Eclipse: La historia de un amor (Libro 1)
Eclipse: La historia de un amor (Libro 1)
Por: Sayiori
Capítulo I - Hope

Yo soy Hope Deltori, hija única de Jhosep Deltori un panadero muerto tras recibir una supuesta bala perdida al momento de dirigirse hacia su auto cuando apenas había cumplido mis tres años, y Margaret Saints una costurera que desapareció cuando apenas tenía ocho meses de vida. 

Tras encontrarme huérfana en este mundo fui entregada a los brazos de mis abuelos Laura y Christián, quienes eran los padres de Margaret mi madre. 

Mis abuelos por alguna razón tras la muerte de mi padre no creyeron conveniente el irse del único lugar que conocían y era de esperarse, crecieron en esta hermosa ciudad tan próspera llamada Ebian y a la vez inusual o al menos así lo creía. 

Durante muchos años los tres vivimos en su casa la cual se encuentra perfectamente localizada en el centro de la ciudad, aunque ahora bien no eran ricos, pero sí vivían bastante acomodados como para tener una vida estable, por lo cual nunca me ha faltado nada.     

La vida en ella era bastante movida como en toda ciudad; sus establecimientos la mayor parte del tiempo se mantienen abarrotados lo que la hace muy ruidosa siendo esto lo único en gran medida que no me gusta de ella, ante el ruido avasallador prefiero estar en casa y disfrutar de la compañía de mis seres amados los que con tanta devoción de mi han cuidado.   

Mi vida fue particularmente muy diferente a la de los demás que habitan Ebian, puesto que desde pequeña me han ocurrido situaciones un tanto peculiares, aunque para mí no eran nada extrañas o al menos así los abuelos me lo han hecho ver.      

Mis años en la primaria y secundaria transcurrieron muy dentro de lo normal, se podría decir, salvo por el hecho de que todos me miraban como si estuviesen en presencia de cual aterrador monstruo.

Imagino que preguntaras ¿por qué? Pues sencillo mis ojos son llamativamente diferentes y hablo de su color claro, pues tengo heterocromía de iris lo cual hace que presente diferente coloración en cada uno valla como si de un gato quimera se tratase, la verdad a mí me alucinaban y me encantaban, pero, era evidente que para los demás no era nada agradable, así que siempre fuera de casa solía llevar unos lentes oscuros.      

La verdad nunca me gusto resaltar, aunque era algo que a ciencia cierto yo no podía evitar, pero si postergar, por eso siempre intentaba mantenerme aislada de los demás, por lo cual durante esos años la verdad no recuerdo haber hecho algún amigo dentro del colegio y tampoco me molestaba la idea de no tenerles.    

Mis abuelos, dos personas sumamente amorosas que solo vivían y respiraban por mí y quienes se han entregado meramente a mis cuidados son dos de los seres más importantes en mi vida y quienes han sacrificado incluso su descanso.  

Por un lado, la abuela, que, aunque permanecía en casa se mantenía ocupada con los quehaceres que aquejan el hogar y todo lo que acarrea aquello siempre mantenía preocupada por tener listo nuestros alimentos o incluso ayudándome con mis tareas, así le pasaban las horas volando sin tener descanso hasta terminar completamente rendida al sueño quedándose a veces dormida en lugares inusuales.  

Por el otro lado se encontraba el abuelo quien se dedicaba a trabajar para que nada nos faltase, sacrificando incluso tiempo de su preciado de descanso a cambió de darnos todo lo que necesitábamos. 

Pensándolo bien no sabría decir en que laboraba el abuelo esta es una de las tantas cosas extrañas que pasaban en casa, aunque la verdad nunca tuve interés en querer preguntar pues no suponía curiosidad alguna para mí, pero supongo que su trabajo tiene que ver con algo de oficina pues siempre que sale de casa temprano suele estar ensacado y llevar un maletín en la mano por lo que imaginaba que trabaja en una oficina.   

Para mí, había una sola situación que me provocaba gran intriga respecto a él y era que sí por lo general cuando llamaba a casa y yo solía atender al teléfono se molestaba, por alguna razón no toleraba el hecho de que yo pudiera llegar a tener alguna cercanía con su labor por lo que siempre en ese caso quien terminaba encargándose resultaba siendo la abuela.   

Mi único amigo lo conocí mientras tomaba clases de artes marciales, mi abuela pensó pues que era buena idea que aprendiera a defenderme y fue durante ese período que conocí a Jacob Pentiland mi mejor amigo por lo que desde entonces siempre ha estado conmigo, es sobre todo mi mano derecha y mis abuelos le adoran.   

Hubo un tiempo en el cual precisamente por mis ojos la soledad formo participe de mis entrenamientos lo que me volvió aún más solitaria y fue precisamente por él y gracias a que era el único que no me temía que pude avanzar tanto en tal disciplina.  

…  

El domingo se hace notar en el ambiente junto a una tranquilidad en tanto demasiado arrolladora mañana tras ayudar a la abuela en los que haceres y luego de comer subo a mi habitación a descansar. 

Al abrir la puerta tropieza mi vista con aquella pequeña estantería que da la bienvenida a mi cuarto dirigiéndose mis ojos inmediatamente al libro nuevo que recientemente había comprado, en su pasta reluce en un vivo color rojo enmarcado junto a unos ojos que resplandecen en un tono amarillo colocados estratégicamente en su portada. 

Aquella imagen era característica por lo general de las obras que albergan en su interior historias de licántropos del autor Freded Branch, misma temática que conforman un gran tema de mi interés.  

Así que una vez en mis manos me sumerjo en las páginas de aquel libro y disfruto cada una de las partes que dan vida a su contenido mientras me encuentro acomodada en un banquillo junto a la ventana.

El sol en el exterior brilla con tanta intensidad sobre nuestra casa haciendo que el interior se mantenga agradablemente acogedor, la luz que se sumerge por la ventana proveniente del astro rey resplandece vivamente dentro de las paredes de mi habitación haciendo de aquel instante perfecto.  

Tras disfrutar un tiempo de la lectura a solas decido bajar por un vaso de agua pues la sed se apodero de mi garganta, por un momento mientras pasaba por la cocina vi a mis abuelos disfrutando del sol y del aire fresco en la parte trasera de la casa que daba al jardín, mis ojos se fijaron totalmente en ellos y allí los vi mientras conversaban tan amenamente que aún se podía ver reflejado el brillo en sus rostros y lo mucho que aún se amaban sin duda alguna su amor perduraba.  

De la nada, el abuelo sacó de su bolsillo trasero del pantalón una rosa y entregándosela a la abuela en sus manos le dio un dulce beso en la mejilla convirtiéndose aquel momento en uno de los que con mayor amor atesorare.      

Tras tomar agua decidí tomar un poco de limonada del refrigerador y llevárselas para que se refrescaran pues imaginaba que ya tenían un buen tiempo debajo de los rayos del sol, al acercarme con bandeja en mano no pude evitar conmoverme por lo que había visto.     

— Como amo verlos así, daría lo que fuera para que nunca pierdan ese gran amor que se profesan.     

Exprese abierta aquellas palabras mientras que ambos me observaban, una sonrisa dulce y apacible se dibujó en sus rostros; a la abuela producto de mis palabras se le enterneció el corazón por lo cual decidió darme un fuerte abrazo y tras depositar la bandeja sobre la mesilla del jardín donde llevaba aquellos dos vasos, me deje llevar por su agarre que como cual fortaleza impenetrable se alzaba para protegerme.      

Algunos segundos transcurrieron cuando de la nada dijo en un tono de voz suave y muy bajo para que el abuelo no lo notase.    

— Pronto todo cambiará para ti, ten los ojos muy abiertos.     

Por alguna razón mi mente se quedó en blanco y evité cuestionarla, no por falta de curiosidad sino por miedo quizás a su respuesta.

Espere y no había pasado ni un minuto desde que la abuela se apartó de mi cuando el abuelo tan bien me abrazó y tras también apartarse sostuvo mi rostro entre sus manos mirándome así con entero orgullo. 

Mis ojos curiosos se quedaron clavados profundamente en la casa de al lado, estuve fija en ella varios segundos atenta viendo si podía distinguir algo diferente en ella, pues siempre sentía que desde sus entrañas algo me observaba y ese momento no era la excepción.      

Estaba tan fija en ella que no note cuando el abuelo aparto sus manos de mi rostro y preocupado tras no recibir respuesta alguna de mi parte toco suavemente mi hombro para intentar traerme devuelta en sí mientras me cuestionaba.  

— ¿Qué tienes mi niña? Pasa algo, te sientes mal.  

— Perdón abuelo, me quedé distraída.    

De seguido comente:      

— Abuelo esa casa me da intriga, nunca eh visto a alguien habitando en ella y sin embargo se mantiene tan pulcra; diría que cada año es pintada pues su fachada se ve tan delicada, el césped se mantiene tan bien cortado, siempre permanece limpia, es extraño, no tiene lógica para mí.    

Ambos se quedaron fríos al escucharme y por algunos segundos se miraron a los ojos, el abuelo permaneció en silencio pues aparentemente aquella pregunta lo había dejado en shock.      

La abuela tomo la palabra un tanto nerviosa y afirmó:     

— No mi amor, nadie nunca ha vivido hay, mejor entremos y preparemos algunos bocadillos.     

—¡ Pero!…   

Intente insistir quería saber cuál era el misterio que albergaba aquel lugar, pero el abuelo me detuvo en seco como siempre solía hacerlo.      

— No le prestes importancia, tu abuela tiene razón nadie ha vivido hay en muchos años, incluso desde antes de que nosotros llegáramos a este lugar.     

Por más que insistiese sabía que dé el no obtendría nada así que hice caso a mis abuelos y entré a la casa con ellos no sin antes observarla fijamente por última vez.    

Tras entrar y comer los bocadillos con mis abuelos subí nuevamente a mi habitación, tomé mi teléfono en mano el cual había olvidado sobre la cama y enseguida vi que Jacob me había dejado un mensaje en cual en su contenido figuraba.     

— ¿Qué estás haciendo? No olvides nuestra salida al cine.    

Solté una carcajada no pude evitar pensar en lo molesto que puede llegar a ser aquel chico, a pesar de todo le di a él respuesta a su duda y confirmación a su mensaje.  

— Si, no lo eh olvidado pequeño granuja; estaba con mis abuelos conversando mientras comíamos algunos bocadillos.    

La palabra bocadillos para Jacob era todo un dilema, ninguna frase que en su contenido albergara algo comible era ignorada.     

— Bocadillos, creo que me ha dado un poco de hambre. 

Aquel glotón no tenía comparación así que decidí molestarle un poco más pues no había nada mejor que enfatizar lo antes dicho.  

— Sí bocadillos, galletas de jengibre y mermelada de fresa que tanto te gustan.    

— No me hagas eso Hope, quiero un poco, tráeme un poco, aunque sea una cucharada, aunque sea las migas de las galletas, solo no me dejes con este deseo que me consume.     

Valla error de mi parte, el mencionar las galletas y la mermelada, pues su apetito voraz se vuelve podría decir bastante molesto, veloz mente escribí aquejada por su insistencia.    

— Jacob no es posible que al instante que te mencionen comida se te habrá tan rápido el apetito, estoy por pensar que en vez de estómago tienes un vórtice o peor un agujero negro.    

— No lo puedo evitar, los bocadillos de tu abuela son demasiado deliciosos.    

—Lo sé, le pediré algunos para llevártelos, así que te dejo me iré a preparar pues no quiero llegar tarde.     

— Está bien, no lo olvides a las siete en punto te estaré esperando.    

— Ok.    

Ese mismo día había quedado de encontrarme con Jacob para ir al cine, mis abuelos no les gustaba para nada que estuviera fuera de la casa en medio de la noche, pero ese día habían aceptado curiosamente.      

Inmediatamente termine aquella conversación una sonrisa tonta se asomó desde la comisura de mi boca y quitando la aplicación de mensajería bloque el móvil abandonándolo así casí de inmediato sobre la cama.

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