Capítulo 6: "El mismo de siempre".

El tono irónico de su voz y su mirada, en la cual la picardía parece ocupar el papel principal me confunden a tal punto de querer hablar, pero no lograrlo por haberme perdido entre mis pensamientos.

Ya ni sé si la poca distancia que hay entre los dos debería considerarse como ventaja o todo lo contrario.

Él, al no recibir ninguna reacción ni respuesta de mi parte, frunce el ceño, desentendido.

Rafael: ¿Te pasa algo? Parece que viste un fantasma.

Pregunta aun sosteniéndome por los hombros.

Emily: No...bah, si...

Rafael (interrumpe, soltándome bruscamente): Bueno che, capaz estoy un poco despeinado pero...(gira y se mira en la cafetera enorme que refleja su rostro y comienza a tocarse el pelo perfectamente arreglado)...¿tan directa ibas a ser?

Emily (me muerdo el labio): ¿Tu sarcasmo no tiene frenos no?

Al escucharme, deja de mirarse y se voltea.

Rafael: ¿Sarcasmo? (Levanta las cejas). No estaba siendo sarcástico. (Me observa de una manera incomodante). Ahora, si esta obra de arte se te hace irresistible es otra cosa.

Dice señalándose a si mismo y bufo, rodando los ojos.

Emily: Si si Don Juan, como digas. ¿Podemos hablar?

Rafael: Creí que con lo que hablamos ayer no hacía falta.

Emily: Justamente hace falta, porque no te entendí nada.

Rafael: Mirá, ya te dije que no voy a...

Emily (lo interrumpo): No, no quiero que vos hables ni me cuentes nada. Solo escuchame a mi.

Me mira algo extrañado y creo haber sonado muy inentendible hasta que finalmente asiente y señala la zona de mesas vacías ubicada a mis espaldas. Me doy la vuelta, comenzando a caminar hacia una de las más lejanas, como si esos pocos segundos pudieran ayudarme.

Por más que no lo veo, logro imaginarlo caminando detrás de mi con las manos en los bolsillos y los botones de su camisa arremangada chocando contra la cadena plateada que cuelga de su pecho. Corro un poco la silla en la cual planeo sentarme y emito una pequeña sonrisa disimulada al ver que su aspecto es idéntico a la imagen que mi mente había creado. Me sorprende el nivel de obsesión que debo tener para conocer perfectamente cada detalle de los gestos que identifican su personalidad.

Lo primero que hago al sentarme es sacar mi celular y avisarle al chofer que puede irse, puesto que ya no sé cuánto tiempo permaneceré aquí dentro, aunque asumo que Rafael no dispondrá de mucho tampoco.

Calculo no haber tardado casi nada, pero al levantar la vista y verlo observándome fijamente, dudo de mi misma. Ya no es la primera vez en el día que no capto la razón de aquella mirada tan extraña, lo cual honestamente comienza a inquietarme a niveles indescriptibles.

Él solo permanece sentado, con el codo derecho sobre la mesa y su mentón apoyado en el, acto que provoca que su cabeza se incline un poco. No es una posición muy fuera de lo normal, pero dadas las circunstancias de nuestra "relación" reciente, da miedo verlo esbozando una sonrisa.

Rafael (tose): Bueno.

Emily: Bueno (repito, tragando saliva).

Rafael: ¿Y?

Pregunta entrecerrando los ojos con una chispa de curiosidad en ellos.

Trato de formular algo en mi cabeza, pero, por más que lo intento varias veces, no me surgen las palabras. Todo el detallado y extenso discurso que había pensado y planificado desde la noche anterior parece haberse desvanecido de mi memoria al tener a Rafael delante de mí. Creí que nunca volvería a experimentar esta sensación desde las primeras lecciones orales de la escuela, cuando trabarme entre mis palabras y olvidarme lo estudiado me provocaba intolerables ganas de romper en llanto o solo esconderme de todo el mundo.

Un contacto cálido sobre mi mano izquierda me despierta, generando algo similar a destellos de luz que viajan desde allí hasta cada rincón de mi cuerpo.

Alzo la vista lentamente, encontrándome con él, mirándome con una expresión un tanto diferente a la última que llevaba. La profundidad de sus ojos, sumada a su mano tibia que presiona la mía en un gesto de ternura y preocupación, hacen que tenga que hacer un máximo esfuerzo por no derramar lágrimas o saltar a sus brazos.

Rafael: Eu (dice llevando a cabo suaves caricias con su dedo pulgar), ¿qué pasa?

La idea de no ver a un Rafael cínico (como lo era últimamente), sino al mismo de siempre me relaja y...se podría decir que es lo que me da fuerzas para no salir escapando de ese lugar.

Suspiro y vuelvo a tomar aire, tratando de ordenar mis ideas y, por sobre todo, dispuesta a contarle cada detalle de lo sucedido.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo