Capítulo 2

Emily.

Aunque el sueño se me ha ido desde hace una hora, por el momento no pienso colocar un pie fuera de esta rica cama en la que estoy. El goteo permanente de la lluvia pegando a la ventana me incita aún más a cubrirme por completa con el edredón y seguir con un rico sueño.

Aunque mi cuerpo me lo pide a gritos, mi mente no para de dar vueltas a las últimas palabras de Alice.

Que fastidio.

Hoy no iré al trabajo, ya que, por acto de condolencia de Alice, me dejó el día libre para que yo hiciera —mi parte—, en la dicha entrevista que quiere de la cadena de restaurantes de Alex.

Sin embargo, no tengo pensado hacer nada, haré cualquier cosa menos eso, e inventaré una excusa hasta que logre obtener dicha petición. Así que no será hoy.

La puerta de mi habitación se abre de golpe, creando más fastidio del que tengo. Mi hermano se asoma por la puerta, entra a la habitación y se lanza por la cama, para luego apabullarme montándose encima de mí.

—¡Fuera! ¡Ahora mismo, Andrés…!

Sus brazos me aprietan con fuerza haciendo que mi enojo aumente ante la irritación.

—¡Calla y levántate! —dice volteándome de una sola estocada, y por si fuera poco comienza a darme fuertes palmadas en los glúteos.

—¡Te mataré! ¡Lo juro!

Mi hermano se levanta, dejándome respirar por fin mientras toso de forma exagerada.

Allí está lo que es en esencia, Andrés, en todo el sentido de la palabra. Bromista pesado, con una sonrisa siempre en su boca y a mi parecer bastante guapo. Mi hermano nació un poco más de cuando Sara tenía un año, las diferencias de edad son muy cortas, pero si hablamos de personalidades, parece que Sara le llevara ochenta años a mi hermano.

O a todos.

—¿Te echaron de tu empleo? —pregunta con los brazos cruzados.

—¿Por qué van a echarme? —digo acomodando mi pantalón de pijama, y ordenando mi cabello enredado por culpa del hombre aquí presente.

—Pues, allá abajo… —dice señalando—. Tienen una conversación desde hace una hora, sobre que ya estás desempleada.

Suelto un bufido y niego varias veces.

—Solo tengo el día libre, ¿Ya desayunaron?

—Sí, pero para ti ya no hay desayuno. ¡Son las nueve de la mañana, floja!

Tuerzo los ojos y me levanto de la cama empujando a mi hermano, para que salga de mi habitación.

—Me daré un baño, ¡Ahora vete! ¡Tú si quedarás desempleado si no te vas ya mismo al trabajo!

—Si me iré, bonita, pero no porque me lo pides —dice desordenándome nuevamente el cabello y saliendo por fin de mi habitación.

Andrés tiene el carácter más parecido al mío, podemos enojarnos y a los diez minutos reír como unos desesperados degenerados, ahora mismo está trabajando en una compañía de software como asistente del director general, y parece que eso lo hace feliz.

Es importante decir que es un mujeriego sin arreglo.

Luego de salir de la ducha y colocarme ropa cómoda, bajo rápidamente a buscar algo de comer, porque muero de hambre.

Exactamente como lo describió mi hermano, están mis papás «tomando quizás su quinta taza de café» hablando bajo, como si todo fuera un suspenso.

Por lo visto Sara y Andrés ya no están.

—¡Buenos días! —Anuncio al llegar a la cocina—. Y no estoy desempleada, me dieron el día libre.

—¿Día libre? —pregunta mi padre dejando su taza a un lado.

—Sí, así es….

—Nunca en todo el tiempo de tu trabajo te han dado un día libre —mamá interviene.

—No hay nada oculto mamá, solo me dieron el día libre, es todo. Ahora desayunaré y luego iré a hacer cosas, ¿vale?

Los brazos de papá se alzan como diciendo que no ha dicho nada, mientras mamá curva una ceja no quedando muy convencida. Pará ellos todo debe tener un por qué y una razón, así que pasaría horas tratando de explicar de dónde viene todo el meollo.

*

Luego de descansar muy delicioso, decido por la tarde ir a la oficina donde trabaja Erick, ya que en una hora exactamente, estará terminando su jornada.

Erick tiene una pequeña empresa de repuestos para autos de lujo. Así que aparte de su local, alquiló varias oficinas juntas para llevar un buen manejo de su negocio. A mi parecer le va muy bien.

Cuando llego, dejó una inscripción en la entrada, ya que el edificio cuenta con varios pisos de otras empresas, es algo así como un área comercial. Entro al piso que corresponde, logrando divisar al instante a la asistente de Erick, que tanto dolor de cabeza le ha dado a Maddie.

—Hola —le sonrío, mientras ella solo asiente un poco enrojecida.

«¿Será que Erick le ha dicho algo?»

—¿Puedo entrar? —pregunto mientras ella se levanta de su puesto.

—Por supuesto, creo que el señor Gibson ya está por salir.

Con su mano me hace señas para que pase, mientras doy las gracias en silencio asentando la cabeza y con una sonrisa ladeada. Cuando abro la puerta, está Erick tecleando en su portátil totalmente concentrado.

El ruido de la puerta y mis pasos lo alertan, permitiendo que su rostro se alce hacia mí. Pero en vez de sonreír, su ceño se frunce.

—¿Emily? —pronuncia quitando sus manos del portátil y echando la silla para atrás.

—A menos que tengas otra, y se llame igual que yo.

Una sonrisa se desliza por su boca, y se levanta de forma apresurada.

—Tontina, solo no sabía que vendrías, ¿A qué se debe la sorpresa?

—Pues he tenido el día libre y pensé en compartir lo que queda contigo.

—Ammm… ¡Qué buena idea! —ronronea mientras me abraza.

—Podemos ir a cenar, ¿Qué dices?

—Yo tengo una mejor idea… —responde mientras de forma desordenada apaga su portátil y recoge sus llaves, colocándose la chaqueta torpemente.

—¡Ah, ¿sí?! —pregunto sabiendo la idea que se le ha formado, mientras salimos de la oficina para ir rumbo a su casa.

Mientras que la respiración se me tranquiliza, recuesto mi cabeza en el pecho de mi novio, escuchando que su corazón también está tomando un ritmo más pausado.

Erick ha sido el primer hombre con quien he estado, y aunque no tengo cómo comparar, puedo decir que nos conectamos bastante bien a la hora de tener relaciones sexuales. Me gusta estar con él.

—Eché de menos estos momentos —dice cortando con el silencio.

—Lo sé, nuestras ocupaciones se vuelven un problema.

A pesar de que tenemos meses juntos, hemos podido tener muy pocos momentos de intimidad.

—No son un problema cariño, el trabajo es importante.

Estoy de acuerdo, y no lo estoy al mismo tiempo.

Pero los pitidos del celular hacen que abra los ojos, se esfume la tranquilidad y el momento, mi novio toma su móvil y comienza a revisarlo para luego soltar un bufido.

—Cariño ¡Lo siento! Debo levantarme a enviar algunos correos que, por salir rápido de la oficina, no pude hacerlo.

Corriendo las sábanas se despega de mi lado y se coloca unos pantalones mientras me guiña el ojo en son de disculpa.

—No te preocupes… Igual debo ir ya a casa, mañana debo ir a trabajar y aparte mis padres estarán preguntando por mí.

Él solo asiente, mientras que tomo mi móvil sin encenderlo. Veo la hora en el reloj de pared y marcan las nueve de la noche. Entonces atrapo mi ropa, me visto rápidamente y me despido de mi novio para concluir con la —corta— cita, con una sonrisa en mis labios mientras manejo rumbo a casa.

—¡Buenas! —anuncio, viendo que algunas luces ya están apagadas.

—¡Estamos en el jardín! —grita mi padre.

Coloco mis cosas en la mesa y me dirijo hacia el lugar, cuando me acerco al jardín, parece que hay una reunión familiar bastante encendida con papá, mamá, Sara y los pies descalzos de Andrés encima de la mesa.

Ya habrán peleado por eso.

—¿Y cuál es el tema hoy? —pregunto tanteando el terreno.

Sara me observa como si yo fuera la mujer más cruel del mundo, mientras alza una ceja.

—¡Hermanita embarcadora! —menciona Andrés riendo—. La próxima vez, ¡Avísanos que incumplirás tus citas!

Todos hacen un silencio bastante extraño, mientras mamá baja la cara avergonzada.

—¿De qué hablas? —pregunto.

—Aquí estuvo Alexander… —La voz de mamá me llega como un cubo de agua fría mientras el corazón se me comprime.

¡Lo olvidé por completo!

—No… —digo en susurro, más para mí misma que para todos, coloco las palmas de las manos en mi cara ante la vergüenza y el horror.

—De igual forma, ya debe estar acostumbrado —menciona Sara—. Tú siempre lo dejas embarcado, creo que ya no le hace gracia tu falta de interés por esa amistad que tú dices apreciar.

—¡Sara! ¡Por favor! —interviene papá.

—Es la verdad, en ningún momento he dicho algo que no sea cierto.

—¡Déjala!, Eso es asunto de ella, no tienes por qué estar metiéndote, no es tu problema —dice Andrés en tono de regaño.

¿Cómo lo pude olvidar? ¿Qué estará pensando Alex?

¡No puedo creerlo!

De forma temblorosa y junto con todas las voces frente a mí opinando y discutiendo, entre todos sobre lo que pasó, saco mi móvil y lo enciendo mientras me sudan las manos y el cuerpo entero.

La pantalla indica que en efecto tengo varias llamadas perdidas de Alex, la garganta comienza a apretarse haciendo que me cueste respirar.

Muchas veces cuando esto ha pasado simplemente he pensado en llamarlo y pedirle disculpas, y en cuestión de minutos lo hemos resuelto. Pero siento que esta vez no es como las otras veces, esta vez yo traté de compensarlo por el tiempo perdido y resultó peor. Mejor hubiese sido no hacer nada.

Realmente soy muy mala amiga, estoy convencida de que, si fuera por mí, nuestra amistad se hubiese ido a la mierda desde hace mucho tiempo.

—Hija, llámalo, dile que estuviste muy ocupada —dice papá tratando de hacerme sentir mejor.

—Me disculparás, y pensarás que estoy en contra de ti, pero cuando me llamó le dije que tenías el día libre, que no sabía en dónde estabas —Mi hermana Sara termina por completar mi caos, y sin decir una palabra doy media vuelta y me dirijo a mi habitación.

¡Contéstame, por favor!

El tono de llamada suena tantas veces posible, hasta que caen a buzón, una y otra vez, mis labios tiemblan en anticipo de las ganas de llorar tan inmensas que tengo. Así que paso el trago varias veces.

—Alex… —Digo cuando sale su contestadora—. ¡Por favor! Perdóname, yo…

Decido por cancelar el mensaje y arrojo el celular hacia la cama, camino hacia todas partes sabiendo que muy lejos de estar molesto Alexander debe estar decepcionado de mí. Últimamente he descuidado tanto nuestra relación, he dado tan poca importancia a su presencia, que ahora mismo se han juntado todos mis actos como un boomerang, haciéndome sentir de la peor forma posible.

Son las once de la noche, y aunque a mí me importa un carajo la hora, sería una impertinencia salir a buscarlo, interrumpiría su sueño o lo que sea que esté haciendo, solo para calmar mi sentimiento de culpa.

No sé cómo, ni de qué manera, pero mañana iré a verlo durante mi horario de trabajo, le preguntaré a mi hermana en qué restaurante estará presente y llegaré al lugar. Eso haré.

Así que después de una larga ducha intentando relajar mis músculos tensos, voy a la cama, fallando en tranquilizarme un poco, y en algunos momentos tratando de pensar que no es tan grave el suceso de hoy, mintiéndome de que pueda ser posible que Alex no tome esto tan a pecho…

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