querido ir, pero su madre había insistido en que él tenía que ir, él no se había negado porque quería ver a Cassie otra vez, pero… ir a la ceremonia había sido toda una tortura. Ver a la mujer que amaba casándose de verdad con su hermano menor, jurándose amor eterno. Era algo muy duro. Verla sonreír, reír, llorar de felicidad siendo el causante Chris y no él, era muy cruel. Él había deseado ser aquella persona, la que le brindase un hombro en el que llorar, la cual compartiera sus alegrías y temores, la que estaría con ella en la noche…

Robert cerró los ojos. ¿Por qué no podía ser él? ¿Qué tenía Chris que no tenía él? Su hermano menor era un hombre muy cruel, un tirano que solo le importaba el dinero, aunque era su hermano él lo odiaba, lo odiaba porque él podía tenerla.

El timbre de su piso sonó. Robert abrió los ojos y se los talló con un brazo. Se preguntó quién seria. Quizás debía de ser Seth, el mejor amigo de Chris, pero recordó que este se había marchado de viaje con su esposa Holly. Robert descartó a Seth, él no podía ser, quizás debía de ser su madre o quizás el imbécil de Chris, aunque no era tiempo de que regresara a la ciudad todavía.

Ignoró al timbre y apoyó la cabeza sobre el espaldar del sofá. El timbre se siguió escuchando, todo ruidoso e insistente, y Robert se llevó las manos a las orejas, tapándoselas. Él no iba a abrir esa puerta, así que la persona que estaba del otro lado podía joderse, no tenía ganas de joder con nadie, no estaba de humor.

El timbre siguió y siguió. Robert cada vez se enfadaba más, iba a golpear a la persona que estaba del otro lado. El timbre dejo de escucharse y el silencio fue música para los oídos de Robert, pero al parecer hoy no era su día tampoco. Robert gruñó.

—Ya va—gruñó, no estaba de humor, pero si no abría la puerta la persona que estaba tocando no dejaría de insistir.

Fue hacia la puerta trastabillando a cada paso que daba, se sentía mareado, el alcohol estaba haciendo efecto ya, eso estaba bien, quería estar bajo los efectos de este para que nada le importara. Llegó a la puerta y se apoyó en esta.

—¿Quién es?—preguntó Robert. No había mirilla así que no podía ver quien seria.

La persona no contestó y siguió insistiendo en el timbre. Robert golpeo la puerta con su puño y luego movió ese puño hacia el pomo de la puerta, la abrió esperando encontrarse con Chris, pero no fue Chris, fue una mujer alta con el cabello castaño atado a lo alto de su cabeza.

—¿Qué?—graznó Robert.

La mujer le sonrió y Robert se preguntó que hacia ella allí. Él no quería ver a nadie de la familia McKay frente a él, eran unos imbéciles, todos eran unos imbéciles y tontos por dejarse engañar por Chris y Max. Se cruzó de brazos.

—¿Qué quieres?—preguntó de mala manera.

Ella levantó una mano, en la que había una bolsa blanca de supermercado y otra bolsa de algún local de comida. Robert aspiró el aire, se olía a comida, su estómago tomó ese momento para gruñir con fuerza, no había comido bien en unos días, tenía hambre. Vio como ella sonreía y daba un paso hacia él, pero Robert no se movió de donde estaba.

—Déjame entrar—le pidió ella.

¿Por qué tenía que dejarla entrar? Ella lo miro con ojos de cachorro y Robert bufo.

Se apartó a regañadientes de la puerta y dejó que ella entrara a su chiquero, porque eso era lo que era, no había limpiado en días y había botellas y bolsas de comida rápida tiradas por todo el salón y la pequeña cocina. Cuando la chica entró, Robert cerró la puerta y observó a Brianna McKay dirigirse hacia la cocina, la siguió, observándola fijamente. Ella se parecía un poco a Cassie, observó, solo que era algo más tranquila, tenía el mismo pelo castaño y la misma altura, pero diferentes ojos, los ojos de Cassie eran de color verdes, los de Brianna eran azul verdoso. Cuando la había visto el día de la boda y ella le había dejado entrar a ver a Cassie, no se había fijado mucho en ella, pero ahora… Brianna se veía bien.

Robert movió la cabeza y vio como ella dejó las bolsas sobre la isla de la cocina y paseó la mirada por la cocina, se giró hacia él mientras ponía las manos en sus caderas.

—¡Esto es horrible!—exclamó ella refiriéndose a la suciedad que había en el lugar, bueno, eso él lo sabía, no tenía que recordárselo.

—No me digas…—dijo Robert dirigiéndose a la isla y halando una butaca con una mano, se sentó. Apoyo los codos sobre el frio mármol de la isla y la observó.

Brianna movió la cabeza y se rio.

—¡Estás horrible!—se burló ella de su aspecto.

Robert bufo molesto, eso también él ya lo sabía. No tenía que verse en un espejo para saberlo. Tenía que parecer algún indigente, algo que él no era, pero Robert no estaba de humor para irse a duchar y darse un cambio.

—Sé que todo está horrible, no tienes que decirlo—le dijo Robert enfadándose un poco.

—Además de horrible, sensible. ¿Acaso todos los Bryant tienen ese temperamento?—dijo ella caminando por la cocina, revisando todo.

Robert le gruño.

—No me compares con mis hermanos—le dijo, él odiaba aquello.

Ella le sonrió y levantó las manos en señal de rendición para luego girarse otra vez hacia las bolsas, sacó el contenido de esta, había una caja que debía de ser de hamburguesas, además de que era a eso lo que se olía. Cuando ella abrió la caja, Robert sonrió, si era eso, su olfato no le había fallado.

Brianna le paso una y Robert se la llevó a la boca, moría de hambre, no se había dado cuenta de la mucha hambre que tenía, debía de ser el alcohol. Degustó la hamburguesa, estaba rica, cuando terminó de comer, se encontró que Brianna había pasado todo el rato mientras él estaba comiendo observándolo.

Robert tomó una servilleta y se limpió la boca, tiró la servilleta hecha bola hacia el fregadero, que estaba repleto de basura y botellas, además de la que había roto hace unos minutos.

—Me sorprende que estés aquí—le dijo Robert, Brianna y él no eran amigos apenas se conocían como para que ella se tomase la molestia de venir a su piso a ver como estaba.

Ella se encogió de hombros.

—¿Cassie te mando?—preguntó Robert. Quería saberlo.

Ella dio un respingo y Robert sonrió, claro, por eso ella estaba aquí, porque no… Todo cuadraba ahora, Brianna no sabía dónde vivía, Chris sabía dónde y Cassie de seguro estaba preocupada por él. Quizás ella le había dicho que fuese a vigilarlo, Cassie estaba de luna de miel y por eso no podía ir a verlo, así que había mandado a su hermana. A su fiel hermana para ver cómo estaba luego de haberle roto el corazón.

—¡Qué bien!—exclamó sin ganas Robert, debía de haberlo pensado cuando la chica entró en su piso.

—Estás equivocado, vine porque me preocupabas—dijo la chica.

—¿Yo te preocupaba?—preguntó y se rió falsamente—Me haces reír. Si hubieses estado preocupada por mi hubieras venido antes, pero no lo hiciste.

—Créeme he venido pero no me he atrevido a tocar tu timbre, pensé que necesitabas un tiempo a solas—comentó Brianna y miró hacia el suelo.

—¿Qué mierda sabes tú?—le espetó él mientras se paraba de la butaca. Ella no sabía nada, no sabía lo que se sentía ser desdichado, no sabía lo que era estar enamorado de una mujer que estaba con otro hombre, no sabía lo duro que era aparentar feliz cuando por dentro de estabas muriendo, ella no sabía nada. Era el peor hombre del mundo.

Brianna no respondió, solo se quedó mirándolo fijamente y aquello enfado a Robert, que dio un golpe sobre la encimera haciendo que ella se sobresaltara.

—¡Vete!—exclamó, no tenía tiempo para estar lidiando con esto, quería seguir emborracharse.

—No lo hare—le dijo ella poniéndose recta y mirándolo con un mirada retadora.

—¡Solo quiero que te vayas!

—¡No!—se negó Brianna—No te dejare solo, no dejare que te destruyas a ti mismo.

Él estaba destruido por dentro ya, lo único que faltara era que su cascarón se cayera en pedazos, pero eso sucedería muy pronto.

—¡Eso no te importa!—espetó con rabia. ¿Cómo se atrevía a venir a molestarlo? ¿A venir a meterse en sus asuntos, en su vida?

—Si lo hace, me importa.

Robert se carcajeo.

—Ni siquiera me conoces bien.

—¿Y qué? Puedo empezar a hacerlo, déjame estar contigo, necesitas a alguien.

¿Él necesitaba a alguien? Si, necesitaba a alguien, pero no era a ella a quien necesitaba, era a Cassie, a su amor.

—No necesito a nadie—dijo Robert desviando la mirada.

—Si necesitas a alguien. No es bueno pasar una desilusión amorosa solo, créeme, se lo que es esto.

Así que sabía lo que estaba pasando. Quizás Cassie le había informado, él se había confesado a Cassie unas horas antes de que ella partiera hacia la iglesia y decidiera casarse otra vez. Se rio, había sido tan vergonzoso y pensó que quizás ella se daría cuenta de que estar con Chris era una pérdida de tiempo, que va, ese pensamiento de seguro no había pasado por la mente de Cassie, había estado muy decidida en estar de nuevo junto a Chris, que lo rechazó de una manera tan dolorosa. Volvió a reírse y ladeo la cabeza hacia ella.

—¿Has estado enamorada alguna vez?—preguntó tontamente, una mujer como ella debió de haber estado enamorada o quizás lo estaba.

—Sí, y lo estoy todavía—dijo ella sin dudar ni un momento y aquello sorprendió a Robert. Al parecer estaba decidida a que él saliera de la oscuridad.

—¿Por qué no haces nada?—preguntó Robert—¿Estas junto a la persona que amas?

—El hombre de quien estoy enamorada no me ve.

Robert parpadeó. ¿Cómo era que no podía verla? Ella era hermosa, tenía una hermosura angelical, era tan cálida, tan servicial, siempre ayudando a su familia, era una buena mujer. El tipo debía de ser un imbécil con ceguera crónica. Se rio.

—Vaya, al fin te ríes—dijo ella sonriéndole.

Robert se llevó una mano hacia la boca.

—Si—murmuró.

—Qué tal si te das un baño, mientras te duchas y vuelves a la vida, quizás pueda arreglar un poco la casa—dijo ella mirando a su alrededor.

Robert suspiro.

—¿Sigues insistiendo en ello?

Ella se giró hacia él.

—Pues claro. Así que dúchate y vuelve a la vida, no vuelvo a repetírtelo, si no lo haces, créeme que te obligare a hacerlo—dijo ella palpándose algo en el bolsillo.

Robert la miro. ¿Ducharse? ¿Volver a la vida? Se miró, todavía llevaba puesto el traje que había llevado a la boda, olía mal y se sentía pésimo. ¿Acaso era posible para él volver a la vida cuando la mujer que amabas no estaba contigo a tu lado? ¿Acaso debía dejar las cosas continuar? Olvidar su amor, seguir adelante… «¿No es eso que a gente hace cuando sufre una desilusión amorosa?», dijo una voz en su cabeza. Él no quería eso pero… miró a Brianna otra vez, ella tenía una radiante sonrisa en el rostro, ella quería que él volviese a la vida.

—¿Por qué haces esto?—preguntó, en verdad quería el verdadero motivo, una persona no podía ayudar a otra que desconocía sin un motivo.

—¿Otra vez?—preguntó para luego resoplar.

Él asintió. Si no era por Cassie, entonces porque ella lo hacía, porque intentaba ayudarlo a salir de la oscuridad. Robert rodeo la encimera y se detuvo frente a ella, paseo la mirada por el cuerpo femenino vestido con un overol y una franela rosa por debajo de este, parecía tan joven.

—¿Qué edad tienes exactamente?

—20 casi 21—contestó ella.

—Pensé que tenías menos—murmuró Robert acariciándose la barbilla—Pero ahora que recuerdo eres más mayor que Cassie.

Ella se cruzó de brazos.

—¿En serio?

Robert se encogió de hombros y siguió observándola, tenía unas lindas piernas, un lindo rostro y una linda personalidad. Como le gustaría encontrar una chica como Brianna. Dios, ya estaba pensando cosas positivas, todo era gracias a la chica que estaba frente a él. Ella levantó las manos y las apoyó sobre el pecho de Robert, le dio un leve empujón.

—Dúchate y aféitate, por favor—le suplicó—Te ves horrible.

Robert sonrió.

—Ya me lo dijiste.

—A las chicas no le gustan los hombres así, pareces un desamparado y tú tienes familia todavía. Hay gente que te quiere—dijo la chica.

Hizo una mueca y ella le sonrió.

—¿Cómo puedo estar bien otra vez? La chica que amo esta con otra persona—señalo Robert.

—Eso es doloroso pero tienes que vivir con ello—dijo Brianna y sonrió—Aparecerá otra chica que te volverá loco, te hará olvidar—continuo ella dándole ánimos.

Robert ladeó la cabeza. Había escuchado eso antes… ¿Dónde?

—¿Tu aceptaste que esa persona especial no te vea?—preguntó Robert.

Ella levantó un hombro.

—Sí, acepte que el hombre que amo no puede verme de la misma forma que lo veo, así que me he conformado con ser solo una amiga o mejor dicho conocida para él—dijo ella poniendo una cara triste. Robert quiso dar un paso y abrazarla, pero Brianna estaba muy limpia y él no muy limpio que digamos, no podía ensuciar la pureza de Brianna.

—Lo siento—se disculpó él, cuando se duchara, si lo hacía, le daría un abrazo cómo se merecía, mientras tanto reprimiría las ganas.

—Como dije, está bien, ahora ve a ducharte—dijo ella empujándolo otra vez.

Robert aceptó y fue hacia su habitación con ella sobre sus talones, cuando entró en la habitación, ella lo siguió y se quedó viendo la cama, que era espaciosa. Robert se giró hacia ella y siguió su mirada.

—¿Quieres acostarte ahí?—pregunto él, Brianna se había quedado mirando la cama fijamente, ¿acaso era lo que hacían las chicas cuando entraban en la habitación de algún hombre?

Ella lo miro de golpe, sus mejillas estaban teñidas de rojo y comenzó a negar con la cabeza con ganas. Robert se rio.

—Solo bromeaba—dijo Robert sin dejar de reírse—¡Eres tan chistosa!—murmuró Robert mientras se quitaba la americana y la dejaba en un pequeño sofá de mimbre que había en una esquina de su cuarto, se dirigió a su cuarto de baño privado y cuando abrió la puerta se giró hacía ella—¿Qué vas a hacer?—preguntó.

—Limpiare tu piso—dijo ella como si no fuese nada.

—¿En verdad lo harás?

—Sí, ¿crees que no se?

Él se rio. Bueno, ella había sido una chica mimada, de seguro que no sabía cómo limpiar una casa o eso creía él. Ella puso las manos en sus caderas.

—Cuando tu familia o mejor dicho, Chris empezó a adueñarse de nuestro poco dinero, tuvimos que buscar trabajos. Yo trabajaba de mesera en un restaurant y también trabajaba de sirvienta en una casa para ayudar con los gastos—dijo ella al parecer había adivinado por donde se dirigían sus pensamientos.

—Eso no lo sabía.

—Ahora lo sabes—le dijo ella y se llevó una mano al pelo que estaba atado sobre una coleta sobre lo alto de la cabeza, ella comenzó a jugar con la coleta—Aunque al principio fue duro porque no estaba acostumbrada a ese estilo de vida, pero le eche todas las ganas y ahora sé cómo hacerlo bien.

—Vaya…

—Si… Uno aprende cosas interesantes a lo largo de la vida.

—Solo tienes 20.

—Me servirá cuando me case y así puedo ser un ama de casa.

Robert sonrió y después entró al cuarto de baño, cerró la puerta. Él no había estado en su habitación aquellos días, había dormido sobre el sofá y había hecho sus necesidades en el baño al final del pasillo, paseo la mirada por el baño, se acercó al lavabo y abrió el grifo, levantó la mirada hacia al espejo que tenía frente a él, en verdad que estaba horrible, sus ojos tenían ojeras y estaban hundidos, su piel estaba algo pálida y la barba se veía horrible. Se rio y se pasó una mano por esta, parecía un desamparado, él nunca se había dejado la barba. Tenía que afeitarse, verse hermoso otra vez, conseguir una chica, tener sexo y olvidarse de Cassie.

Brianna tenía razón, debía dejar que las cosas siguieran su curso. Si seguía pensando en su amor por Cassie, aquello iba a matarlo, no era la primera vez que se enamoraba, debía superarlo. Buscó la crema de afeitar y una navaja, y se quitó todo el pelo no necesario del rostro, unos minutos estaba libre de barba, otra vez sexy, así le gustaba.

Se volvió hacia la ducha. Robert se despojó de su ropa sucia y entró en la ducha, cuando abrió el grifo de agua se echó hacia atrás, el agua salió del grifo con fuerza, él extendió una mano hacia el chorro, estaba fría, eso era lo que necesitaba. Dio un paso hacia el chorro, metiéndose de lleno bajo este. La sensación del agua bajando por su cuerpo fue deliciosa, se lavó y cuando estuvo limpio salió de la ducha, buscó una toalla, pero no encontró ninguna.

Mierda tendría que salir desnudo, esperaba que Brianna no estuviese en su cuarto en ese momento. Fue hacia la puerta y la abrió de golpe al mismo tiempo que la puerta de su cuarto de abría y Brianna entraba, con algunas mantas en las manos. Ella miro hacia su dirección y se quedó boquiabierta mientras lo miraba en todo su esplendor. Robert quiso cubrirse, quiso moverse, pero simplemente se quedó observándola, el rubor otra vez estaba sobre sus mejillas, ahora más notable que nunca. Dios, se veía hermosa ruborizada. Se rio, estaba pensando en una mujer que no era Cassie. Eso era un buen comienzo.

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