Capítulo II - Mi cita con Jacob

Antes de entrar a la ducha me dispuse a buscar un vestido para usar en tal ocasión y entre toda mi ropa encontré una prenda en color rojo en específico un vestido que me quedaba un poco más arriba de las rodillas. 

Ante todo, sabía ya de ante mano que sin dudas aquel era bastante cómodo porque me lo había probado con antelación, además de que me había pareció algo coqueto puesto que tenía el pecho un tanto descubierto para los ojos curiosos volviéndolo ideal para tal cita. 

Tal vestido era hermosísimo, por lo que sin dudas sabía que daría de que hablar entre los transeúntes una vez me observasen, aunque no me gusta ser para nada foco de atención, pero, aun así, decidí intentarlo por lo que tras poner tal pieza sobre la cama continue con mis preparativos.

Una vez todo listo me dispuse entrar al cuarto de baño para refrescarme antes de partir, momento que también aproveche para lavar a la vez mi pelo y así una vez lista salí de la ducha, me coloqué un sostén junto a un bóxer de encaje ambos que hicieran juego en color negro mientras que por encima me coloqué una bata de baño seca hasta que terminase de estilizar mi pelo. 

Los minutos pasaban y debía de terminar por ende debía de aprovechar cada momento así que aun encontrándome sentada frente al tocador me dispuse a maquillarme de manera sencilla por lo que en la línea de mis ojos coloque un poco de delineador negro, en mis pómulos un poco de rubor y pinte mis labios en un tono rojo muy sutil. 

Casi de seguido habiendo terminado tal tarea me acerque hasta cama, me coloque el vestido, unos tacones negros no muy altos y tomando una cartera que había elegido con antelación donde había guardado ya los lentes junto a mi identificación me dispuse abandonar mi recamara y de seguido empecé a bajar las escaleras.     

Al bajar, mis abuelos se encontraban en la sala, sentados en el gran sillón acurrucados mirando un programa en la televisión, inmediatamente termine de descender notaron mi presencia y posando sus ojos en mí, sonrieron tan dulcemente como nadie tiene una idea. 

Sin dudas pude notar que a ambos se le ilumino el rostro una vez que me vieron y fue de una forma tan fuerte que ante sus ojos era para mi casi imposible no sentir rasgos de vergüenza hasta llegar el punto de ruborizarme. 

Aquellos rápidamente me llenaron de halagos y de palabras bonitas, porque era bien sabido para ellos que era realmente un milagro más que nada para no decir que era algo imposible el verme vestida así.    

La alegría sin tardar surgió, era algo notable y esperable venir de ellos por lo mismo intenté disimular aquella sonrisa sonrojada que se formó en mi boca, pero aquella sensación en vez de disminuir se intensifico al notar en una mesita próxima al sofá en el cual aquellos se encontraban, un florero con una rosa roja que sin dudas estimaba era la misma que precisamente el abuelo le había entregado a la abuela horas antes.     

Sin dudas eh de decir que a la abuela siempre le gustaron las flores especialmente las rosas, el abuelo siempre me cuenta las hermosas historias de cuando él la cortejaba y de que nunca en sus gruesas manos marcadas por el trabajo del día a día, faltaba un ramo de preciosas rosas rojas tan rojas como la sangre misma. 

Siempre que narra la historia de su amor me habla de aquellos momentos y me recalca que cada rosa fue su promesa elegida una rosa por cada día de su unión transcurrida, la promesa eterna para el amor de su vida y desde entonces el patio de la casa se ha vuelto un precioso rosal de un aroma tan dulce como la miel.     

Los admiré valla que lo hice y estaba tan cómoda con aquel recuerdo hasta que mis pensamientos comenzaron a verse vencidos por las incansables contiendas respecto a Jacob en mi cabeza por lo que comenté tras darme por vencida.   

— Por cierto, abuela Jacob me pidió que te dijera...     

Exclame, pero ella de seguido me interrumpió y término aquel párrafo.   

— No digas más, quiere galletas de Jengibre y mermelada de fresa.    

Instantáneamente acurre mis brazos tras sentir escalofríos una vez le escuche pues exactamente aquellas eran las palabras que se suponía yo diría y replique.     

— Como lo supiste, a veces me da miedo tu sexto sentido abuela — y durante unos segundos ambas reímos a carcajadas.    

La abuela se alejó de mí y guio sus pasos hasta la cocina, de la mesada tomo una pequeña caja de madera muy liviana en estilo japones y colocó dentro de su superficie algunas galletas junto a un pequeño tarro de mermelada, una vez listo le coloco la tapa al tiempo que la cubría con un pañuelo con que esta hacía juego y me la entrego.      

— Dile a Jacob que deje de ser tan glotón — replico.  

— Lo intentare, pero sabes que su apetito es voraz por más que se lo diga estimo que no me escuchara — increpe y siendo consciente de mis palabras reí nuevamente ante tal respuesta. 

Llego la hora de partir y mi abuelo había prometido llevarme, así que no muy bien noto que ya me encontraba lista subió las escaleras y tomo las llaves del auto que había dejado en su habitación.    

Al salir, me quedé observando de una forma embobada el hermoso cielo estrellado que ante mí se cernía, que no me di cuenta de cuando el abuelo se marchó e incluso se había hecho paso dentro del auto cosa que no note por haberme quedado tan azonzada así que no muy bien reaccione, baje las escaleras que salen de la fachada. 

Tranquila y calmada abone la casa pendiente de mis propios asuntos cuando de la nada caminando cercano a mi apareció un joven el cual nunca había visto por allí, quien sin dudarlo me miro a la cara con el rostro sumamente serio y el cual curiosamente iba sobre la acera en dirección próxima a la residencia continua cosa que los lugareños no hacían porque le temían un poco a aquella casa.     

Al subir al auto, le pregunte al abuelo por el joven y si lo había visto, pero el me evadió diciendo que no había mirado a nadie caminar por allí, valla sorpresa me tomo, a lo que en respuesta simplemente al notar su seguridad no le preste mucho interés por lo que guarde silencio e iniciamos nuestro recorrido.     

Ya eran las seis y media de la tarde, faltaban alrededor de treinta minutos exactamente para que dieran las siete por lo tanto la verdad no me encontraba demasiado apurada en llegar pues el cine quedaba a solo diez minutos de casa, por lo que con el abuelo decidí pasar por la tintorería para dejar uno de sus trajes pues al otro día debía de ir a resolver algunos asuntos de su trabajo luego de mí partida.

Si, en pleno domingo; traje que se encontraba justo en el asiento lateral derecho trasero justo detrás de mí.

El dueño de la tintorería era amigo del abuelo así que sabía que no había problema alguno en dejarlo en ese momento costumbres viejas entre ellos, a pesar de que ya para el señor no era día laboral.     

Durante todo el camino me debatía conforme a mis pensamientos discutiendo ansiosamente en si ponerme o no los lentes, era algo que me inquietaba, pero que en todo caso me daba reparo hacerlo delante del abuelo ya que él no sabía al respecto de que los usaba con la intención de ocultarme.      

Llegamos justo a las seis y cincuenta y cinco minutos, a la puerta del cine de modo que inmediatamente se detuvo abandone el auto.   

— Gracias por traerme abuelo.     

— No hay de que Hope, recuerda no regresar demasiado tarde, si vez que Jacob no te puede llevar, llámame y paso a buscarte, no importa para nada la hora así que no dudes en llamarme.     

— Descuida abuelo, verás que llegare con bien, ve con cuidado a casa — comenté sin tardar.     

Seguido de eso el abuelo se despidió de mí y se marchó, aun así, a pesar de tal oportunidad en vez de salir corriendo en dirección a Jacob me mantuve en la acera observando como el auto se perdía en la distancia. 

Una vez era consciente de que no había moros a la costa abrí mi bolso vi los lentes dentro y estuve discutiendo conmigo misma nuevamente que hacer, hasta que decidí luego de mucho pensarlo y notar el rumbo que el miedo me había hecho llevar en mi vida cortar tal lazo en tanto no colocármelos permitiéndome así sentir nuevamente la libertad.     

Ese día a la entrada del cine las personas por alguna razón estaban muy alborotadas, la aglomeración era enorme por lo que mi abuelo me dejo algunos metros lejos de la puerta de entrada, así que ya cuando me dispuse dar con Jacob empecé a caminar con un rumbo ya establecido. 

La verdad no sé si nuestro destino estaba predispuesto por obra de alguien superior o si las tragedias me persiguen desde mucho antes de empezar, pero, justo allí a pocos pasos de mi se encontraba el mismo joven que vi cercano a mi casa hacia no mucho tiempo y quien de nuevo hizo contacto visual conmigo. 

Era ilógico y ante lo impensado me quedé extrañada por lo que había pasado dudosa y también preocupada, pero sin embargo decidí seguí continuar mi camino.       

Por su lado si mostrar emoción alguna camine y podía sentir como sus ojos se clavaban en mi piel a espaldas mía como dagas filosas.

Sin prestar atención atravesando la multitud me guie hasta llegar donde se encontraba Jacob quién no muy bien me noto me miró sumamente asombrado y declare al tiempo que sonreía.     

— Creo que llegue justo a tiempo.       

— Wao Hope, estás demasiado hermosa — comentó mientras su boca se quedaba levemente abierta. 

— No que va, solo estoy regular, pero a lo que veo no soy la única que se vistió elegantemente.     

— Me has dejado anonadado sin dudas por cierto y tus lentes — replicó e inmediatamente el color broto hacia mis mejillas.  

— Hoy es un día especial y quise celebrarlo dejando de usarlos. 

— Oh, no sabes lo feliz que me hace escuchar eso — y dándome un abrazo continúo diciendo — por cierto, ya compré las entradas, que dices si vamos rumbo a la sala y buscamos nuestros asientos.    

— Claro vamos, pero... primero cómprame palomitas, ándale plis, no es lo mismo estar en el cine sin comprar chuches.      

A Jacob no le quedo más de otra que sonreír y por ende llevarme hasta la tienda de comida rápida pues al igual que mis abuelos aquel era experto en engreírme por lo que sabía que si o si iba a tener que comprármelos. 

Así que una vez en la ventanilla aquel pidió un combo de palomitas con refresco y chocolates una comida perfecta para tal momento y una vez con ellos en mano nos marchamos de allí.     

La verdad estimo que fue lo peor que hicimos pues unos pocos segundos después sin dudas lo iba a terminar lamentando. 

Estaba emocionada tanto que no paraba de parlotear así que era evidente de que iba distraída hablando con Jacob todo el camino hasta la sala, cuando de la nada tropecé con algo que parecía una pared. 

Mi impacto contra aquello fue tan fuerte que inmediatamente perdí el equilibrio y caí al piso, no sin antes a verse derramado el refresco encima de lo que sea con lo que había chocado.     

Literal, en ese momento al mirar con que había colisionado me lleve una sorpresa, era una persona y no una cualquiera si no nuevamente se trataba del mismo chico de antes y la verdad ya no me estaba gustando para nada la situación.     

— Porque te quedas parado junto a tus amigos en el medio del pasillo — indique una vez que eleve el rostro y observe como dándome la espalda permanecía aquel — nosotros también tenemos derecho a cruzar y disculpa lo sucedido — sostuve, con un gesto muy marcado de descontento en mi voz.     

Jacob no espero a que yo pidiera ayuda pues casi de inmediato acerco a mí, me tomo del brazo para ayudarme a ponerme de pie y de seguido me dijo en un tono bajo.      

— Estás loca, no sabes quién es...     

Rápidamente dije, al momento que zafaba mi brazo de la mano de Jacob.     

— No y no me importa.   

Jacob volvió a sujetarme y dijo...   

— Él es Ronan Ricci.     

— A mí que me importa eso, no le conozco.     

Jacob inmediatamente contesto.    

— Debería importarte su padre es dueño de una gran parte de la ciudad.     

La verdad trague saliva en seco al escuchar aquellas palabras pues, aunque soy firme en mis decisiones y los problemas no me doblegan fácilmente, no esperaba tener que encontrarme a alguien con tal poderío. 

Tras Jacob pronunciar estas palabras, en mi cara se dibujó una sonrisa nerviosa, no por miedo a Ronan sino, porque no sabía realmente quién era aquel chico así que desconocía por completo de que era capaz y al ver su ropa era evidente que tenía mucha influencia en la ciudad pues a simple vista se veía que era alguien de dinero.     

Dije entonces con todo respeto aun sabiendo que aquello sería una vil mentira pues Jacob ha sido mi único amigo gran imprudencia la mía.   

— Entonces Imaginó que él es el responsable de que haya tal conmoción aquí digo por su gran fama, ni también parecido que fuese, conozco chicos más elegantes que él.  

Al ver a Jacob en su rostro se había formado una mueca burlona junto a una sonrisa que se encontraba a punto de estallar y sabía que si aquello sucedía temía que lo único que conseguiría pues sería crear más problemas de los que ya de por si teníamos y si lo hacía era evidente que terminaría también delatando mi mentira.     

Así que, con voz firme, exclamé antes de que aquel siguiera...  

— Jacob.   

Así llame su atención con meramente pronunciar su nombre y colocando una mirada agresiva de esas que ya el conocía, inmediatamente se desvaneció aquella sonrisa junto a todo rasgo de alegría en él, terminando aquel con la actitud lo más parecida a la imagen de un cadete en plena formación.     

Jacob no sabe controlar lo que dice y mucho menos lo que piensa cuando se ríe a todo pulmón, realmente es todo un espectáculo, pero no necesitaba en ese instante la manifestación de tal algarabía pues sabía que sin dudas me ridiculizaría abiertamente.     

Ronan a fin de cuentas se giró e inmediatamente me miro lleno de rabia y replico:     

— Sabes cuánto cuesta este abrigo.   

Yo con una mirada un tanto despreocupada y tras observarle de arriba abajo comenté.   

 — Es simplemente ropa, no creo que valga demasiado.    

 — No me digas, yo no soy tan simple como tú y esto cuesta y mucho.   

Mientras decía aquello en su rostro solo se podía distinguir expresiones la cuales yo podía interpretar en su momento como despreció en su mayoría, a lo que de mí solo salió una frase simple pero llena de verdad.   

— Digas lo que digas es simplemente ropa, no por eso tienes que hacernos menos.     

Escuchar aquello no fue para nada de su agrado lo que provocó una reacción inminente de descontento en su persona.  

— Eres una insolente queriendo jugar a la cita con este pedazo de esqueleto — pronuncio y de seguido se carcajeo en mi propia cara tras hablar de manera despectiva mientras continuaba — dudo que conozcas lo que significa tener al lado a un hombre de verdad. 

Advertí.    

— Eres un idiota no tienes por qué hablarnos de esa manera.     

En mi mente contuve mi rabia y porque no, pensé todas las formas posibles para lanzarme a él y golpearle, pues hasta ahora ha sido la única persona que de forma literal a echo hervir mi sangre a borbotones.     

Ronan hizo un ademán con su mano pues sin dudas no se rendiría tan fácilmente y más aún al encontrarse rodeado de sus secuaces por lo que obedeciendo aquellos se colocaron todos alrededor nuestro, mientras procuraban reducir la distancia entre nosotros, y la verdad no era algo justo pensándolo bien siete contra dos nada par. 

Aun así, para nada le temía pues de necesitar pelear sabía que Jacob y yo sin dudas tendríamos que utilizar la fuerza bruta, aunque para nada me guste y con ello las artes marciales para defendernos de ser necesario. 

Ante lo inminente nos estábamos preparando pues no podíamos bajar para nada la guardia pues estimaba que la pelea era algo ya inevitable, cuando de la nada y sin esperarlo apareció un joven muy parecido a mi abuelo próximo a la puerta de salida quien me observaba de forma directa desviando enteramente mi atención.  

Aun no estoy segura si yo fui la única en verle o si fue mi imaginación, pero era claro que observaba atentamente aquella situación. 

En ese momento quizás por instinto terminé susurrando el nombre de mi abuelo ´´Christian´´ en un tono de voz muy suave pues aquel chico era la viva imagen de su juventud, cosa que era imposible pues era consciente de que no tenía más parientes a parte de mis abuelos. 

Su parecido era alucinante pero aun así no dejaba de cuestionarme una y otra vez la misma frase — ¿porque habrá venido? — Y lo que es peor — ¿porque se parece tanto a él? — pero aquello se quedó sin respuesta.     

De la nada de detrás de él joven apareció un hombre vestido con un traje azul marino oscuro y corbata negra, corpulento, alto, de buen parecer, de ojos color gris, una barba debidamente recortada y el pelo de un color rojizo un poco largo; cercano a este hombre venían algunos más, eran alrededor de diez que aparentemente eran sus guardaespaldas.

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