Capítulo 3

Emily.

Tecleo por inercia, sabiendo que todo lo que estoy redactando lo tendré que eliminarlo en unos minutos, ya que no servirán de nada. Pero por más que he intentado en el transcurso de la mañana, no he logrado concentrarme en absoluto.

Solo hay un pensamiento persistente en mi cabeza, —Alex—.

—Hola, Emi, —Maddie entra absorta en su móvil, moviendo los pies hacia mi escritorio como si no le importara tropezarse.

—Hola…

—Quisiera por fa, que me revises este documento —dice sacando una hoja de su carpeta—. Y este también… 

Tomo las hojas observándola con detalle, hasta que mi amiga por fin detiene sus ojos en mi rostro.

—¿Qué pasa? —pregunta interesada.

—Mad… Soy un asco de persona.

Coloco las manos en mi cara volviendo a tener un ánimo deprimente.

—¿Peleaste con Erick?

—Algo peor —digo con mi cabeza metida entre los brazos—. Volví a dejar embarcado a Alex, Mad, soy la peor amiga de todas…

El silencio de mi amiga me hace levantar la cabeza de repente, mientras ella se sienta de lo más normal en su silla.

—No es algo nuevo Emi, tú siempre lo haces. Lo que no sé, es como él te ha aguantado tanto y aún siente aprecio por ti.

—¡Muchas gracias por tu ayuda!, Eres la mejor amiga…

—¡Emily, que puedo decirte! —exclama—. No te he dicho nada que no sea verdad, creo que el haberse criado desde la infancia ha hecho que, pues ya no le importe mucho lo que haces, y te vea como una hermana que hace este tipo de cosas, y no se interese mucho por tu vida.

Gracias a ese comentario me siento peor.

—¿Maddie? ¿Puedes cubrirme durante una hora?, ¡Por favor!

—¿Y qué se supone que harás? —pregunta cruzando sus brazos.

—No lo sé, pero debo hablar con él.

 —No te preocupes, ve, eso sí, si aparece Malévola diré que tú misma le explicarás.

 —Iré lo más rápido posible —digo tomando mi bolso y saliendo sin esperar la reacción de Mad.

 En el momento de encender el auto y salir del estacionamiento, conecto mi móvil para poder hacer una llamada desde los manos libres.

 —aló…

 —Sara, soy yo, necesito que…

 —Hermana, —interrumpió—, espero que sea rápido, estoy muy ocupada…

 —¡Hazme un puto favor por una vez en tu vida! 

El silencio gobierna el momento y prosigo.

 —He llamado a Alex, no me contesta, ¡Por favor! ¿Dime dónde puedo encontrarlo?

 —Ahora mismo está en Piccolo Salvatore en la calle Notting Hill…

 —Sé dónde es, gracias —y cuelgo sin esperar respuesta.

 Luego de unos 15 minutos llego al lugar justo a las doce del mediodía, cuando el sitio está abarrotado de gente. Entonces paso directamente al administrador en donde sé me conducirá a Alex.

 —¡Hey!

 —Emily, pero… ¡Qué sorpresa! —dice Dante, quien administra el lugar.

 —Lo sé… He estado ocupada. Dante, necesito hablar con Alex, no sé si podría…. 

—¡Por supuesto! Sigue adelante, ahora mismo está en la oficina al fondo.

Asiento dando las gracias, mientras poco a poco voy caminando. Los nervios están matándome, es como si fuera la primera vez que estaría frente a mi mejor amigo, como si nuestro encuentro fuera a lastimarme más de lo que espero. Entonces tomo la manilla y abro la puerta robando todo el aire que puedo.

 —Alex… —digo, mientras su mirada recorre todo de mí con el ceño fruncido, bastante impresionado.

 No puedo creer lo nerviosa que estoy, no sé por dónde comenzar o qué decirle, el hecho es que pareciera que de este momento dependiera mi vida.

 —¿Emi? —pronuncia bajo, intrigado, interrogante; entonces a mí se me erizan los vellos de la piel, porque casi nunca utiliza esa manera de llamarme. Porque pareciera que estoy frente a un hombre totalmente distinto.

 Y no sé por qué me siento así…

Quiero decir muchas cosas, tal vez comenzando por hacerle saber que haría cualquier cosa por él, así como lo ha hecho conmigo desde que tengo conciencia en mi vida. Si tuviera que elegir a la persona que ha sido más leal conmigo, diría que puedo apuntar al hombre que tengo frente a mí.

Inclusive un recuerdo se asoma en mi mente, del momento cuando ya no tenía esperanzas de estudiar la carrera que tanto anhelaba, completando que mis padres estaban haciendo hasta lo imposible para que las cosas no sucedieran, entonces entró Alexander en el campo de discusión para disuadir a mis padres de su erróneo pensamiento y así mismo persuadirlos de que la literatura era mi vida.

Y lo consiguió.

— ¿Ha pasado algo? —pregunta dando alerta mis sentidos, pues quiero ordenar lo mejor posible todo lo que quiero decirle. Y que todo salga bien.

—Muchas cosas, cara —respondo con el tono más dulce y arrepentido posible.

Su ceño se profundiza en su rostro, y su cuerpo se tensa. Sé que está nervioso con mi actitud y lo sabe disimular muy bien. Entonces cruza sus brazos haciendo que su traje se pegue a su cuerpo mientras que se recuesta al escritorio.

—Comienza entonces… —dice expectante.

Trató de acercarme más, es necesario que lo haga, necesito transmitir mi arrepentimiento y lo mal que me siento por todo este tiempo.

—Yo… Lo que pasó ayer…

—¿Es eso? —interrumpe.

—No es solo eso Alex, es todo este tiempo, siento que he sido una muy mala amiga.

—Ya estoy acostumbrado a todo esto, cara, no te preocupes. Tú tienes una vida, tienes cosas que son tu prioridad. No me molesta para nada.

Sus palabras en vez de tranquilizarme me alteran de una manera que producen dolor. Me está hiriendo todo lo que dice, sobre todo la falta de importancia en sus palabras.

¿Y qué era lo que esperaba?

—¡La verdad es que a mí sí me molesta! —digo sin pensar, echando todo lo planeado en un balde.

Las manos de Alex se pasean por su rostro como si el tema le cansara un poco. Se despega del escritorio y se acerca hacia mí, decidido.

—Emi, ahora mismo tengo un montón de trabajo —dice sujetándome de los brazos suavemente queriendo terminar la conversación lo antes posible.

Y eso termina por matarme.

Jamás había visto en él, cansancio o irritación hacía mi persona por el hecho de querer conversar, nunca había pasado. ¿Es acaso esto una reacción de irritación por todos los desplantes? ¿Será que ya no soy de importancia para él?

Sin pensarlo dos veces y con el hueco que tengo en mi pecho, saco sus manos de mis brazos y lo envuelvo a él en un abrazo, lo aprieto tanto que siento que todo mi cuerpo quedó pegado al suyo. Su cuerpo se tensiona, como cuando alguien no se espera dicha reacción, sin embargo, no reparo en el acto y trato de prolongar el abrazo lo más que puedo.

—¡Perdóname! Lo acepto, soy la peor ¡Soy la peor Alex! ¡Por favor, no cambies conmigo!

—¡Oye, chica! No te pongas así…

—¡No!, no minimices mi falta de atención, yo… Yo lo olvidé, pero sí quería verte, quería hablar contigo, ¡Te he extrañado un montón! —digo con toda la emoción posible.

Los brazos de Alexander me envuelven por completo, hasta que su mejilla queda pegada con la mía. Puedo escuchar como su respiración se altera y largos suspiros salen de su boca chocando con mi hombro.

—Yo también te extrañé…. Mucho.

Mi rostro se separa lentamente quedando frente a su rostro, mirándole fijamente. Realmente Alex es alto, pues debo acostar mi cabeza para poder verle a la cara, y ahora que le veo… Mi amigo es… Perfecto.

Mi mirada se centra en sus ojos, con rayitas en su iris de color amarillo jugando con un verde tan oscuro, que pudiera confundirse con un marrón maderado.

—¿Estás bien? —mi mirada se desliza a su boca, que acaba de pronunciar palabras, no sé qué me pasa, pero pude detallar cómo gesticulaba lentamente moviendo su lengua y sus labios para pronunciar, haciendo que su acento entre inglés e italiano lo haga ver más… Atractivo.

¿Qué me pasa?

Rápidamente me despego de su cuerpo y de su tacto, como si hubiese visto un fantasma, como si de algo desagradable se tratara.

Pero la verdad, no sé qué estaba haciendo.

—Sí —respondo monótona.

Su ceño se frunce, ofreciéndome nuevamente su mano para ir hasta él.

Dios…

Tomo su palma lentamente mientras que un torrente de nervios coloca alertas en mi cuerpo, camino hacia él, y vuelve acercarse a mí.

—Así estamos mejor —vuelve a decir estampado su aliento en mi rostro.

—Alex… —mi voz tiembla.

—¿Sí?

—Lo que… Lo que quería de todo esto, es…

¡Carajo! ¡No puedo concentrarme!

Los dedos de Alex comienzan a deslizarse por mi rostro, empeorando mi situación, entonces su rostro se acerca más al mío como si fuera a, ¿besarme?

¡Dios no! ¡No! ¡No! ¡No!

—¿Qué haces? —lo freno en seco.

La mandíbula de Alex se tensa, y aunque prácticamente estamos abrazados, él solo separa su rostro. Entonces su semblante sorprendido y avergonzado me demuestra que sí, Alexander estaba a punto de besarme.

—Lo siento —dice separándose completamente de mí, dirigiéndose a su escritorio apresurado.

—Alex —digo tan apenada como él —. Será mejor que hablemos en otro momento, estoy quitándote tiempo, lo más seguro.

Las palabras salen de mí sin sentido, por supuesto.

Mi amigo solo asiente sin pronunciar palabra, mientras que su rostro ha tomado una seriedad como nunca.

—Sé que no soy quién para pedirte esto —vuelvo a decir ante su silencio—. ¿Podríamos quedar para cuando te desocupes?

Entonces él sonríe cínicamente.

—¡Por Dios, cara! Volverás a dejarme plantado.

—Hablo en serio.

—Yo no estoy bromeando, creo que lo mejor es que nos veamos cuando la vida tenga el tiempo de ponernos juntos, ¿no?

—Alex… ¡Por favor! No seas así. Realmente estoy muy triste por todo esto. Siento que estoy arruinando nuestra amistad. Siento que estás decepcionado de mí y que te he hecho daño.

—Es cierto Em, pero déjame decirte que he aprendido.

¿Aprendido?

—¿De qué hablas? —pregunto interesada.

Un suspiro sale de su boca, mientras que sus dedos delinean sus labios buscando una palabra acorde para mí.

—He aprendido a irte perdiendo Emi.

No sé qué, pero algo se partió dentro de mí. De cierta forma, en este momento siento como si siempre hubiese tenido una piedra de mucho valor en mis manos, y de un momento a otro, se me hubiese deslizado por los dedos.

Alex está decepcionado de mí, y lo sabía, pero escucharlo de su propia boca es peor de lo que pude imaginar.

—¿Tanto así te he lastimado? —digo entrecortando las palabras.

Él no dice nada, solo me observa para luego quitar su mirada a de mí y darse la vuelta.

—Tienes razón cara, quedemos para otro día, de verdad debo ocuparme.

La presión que está ejerciendo mi garganta, me deja en claro que, si no salgo ahora mismo de esta oficina, me pondré a llorar delante de Alex y es lo que menos quiero.

—Vale… —trato de sonar despreocupada—. Entonces nos vemos luego.

Y como si me viera fuera de mi cuerpo, deslizo los pies dando vuelta y me encamino sin observar nada a mí alrededor.

Una que otra lágrima salta, y acompañado a esto, una tristeza que comienza a agobiar mi ánimo, mi cuerpo y mis sentidos…

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