CUATRO

No estaba segura a ciencia cierta de que era como sus amigos me contaron de él o realmente era una estrategia para hacerse el santo, tenía que averiguarlo como dé lugar y la única manera era haciendo mi trabajo.

—Entonces nada de nada— repite Carlos.

—Nada, ese hombre es diferente a lo que conocí hasta ahora. Te puedes creer que ni me dio la mano para presentarse.

Carlos me había llamado por la mañana temprano para cotillear y es que no había mucho cotilleo porque no pasó nada, después de dejarme en casa este se despidió cordialmente y luego me salí de su auto.

—Te encuentras que en su cultura las únicas mujeres que pueden tocar son...— termine la frase.

—A sus madres, hermanas y esposas, pero sabes sabio amigo, no todos los árabes cumplen las normas de su cultura.

—Esto está claro, cómo en otras religiones que no todo el mundo va a misa y no dejan de ser creyentes, pero sabes que, duquesa, pienso que es bonito así ¿no?

Para que Carlos halague estos tipos de actos es difícil y para eso tiene que haberle gustado.

—Creo que empezaré a hacer lo mismo a partir de ahora, nada de dar la mano a otras mujeres que no sea mi madre, hermana no tengo, pero te pongo en su lugar y esposa tampoco tendré.

—Tú lo tienes fácil— nos reímos porque él sabía a lo que me refería. — Al menos saque algo bueno de la fiesta de anoche, ser su guía turística.

—¿Cómo lo conseguiste?

—Un poco de actuación y suerte.

—Ya nada me sorprende de ti, amiga.

En este trabajo los principios no valían nada, tener moral o dignidad era no poder cubrir las facturas y eso a estas alturas de mi vida no lo podía permitir.

—Buenos días, señorita Lauren, bonita mañana— dice nada más verme mientras examinaba su anatomía.

No sabía ¿qué le sentaba más bien el atuendo típico de su país o la ropa occidental que lo hacía ver más atractivo de lo que había visto ayer?

—Buenos días, señor Amir, así es una linda mañana para visitar el parque Battersea Park.

— Ordene que un chofer se hiciera cargo de transportarnos a los lugares que le indique usted, señorita Lauren.

Asentí y después nos adentramos.

—Hábleme un poco del lugar donde me lleva.

—Bueno para mí es el mejor parque de Londres, ya que nos ofrece muchos secretos entre otros la fauna y mucha diversión presiento que será una experiencia que se lo hará pasar en grande, señor Amir.

—Soy hombre de mucha fe, señorita Lauren, por eso pienso que será como usted dice ser.

Normalmente los hombres que me visitan caen con solo una mirada atrevida, pero creo que con este voy a necesitar más que eso, ya que su distancia y la forma de tratarme supera a la caballerosidad.

—¿Qué tendría que hacer, señor Amir para que se sienta más cómodo y no haga tanta distancia conmigo?, no muerdo.

Sus ojos posan sobre los míos y sentí una oleada de calor, junto a su fresca fragancia hundió no solo mis fosas nasales, sino mis pulmones y le quito el valor al oxígeno.

—¿Quién dijo que no me siento cómodo? ¿O es que necesita más confianza que una sonrisa o eliminar las formalidades? Y no es que teme su mordedura, señorita Lauren.

—No es eso, pero parece como si tuviera la rabia y temiera acercarse y si ya veo que no le da miedo una simple mordedura, sé que piensa es que es inapropiado.

Dejé de mirarlo para contemplar el hermoso lago del lugar.

—¿Y qué es para usted lo inapropiado?— su voz sonó nuevamente haciendo que esa pregunta me dejará pensativa. —Recuerde que cada uno lo interpreta de diferentes maneras.

—¿Y usted cómo la mira?— conteste con otra pregunta.

—No se atreve a contestarme o no sabe cómo hacerlo. Ayer me demostraste tu valentía al delatar frente a mí a uno de los empresarios más veteranos del país, el Sr. Smith.

Y es que no tenía palabra para describir que sería lo inapropiado para mí, si soy la definición perfecta de la palabra en sí.

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