Capítulo 8: "Ojos café".

El cambia la dirección de sus ojos, apuntándolos al lado contrario del pasillo donde una familia de muchos integrantes sigue los pasos acelerados de un médico, insistiéndole algo que no se llega a escuchar con claridad. Tras varios metros sin ceder, finalmente el hombre de bata blanca detiene su caminata rápida y se voltea hacia la muchedumbre. Suspira y parece estar comunicándoles algo. En solo instantes, la expresión de la chica (que parecía ser la que dirigía al grupo) cambia y aquel rostro preocupado se transforma en el marco de un llanto desgarrador.

- Es el mismo doctor que trataba a mi mamá.

La voz de Rafael me hace retomar la situación, recordándome que el aún permanece sentado a mi lado, que no soy la única que observa esa espantosa escena. Me asombra la coincidencia de que, según él, sea el mismo médico y estoy a punto de hablar cuando una voz grave me interrumpe. Me volteo hacia adelante y visualizo a otro médico asomándose a través de la puerta por la que hace poco salió Rafael. El hombre dice algo acerca de firmar una constancia o algo así y mi compañero de asiento se pone de pie, acompañándolo al interior de aquella habitación otra vez.

La duración de su segunda ida es incomparable con la de la primera, se podría decir que esta vez sale apenas entra. Lo sigo a través del pasillo el cual a medida que avanzamos está cada vez más repleto de personas y puertas blancas que se abren constantemente, detalles que hacen que parezca no tener fin alguno.

- No hace falta que me lleves, puedo llamar al chofer.

Digo apenas pisamos el suelo de la calle.

Rafael: ¿Quién te dijo que te iba a llevar?

Dice irónico y solo me basta con arquear las cejas para que ría.

En el camino de regreso el silencio reina en el ambiente como si las palabras fuesen crímenes. Le pido que frene algo lejos de la casa para no levantar sospechas y así hace. Me da terror el hecho de que se le ocurra recurrir al tema mencionado en el café y ya creo haberme salvado al abrir la puerta cuando...

Rafael: Che, ¿qué era eso para lo que querías verme?

"De tener suerte alguna vez ni hablemos".

Emily: Estoy llegando tarde Rafael.

Rafael: ¿Para qué? (Cuestiona, encerrándome en un rincón sin más respuestas que inventar).

Emily: Un almuerzo familiar (contesto ya habiendo bajado del vehículo).

Rafael: ¿No era que no soportabas a tu familia?

Emily: Chau.

Digo cerrando la puerta y yéndome rápidamente, sin dejar que me incomode aún más.

Para ese sábado a la noche Fabián nos vuelve a invitar a "Marea Roja", el bar de playa en el que estuvimos en una ocasión. Un comentario de Samira hace que mis ganas de ir disminuyan a 0: "Dice que Rafael se hizo muy amigo de él, van juntos al gimnasio". La posibilidad de volver a encontrármelo allí me aterra de los pies a la cabeza, sobre todo porque no obtuve noticias de él en todo el transcurso de la semana. De todos modos, quiera o no, Samira me obliga a ir.

Abrir la puerta del lugar, acercarnos a la mesa y ver a Fabián solo hace que al comienzo suspire de alivio, pero me preocupe después. Preguntarle la causa de la falta de Rafael y escuchar aquella respuesta me deja en un estado indescriptible.

"No estaba de humor. Es el cumple de la mamá y como falleció hace poco dijo que prefería quedarse solo."

Se me viene a la mente la conversación que tuvimos en el hospital hace unos días. "Es el mismo doctor que trataba a mi mamá". Ahora es cuando capto el verdadero sentido de aquellas palabras. "Trataba", no "trata". Dos conjugaciones tan cercanas del mismo verbo y a la vez tan diferentes.

Comento acerca de la necesidad de salir a tomar aire fresco y abandono el lugar, habiendo rechazado la propuesta de Samira de acompañarme, quien seguramente ni haya entendido las causas de mi antojo.

Ya estando afuera, me maldigo en el fondo por haber sido tan estúpida e incompetente para todo, pensando que lo más probable es que él había mencionado eso para recibir, aunque sea un abrazo de mi parte.

Involuntariamente, siento una repugnante presión en el pecho y un nudo se forma en mi garganta, mientras que mis ojos se cargan con un líquido transparente y cristalino. Tomo mi bolso y en un intento torpe de sacar el celular de su interior este cae, generando un hueco en la arena húmeda. Bufo, volviendo a maldecir esta vez en voz alta y me agacho para recogerlo. Permanezco así tratando de eliminar el polvo arenoso de la pantalla, soltando suspiros y constantes quejas al hacerlo mal.

- Hasta para limpiar el celular sos histérica.

Levanto la vista al escuchar eso y lo veo de pie delante de mí. Lleva una remera blanca con rayas negras, jean azul oscuro con roturas y campera oscura cuyo tono no llego a distinguir. Una bufanda de color verde militar le cubre el cuello. Se me hace extraño no verlo de traje.

Emily: Te estaba por llamar (digo levantándome).

Rafael: Ah ¿sí? ¿Por?

Me llevo la mano a la cara y varios granos de arena se me meten en los ojos, por lo que no me queda otra que frotármelos.

Emily: Me acabo de enterar de lo de tu mamá, quería hablar o...escucharte si hace falta.

Rafael: Mirá que la última vez que pediste verme para hablar no me dijiste nada.

Finalmente abro los ojos y logro verlo, aunque algo borroso.

Emily: Estaba nerviosa Rafael. Me cuesta hablar de temas y relaciones personales, lo sabés.

Rafael (ríe): Para romper relaciones personales sos una experta.

Desvía su mirada, clavándola en las olas por varios segundos, luego de los cuales, sus ojos vuelven a mí.

Rafael: ¿Qué me ibas a decir el otro día? (Pregunta, sarcástico).

Emily (suspiro): ¿Hoy también tenés que ser así?

Rafael: No me cambies de tema, contestame.

No digo nada y esta vez soy yo la que prefiere observar las olas.

Rafael: Emily.

Emily: ¿QUÉ? (Levanto la voz, mirándolo).

Rafael: Dejá de actuar como una pendeja y hablá.

Emily: ¿Qué hable qué?

Rafael: ¿Qué me ibas a...

Emily (lo interrumpo): ¡QUE TE AMO IDIOTA!

Y es gracias a esas cuatro palabras (o las que se encuentran en el intermedio, mejor dicho) que el aspecto burlón de su rostro da un giro de 360° y en segundos lo tengo solo a milímetros de distancia, mirándome con esos ojos café que siempre fueron mi debilidad, los cuales ahora parecen decir todo lo que su boca se niega a hacer. No sé cuánto tiempo permanece así, ya que ese término parece ralentizarse en mi cabeza al estar con él y finalmente desaparece cuando pega sus labios a los míos.

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