Capítulo 37

El tránsito está despejado por lo que puedo acelerar cuánto me plazca. No puedo evitar pedirle a Dios que mi dulce infierno esté en Antón porque de no ser así me volveré loco.

—No responde, no puedo creer esto de Lean— gruñe Fran.

—Deberíamos parar en el supermercado— la miro, intenta llamar a Lean sin descanso ni éxito, no responde el móvil.

—Bien, paremos. Tengo demasiada sed— me desvío al estacionamiento del supermercado y aparco el coche.

—Necesito hacer algo por Lean— caminamos al interior del lugar, lo bueno de tener supermercados las 24 hrs —nunca he sido romántico— me encojo de hombros cuando ella me mira —¿Le gustará que ponga pétalos de rosas en la cascada? justo en el lugar que la hice mía, o quizás pueda llevarle flores y chocolates— Fran sonríe.

—Claro que le va a gustar, vamos, yo te ayudo a escoger las cosas— tira de mi mano y me lleva primero a dónde están las rosas, después a dónde hay fresas, luego dónde hay chocola

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