Capítulo 1 — Parte 2

*—Cassie:

—Maldición —maldijo Cassadee mientras entraba en el edificio donde estaba la empresa de su familia.

Miró su reloj, había llegado a la hora acordada, no iba atrasada, lo único que le molestaba era como estaba vestida. Su madre había insistido en que se vistiera como si ella fuese a una entrevista de trabajo. Bajo la mirada, mirando la falda negra por debajo de las rodillas que llevaba y la blusa de manga larga de color blanca, no le gustaba esa ropa, pero su madre la había obligado a que se vistiera así y que también se pusiera tacones para que se viese más formal. A ella no le gustaban mucho los tacones, era alta y con ellos parecía una jirafa. La mayor parte del tiempo usaba sandalias, zapatillas de deporte o botas de tacón bajo, pero los tacones eran otra cosa, era demasiado alta para usarlos, además, eran incómodos.

Se detuvo frente al ascensor y lo llamó. En el reflejo de la puerta se vio, Genial, el moño que tenía en la cabeza estaba hecho una mierda, su cabello nunca se quedaba quieto cuando ella quería. Se llevó una mano al moño, intentando arreglárselo, pero lo que hizo fue desarreglarlo más y lo dejo. Ya más tarde lo arreglaría, eso sí, si es que tenía tiempo.

—¿Dios, por qué tarda tanto esta cosa? —preguntó Cassadee refiriéndose al ascensor.

Estaba desesperada. Quería irse de allí.

Empezó a mirar por el lugar, hacía tiempo que no pisaba los condominios de su padre. ¿Para qué? De todas formas, no era muy bienvenida allí. Comenzó a jugar con sus pies, para luego escuchar unos ruidosos pasos de tacones sobre el suelo. Cassadee volvió la cabeza sobre el hombro para curiosear, para ver quién era que llevaba esos tacones tan molestosos.

Una pareja se acercaba hacia ella. Cassie sin discreción alguna observó a la mujer que tenía la cabeza gacha como si le hubiese dado un sermón, o quizás era pura vergüenza, había mujeres que todavía actuaban así en esta época. No le dio importancia y sus ojos se dirigieron hacia el hombre, quien se le hacía parecido a alguien, pero no supo dónde meter el dedo. El hombre era guapo y muy alto. Tenía el cabello oscuro, algo desarreglado, como si se hubiese levantado, cosa que le daba un toque muy sexy.

Cassie se mordió el labio inferior y siguió comiéndose con los ojos a aquel hombre, hasta que tuvo que darse la vuelta rápidamente, ya que ellos estaban a unos pasos de ella, probablemente pensaban que era una pervertida acosadora.

 En ese mismo momento se abrieron las puertas del elevador y Cassie agradeció al cielo. Entró junto a la pareja que acababa de llegar. Las puertas se cerraron y Cassadee se acercó al panel de control para indicar el piso al que iba, pulsó el botón del quinto piso que era el piso donde estaba la oficina de su padre. Con el rabillo del ojo observó a la pareja, que ni se inmutaron en presionar algún botón, tal vez iban al mismo piso que ella.

Cassie volvió a observar al hombre que estaba a su lado, de cerca era mucho más guapo.

—Me duele el cuello —dijo el hombre llevándose una mano a este y sobándose el área adolorida.

—Cuando salgamos le daré un masaje, mi señor —dijo la mujer coquetamente.

Cassadee silbó, no era metiche, pero era obvio que la mujer se sentía atraída y que era alguna empleada del hombre.

—No importa —la interrumpió el hombre—. Cuando termine de hablar con Jefferson me iré y tú me acompañaras —coqueteó el hombre.

La mujer se sonrojó y después asintió. Genial se estaba sintiendo el tercero en discordia, una violinista. Cassadee observó la escena con una mueca, al parecer a la mujer le gustaba el hombre o quizás tenían una relación, pero a ella que mierda le importaba, ni siquiera lo conocían, aunque se sintió un poco celosa de la mujer, una mujer como ella y tenía a un hombre como él.

—Le dije que podíamos haber llamado y… —comenzó diciendo la mujer.

—Shh —la mandó a callar el hombre—. Ya estamos aquí, ¿no? —preguntó—. No puedo hacer esperar más a Jefferson —dijo el hombre a su lado.

Cassadee parpadeó sorprendida al darse cuenta de que el hombre había mencionado el nombre de su padre y ella sabía que su padre era el único que tenía ese nombre en su edificio, iba a preguntar, pero antes de replicar algo su bolso comenzó a emitir la estridente melodía que tenía por tono de llamada en su teléfono. Lo sacó del bolso. Hablando del diablo. Contestó.

—Dígame —contestó.

—Aún no te veo aquí —escuchó que decía su progenitor.

Cassie se tragó un improperio y sonrió.

—Estoy en el ascensor, padre —murmuró rodando los ojos. El hombre era un maldito, ni que ella fuese Flash para llegar rápidamente.

—Más te vale —dijo su padre y le colgó dejándola con la palabra en la boca.

Cassadee gruñó saliéndosele un improperio y luego se tapó la boca, miró hacia la pareja. El hombre la estaba mirando divertido. Cassie le sonrió y susurró una disculpa. El hombre sonrió y Cassie se fijó en que sus ojos eran tan azules como el cielo, llamaban mucho la atención, y obvio que él también llamaba la atención, tenía una cara muy hermosa, como si hubiese sido tallada por los dioses. Intentó no ruborizarse, diciendo que había hombres más guapos que él, como su mejor amigo Kyle, él era guapo también.

Dejó de comérselo con la mirada y agachó la cabeza, sintiendo como sus mejillas se calentaban. Desvió sus pensamientos. Devolvió el móvil al bolso. De seguro él pensaba que quizás era una empleada de aquel lugar, todo por la ropa que llevaba. Lo que su madre le hacía hacer, o mejor dicho su padre la obligaba a hacer.

«Maldito viejo», murmuró en su mente, deseando decírselo a la cara a su padre.

El elevador se detuvo y cuando las puertas abrieron, salió rápidamente de él, quería irse de allí rápido, de todos modos, ni siquiera sabía para que la necesitaba su padre hoy. Fue hacia la secretaria de su padre, quien estaba fuera de la oficina de este. Cuando estuvo frente a ella, la mujer, quien estaba hablando por teléfono, se apartó el aparato de la cara.

—Te espera adentro —le dijo la secretaria al verla y volviendo a lo que estaba haciendo.

Cassadee asintió y se dirigió hacia la doble puerta de madera, se detuvo frente a esta y suspiró mientras llevaba una mano hacia el picaporte, lo giró y empujó la puerta. Entró en la oficina de su padre. Lo buscó con la mirada. Su progenitor estaba sentado en su enorme sillón detrás de aquel amplio escritorio con su aire de dictador. Tenía las manos unidas y la miraba fijamente. Ella le sonrió y su padre siguió con la mirada dura sobre ella. Cassie suspiró, cerró la puerta y marchó hacia el centro de la habitación, tomó asiento frente a su padre.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué querías que viniera? —preguntó Cassadee confundida, no entendía por qué estaba allí.

—Espera a que llegue —le dijo su padre.

¿Esperar a que llegue? ¿Quién?

En ese instante se abrió la puerta, Cassadee volvió la cabeza y se sorprendió bastante. La persona que estaba entrando en ese momento, era el guapo hombre del ascensor e iba solo.

.

.

.

*—Chris:

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, la chica que estaba a su lado, salió como alma que lleva al diablo. Chris estaba esperando que esta se cayera, ya que iba demasiado rápido y más con aquellos tacones.

Salió poco después junto a su asistente y vio a la chica que estaba frente a la secretaría, para luego alejarse de ella y caminar hacia la oficina de Jefferson McKay. Chris se metió las manos en los bolsillos mientras caminaba hacia la secretaria, no dejó de mirar a la chica, se le parecía conocida. La chica abrió la puerta y desapareció por esta. Oh, ya entendía.

«Así que esta es la chica suertuda», pensó Chris, con razón se le había parecido conocida, aquella era la chica.

Chris se despidió de su asistente para marchar hacia la oficina de Jefferson, siguiendo el mismo rumbo de la chica. Abrió la puerta y cuando la cerró a su espalda, la chica quien estaba de espaldas a él, giró el rostro. Chris sonrió, era muy guapa en persona. Se acercó a ella y tomó asiento a su lado, le dio una rápida mirada. Antes no había reparado en ella, pero en verdad era una chica muy atractiva.

Estaba vestida formalmente, pero aun así la ropa formal que llevaba no escondía las pequeñas curvas que tenía. Arqueó las cejas mientras se preguntaba cómo era que una chica como ella que aún no llegaba a los veinte tenía el cuerpo tan desarrollado. Subió la mirada hacia su rostro, ella tenía unos grandes ojos verdes y lo miraba sorprendido, de seguro preguntándose quién diablos era él. Ahogó una risita. ¿Acaso no lo conocía?

—Buenos días —saludó Chris a la chica que le sonrió tímidamente y apartó la mirada. Chris volvió la vista hacia Jefferson—. ¿Cómo estás Jeff?  —le preguntó al hombre frente a él.

El hombre de mediana edad hizo una mueca.

—He estado mejor —murmuró y luego con la cabeza señaló a su hija. Si, aquella era la chica—. Cassadee —llamó Jefferson a la chica quien tenía el pelo castaño recogido a lo alto de la cabeza. La chica volvió la cabeza hacia su padre—. Este es Christopher Bryant, es un amigo de la familia —murmuró Jeff presentando a Chris.

Chris sonrió y miró a la chica que le ofrecía su mano derecha, una mano muy cuidada y delicada, con las uñas largas pintadas de rosa. Chris aceptó su mano, estrechándosela.

—Mucho gusto —dijo ella sonriéndole.

—El placer es mío —murmuró Christopher soltando su mano.

—Ella es mi hija Cassadee, como ya sabes la menor de todas —continuó Jefferson presentándolos, como si Chris no supiera quien era la chica—. Sé que estás cansado por el viaje de este fin de semana y quizás no debí llamarte anoche para decirte que vinieras —dijo el hombre levantando una mano y acariciándose el cuello—. Quizás podíamos esperar.

Si eso era lo que había estado pensando, ¿por qué mierda no lo dijo antes? Suspiro y sonrió.

—¿Esperar? Mientras más temprano nos conozcamos mejor —murmuró él mirando otra vez a Cassadee que se ruborizó al instante y desvió la mirada. Chris volvió a sonreír, estaba seguro de que la chica se sentía atraída hacia él, claro, provocaba ese efecto en las mujeres y más en las adolescentes como Cassadee—. Te ves un poco nerviosa —dijo molestándola un poco.

Ella negó con la cabeza.

—Es que te pareces a alguien que he visto—dijo Cassadee.

—Él es el hermano menor de Maximilian y Robert, el hombre que viste el viernes en casa—dijo Jeff explicando el parecido entre ellos—Chris, te dejo a solas para que hables con ella.

Jeff se levantó y salió del despacho. Cassadee se volvió hacia Chris cuando escuchó la puerta cerrarse. Chris supuso lo que venía ahora, de seguro su padre no le había dicho lo que tenía entre manos con ella y para lo que ella sería buena.

—¿Hablar? Hay algo que no me cuadra aquí, señor Bryant—dijo Cassadee mirándolo fijamente.

—Chris, llámame Chris, señor me hace sentir viejo.

—¿Por qué diablos tenemos que hablar? —preguntó ella sin hacer caso a su comentario—Creo que te he visto antes, pero nunca he hablado contigo y créeme no deseo hacerlo tampoco. Quiero irme a casa, quitarme estas estúpidas horquillas del pelo y este tonto traje. ¡Así que habla! —exigió esto último.

Chris levantó las cejas. Así que ella quería que le dijera lo que iba a pasar en adelante sin ni siquiera endulzárselo un poco, bueno, si eso era lo que ella quería.

—No me gusta hablar con rodeos—dijo Chris y fijó su mirada en ella—Vas a casarte conmigo, quieras o no quieras.

Ella se quedó mirándolo boquiabierta, perpleja. Claro, de seguro pensando como una chica tan joven como ella, con una deliciosa vida por delante, tenía que casarse con un hombre como él, aunque no era tan viejo. Sonrió. Él tampoco quería casarse, pero tenía que hacerlo para cumplir su meta.

—No acepto un no por respuesta—le dijo y ella reaccionó al fin.

—¡¿Quién te crees que eres para ordenarme una cosa así?!—exclamó Cassadee y levantó una mano—Como puedes ver yo todavía soy muy joven, hace meses que salí del instituto y no perdería mi tiempo casándome con un viejo marrano, asqueroso y seguramente pervertido como tú, no me gustan los que los tienen caídos. Ni siquiera sé quién eres y porque seas el hermano de Maximilian crees que te conozco, te equivocas, no interactuó con nadie de mi familia y menos con mi hermana Antonella.

Chris la observó con el ceño fruncido. ¡Qué chica tan insolente! Además de que lo había insultado. ¿Viejo? ¿Marrano? ¿Asqueroso? No era nada de eso. ¿Pervertido? Sonrió, aquello no lo negaría porque era verdad, pero ¿que lo tenía caído? ¿Acaso quería que le enseñara lo que tenía en las piernas? Claro, debía de ser eso, los adolescentes de esta época solo pensaban en eso.

«Esta chica me dará problemas», se dijo a sí mismo. Al parecer la chica tenía carácter, pero él era un domador de leonas, muy pronto la convertiría en una gatita dócil, solo era cuestión de tiempo. Decidió molestarla un poco.

—Si crees que lo tengo caído porque no lo ves por ti misma—murmuró mientras se levantaba y se paraba frente a ella, se llevó las manos a las caderas, viendo como ella mantenía la mirada en su pelvis—Además, las señoritas educadas, no dicen esas cosas.

—¡Pues ve sabiendo que no lo soy! —dijo ella dejando de mirar su entrepierna y subía la mirada hasta su cara.

—¿Qué no eres? ¿Señorita? —preguntó Chris con burla y al ver que su cara se sonrojaba de nuevo, dijo—Nunca me lo imagine de esa forma, pero ya que lo dices—siguió molestándola—Hará las cosas más fáciles cuando nos casemos.

Ella lo miró medio espantada para después frunció el ceño.

—Si soy señorita—murmuró algo ruborizada—Me refiera a que no soy educada, bueno, si soy educada, solo que no uso mi educación con idiotas como tú.

—Ah, ya veo, debiste decirlo antes—le dijo Chris soltando una carcajada.

Cassadee entrecerró los ojos.

—Eres un imbécil—lo insultó nuevamente—¡No me agradas!

Chris volvió a reírse y Cassadee lo miró con enfado reflejado en sus ojos. No tenía tiempo para tontear con niñitas engreídas como ella. Tenía que conseguir que aceptase, o era eso o sus planes iban a parar al fondo del retrete.

—¡Ya acepta de una maldita vez! —espetó y ella se echó hacia atrás—Yo no me ando con rodeos y tú estás haciendo que lo haga. Estoy cansado y quiero irme a casa pronto al igual que tú. Así que es mejor que aceptes, ya que tarde o temprano sucederá.

—No me voy a casar contigo—se negó ella cruzándose de brazos.

Chris volvió a soltar una carcajada al tiempo que se inclinaba hacia ella, posando las manos en los brazos de la butaca donde estaba sentada. Sintió el miedo de Cassadee porque esta se encogió en el asiento, como si pudiera escapar de él. Él la afectaba, lo veía en sus ojos. Las mejillas de Cassadee volvieron a colorearse de rojo.

—Te has ruborizado—le dijo Chris, y quiso tomar sus mejillas en sus manos, debía de ser suaves, así se veían.

Ella miró hacia otra parte, estaba muy nerviosa.

—Imbécil—dijo ella—Cabrón de sangre fría.

—Claro, por ahora soy de sangre fría pero cuando estemos en el dormitorio te enseñaré lo que es un hombre de sangre caliente. Ah, también te enseñaré modales porque te faltan muchos.

—Pervertido.

Él acercó su rostro hacía el de ella. Observó sus labios que eran rosados y se veían apetitosos. No iba a besarla, no podía hacer eso todavía, pero sí la haría desear sus labios. Cortó un poco más la distancia hasta que sentía la respiración de Cassadee sobre sus labios, deseaba besarla ahora.

La puerta se abrió en ese instante haciendo que Chris se alejara de Cassadee rápidamente. Era el padre de Cassadee que volvía con una bandeja en las manos. Chris volvió a su asiento.

—He traído un poco de café, no está muy bueno—dijo Jefferson y le pasó una taza llena de café—Sabes cómo están las cosas.

—¿Las cosas? —cuestionó Cassadee.

Chris se llevó la taza a los labios, el café sabía a tierra, pero supuso que era café barato por cómo estaban las cosas en la familia de los McKay. Chris miró a Cassadee, al parecer no sabía nada de la situación por la que pasaba su familia, por eso actuaba de esa manera, tan ignorante a la situación real.

—No importa y gracias—contestó Chris tomando otro trago de café, no iba a ser descortés con Jefferson, así que se tomaría el café con sabor a tierra.

Cassadee lo imitó burlándose de él. Chris la volvió a mirar y ella volvió la cabeza para no mirarlo. ¡Qué infantil!

—¿Qué han decidido? —preguntó Jefferson a su hija, pero ella no respondió así que decidió preguntarle a Chris—¿Qué ha dicho mi hija?

Chris miró a Cassadee y dejó la taza sobre la bandeja.

—Ha dicho que sí—mintió Chris para molestarla y al ver la cara que ponía Cassadee, agregó—Es una chica muy simpática, señor McKay, debe de sentirse orgulloso.

Cassadee lo miró con la boca abierta.

—¡Eso no es verdad! —exclamó ella mirando a su padre—¡Papá no me puedes obligar a casarme con este tipo! ¡Es un pervertido! ¡Además como puedes pensar casarme tan joven!

Jefferson miró a su hija fijamente. Chris silbó, aquello se estaba poniendo interesante. Se cruzó de piernas para disfrutar el espectáculo.

—Cassadee—murmuró Jefferson.

—¡No puedes pretender casarme con él! Sé que no he sido muy buena contigo y he sido un poco mal hija, pero no es una razón para que tengas que castigarme así—gritó ella con lágrimas en los ojos, al parecer aquello le estaba afectando demasiado.

—Cassadee—volvió a llamarla Jefferson para que se detuviera, pero la chica siguió hablando estupideces—¡Silencio! —exclamó el hombre haciendo que la chica lo miró espantada, bueno, por lo menos había hecho que se callase—¡Es una orden!

—¿Me estás ordenando casarme con él? ¿Qué clase de padre eres? ¿Cómo puedes ordenarme a que me case con este pervertido?

—Estoy harto de que me estés llevando la contraria, además es por tu bien—murmuró Jefferson que luego soltó una carcajada—Cassie, míralo de esta forma, es por tu propio bien, si no te casas con Chris ya puedes irte despidiendo de todas tus comodidades porque no se seguiré manteniendo a una hija que vive llevándome la contraria cada vez que puede, que hace todo lo que le da la gana. Puedes irte de la casa y vivir por ti misma. Trabajando, quizás como prostituta o de bailarina, sabes bailar mucho, ¿no?

—¿Me estás amenazando? —preguntó ella mirando duramente a su progenitor.

—Tómalo como quieras—dijo el hombre para después suspirar.

Ella se levantó del asiento, tenía las manos apretadas en puños y sus nudillos estaban blancos de la tanta fuerza que hacía, estaba seguro de que se estaba lastimando la palma con las uñas.

—¡¿Cómo puedes hacerle esto a tu propia hija?!—gritó—¿Es que acaso no te importo?

Jefferson volvió a mirar a su hija, con una mirada sin expresión, la respuesta estaba reflejada en su cara. Vio como Cassadee abría la boca perpleja, estaba dolida y Chris sintió por un momento las ganas de ir a abrazarla y consolarla, pero se contuvo. Esto tenía que pasarlo sola, además, él no tenía por qué meterse en cosas sin importancia.

Cassadee buscó su mirada, estaba llorando. Ella se dio rápidamente la vuelta y caminó hacia la puerta. Chris la siguió con la mirada, hasta que ella abrió la puerta y la cerró con un golpe fuerte que pensó que quizás la puerta se había salido de las bizarras. Chris sonrió y miró a Jefferson que se masajeaba la frente.

—Tu hija tiene carácter—le dijo al hombre quien lo miró como diciéndole, ¿tú crees?

—Ya verás que la convenceré—dijo el hombre.

—Déjame eso a mí—le dijo Christopher mientras se levantaba. Era tiempo de irse de allí ya. Solo era cuestión de tiempo para que ella aceptara lo que el destino le tenía preparado.

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